lunes, 30 de mayo de 2011

Cortes Rápidos: Forget Me Not, Respire, The Roommate

Forget Me Not

Para celebrar su graduación, un grupo de jóvenes hace una ruidosa fiesta, y cuando se sienten nostálgicos deciden ir al cementerio local para jugar un juego que disfrutaban en su infancia. El juego se llama "Fantasma", y es una variación de “Los Escondidos" en la que un participante (el "fantasma") debe encontrar a sus amigos ocultos. Y los que va descubriendo se convierten también en "fantasmas", uniéndose a la búsqueda hasta que solo queda uno "vivo", que es el ganador. Quizás por estar severamente alcoholizados los jóvenes no se sorprenden cuando se acerca una misteriosa muchacha y les pide unirse al juego. Los amigos aceptan y comienza la persecución por el cementerio, con las usuales digresiones románticas y conversaciones melancólicas sobre el futuro. Al final del juego la adolescente desaparece misteriosamente sin revelar su identidad, y Sandy (Carly Schroeder), la chica buena del grupo, se queda con la impresión de que ocurrió algo sobrenatural. Desafortunadamente sus sospechas se confirman en los siguientes días, cuando el juego del "fantasma" se hace realidad y sus amigos empiezan a morir en circunstancias extrañas. Suena como una clásica fórmula de "maldición de fantasmas vengativos", pero aquí viene el "twist"... los fantasmas no solo matan a sus víctimas, sino que borran por completo todo rastro de su existencia, de modo que nadie recuerda a los que van muriendo. Y, claro, la única que se da cuenta de la situación es Sandy, quien deberá investigar en su propio pasado para encontrar el origen de la maldición y evitar que su vida sea borrada para siempre.

Aunque no resulta muy difícil adivinar el final de la película Forget Me Not, ese simple "twist" ayuda a darle un poco de intriga a la trama, y la separa parcialmente de tantos otros "thrillers sobrenaturales" directos a DVD que hemos visto últimamente. Por lo demás, no hay mucha diferencia... los actores abarcan los bien conocidos clichés del género, desde los antipáticos deportistas hasta las pícaras "chicas fáciles". La protagonista, interpretada por Carly Schroeder, es la única persona más o menos "normal" del grupo, como corresponde a su papel de "chica final". Los supuestos "fantasmas" que la acechan parecen refugiados de un video de Marilyn Manson (deformaciones faciales, rostros pálidos, movimientos espasmódicos, etc.) y funcionan más o menos bien al principio, pero conforme se incrementa su número y podemos verlos con mayor detalle terminan dando más risa que terror. Ah, y como atractivo adicional para "geeks" maduros (como yo), hay una corta aparición de Barbara Bain en el papel de una monja con inesperadas revelaciones sobre el origen de los fantasmas. Algunos recordarán a Bain por su participación en la icónica serie setentera Space 1999 (otra de mis obsesiones infantiles), y me dio gusto ver que sigue actuando, aunque sea en humildes cintas de terror. Pero bueno, regresando al presente, Forget Me Not pudo aprovechar mejor su semi-innovadora premisa (la cual me recordó el episodio Remember Me de Star Trek: The Next Generation) y quizás pudo pulir un poco más la presentación de sus espectros. Aún así merece una modesta recomendación por la honestidad de su actriz principal, y porque el director Tyler Oliver obtiene algunos buenos momentos de suspenso a la luz del día, lo cual me pareció inusual en un género que casi siempre oculta sus defectos en la oscuridad. No es para fans del "gore", pues apenas hay unas gotas de sangre, pero quien guste de los temas sobrenaturales podría disfrutar Forget Me Not como bocadillo en una noche aburrida. Aunque a la mañana siguiente habrán olvidado todo rastro de su existencia.
Calificación: 6

Respire

La película Respire comienza con un extenso prólogo que abarca varias décadas, mostrándonos la ruta que siguió un pequeño baúl cuyo interior oculta un misterio con setenta años de antigüedad. En 1935 una mujer lo usó para guardar el "último aliento" de un hombre. El baúl fue posteriormente robado por soldados nazis, quienes lo perdieron a manos de soldados aliados durante la Segunda Guerra Mundial. Así llegó a los Estados Unidos en la década de los 50s, donde tuvo muchos dueños a lo largo de sesenta años, hasta llegar en la época actual a la tienda de antigüedades de Susan Jordan (Tracy Teague), quien sufre de una enfermedad incurable y sabe que le queda poco tiempo de vida. Pero cuando llega un misterioso comprador ofreciendo veinte mil dólares por el baúl, Susan decide investigar la historia de la pequeña caja... y casi sin darse cuenta se convierte en el blanco de muchas personas que harán lo que sea por apoderarse de su contenido.

A diferencia de otras modestas películas independientes de terror, Respire trata de contarnos una historia muy ambiciosa (quizás demasiado), y sinceramente agradezco su creatividad y valor. El problema es que su bajo presupuesto y manufactura semi-amateur sabotean muchos aspectos de la producción. Por ejemplo, los escenarios improvisados arruinan el realismo de las escenas "históricas"; los minimalistas efectos digitales consisten en un evento que se repite demasiadas veces; y, para cerrar con broche de oro, las actuaciones del elenco entero desbordan entusiasmo pero se sienten penosamente rígidas y artificiales. La principal culpable es Tracy Teague en el papel protagónico; si fuera una actriz más fuerte y creíble sería fácil ignorar al elenco secundario; lamentablemente ella es la primera que arruina sus diálogos y nos "saca" de la película con su monótona voz y estudiados gestos. Pero bueno, es su primera película, así que puede disculparse. Por el lado positivo, la trama funciona bastante bien al presentar un misterio que comienza como ciencia ficción médica y termina como travieso horror sobrenatural con personas poseídas, abundante sangre y épico caos urbano (¿mencioné que es una cinta muy ambiciosa?). Como he dicho antes, prefiero aquellas obras que fallan por tener aspiraciones inalcanzables, en vez de las que evitan riesgos tomando el camino fácil de clichés y fórmulas predecibles. Por eso las ideas y pasión de Respire bastan para darle una tenue recomendación, aunque el producto final tenga fallas sustanciales que quizás ahuyentarán al público más selectivo. Claro que, pensándolo bien, las personas selectivas probablemente no estarán viendo baratas cintas de horror directas a DVD. Muchas gracias, darwinismo cinematográfico.
Calificación: 6

The Roommate

El trailer de The Roommate nos hace pensar que se trata de un re-make “extra oficial" de Single White Female, aquella famosa entrada en el sub-género de "mujer psicótica", tan popular en los ochentas y noventas. Y la verdad es que no parecía mala idea. Una versión "teen" de SWF podría resultar divertida en manos de cineastas y actores con el talento necesario para trascender la trillada premisa y llevarla a extremos melodramáticos que la hicieran memorable. Sin embargo el argumento de The Roommate resultó ser bastante distinto al de SWF... y ni se hable de comparar su atmósfera o suspenso. Esto nos deja con otra barata "película de la semana" absolutamente inocua y aburrida, que no muestra esfuerzo alguno por cumplir el potencial de la trama o de los actores. Lástima. The Roomate sigue la extraña relación que se desarrolla entre la estudiante Sara Matthews (Minka Kelly) y su compañera Rebecca (Leighton Meester), con quien comparte una habitación en la universidad. Al principio parece una amistad normal; las jóvenes asisten a fiestas, platican sobre muchachos y se prestan ropa. Pero al poco tiempo Rebecca empieza a mostrar una actitud obsesiva, amenazando a las personas que considera "mala influencia" para Sara, y manipulando distintas situaciones para pasar más tiempo con ella. Por su parte Sara no se da cuanta del inestable comportamiento de Rebecca hasta que sus exabruptos se vuelven violentos, y entonces decide mudarse con su novio Stephen (Cam Gigandet). Sobra decir que eso enfurece aún más a la trastornada Rebecca, quien deja atrás toda semblanza de razón para recuperar a su amiga y eliminar a "la competencia".

En verdad no debería extrañarme la mediocridad de The Roommate. Con un elenco integrado casi exclusivamente por atractivos actores de series juveniles (Leighton Meester de Gossip Girl; Minka Kelly de Friday Night Lights; Alyson Michalka de Hellcats; Nina Dobrev de The Vampire Diaries; Matt Lanter de 90210, etc.), era natural suponer que sería una de esas blandas películas “PG-13" que diluyen el terror hasta niveles inofensivos, pero manteniéndose lo suficientemente “dark” para provocar algunos sobresaltos y dejar satisfecho al publico pre-adolescente que quizás no está listo para ver material más gráfico o agresivo. Sin embargo, por alguna razón pensé que el director danés Christian E. Christensen y el escritor Sonny Mallhi (ambos con cierta experiencia en el genero de terror) podrían encontrar un ángulo mas subversivo o mas audaz para complementar el elenco. Hablando de lo cual, Leighton Meester parece ser la única persona capaz de mostrar un poco de energía y emoción en la película, haciendo creíbles sus bruscos cambios de humor e impredecibles accesos de violencia. Minka Kelly es bastante guapa (y con extraordinario parecido físico con Meester), pero su personaje es tan estúpido y antipático que me fue imposible preocuparme por su destino. Lo mismo aplica al odioso patán interpretado por Cam Gigandet (¿en serio hay mujeres que encuentran atractiva esa actitud insolente e ignorante?), y a Alyson Michalka en el ingrato papel de "mejor amiga". No puedo decir que haya esperado mucho de The Roommate, y aún así me decepcionó profundamente. Como dije, parecía buena idea añadir la variable de obsesión adolescente a un típico "slasher" estudiantil (no sería la primera vez), pero hacía falta un director con mayor conocimiento del género, o con la visión necesaria para inyectar vida en este rancio material. En fin; al menos Leighton Meester tiene su trabajo asegurado en Gossip Girl para hacernos olvidar este bodrio y, con suerte, encontrará mejores películas para su eventual transición a cine. O, en el peor de los casos, The Roommate podría servirle de preparación para una futura carrera encasillada en similares thrillers televisivos o empalagosos romances de Hallmark y Lifetime Network. Espero que no ocurra, pero es un riesgo inminente. Dobrev y Michalka, tomen nota.
Calificación: 5

domingo, 29 de mayo de 2011

¿Qué Pasó Ayer? Parte II (The Hangover Part II)

La original The Hangover me pareció una acertada combinación de humor vulgar, personajes simpáticos (o simpáticamente irritantes) y una inesperada veta de genuina emoción y amistad entre los protagonistas, que la distinguió de tantas otras cintas en el nicho de la "comedia adulta" contemporánea. Y ahora llega una segunda parte con el mismo elenco y el mismo director, lo cual nos deja dos posibilidades: ¿Qué Pasó Ayer? Parte II capturará sin dificultad la magia humorística de la original... o fracasará estrepitosamente por la presión de las expectativas del público y la arrogancia del personal creativo. La realidad es que esta mercantilista secuela ocupa un incierto lugar entre ambos extremos, pues por un lado tiene partes muy graciosas y mantiene la excelente química del elenco; pero al mismo tiempo se apoya demasiado en repetir los eventos de la primera cinta, lo cual impide alcanzar el mismo nivel de sorpresa e irreverencia. Pero bueno... incluso con esas fallas resulta mejor que muchas otras comedias recientes, así que merece una recomendación tan solo por no haber arruinado completamente la franquicia.

Al principio de ¿Qué Pasó Ayer? Parte II nos enteramos de que el dentista Stu (Ed Helms) está por casarse con la encantadora Lauren (Jamie Chung) y, para complacer a la venerable familia de la novia, la boda será en una idílica playa de Tailandia. Temiendo otra brutal "despedida de soltero", Stu prohíbe a sus amigos Phil (Bradley Cooper) y Doug (Justin Bartha) hacer celebraciones especiales, a lo cual aceptan renuentemente. Pero cuando llegan a Tailandia en compañía del inestable Alan (Zach Galifianakis), la historia parece repetirse, y el día de la boda despiertan en el peor distrito de Bangkok, sin memoria de cómo llegaron ahí... y sin saber dónde está el hermano de la novia. Entonces Stu, Alan y Phil tendrán que seguir los pasos de su "noche perdida" para encontrar a su amigo, escapar de peligrosos mafiosos tailandeses y, si es posible, lograr que Stu llegue a tiempo al altar.

Para dar una idea de cuántas cosas se repiten de la cinta anterior, puedo mencionar los siguientes ejemplos (casi todo esto salió en los cortos, así que no los consideraría "spoilers"): en vez encontrar un tigre en su habitación, encuentran un mono; en vez de que le falte un diente, Stu despierta con un tatuaje que cubre la mitad de su rostro; en vez de extraviar al novio, extravían al hermano de la novia; en vez de cantar una canción acompañada con piano, usan una guitarra... y así podría continuar. Parecería que los guionistas Craig Mazin, Scot Armstrong y Todd Phillips (también director) simplemente se sentaron enfrente de la computadora, abrieron el archivo del libreto original y fueron reemplazando elementos en cada escena para adaptarlas al nuevo entorno asiático. En otras palabras, es uno de los guiones más perezosos y descuidados que he visto. Y aún así me divirtió bastante, como esos sketches de Saturday Night Live que provocan una sonrisa aunque siempre ocurra lo mismo, con un "invitado" distinto.

Siguiendo la inevitable comparación con la primera película, diré también que The Hangover no solo hacía reír, sino que contaba una historia lógica y consistente, siguiendo metódicamente las pistas del "misterio" para enganchar al espectador y hacer más creíbles (dentro de lo posible) las inverosímiles situaciones provocadas por la épica borrachera. En ¿Qué Pasó Ayer? Parte II no hay mucho misterio ni emoción. Solo una arbitraria cadena de rutinas cómicas que podrían verse en cualquier orden sin alterar el sentido de la historia. A pesar de todo (repitiéndome tanto como la película), cuando los chistes funcionan es fácil olvidar estas fallas estructurales para dejarnos llevar por la manía cómica del trío. Ed Helms muestra suficiente carisma en su transición a protagonista, mientras que Bradley Cooper y Zach Galifianakis aportan sólido apoyo con sus respectivas neurosis (especialmente Galifianakis). Ken Jeong es apropiadamente impredecible y perturbador en el papel de Mr. Chow (sí, nuevamente desnudo) aunque la justificación de su presencia requiere serios rechinidos de los engranes narrativos (lo cual también aplica al sorpresivo cameo final). Y dentro de lo que no me gustó puedo señalar la notoria ausencia del entrañable romance entre Stu y Jade (la prostituta con corazón de oro interpretada en la cinta previa por Heather Graham). ¿O habrá sido ella quien declinó participar en una secuela desechable e innecesaria?

En fin... innecesaria o no, ¿Qué Pasó Ayer? Parte II es una mediana sucesora de la exitosa original... no tan buena, no tan ingeniosa y muy lejana de conseguir las mismas subversivas sorpresas. El director trata de "abrir" la historia e incorporar algunos momentos de inesperada acción (como una breve pero intensa persecución automovilística), mientras que los actores se esfuerzan por mantener un alto nivel de energía combinada con eterna incredulidad y azoro (perdí la cuenta del número de veces que Bradley Cooper dice "What the fuck?!" o variantes de esa frase). Hablando de lo cual, Paul Giamatti me pareció totalmente desperdiciado como siniestro líder criminal en tratos secretos con Mr. Chow. Obviamente es uno de esos papeles cuya única finalidad es que el público diga "¡Mira! ¡Es Paul Giamatti!". Y ya que estamos en eso, también diré que el muy comentado personaje que originalmente iba a interpretar Mel Gibson antes de ser reemplazado por Liam Neeson, quien a su vez fue reemplazado por Nick Cassavetes... es una pérdida de tiempo. Podría haber sido mi vecino el luchador y hubiera dado lo mismo. Entonces, supongo que la reacción de cada espectador ante ¿Qué Pasó Ayer? Parte II será determinada por lo que más le haya gustado de la primera película; los que disfrutaron el humor surrealista y los momentos más escandalosos, encontrarán material para dejarlos satisfechos; aquellos que apreciaron la química del elenco y sus simpáticas interacciones descubrirán que sí, más o menos se conservó la dinámica original. Pero quienes querían otra dosis de exuberante ingenio y giros sorpresivos tendrán que conformarse con una versión tenuemente disfrazada de la misma receta. Y para fetichistas de "she-males"... felicidades; se cumplió su deseo de verlos/verlas en la pantalla grande.
Calificación: 7

sábado, 28 de mayo de 2011

Ni de Aquí ni de Alá (The Infidel)

No lo negaré: cuando vi los cortos de Ni de Aquí ni de Alá me pareció una burda comedia que buscaba explotar la controversia del conflicto judío-musulmán para llamar la atención. Sin embargo decidí verla por los buenos comentarios que recibió en la red, y me alegra haberlo hecho, pues aunque sin duda tiene un aspecto amarillista, también es una historia muy graciosa, con buenos personajes y un válido mensaje que quizás no será compartido por todos, pero que al menos ofrece un punto de vista conciliador sobre dicho conflicto. Y además su manufactura británica le da un sabor muy particular que la distingue de otras blandas e irritantes "comedias étnicas" de reciente exhibición.

El "infiel" del título es Mahmud Nasir (Omid Djalili) un musulmán pakistaní radicado en Londres que a través de los años ha ignorado gradualmente los estrictos preceptos de su religión para poder disfrutar la buena vida en la cultura occidental (incluyendo fútbol, licor ocasional y música "new romantics"). Pero cuando se entera de que sus auténticas raíces son judías (sus padres judíos lo abandonaron cuando era un bebé, y fue adoptado por una pareja musulmana), Mahmud sufre una severa crisis existencial, la cual trata de resolver con ayuda de Leonard Goldberg (Richard Schiff), un judío norteamericano que inesperadamente se convierte en su mejor amigo. Sin embargo, la crisis podría afectar también a su familia, pues su hijo Rashid (Amit Shah) quiere casarse con la hija de un musulmán fundamentalista que solo aprobará el matrimonio si la familia del pretendiente es igualmente anti-semita y radical. ¿Podrá Mahmud honrar su origen judío y al mismo tiempo congraciarse con su extremista futuro suegro? Oy vey!

Para empezar, me gustó la agilidad y constancia del humor, así como la sorprendente variedad de tópicos que el libreto explota para generar risas. Obviamente hay abundantes referencias a la disputa entre Israel y Palestina, a los extremistas islámicos y su "jihad" (cuyos lemas de exterminio racial suenan muy distintos cuando los dice una niña de cuatro años) y por supuesto a todos los clichés imaginables sobre la cultura judía ("tienen la nariz grande y les gusta el dinero"). Pero también hay lugar para hilarantes menciones de Seinfeld, los Protocolos de Sión, Osama Bin Laden (de moda) y El Violinista en el Tejado. Por otra parte, también hay chistes necios que solo provocan quejidos; otros demasiado largos, que siguen y siguen sin llegar a ningún lado (como el discurso de Mahmud en un Bar Mitzvah); y algunos "gags" visuales tan rebuscados que sienten como esfuerzos desesperados por rescatar una escena floja. Además, el final es un tanto absurdo y conveniente, con algunos atisbos de empalagoso sentimentalismo. Pero, como dije, la película avanza a gran velocidad, así que cuando nos atoramos en una escena irritante, ya está por llegar otra que nos hará reír con ingeniosos juegos de palabras, o tan solo por la descarada "incorrección política" que empapa el libreto (¿quién hubiera pensado que los “crímenes de odio” podrían ser graciosos?).

Hablando de lo cual... estimo que algunas personas podrían encontrar ofensivo el humor de Ni de Aquí ni de Alá. Ya sean judíos ortodoxos que no aprueben la quema de kipás con fines cómicos, o musulmanes que se sientan injustamente retratados como violentos e intolerantes extremistas, sin duda habrá quien desapruebe los métodos de la cinta, por buenas que sean sus intenciones. Para ser justos, la historia nos presenta por igual los aspectos positivos y negativos de ambas religiones... y cada espectador deberá decidir cuál es cuál. De cualquier modo es difícil tomar en serio los insultos religiosos o los comentarios sobre pureza racial cuando están en boca de actores tan simpáticos y expresivos. Omid Djalili es simplemente perfecto como el abrumado Mahmud. Bueno, en ocasiones exagera un poco, pero sus vehementes gesticulaciones encajan muy bien en los dos estereotipos que representa (¿o estoy siendo racista?). Richard Schiff es igualmente brillante y gracioso como el taxista judío norteamericano que lleva de la mano a Mahmud durante su insólita exploración de la cultura enemiga. Y no puedo dejar de mencionar a Archie Panjabi (más conocida como Kalinda en The Good Wife) como la incongruentemente hermosa (y tolerante) esposa del protagonista. Creo que es aún más sexy con su acento británico.

Conviene aclarar que vi y disfruté Ni de Aquí ni de Alá sin tener profundos conocimientos de las culturas y religiones que representa; por lo tanto sugiero que se tome como una simple comedia rematada por una predecible moraleja de mutua tolerancia y comprensión, y no como una revisionista lección de historia ni como un manipulador panfleto religioso. En otras palabras, quiero pensar que el chispeante libreto de Ni de Aquí ni de Alá está suficientemente bien balanceado para satisfacer a judíos con sentido del humor, a musulmanes moderados, y a "gentiles" e "infieles" como yo, que solo queríamos ver una amable comedia étnica con un inteligente (aunque obvio) mensaje social. Creo que la cinta consigue su honorable propósito, y lo respalda el hecho de que nadie haya sido decapitado por su culpa. Hasta el momento (¡Ja, ja! ¡Estereotipos religiosos!)
Calificación: 8

viernes, 27 de mayo de 2011

Masacre en Cadena (Chain Letter)

Parece un hecho inevitable que a veces lleguen a México (y otros países, supongo) películas de terror que se estrenaron directamente a DVD en los Estados Unidos, pero que por alguna sádica negociación (o desvergüenza del distribuidor) fueron consideradas suficientemente buenas para exhibirse en cines de regiones... menos exigentes. No solo es una estrategia insultante para el público, sino que además daña al género por darle difusión masiva a cintas de pésima calidad que solo reforzarán los prejuicios que ya de por sí alberga mucha gente (a veces con razón) contra el cine de terror. Masacre en Cadena (nada que ver con The Texas Chain Saw Massacre) es una de esas patéticas películas: aburrida, incoherente y repleta de clichés. Su falta de ambición y tediosa narrativa la harían intolerable incluso si la encontráramos en algún oscuro canal de cable a altas horas de la noche. Sobra decir que en el cine se transforma en una auténtica pesadilla... y no lo digo como halago.

El argumento es una confusa mezcla de ideas copiadas del cine de tortura (como Saw y Hostel), de slashers ochenteros (como The Burning y Friday the 13th); y de cintas orientales de tecno-horror (como Pulse y One Missed Call). La protagonista por default es la estudiante Jessie Campbell (Nikki Reed), cuyos amigos empiezan a ser brutalmente asesinados por un maniático enmascarado después de que ignoran un e-mail "de cadena" ("Envíalo a todos tus conocidos o morirás"). Entonces, con ayuda de los pocos amigos aún vivos, Jessie tratará de encontrar el origen del mensaje, que podría provenir de un culto anti-tecnología cuya misión es evitar la aniquilación de la identidad humana por el excesivo uso de telecomunicaciones en la sociedad moderna. Y qué mejor manera para lograrlo que partir la cabeza de jóvenes mujeres mientras se están bañando, o colgar estudiantes con garfios y cadenas para después prenderles fuego. El Unabomber estaría orgulloso (y no solo porque lo mencionan varias veces en la película).

Incluso aceptando que el "mensaje" de Masacre en Cadena fuera válido, es imposible encontrar una cadena lógica (¡ja!) entre los incongruentes elementos de la cinta. Y creo que el director Deon Taylor se dio cuenta de ello, pues se esfuerza demasiado por distraernos con ridículos saltos de edición, arbitrarias imágenes pesadillescas y baratos sobresaltos acompañados de estruendosos acentos musicales. Si esos patéticos trucos suenan anticuados es porque Masacre en Cadena se filmó hace aproximadamente tres años, y permaneció "enlatada" mientras sus productores trataban de arreglarla en la sala de edición. No lo lograron. Y lo peor es que la mediocridad del libreto y la dirección se contagia a los actores que aceptaron participar en esta farsa, incluyendo a la atractiva Nikki Reed (en su eterna búsqueda de un buen papel) y a Keith David (no confundir con David Keith) interpretando a uno de los policías más ineptos en la historia del cine de terror, lo cual es decir bastante (por ejemplo, el Detective Crenshaw considera que el mejor momento para interrogar a los padres de un joven asesinado es en el cementerio... durante el funeral... bajo una lluvia torrencial). Betsy Russell tiene una corta participación para sugerir subliminalmente una conexión con la saga de Saw. Y hasta el gran Brad Dourif parece confundido con los ridículos parlamentos de su personaje, un provocativo profesor con innovadoras ideas sobre la saturación de teléfonos celulares y redes sociales (por cierto, para estimar la edad de la película solo hace falta escuchar todas las referencias a MySpace... es lo que les gusta a los chavos de hoy, ¿cierto?)

Ya gasté demasiado tiempo en esta irredenta bazofia, pero creo justo señalar que, a pesar de ser un desastre narrativo, Masacre en Cadena tiene algunas impactantes muertes que lucen el sólido trabajo del equipo de efectos especiales encabezado por el veterano Dean Jones. Al menos la película acertó en eso. Pero los escasos segundos de mutilaciones, descuartizamientos y decapitaciones no compensan las terribles actuaciones ni las incoherentes escenas improvisadas, y mucho menos ese abrupto final que no resuelve nada ni concreta mensaje alguno (a menos que el mensaje sea "oops, se nos acabó la película"). Habiendo tantas obras competentes directas a DVD, ¿por qué siempre nos toca ver en cine lo peor de este menospreciado nicho? ¿Será una conspiración? ¿Una estrategia de psicología inversa para eliminar el género de terror? ¿O simplemente una muestra adicional de la baja opinión que los exhibidores y distribuidores cinematográficos tienen del público? Supongo que mientras sigamos comprando refrescos y palomitas de maíz, no les importa lo que pongan en las pantallas.
Calificación: 4

miércoles, 25 de mayo de 2011

The Tunnel

La cinta australiana The Tunnel se integra al creciente sub-género de documentales simulados, los cuales están construidos con entrevistas, narración y "videos recuperados" para dar mayor "realismo" a un relato ficticio, que usualmente examina un evento sangriento o sobrenatural... y que nunca termina bien para los protagonistas del "documental". Últimamente hemos visto muchas películas de este estilo, algunas bastante buenas, como Lake Mungo; otras de mediana calidad, como Megan is Missing, e incluso varias que obtuvieron sorprendente éxito económico, como Paranormal Activity y The Fourth Kind. La historia "real" que cuenta The Tunnel es un poco genérica, pero está bien realizada y el director Carlo Ledesma consigue algunos momentos de sólido suspenso e inesperado terror. Pero lo que realmente distingue a esta cinta de su saturado sub-género no es su contenido, sino su método de distribución.

Los productores de The Tunnel están ofreciéndola gratuitamente en el sistema Bit Torrent, desde donde puede bajarse sin cargo alguno (¡legalmente!). El espectador tiene entonces la opción (totalmente voluntaria) de "comprar" un cuadro (o más) de la película por un dólar, pagable por medio de PayPal; o si lo desean, pueden adquirir un DVD profesional con abundante material extra y comentarios de los cineastas. ¿Funcionará este audaz modelo económico? Lo ignoro, pero me gustaría que así fuera, pues The Tunnel sentaría un importante precedente, demostrando de una vez por todas que no hace falta afiliarse al vicioso "sistema de estudio" para hacer arte cinematográfico (o al menos entretenimiento ligero) que sea redituable para sus productores y atractivo para el espectador, sin escatimar calidad ni valores de producción. Después de todo, ya hay bastante basura semi-amateur que se vende en DVD y Video On Demand, y de algún modo genera regalías para sus mercenarios productores. ¿No valdrá la pena entonces recompensar obras de mayor calidad con un pequeño donativo?

Pero bueno; el tiempo dirá si el público lo acepta. Por lo pronto puedo decir que The Tunnel empieza como un documental ecológico, explorando la escasez de agua en la ciudad de Sydney. El plan del gobierno para aliviar la situación es recuperar los vastos depósitos de agua que supuestamente existen en el laberinto de túneles construidos décadas atrás en el subsuelo de la ciudad, los cuales cayeron en desuso cuando la distribución de agua se automatizó con métodos mas modernos. Entonces, la periodista Natasha Warner (Bel Deliá) decide hacer un reportaje sobre esa complicada operación, la cual implicará evacuar los muchos indigentes que ahora viven en esos corredores. Como primer paso Natasha arma su equipo de filmación (un camarógrafo, un encargado de sonido y un productor, además de ella) y solicita permiso para filmar en las lúgubres catacumbas. Los oficiales de seguridad se rehúsan a dejarlos pasar por cuestones de seguridad, pero los reporteros desafían las órdenes y se introducen secretamente en el laberinto subterráneo. Sobra decir que los oscuros corredores no solo ocultan indigentes y graffiteros, sino una amenaza mortal que quizás no sea de origen humano...

Como dije, no es muy original pero funciona. Siguiendo el modelo de The Blair Witch Project, los protagonistas de The Tunnel tratan de filmar su reportaje a pesar de ocasionales diferencias personales, dificultades técnicas y la creciente sensación de que alguien los espía desde las sombras. Y, claro, también abundan los elementos que algunas personas odian de este sub-género: frenéticos movimientos de cámara, tomas demasiado confusas y audio incomprensible en los momentos de mayor terror. La primera mitad de la película es un poco lenta y se toma su tiempo para familiarizarnos con los personajes y sus respectivas actitudes, desde la perfeccionista reportera hasta el bromista técnico de sonido Tangles (Luke Arnold). Y cuando por fin empiezan los "problemas", la amenaza se revela gradualmente para obtener el máximo suspenso de la situación y darnos un par de efectivos sobresaltos. Ayuda bastante que la cinta esté filmada (grabada) en el auténtico subsuelo de Sydney, de modo que casi podemos oler el polvo, sentir la humedad y respirar la atmósfera de abandono que hace más tenebrosos los decrépitos corredores. Detalle curioso... hace un par de años la película Catacombs también mostró las trágicas aventuras de un grupo de adolescentes extraviados en el subsuelo de París; y tambíen intentó un modelo de distribución digital, aunque menos ambicioso que The Tunnel. Si tuviera que comparar, diría que ambas son de similar calidad, aunque de muy distinto enfoque.

No conviene revelar más sobre la trama de The Tunnel (de todos modos no hay mucho que revelar), pues su principal virtud es el metódico incremento de tensión y paranoia entre los personajes (e, idealmente, entre el público). El formato del documental simulado ya no sorprende ni convence a nadie (no saben cuántos mails recibí hace diez años, de gente que preguntaba si The Blair Witch Project era real), así que su éxito será determinado por su fuerza narrativa y por el impacto que logre generar en el espectador. The Tunnel es francamente mediocre en ambos aspectos, y además tiene en su contra la falta de originalidad (hay tomas que parecen plagios de REC), la poca profundidad de sus personajes y la lentitud de su primera mitad. Lo que tiene a su favor es un tono más "realista" que el de cintas similares, sin exageraciones o eventos demasiado inverosímiles. Por otro lado, tal vez esa sobriedad narrativa decepcionará a quienes esperaban grandes dosis de "gore" y criaturas demoníacas; pero en cierto modo me gustó que el "documental" no llegue demasiado lejos ni ofrezca respuestas definitivas. De cualquier modo yo ya pagué mi dólar (he pagado más por peores bazofias, así que ya no me duele), pues aunque no sea una película perfecta o muy memorable, The Tunnel vale ese modesto donativo. Ojalá suficiente gente opine lo mismo, y conviertan este modelo económico en un camino viable para cineastas genuinamente independientes que no tengan los contactos o la suerte necesaria para conseguir contratos de distribución con los grandes estudios. Si esta estrategia funciona seguramente fomentará la producción de mucha basura, pero a fin de cuentas la gente votará con su dinero, y con el tiempo se depurará el proceso y se incrementará la calidad. ¿Imaginan si después de ver Transformers 3 pudiéramos pagar lo que consideráramos justo por la calidad de la cinta?. Bueno, la distribución digital probablemente nunca llegará hasta ese extremo, pero estoy seguro de que sería un paso adelante en lo que respecta a creatividad, financiamiento y consumo de entretenimiento. Después de todo, ya estamos en el siglo veintiuno...
Calificación: 7

lunes, 23 de mayo de 2011

Vanishing on 7th Street

Me gustan las películas del director Brad Anderson, pues además de que pueden considerarse obras maduras e inteligentes del género fantástico, no se apoyan necesariamente en elementos sobrenaturales para impactar al espectador. Por el contrario, su fuerza radica en las realistas y creíbles interacciones de sus personajes, en sus bien definidas personalidades o en el drama resultante de algún factor inesperado (ya sea la culpa del protagonista en The Machinist o el estrés de los trabajadores en Session 9). De hecho, creo que Vanishing on 7th Street es la película más fantasiosa de Anderson, con lo cual quiero decir que emplea los mencionados elementos sobrenaturales como parte integral de su historia, y no solo como metáfora del sufrimiento psicológico. Sin embargo, esa puede ser también su principal falla... El énfasis en el misterio hace a un lado el elemento humano, que termina sintiéndose como un estorbo por no estar bien integrado... y porque los actores no son tan buenos como la historia requiere.

Dicha historia comienza con una mirada a la vida normal en una gran ciudad... cuando repentinamente desaparecen casi todos sus habitantes, dejando en el suelo pequeños montones de ropa arrugada. En ese extraño mundo despierta Luke (Hayden Christensen), y empieza a explorar su entorno sin saber exactamente lo que ocurrió. Entonces llega la noche, llena de susurros siniestros y sombras amenazadoras que parecen perseguirlo. Pero no está solo; unos días después encuentra refugio en un decrépito restaurante con un generador eléctrico, donde lo acompañan el pequeño James (Jacob Latimore), esperando a la madre que lo dejó para buscar auxilio; a Rosemary (Thandie Newton), ex-adicta que apenas puede mantener la calma por no saber dónde está su bebé; y a Paul (John Leguizamo), empleado de un centro comercial que apenas llegó vivo al restaurante. Entonces, durante los siguientes días (cada vez más cortos) y noches, los refugiados tratan de sobrevivir mientras disminuyen las reservas de gasolina que alimentan el generador. Y con las luces fallando con mayor frecuencia, las sombras se acercan cada vez más...

Los primeros veinte minutos de Vanishing on 7th Street me parecieron excelentes, pues plantean la situación con el grado justo de reserva para provocar nuestra curiosidad y atraparnos en el enigma. Pero una vez que las cuatro personas se atrincheran en el restaurante, la película se atora en un ciclo repetitivo de discusiones, conflictos personales y revelaciones que, supuestamente, deberían darle forma y profundidad a los personajes, cuando lo único que consiguen es irritarnos con sus constantes peleas y caprichos. Y así transcurre casi una hora... Luke hace varios intentos por escapar (¿a dónde?) y trata de convencer a los demás que sería un error fatal permanecer ahí cuando se apague el generador. Rosemary habla sin parar sobre su hijo desaparecido. James está confundido porque no sabe a cuál de los adultos debe hacerle caso. Y Paul pasa casi toda la película acostado en una mesa de billar diciendo incoherencias (nunca entendí exactamente por qué está herido o enfermo). Ah, y desde luego el director Brad Anderson no pierde oportunidad de recordarnos que las sombras se mueven y solo esperan la oportunidad de atacar a los héroes. ¡Ya entendimos! ¡En serio, la premisa quedó clara desde el principio! ¿Cuánto tenemos que esperar para que avance la historia?

Respuesta: demasiado. Para cuando la trama por fin empieza a moverse ya falta muy poco para que termine la película, y solo queda tiempo para un final abrupto que no explica mucho, aunque podría confirmar lo que sospechábamos desde el principio. O al menos así lo interpreté yo. La melancólica conclusión es suficientemente ambigua para que cada espectador saque sus propias conclusiones según su particular ideología y creencias. Considero eso como un acierto, pues me gustan las películas que nos obligan a pensar; por otro lado se siente frustrante no llegar a algo concreto después de haber invertido noventa minutos en drama y diálogos que resultan ser casi inútiles. Ojalá la parte media de la película estuviera planeada con la misma creatividad y convicción, en vez de dejarnos embotellados con personajes no exactamente antipáticos, pero tampoco muy agradables. Por el lado positivo puedo mencionar el sobresaliente diseño de audio, lleno de inquietantes murmullos, gritos atonales y chasquidos amenazadores que sugieren una presencia en la periferia de nuestra visión. Lo mismo aplica a la música de Lucas Vidal, caótica en momentos de suspenso y emotiva cuando debe complementar el arrepentimiento o añoranza de los personajes. Y, desde luego, la dirección de Anderson es tan eficiente y elegante como siempre, lo cual es doblemente importante cuando el elenco no proyecta la suficiente fuerza para dar vida a la historia.

Obviamente tengo opiniones conflictivas sobre Vanishing on 7th Street. El concepto me pareció fascinante, hay muy buenos momentos de suspenso y la realización del mundo sumido en sombras está muy bien lograda, a pesar de ser una película de reducido presupuesto. Pero la trama es tan repetitiva y los personajes tan huecos que sabotean lo que podría haber sido un sobresaliente cortometraje de 30 o 40 minutos. Como sea, debo darle una recomendación tan solo por la imaginación del libreto (escrito por Anthony Jaswinski), el estilo narrativo del director y la seguridad con la que presenta escenas tensas y angustiosas sin caer en los añejos trucos del cine fantástico. En cierto modo Vanishing on 7th Street es la película que más me hubiera gustado de Brad Anderson, si hubiera mantenido el perfecto balance entre historia y personajes que consiguió en sus cintas previas. Pero también es la que más me exasperó por lo mucho que hace bien, y lo poco que arruina ese esfuerzo. Quizás algún fan se anime a editarla y ponga en YouTube ese hipotético cortometraje, libre de relleno y escenas superfluas. O tal vez yo mismo pueda hacerlo saltándome capítulos del DVD con mi control remoto. Le llamaré "fast forward creativo".
Calificación: 7

sábado, 21 de mayo de 2011

Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas (Pirates of the Caribbean: On Stranger Tides)

Aceptémoslo: la original Pirates of the Caribbean: The Secret of the Black Pearl hubiera sido una película más o menos entretenida pero totalmente olvidable si no hubiera sido por la increíble interpretación de Johnny Depp como el pirata Jack Sparrow. Este personaje resonó fuertemente entre el público, y sospecho que fue la única razón por la que se hicieron dos secuelas, igualmente exitosas pero cada vez más revueltas e incoherentes. En serio... ¿a alguien le importaba el "romance" entre Will Turner (Orlando Bloom) y Elizabeth Swann (Keira Knightley), las traiciones del Capitán Norrington (Jack Davenport) o el "mcguffin" del corazón de Davy Jones (Bill Nighy)? Quizás reconociendo (por fin) esa cruel verdad, el productor Jerry Bruckheimer y los avaros ejecutivos de Walt Disney Pictures decidieron hacer una cuarta parte centrada exclusivamente en Sparrow, recortando todos los elementos superfluos para darnos una aventura de piratas con un carismático actor como protagonista. Suena perfecto... en teoría. Desafortunadamente Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas comete errores similares a los de sus predecesoras (quizás en menor escala), incorporando sub-tramas inútiles, excesivos personajes y más romances insípido solo obstruye la fragmentada historia.

Al principio de Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas presenciamos en Londres el juicio del famoso pirata Jack Sparrow (Johnny Depp), quien será condenado a la horca por una larga lista de delitos. Pero, claro, Sparrow tiene un audaz plan de escape... el cual lo lleva inesperadamente ante el Rey George (Richard Griffiths), quien le ordena ayudar a su viejo rival, el Capitán Barbossa (Geoffrey Rush) para encontrar la Fuente de la Eterna Juventud. El Rey sabe que los españoles también la buscan, y eso representa un peligro tremendo para el imperio británico, así que su única esperanza es confiar en los ex-piratas que alguna vez tuvieron en su poder un mapa dibujado por el mismismo explorador Ponce de León. Pero Sparrow logra escapar nuevamente, y termina asociándose con el temible pirata Barba Negra (Ian McShane) y con Angélica (Penélope Cruz), una misteriosa mujer de su pasado. Entonces el trío comienza la peligrosa travesía para llegar a la fuente antes que Barbossa o los españoles. Pero para activar la fuente hará falta una sustancia muy exótica y difícil de conseguir...

Como se puede ver, tenemos la clásica "quest movie", salpicada por arbitrarias escenas de acción, peleas y persecuciones, todo ello adornado por los impresionantes efectos especiales de Industrial Light & Magic (¡y nueve estudios adicionales!) y por la estruendosa música de Hans Zimmer, la cual adquiere proporciones ridículamente épicas cada vez que se desenvaina una espada o se intercambian golpes. Parecería que el director Rob Marshall sabe que no hay mucho suspenso ni emoción en sus rebuscadas coreografías acrobáticas y ostentosos efectos visuales, así que la música intenta convencernos de que nos estamos divirtiendo mucho, cuando (al menos yo) me encontré bostezando con alarmante frecuencia durante gran parte de la película. Y creo que la culpa es del libreto. Los diálogos son repetitivos y muchas veces innecesarios, simplemente repitiendo lo que ya sabíamos, lo que es evidente y lo que ya habíamos adivinado. No es una historia muy complicada, después de todo; pero, como dije al principio, el exceso de personajes y sub-tramas la enreda más de lo necesario y el resultado no es un incremento de drama, sino de indiferencia y aburrimiento.

Aún así creo justo decir que Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas me gustó marginalmente más que At World's End. El propósito de los personajes es bastante claro durante la película entera, y los múltiples estorbos de la trama no impiden un buen ritmo y ocasionales momentos de sorpresa que no se sienten telegrafiados. Además, la mitología de la saga se enriquece con la presencia de Ian McShane en el papel de Barba Negra. Su desempeño tiene el balance de humor, locura y maldad que distinguió a Geoffrey Rush en la primera película, o a Bill Nighy en la segunda. Por otro lado, lo peor que ofrece la cinta es la pareja del sacerdote Philip y la sirena Syrena (?). Sus respectivos intérpretes Sam Claflin y Astrid Berges-Frisbey son bastante anónimos y se sienten como un pegote obligatorio para satisfacer al público adolescente en busca de inocuo romance. No lo creí posible, pero casi lograron que extrañara a Orlando Bloom y Keira Knightley en su tradicional rutina de enamorados aventureros. Al menos ellos tenían carisma y convicción.

En cuanto a Johnny Depp, creo que ya visitó demasiadas veces este personaje, y no logra irradiar el mismo espíritu de travesura e irreverencia que hizo al Capitán Sparrow tan memorable en la primera película; aún así continúa provocando algunas sonrisas con su característico cinismo e hilarantes posturas anti-heroicas. Finalmente, Penélope Cruz sobrevive la película sin pena ni gloria, cobrando un jugoso cheque por interpretar a un personaje que es mitad interés romántico y mitad patiño de Sparrow. Cruz es sin duda una excelente actriz, pero se nota que no se esforzó mucho por competir con el absurdo espectáculo que la rodea. Por cierto, es obvio que estaba embarazada durante el rodaje de la cinta, lo cual limitó bastante su participación en las escenas de acción. Afortunadamente existe la técnica de reemplazo digital de rostros.

Además de la ambición comercial de Disney, no veo razón alguna para la existencia de esta secuela. Quizás sea menos antipática que las dos películas anteriores (y de producción más modesta), pero no redime la saga ni justifica su continuación (aunque la escena post-créditos podría sugerir lo contrario). En un fin de semana sin muchos estrenos supongo que Piratas del Caribe: Navegando Aguas Misteriosas sirve para pasar un rato con el (fatigado) talento de Johnny Depp, los asombrosos efectos de ILM (aunque no tantos como antes) y la proyección tridimensional, un poco más pulida de lo normal. Pero la trama carece de energía, no hay muchas risas ni tensión, y los elementos sobrenaturales parecen caprichos de los guionistas para facilitar su trabajo, y no para hacer más interesante la aventura (el asunto de los cálices es francamente estúpido). En fin... no me hagan mucho caso. Las inmensas sumas de dinero que ha recaudado esta saga alrededor del mundo demuestran que mucha gente tolera mejor que yo esta difusa y tediosa narrativa. En lo personal no me arrepiento de haberla visto, aunque sospecho que tampoco hubiera sufrido si me hubiera quedado en casa con el DVD de la original. En resumen, la "temporada de verano" empezó con pata de palo.
Calificación: 7

viernes, 20 de mayo de 2011

La Versión de Mi Vida (Barney's Version)

No es una biografía "real", pero aún así La Versión de Mi Vida presenta un eficiente modelo que deberían seguir muchas otras "bio-pics", cuya típica falla es preocuparse tanto por dramatizar los "hechos" que pierden de vista la genuina esencia del protagonista. Habiendo dicho eso, la vida que examina esta película no es particularmente fascinante o única. No hay mucho escándalo ni triunfos monumentales; simplemente los vaivenes románticos y existenciales de un mediocre productor de televisión canadiense, cuya propensión a las malas decisiones salpica de tristezas y ocasionales alegrías su insulsa vida. Suena irresistible, ¿cierto? Bueno, en realidad La Versión de Mi Vida puede parecer lenta y demasiado larga, pero se vuelve tolerable gracias al excelente trabajo del talentoso actor Paul Giamatti, quien de algún modo consigue mantener nuestra atención durante los más frívolos momentos en la vida de su patético personaje. Ah, y por si no bastaran los paisajes nevados y constantes referencias al hockey sobre hielo, la película enfatiza su origen canadiense con simpáticos cameos de los directores Atom Egoyan, Denys Arcand y el genial David Cronenberg. Buen detalle que refleja el extraño sentido del humor de esta cinta.

El protagonista es Barney Panofsky (Paul Giamatti), a quien conocemos durante su época bohemia viviendo en Italia a mediados de los setentas entre artistas y escritores, incluyendo sus buenos amigos Boogie (Scott Speedman) y Leo (Thomas Trabacchi). Pero un matrimonio fallido que culmina en súbita viudez lo hace regresar a Canadá, donde empieza a trabajar como productor de una espantosa telenovela. Barney no está satisfecho con su situación laboral, pero al menos tiene empleo seguro y se relaciona con gente interesante... como su segunda esposa (Minnie Driver), con quien se casa más por compromiso social que por auténtico amor. Sin embargo, durante la boda misma Barney conoce a Miriam Grant (Rosamund Pike), y queda inmediatamente prendado de ella. ¿Podrá Barney deshacerse de su estridente segunda esposa para buscar la felicidad con el auténtico amor de su vida?

Pero no piensen que ahí termina la película. El punto de la historia no es llevarnos al "vivieron felices para siempre", sino reflexionar sobre las causas del "pelearon constantemente, hubo traiciones mutuas y terminaron enojados". Y para sazonar el conflicto familiar tenemos también una sub-trama policiaca cuando Barney es acusado del asesinato de su mejor amigo Boogie, aunque nunca se encontró el cadáver. Por eso el Detective O’Hearne (Mark Addy) lo sigue durante años, e incluso escribe un libro sobre el caso (un libro que no tuvo mucho éxito, por cierto). Ese tipo de eventos repentinos y aleatorios llenan las dos horas y cuarto de La Versión de Mi Vida, y aunque algunas veces parecen desconectados de la trama principal (por tenue que esta sea), de vez en cuando regresan para dar nuevo significado a la vida de Barney, o para que comprendamos mejor los motivos de su comportamiento auto-destructivo.

Y ni siquiera he mencionado a Dustin Hoffman, en el corto pero muy divertido papel de Israel Panofsky, el padre de Barney. Su presencia y traviesa personalidad son una influencia constante en su hijo (para bien o para mal), y su falta de auto-censura nos da algunos de los momentos más graciosos de la película... incluso cuando son trágicos. Ya que estamos hablando de actores, tengo que mencionar a Rosamund Pike. Admito que las primeras veces que vi a esta actriz me pareció absolutamente hueca e incompetente, pero con el tiempo se ha convertido en una sólida intérprete capaz de abordar con aplomo y credibilidad todo tipo de papeles, desde científica atómica en bodrios como Doom, hasta estafadora elegante en cine “fino” como An Education. Fue Paul Giamatti quien recibió un Globo de Oro por su trabajo en La Versión de Mi Vida (sin duda bien ganado), pero Pike también hubiera merecido algún reconocimiento por crear a un personaje tan complejo y diverso en relativamente pocas escenas. Hablando de premios, me alegré cuando Rick Baker ganó el Óscar por mejor maquillaje el año pasado, pero ahora reconozco que el veterano Adrien Morot hubiera sido una alternativa aceptable por el impresionante trabajo que realizó envejeciendo al elenco de La Versión de Mi Vida durante los cuarenta años que abarca la historia. Me da gusto cuando un artista que empezó en "cine B" de horror (Decoys, My Little Eye) llega a la prestigiosa alfombra roja.

Entonces, La Versión de Mi Vida es una de esas películas que no cuentan una historia convencional, sino que se enfocan en desarrollar un personaje central con toda la riqueza y detalle posible. El hecho de que tal protagonista sea un patético perdedor solo hace más impresionante el reto que enfrentó el director Richard J. Lewis para hacer interesante la historia, y sobra decir que lo consigue gracias a la intrincada narrativa que construye, y al impresionante talento que puso enfrente de las cámaras. No obstante debo repetir que se trata de una cinta lenta y difusa, sin un hilo dramático tradicional para "enganchar" al espectador, así que no puedo darle una recomendación universal, pues no es lo suficientemente graciosa para clasificarse como comedia, ni tan accesible que pudiera interesarle a cualquier aficionado al drama semi-biográfico. Pero bueno... si no fuera por el inusual tema y por su extraño protagonista, La Versión de Mi Vida podría compararse positivamente con el trabajo de los Hermanos Coen (en particular A Serious Man), o con otras cintas de incuestionable idiosincrasia canadiense, como Les Invasions Barbares y Felicia's Journey. Cada quien tome esa comparación como mejor le parezca.
Calificación: 7.5

jueves, 19 de mayo de 2011

Black Death

Sin mucha fanfarria ni publicidad el director inglés Christopher Smith se ha convertido en una destacada figura del género fantástico, con películas progresivamente más ambiciosas, intensas y entretenidas. La primera cinta que vi de este cineasta fue Creep, un "thriller subterráneo" algo genérico pero divertido, con buena atmósfera y funcionales momentos de suspenso. Después llegó la genial Severance, al mismo tiempo una parodia de los slashers rurales (como The Hills Have Eyes o Wrong Turn) y una incisiva comedia sobre las modernas tendencias laborales (sí, es una rara combinación, pero les aseguro que funciona de maravilla). Y finalmente tenemos la brillante Triangle, cuya pesadillesca atmósfera e ingenioso libreto la hicieron una de las mejores sorpresas directas a DVD el año pasado (en mi humilde opinión). Siguiendo esa tendencia, la nueva (ya no tan nueva) Black Death tiene altas ambiciones narrativas, ocultando profundas ideas y cuestionamientos ideológicos detrás de su engañosamente simple historia sobre caballeros medievales. Y aunque quizás fue más ambiciosa de lo necesario, me pareció una experiencia interesante que satisface en el nivel visceral (por el "gore" que se vierte durante sus violentas peleas) y en el cerebral, por las provocativas ideas que expresa y por negarse a darnos una resolución fácil y tranquilizadora.

El argumento de Black Death es similar al de la reciente Season of the Witch, pero al final resultan ser películas totalmente distintas, así que quien haya odiado los pobres efectos digitales de aquella cinta, su ridículo melodrama y la involuntariamente hilarante actuación de Nicolas Cage, puede ver Black Death sin temor a encontrar los mismos tropiezos. La historia se ubica en el año 1348, durante la epidemia de peste bubónica que devastó Europa y arrasó con ciudades enteras. La mayor parte de la gente opina que la enfermedad es un castigo divino, y por lo tanto recae en la Iglesia la tarea de buscar una solución. Por eso el obispo regional recluta al noble caballero Ulric (Sean Bean) y su banda de feroces guerreros para internarse en un siniestro pantano donde yace una legendaria aldea que se ha mantenido libre de la infección gracias a pactos con el diablo y similares herejías. El joven monje Osmund (Eddie Redmayne) ofrece sus servicios como guía porque conoce bien aquella región, aunque sus superiores dudan que esté listo para salir del monasterio. Y así comienza la penosa marcha al remoto poblado, durante la cual Ulric, Osmund y los soldados encontrarán peligros físicos y espirituales que les harán cuestionar su fe y la pureza de su misión. Sobra decir que cuando finalmente encuentran la misteriosa aldea descubren que las cosas son distintas a lo que esperaban.

El libreto de Dario Poloni usa los pintorescos personajes para explorar distintos niveles de convicción religiosa, desde los auténticos devotos con sincero altruismo, hasta los fanáticos que se amparan en el dogma para cometer atrocidades a modo de venganza personal; sin olvidar, desde luego, a las víctimas que sufren castigos arbitrarios por albergar creencias distintas a los demás. Sin embargo es difícil determinar quiénes son los héroes y quiénes los villanos, pues en esta película nadie está exento de intolerancia y prejuicios contra opiniones contrarias. Esta ambigüedad moral extiende la relevancia narrativa de Black Death, y evita que se convierta en una simple película de terror. Pensándolo bien, ni siquiera la clasificaría en ese género; creo que es más apropiado describirla como un crudo drama histórico cuya insinuación de elementos sobrenaturales no busca asustarnos, sino enfatizar los peligros del fanatismo, sea cual sea la religión practicada por los extremistas. En otras palabras, no se trata de una fábula anti-religión, sino de una denuncia contra la habitual obstinación que una y otra vez han llevado a la humanidad a cometer crímenes contra sí misma. No es un mensaje nuevo, pero en manos del talentoso Christopher Smith cobra renovado vigor gracias a su disciplinada dirección y a las excelentes actuaciones del colorido elenco.

A diferencia de obras similares, Black Death nos presenta personajes que realmente parecen soldados, mercenarios y monjes de la era medieval. Y no solo me refiero a vestuarios, maquillaje y ambientación (que en general son buenos, aunque de vez en cuando revelan el bajo presupuesto de la cinta), sino a la convicción con la que sostienen sus creencias, y su ciega aceptación de respuestas sobrenaturales ante los misterios de la vida y la naturaleza. Quizás no sea un punto sobresaliente para muchos espectadores, pero a mi me gustó mucho encontrar actores que realmente nos transportan al medievo, no solo por su apariencia, sino por la credibilidad que imprimen a su torcida e incuestionable visión de una realidad altamente subjetiva. Sean Bean tiene el predecible papel de héroe (¿anti-héroe?) puro de corazón y al mismo tiempo dispuesto a usar violencia excesiva para proteger su misión o su fe. Sin duda realiza un buen trabajo, pero su espectro filosófico es demasiado estrecho para admitir cambio o crecimiento. Para eso tenemos al joven Eddie Redmayne como el monje Osmund, cansado de vivir en el monasterio entre abstracciones religiosas y constantes oraciones que pierden todo sentido con la repetición. Su genuina fe (y algunas tentaciones mundanas) lo inspiran a salir de su cómodo nicho y practicar el altruismo que predica, con resultados muy distintos a sus nobles intenciones. Y finalmente merece mención la valiente Carice Van Houten en el jugoso papel de implacable "bruja"... o matriarca que se preocupa no solo por la infección física, sino por el contagio de ideas igualmente peligrosas.

Después de tantos halagos es indispensable añadir una dosis de realidad negativa (ese hubiera sido un mejor nombre para este blog). Como mencioné previamente, Black Death es una película de bajo costo y elevada ambición, lo cual provoca algunas inconsistencias entre el tono grandioso de algunas escenas y sus modestos escenarios. Sé que el período histórico es muy distinto, pero estuve recordando la similarmente brutal Centurion (del incomprendido Neil Marshall), también realizada con recursos limitados que no le impidieron mostrar una visión más "épica" (por llamarla de algún modo) del combate pre-industrial. Igualmente irregular fue la cinematografía (¿videografía?) de Black Death, obviamente realizada en video digital sin mucho post-procesamiento, de modo que en algunos momentos alcanza ese acabado de telenovela que la hace parecer aún más "barata" y amateur. O quizás fue culpa del Blu-Ray; ya he notado este fenómeno en otras ocasiones, pero bueno... será mejor dejar para otro día la discusión de "¿cuánta definición es demasiada definición?". Entonces, solo queda recomendar Black Death por su inteligente libreto (aunque no muy original), sus actuaciones y la potente dirección de Christopher Smith, que afortunadamente compensa los problemas estilísticos y visuales de la cinta. A decir verdad me gustaron más las mencionadas Severance y Triangle, pero en lo que respecta a "dramas medievales con tintes sobrenaturales" Black Death es el digno esfuerzo de un director que no teme abarcar más de lo que sus recursos permiten. El resultado puede quedarse corto de su ambición, pero siempre superará a los que ni siquiera se atreven a intentarlo.
Calificación: 8