La aclamada cinta American Beauty abrió muchas puertas para el director Sam Mendes, aunque también podría decirse que elevó de manera irreal las expectativas sobre su obra futura. Y si bien sus películas posteriores fueron bien recibidas, ninguna resultó tan memorable o impactante. El Mejor Lugar del Mundo no es la excepción, y continúa esa modesta tendencia gracias a su agradable guión, notable elenco y válido mensaje... nada original o demoledor pero perfectamente apropiado para ofrecernos un buen rato de risas y reflexión sobre los temas de disfunción familiar que parecen interesar a este cineasta.
El argumento se centra en la peregrinación que Burt (John Krasinski) y Verona (Maya Rudolph) emprenden en busca de un hogar apropiado para tener a su primer hijo (o hija). Pero, como puede esperarse, no se trata de una simple búsqueda de casa, o de una ciudad compatible con su liberal ideología, sino de una exploración de identidades y estructuras familiares que encajen en su excéntrica visión del mundo. Y así, usando como excusa la visita a viejos amigos y familiares, Burt y Verona encuentran las ventajas y desventajas de la vida marital, el gozo y deberes que representan los hijos, y quizás el confort de saber que nadie tiene respuestas definitivas, y que el único camino "correcto" es el que los haga felices.
El Mejor Lugar del Mundo tiene ese inconfundible "sabor" a cine independiente, con sensibles protagonistas enfrentando con humor e ingenio un desfile de excéntricas figuras que representan diversos aspectos de la sociedad, algunos ridículos, otros crudos, pero razonablemente creíbles. Sin embargo siento que cae de vez en cuando en la pretensión, sobre todo al exagerar los rasgos de sus personajes para enfatizar la comedia o el drama. En otras palabras, quiere parecer casual cuando en realidad se siente estudiada; y su engañoso tono ligero trata de disfrazar la expresión poco sutil de ideas supuestamente profundas y significativas.
Esa afectada artificialidad ha hundido otras películas con igualmente buenas intenciones. Sin embargo Mendes consigue sacarla a flote gracias a su económica dirección y al trabajo de sus brillantes actores principales, quienes añaden honestidad y realismo al variable libreto. John Krasinski y Maya Rudolph son más conocidos por su trabajo en televisión, pero en El Mejor Lugar del Mundo se sienten como veteranos de la pantalla grande, explotando al máximo su natural simpatía y talento, sin huecos lucimientos o caprichos histriónicos. Incluso los más forzados momentos de la película (como algunas mal planeadas escenas de "slapstick" o un par de lacrimosos monólogos) son fáciles de asimilar en compañía de esta agradable pareja, y espero sinceramente que su excelente desempeño gane la atención de más directores de "casting" en Hollywood. En particular disfruté la actuación de Rudolph, a quien nunca supieron aprovechar adecuadamente en Saturday Night Live, a pesar de ser una de las mejores actrices, cantantes e imitadoras que ha tenido ese programa en los últimos años. Supongo que su tipo físico no se presta para fáciles comedias románticas o "humor Apatow"; pero sin duda me complacería verla en más películas que valoren sus atributos.
En papeles secundarios también hay que reconocer el trabajo de Allison Janney, Catherine O'Hara, Jeff Daniels y sobre todo Melanie Lynskey, en una breve y casi muda actuación que evoca profunda emoción e intensidad. Ojalá hubiera tenido más tiempo en pantalla, pero su trabajo (así como el del resto del elenco de apoyo) se reduce a breves "cameos" en los que satirizan diversos clichés sociales contemporáneos, desde una vulgar e ignorante pareja de clase media norteamericana, hasta los obligatoriamente afables y centrados canadienses. Los que sin duda excedieron mi paciencia fueron Maggie Gyllenhaal y Josh Hamilton como los insoportables padres de familia "new age". Sus exageradas interpretaciones los convierten en caricaturas, y restan agudeza y balance al resto de la película.
Pero bueno... de cualquier modo la sátira resulta apropiada, y respalda eficientemente el mensaje central: las reglas y expectativas de la sociedad no necesariamente conducen a la felicidad; es más importante la compatibilidad de las personas y su tolerancia hacia las excentricidades de sus semejantes, las cuales enriquecen sus relaciones y enseñan a valorar al individuo por sí mismo, y no por su función en el mundo. Nada nuevo, pero muy bien expresado por este hábil director que quizás nunca alcance nuevamente la aclamación que disfrutó al principio de su carrera; pero que sin duda se ha convertido en un consistente realizador de películas interesantes y de impecable manufactura. Sin duda es un buen nicho para encasillarse.
Calificación: 8
viernes, 20 de noviembre de 2009
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario