lunes, 30 de noviembre de 2009

The Boat that Rocked (Pirate Radio)

Hay muchas películas que proclaman orgullosamente la magia del rock (perdón por esa frase) pero, aceptémoslo, no todas son buenas películas. Por mucho que me guste la música, mensaje y actitud de Tenacious D in The Pick of Destiny, Detroit Rock City, o Rock and Roll High School, no puedo defenderlas como auténtico buen cine; de hecho, podrían considerarse horribles bajo un considerable número de criterios. Afortunadamente hay un raro estrato de cintas que conjugan similar ideología con validez artística; entre ellas podría mencionar 24 Hour Party People, Almost Famous y A Hard Day's Night; todas ellas buenas obras cinematográficas que enarbolan la bandera del rock y la ondean con entusiasmo y convicción. Habiendo dicho eso, no estoy seguro en qué categoría ubicaría la cinta The Boat that Rocked (conocida en los Estados Unidos como Pirate Radio). Por un lado, me gustó mucho su desbordante energía, el brillante elenco y obvio entusiasmo por el rock inglés de los sesentas. Sin embargo, su difusa narrativa, exceso de personajes y dudosa veracidad podrían desanimar a espectadores que busquen una historia más formal y menos caótica.

The Boat that Rocked
retrata un período clave en la década de los sesentas, cuando surgieron muchas bandas y artistas en el viejo continente como respuesta al movimiento del rock 'n' roll norteamericano, dando origen a la "invasión inglesa", uno de los más importantes momentos en la música popular del siglo veinte. Sin embargo en 1966, mientras se extendía por el mundo la popularidad de Los Beatles, Rolling Stones, The Yardbirds, Cream y demás, en su nativa Gran Bretaña estaban prácticamente censurados, pues las estaciones de radio comerciales apenas reconocían su existencia. Fue entonces cuando varios intrépidos empresarios decidieron satisfacer la demanda de música por el único medio posible: estaciones de radio piratas (sin permiso oficial) que transmitían todo tipo de rock desde barcos anclados en las aguas internacionales del Mar del Norte. Sobra decir que esto no gustó mucho a los estrictos gobernantes de las Islas Británicas, pero el público recibió las transmisiones con entusiasmo, y alrededor de la mitad de la población inglesa se contaba entre los radioescuchas de estas estaciones rebeldes y subversivas.

The Boat that Rocked no cuenta la historia específica de una de esas estaciones; lo que hace es construir una trama ficticia con elementos de realidad y "adornos dramáticos" que hacen más interesante la narrativa al mismo tiempo que evocan con idealizada nostalgia (y variable realismo) las aventuras de una imaginaria estación llamada Radio Rock, manejada por el flemático Quentin (Bill Nighy), con un equipo de "DJs" (o "disc jockeys", como se les conocía en décadas pasadas) que incluye al enigmático Midnight Mike (Tom Wisdom), al locuaz Dr. Dave (Nick Frost), al sufrido ingeniero de sonido Thick Kevin (Tom Brooke) y a un legandario locutor norteamericano conocido simplemente como "El Conde" (Philip Seymour Hoffman). Para facilitar el desarrollo de la ambigua historia, el director Richard Curtis emplea una clásica fórmula dramática: la integración de un nuevo miembro al equipo, a través de cuyos ojos vamos conociendo a los excéntricos personajes y sus chispeantes dinámicas. Todo ello acompañado, naturalmente, de abundantes momentos de humor, tragedia, romance... y muchas canciones de rock.

Por si eso no bastara para llenar dos horas de película, también conocemos al enemigo... Sir Alistair Dormandy (Kenneth Branagh), tenaz e iracundo Ministro de Comunicaciones que odia las estaciones de radio piratas y, con ayuda de su abrumado emplado, Mr. Twatt (Jack Davenport), busca un agujero en la ley para garantizar la ilegalidad definitiva de estos criminales que contaminan el aire con su obscena música moderna. Y así vemos cómo la pintoresca vida a bordo del barco Radio Rock contrasta con los adustos esfuerzos por eliminarla del aire. Pero lo que nadie sospecha es que el mayor peligro no yace en la legislación, sino en los impredecibles elementos de la naturaleza...

El director Richard Curtis (más conocido hasta ahora por su labor en la comedia romántica) emplea en The Boat that Rocked una técnica similar a la que usó en su excelente película Love Actually: en vez de contar una historia coherente y unificada, prefiere pasearnos por múltiples viñetas con temas comunes, mostrándonos numerosos personajes como protagonistas de breves y a veces triviales historias que no dicen mucho individualmente, pero que al final integran un rico tapiz de emociones, eventos y situaciones. Y, desde luego, están maravillosamente respaldadas por el notable ensamble de canciones que las acompañan (con la imperdonable ausencia de Los Beatles, aunque comprendo el prohibitivo costo que hubiera representado incluir sus más famosas canciones). Obviamente merece igual aplauso el ecléctico grupo de actores que da vida a cada papel, cuyo entusiasmo y diversión se transmite al espectador. Sería impráctico nombrarlos a todos, así que simplemente diré que no hay uno que se sienta fuera de lugar, y todos cuentan con apropiados momentos de lucimiento o revelación que los hacen simpáticos y memorables... incluso si es por unos cuantos segundos.

Estimo que la mediana recepción que obtuvo The Boat that Rocked en su país de origen pudo deberse a la fragmentada historia, o a la ausencia de "estrellas" y clichés dramáticos bien definidos. Pero al menos yo la disfruté enormemente, y puedo recomendarla con entusiasmo, aunque con la debida advertencia de que no conviene esperar una "bio-pic" rígida y lineal (como Ray o Walk the Line), sino una colección de anécdotas cuya función no es repetir "la verdad", sino evocar los sentimientos, valores y anárquica energía de una época. Y, en todo caso, será una buena excusa para re-descubrir las casi olvidadas notas de artistas como The Turtles, The Small Faces, The Kinks, Darlene Love, y tantos otros que ya no escuchamos muy a menudo, pero que merecen amplio respeto como percusores de la música que hoy disfrutamos... aunque sea en estaciones de radio sumidas en la "payola" y los caprichos de las compañías disqueras. Pero bueno... al menos tienen licencia del Estado; supongo que eso las hace legales.
Calificación: 9

domingo, 29 de noviembre de 2009

Amantes (Two Lovers)

Hace casi diez años vi la película The Yards, del director James Grey, y me pareció una excelente combinación de drama familiar y thriller policíaco, que ignoró los fáciles clichés de ambos género para producir algo distinto, impredecible y fascinante, aunque tan sobriamente realizado que algunas personas la consideraron lenta y aburrida. Unos años después, en We Own the Night Grey trató de hacer algo similar, pero añadiendo inciertos elementos del cine de acción que rompieron el balance e hicieron la película difícil de asimilar. Y ahora, con Amantes, Grey simplifica su precisa mirada y la enfoca al drama romántico, con resultados difusos y pausados, pero no exentos de interés.

Amantes está protagonizada por Joaquin Phoenix (en su tercera colaboración con Grey) en el papel de Leonard, un hombre de alrededor de treinta años viviendo en un sencillo barrio judío de Nueva York con sus protectores padres tras haber sido abandonado por su prometida. Reconociendo la depresión que lo envuelve, su madre trata de interesarlo en la simple pero honesta Sandra (Vinessa Shaw), hija de algunos amigos de la familia. Y justo cuando Leonard empieza a considerar una relación con la ingenua chica, conoce accidentalmente a Michelle (Gwyneth Paltrow), su atractiva y exuberante vecina, sintiéndose de inmediato atraído por ella. Entonces, durante el resto de la película vemos cómo el indeciso joven cultiva ambas relaciones, una segura y tradicional, y la otra emocionante, impredecible y hasta peligrosa. Pero la imposible decisión que Leonard debe tomar pesa sobre su conciencia, empeorando paulatinamente su manía depresiva; ¿elegirá a la mujer correcta para encontrar la felicidad? ¿O tomará un camino más trágico e inesperado?

El argumento es engañosamente simple, pero compensa su básica estructura con personajes profundos y detallados, que se sienten reales a pesar de funcionar como clichés en la mecánica del libreto (otro triángulo amoroso... ¡qué original!). Ayuda también el uso de actores notables y muy bien seleccionados para sus respectivos papeles; Joaquin Phoenix captura a la perfección la depresión inicial y el descubrimiento de su vecina, cuya vivaz personalidad despierta en el lacónico joven un renovado interés por la vida... aunque a costa de la cómoda estabilidad en su nicho familiar. Gwyneth Paltrow logra expresar el inherente atractivo de la "mujer fatal" con el potencial de arruinar vidas, pero no por malicia, sino por la vulnerabilidad que proyecta, quizás como mecanismo de defensa ante su incierta situación. Y bajo la inocua apariencia de una tímida muchacha judía con baja auto-estima, Vinessa Shaw nos permite ocasionales atisbos a la madurez e inteligencia que sustentan sus decisiones románticas. Finalmente, en papeles secundarios pero no por ello irrelevantes, tenemos a la extraordinaria pareja de Isabella Rossellini y Moni Moshonov como los bien intencionados padres de Leonard, con suficiente fe para respetar los deseos de su hijo incluso si ven claramente el potencial de desastre en su vida familiar.

Además de las actuaciones me gustó la lánguida dirección de Grey. Sospecho que podría considerarse tediosa por quien espere algo más ágil y convencional; también comprendo el riesgo de usar un ritmo tan metódico para contar esta historia, ya de por sí lenta y un poco plana; sin embargo me agradó sentir que tiene confianza en su público y en sus personajes para dejarlos respirar, establecer las situaciones y dejar que tomen sus propias decisiones, sin forzar la narrativa ni traicionar sus personalidades con huecos artificios dramáticos. Habiendo dicho eso, me hubiera gustado algún elemento que aportara variedad al libreto, o niveles adicionales de significado (o quizás los hay y simplemente no los percibí). En fin... creo que Amantes pertenece al tipo de películas que merecen reconocimiento por lo que evitan, y no por lo que logran. Pero aún así disfruté medianamente la experiencia y puedo recomendarla, aunque no espero recordarla por mucho tiempo o repetirla en el futuro. A veces la fantasía es demasiado real para ser confortable.
Calificación: 7

sábado, 28 de noviembre de 2009

El Sarcófago (The Coffin)

Por lo general me gusta ver cine tailandés pues, independientemente de su argumento o calidad, nos ofrece fascinantes miradas a una cultura exótica y de gran diversidad, donde la magia es una ocurrencia habitual y la espiritualidad empapa cada aspecto de la vida diaria (al menos desde mi ignorante punto de vista, como habitante de la más prosaica y materialista mitad del mundo). Por ejemplo, en la cinta Art of the Devil 2 acompañamos a un grupo de estudiantes en su peregrinación a la jungla para honrar a su maestra de la infancia; en The Victim seguimos a una actriz especializada en la recreación de crímenes violentos para adornar la portada de escandalosos periódicos tabloides; en The Protector podemos apreciar la mística relación entre una familia y su elefante. Y ahora El Sarcófago continúa la tradición, pues su trama está fundamentada en un extraño ritual tailandés de perturbadoras connotaciones. Desafortunadamente la película por sí misma resultó aburrida y decepcionante debido a su incongruente libreto, malas actuaciones y falta de imaginación.

El ritual en cuestión consiste en simular la sepultura de una persona para alejar enfermedades y mala suerte. Durante tres días sus practicantes yacen en un
ataúd con ofrendas florales y recordatorios sobre el favor que desean obtener. La película sigue por separado a dos personas que se someten al ritual por razones particulares. Así tenemos a Chris (Ananda Everingham), quien desea que su esposa despierte de su estado de coma; y a May (Napakpapha Nakprasitte), desesperada por curar una grave enfermedad antes de su boda. Y aunque ambos individuos sufren bizarras experiencias paranormales durante su estancia en el ataúd, al terminar el ritual descubren que funcionó tal como esperaban, y sus deseos se hicieron realidad. Sin embargo, como siempre ocurre, se dan cuenta de que los favores recibidos se podrían convertir en maldiciones, pues el precio que deben pagar resulta mucho más alto de lo que sospechaban...

El argumento parece innovador, pero en realidad El Sarcófago se limita a usar el ritual de los ataúdes como punto de partida para contar una historia confusa y fracturada, repleta de clichés sacados del moderno cine de horror asiático (me pareció reconocer escenas copiadas de Ju-On, Shutter y la mencionada Art of the Devil), pero sin mucho sentido o ilación narrativa. De hecho, llega un momento en que las macabras alucinaciones (o lo que sean) se vuelven tan frecuentes y arbitrarias que terminan dando risa, en vez de provocar el esperado terror. Y aunque me gustó el mensaje final sobre "la rueda de la vida", no bastó para redimir la floja historia con una improvisada homilía final.

Entonces, no puedo recomendar El Sarcófago como película de terror, pues no logra generar emociones por más que lo intentan sus torpes efectos especiales y su ruidoso diseño de audio. Los actores son generalmente malos (o quizás tuvieron dificultades filmando escenas en inglés); algunos de sus diálogos me hicieron rechinar los dientes ("Puedes entrar en coma todas las veces que quieras"); y aunque la cinematografía ofrece algunas hermosas imágenes de la campiña tailandesa, su fría paleta de tonos azules y púrpuras imita cintas como Ringu y Pulse. Sin embargo los interesados en la cultura tailandesa encontrarán otra provocativa faceta de un país donde la magia convive con la religión (o viceversa) y los fantasmas del pasado no sólo existen en la memoria de los vivos, sino en cada detalle de su diaria experiencia. Francamente, me atrae más ese fenómeno que los baratos efectos digitales y sangre artificial que trata de vendernos El Sarcófago. Es una lástima, pues se desperdició una buena oportunidad de examinar con mayor seriedad esa fascinante práctica. Pero bueno... tal vez fue mi culpa esperar un documental cuando fui a ver una simple película de terror que no causa terror sino bostezos.
Calificación: 5

viernes, 27 de noviembre de 2009

Planeta 51 (Planet 51)

Me animé a ver Planeta 51 porque pensé que podría ofrecer un divertido homenaje al género de ciencia ficción, quizás similar al que realizó la irregular pero entretenida cinta Monsters Vs. Aliens. Y aunque sin duda incluye abundantes referencias a muchos clásicos del género, su nivel de humor me pareció penosamente primitivo, además de que su historia es tan blanda y predecible que demerita el sólido trabajo de animación, que quizás no alcance los niveles de Pixar (o siquiera los de la mencionada Monsters Vs. Aliens), pero que definitivamente resulta notable para una modesta co-producción española de bajo presupuesto.

Hemos visto la trama de "nosotros somos los aliens" mucho mejor realizada en otras obras, desde los programas televisivos
The Twilight Zone y Futurama, hasta la obra literaria de Douglas Adams y Robert A. Heinlein, sin olvidar películas como Enemy Mine y Planet of the Apes. Pero bueno... supongo que su uso es válido en una obra infantil para transmitir el habitual mensaje de tolerancia y diversidad. Sin embargo no lo sentí muy presente en el insípido argumento de Planeta 51: los habitantes del epónimo planeta serán verdes y tendrán antenas, pero por lo demás viven en una cultura muy similar a la de la Tierra en la década de los sesentas. El protagonista es Lem (voz de Justin Long), un joven aficionado a la astronomía, que se burla de los comics y películas de ciencia ficción que pintan a los humanos como grotescos monstruos devoradores de cerebros. Sin embargo, su percepción de esos "extraterrestres" (y del universo) cambiará cuando conozca al astronauta norteamericano Chuck Baker (voz de Dwayne Johnson), quien aterriza en el Planeta 51 pensando que está inhabitado. Pero al encontrarse bajo la mira del paranoico Profesor Kipple (voz de John Cleese) y el agresivo General Grawl (voz de Gary Oldman), el torpe astronauta terrícola debe convencer a Lem y sus amigos para que lo ayuden a regresar a su nave, antes de convertirse en un experimento de los desconfiados gobernantes que rigen el extraño planeta.

Y, claro, también se manejan temas de auto-superación y amistad, atisbos de obligatorio romance y un simpático robot que parece una combinación de Wall-E, Hal 9000 y GlaDOS, pero con la personalidad de un perro. No es muy gracioso ni original, pero creo que fue lo que más me gustó de Planeta 51 (lo cual no es decir mucho). Por lo demás, encontré la dirección indiferente, el trabajo vocal débil y el humor irritante. Todo eso sin mencionar la tristemente popular práctica de estirar eventos triviales y convertirlos en forzadas secuencias de acción, en un desesperado esfuerzo por inyectar un poco de chispa y energía en el genérico libreto. Los directores españoles Jorge Blanco, Javier Abad y Marcos Martínez no quisieron correr riesgo alguno, y diseñaron una película tan inofensiva que carece de emoción, suspenso o humor que no se sienta prefabricado y artificial. Finalmente, como ya se ha hecho costumbre, debo señalar el penoso desperdicio de trabajo de tantos animadores en una historia libre de lógica o ingenio, basada en decrépitas fórmulas y no en la visión creativa de auténticos artistas. O tal vez lo sean, pero decidieron sacrificar su convicción en aras de obtener distribución mundial y la colaboración de algunos famosos actores para facilitar la venta de la película.

Resumiendo: no hay mucho que recomendar en esta película además de sus aspectos técnicos. Es fácil encontrar mejores homenajes a la ciencia ficción clásica; y hay bastantes películas infantiles superiores a Planeta 51 que representan opciones más aptas para pasar un rato con la familia. No desperdicien su tiempo en esta cinta, que ni siquiera es tan mala... pero sí lo suficientemente mediocre para acentuar sus fallas y minimizar sus modestos logros. Esa simple falta de ambición bastó para arruinar la experiencia.
Calificación: 5

miércoles, 25 de noviembre de 2009

The Tournament

No sé si el argumento de The Tournament es absolutamente brillante o ridículamente estúpido: un torneo secreto en el que participan los 30 mejores asesinos a sueldo del mundo, con un gran premio de diez millones de dólares para el último sobreviviente. Y, organizando el "evento", tenemos a un misterioso maestro de ceremonias, quien con alta tecnología convierte la sangrienta competencia en un espectáculo deportivo, donde magnates de todo el mundo apuestan por sus favoritos. Casi puedo imaginar esta historia filmada hace treinta años, como una olvidada joya de la explotación setentera (tal vez con Jim Kelly, John Saxon y Pam Grier). Pero bueno... dejemos esas fantasías "retro" y concentrémonos en The Tournament, una excelente cinta de acción inexplicablemente condenada al genérico mercado directo a DVD.

En una película de noventa minutos con más de treinta personajes, no todos pueden estar perfectamente definidos, pero los que ocupan nuestra atención bastan para formar una variada colección de pintorescos criminales. Así tenemos al aparentemente infalible Joshua (Ving Rhames), triunfador del previo torneo que regresa en busca
de venganza por la muerte de su esposa... a manos de otro "concursante"; también está el amoral e hiper-violento Miles (Ian Somerhalder), quien parece matar más por diversión que por competencia; al lacónico francés Anton Bogart (Sebastien Foucan), imparable experto en parkour cuya agilidad iguala su tenacidad y agresión; y a Lai Lai Zahn (Kelly Hu), enigmática y bella mujer oriental motivada a participar por algún misterioso evento en su pasado.

Muy bien... treinta asesinos y un sólo ganador suena emocionante. Pero... ¿dónde está el drama? ¿El eje moral de la película? Nada menos que en la forma del sacerdote alcohólico Joseph MacAvoy (Robert Carlyle), víctima de una electrónica confusión que lo señala como uno de los asesinos, convirtiéndose automáticamente en el blanco de decenas de matones en busca del premio. Pero no está solo... cuando Lai Lai se da cuenta del error, trata de ayudarlo a sobrevivir aunque, técnicamente, el ofuscado cura es también su rival, y mientras siga vivo nadie podrá cobrar la recompensa.

Aún con esos dilemas éticos el guión no es muy profundo, pero apenas hay tiempo de notarlo gracias a la velocidad con la que el director Scott Mann conduce la película. El preciso armado de sus secuencias de acción y la fantástica edición de Robert Hall debería usarse en escuelas de cine como perfecto ejemplo de narrativa visual clara y concisa, donde el brutal ritmo no impide el nítido entendimiento de las escenas ni el flujo de la historia (la lista de directores "consagrados" que deberían aprender urgentemente esa lección incluye a Paul W.S. Anderson, Stephen Sommers y Len Wiseman, además de tantos otros cineastas asociados con el género de acción que siguen ocultando su ineptitud detrás de confusa edición y borrosos "close ups"). Por ciero, hablando de visuales, los fans del "gore" encontrarán adicional deleite en The Tournament, gracias a la libre derrama del rojo líquido con cualquier excusa, desde apuñalamientos y "headshots" hasta accidentes automovilísticos y explosiones corporales.

Entonces, los puntos débiles de The Tournament son su frívolo argumento y sus superficiales personajes; afortunadamente el estilo compensa en cierto modo lo primero; y la apta selección de actores se encarga de atenuar lo segundo. Robert Carlyle es particularmente agradable como el sacerdote alcohólico; Ving Rhames repite su típico papel de hombre rudo pero sensible (con el mágico poder de entrar a cada escena en dramática cámara lenta); y aunque me dio gusto ver a la guapa Kelly Hu en un papel más sustancial que de costumbre, no pude evitar imaginar que lo obtuvo después de ser rechazado por Lucy Liu (no es un insulto para ninguna de las dos... simplemente parece el típico papel que Liu interpreta con regularidad). Entonces, baste decir que The Tournament no desbancará a Die Hard o The Road Warrior en mi lista de películas de acción favoritas; pero definitivamente fue una muy agradable sorpresa encontrar esta modesta y bien realizada película en un género (y un medio de distribución) usualmente reservado para fláccidos "thrillers" de Steven Seagal y bodrios similares cuyos títulos suelen incluir las palabras "fatal", "deadly", y "justice". En resumen, The Tournament es un muy recomendable platillo de acción, aderezado con abundante sangre, violencia y actores que respaldan sus exagerados papeles con entusiasmo y convicción. Y, lo mejor de todo es que no es una secuela, no está basada en un juguete, y no busca complacer al público infantil.
Calificación: 8.5

lunes, 23 de noviembre de 2009

Moon

A primera vista la película Moon parece un híbrido de 2001 y Silent Running pero sería injusto descartarla como tal, pues si bien comparte elementos narrativos y estilísticos con esas dos clásicas de la ciencia ficción, su argumento es totalmente distinto y presenta ideas muy interesantes sobre la identidad humana y la función de la memoria como fundamento del individuo. Además, ofrece buenos momentos de suspenso, humor y brillantes efectos especiales para acentuar la soledad del protagonista, creando al mismo tiempo un entorno de escabrosa belleza que refleja y complementa las duras realidades que debemos afrontar durante la película.

La historia se desarrolla en una estación lunar, donde encontramos a Sam Bell (Sam Rockwell) como el único operador humano de un complejo minero que extrae
isótopos de hidrógeno necesarios para la producción de energía limpia y barata en la Tierra. Su único acompañante es el robot GERTY (voz de Kevin Spacey), cuyas funciones incluyen no sólo la supervisión de la estación, sino el monitoreo psicológico de Sam, quien quizás está experimentando alucinaciones como consecuencia del prolongado aislamiento que implica su misión. Pero el solitario astronauta está de buen humor, pues se aproxima el final de su contrato por tres años, y finalmente podrá regresar a su hogar en la Tierra, donde lo esperan su esposa Tess (Dominique McElligott) y la pequeña hija que aún no ha cargado en sus brazos. Sin embargo, la mezcla de estrés y anticipación hace que Sam se distraiga durante una rutinaria reparación, y termina estrellando su vehículo contra una excavadora a la mitad del helado desierto lunar. Cuando despierta en la enfermería de la estación, Sam empieza a cuestionar su salud mental, pues no recuerda cómo regresó, y GERTY sólo responde con sugerencias de reposo y recuperación. Entonces Sam deduce que la clave del misterio podría estar en el vehículo estrellado, aunque quizás no le guste lo que encuentre ahí.

Conviene no saber más sobre la historia, pues gran parte de su atractivo reside en el paulatino descubrimiento de datos y eventos que aclaran la situación del astronauta, y ofrecen un fascinante estudio psicológico cuya minimalista implementación no demerita las amplias ideas que cubre, así como el mordaz comentario que ofrece sobre el valor del individuo. Pero nada de eso funcionaría sin la magistral interpretación de Sam Rockwell. El intenso torbellino de emociones y eventos resulta tan impredecible y alejado de nuestra experiencia "normal" que se vuelve indispensable una sólida presencia humana para identificarnos con el personaje y permitirnos asimilar los elevados conceptos que examina el libreto. Me atrevo a decir que Moon cuenta con el mejor trabajo de Rockwell hasta la fecha, lo cual es un considerable halago cuando examinamos su filmografía, llena de interesantes papeles que van desde un pusilánime vaquero en The Assassination of Jesse James by the Coward Robert Ford hasta el polifacético asesino de Confessions of a Dangerous Mind. Por tratarse de una modesta película independiente, y además de ciencia ficción, no espero que esta tremenda actuación sea reconocida por academias y círculos críticos, pero siento que es una de las mejores del año, y eleva en gran medida esta inusual cinta.

Aunque sólo escuchamos la voz de Kevin Spacey, también merece encomio por encontrar el grado justo de personalidad e indiferencia que necesita el robot GERTY para expresar los "sentimientos" de una máquina atrapada entre conflictivas directivas que ponen a prueba su conciencia (más ecos de 2001). Sin duda GERTY es digno sucesor de Hal 9000 y los mudos robots que acompañan al solitario protagonista de Silent Running, otra película que, al igual que Moon, examina la soledad del espacio y la necesidad de mantener la humanidad incluso donde parece un obstáculo y hasta un peligro para la supervivencia.

Hablando del espacio, también debo aplaudir las detalladas maquetas con las que se representa la superficie lunar, y la diestra cinematografía que complementa la ilusión de escala y profundidad. Algunas tomas me recordaron la estimada serie de televisión
Space 1999, y me dio gusto que en esta época de excesos visuales alguien se atreva a explotar las más inocentes herramientas de antaño, corregidas y mejoradas por el sensato uso de artilugios digitales para "cubrir los huecos" entre ambas técnicas. De este modo cumplen su función de respaldar la historia y al mismo tiempo ofrecen atractivas imágenes que "abren" el argumento y nos ofrecen momentáneo respiro de la claustrofóbica estación lunar que compartimos con el protagonista.

De cualquier modo, como dije, la película entera pertenece a Rockwell y al brillante libreto que desafía expectativas pero, a fin de cuentas, se fundamenta en fascinantes ideas para expresar un mensaje profundo e interesante. En la mejor tradición de la ciencia ficción literaria, Moon conjuga retos intelectuales, sólida narrativa y admirables personajes que trascienden su función en la historia para convertirse en reflexiones de la condición humana, y meditaciones sobre circunstancias al mismo tiempo clásicas (el misterio de la identidad) e innovadoras (los retos de la colonización espacial). Su parsimonioso ritmo y frugal implementación quizás ahuyenten espectadores en busca de naves espaciales, acción y batallas interplanetarias. Sin embargo Moon merece una sincera recomendación para quienes comprendan que el atractivo real de la ciencia ficción no se limita a sus elementos fantásticos, sino todo lo contrario... al realismo de sus emociones y el creativo análisis de la humanidad en todos sus aspectos. Ojalá la distribución de Moon en canales On Demand y en DVD tenga más éxito que su breve estancia en cines norteamericanos, pues merece encontrar la audiencia que aprecie su modesta técnica, sus considerables logros narrativos... y una de las mejores actuaciones en las crónicas de la ciencia ficción.
Calificación: 9

domingo, 22 de noviembre de 2009

Milagros Prohibidos (No-Do)

Con películas como El Orfanato, REC y Los Cronocrímenes (ya sé, ya sé, tengo pendiente esa crítica), España se ha convertido en destacado productor de cine fantástico contemporáneo (aunque, para ser justos, esa tradición tiene ya varias décadas). Sin embargo, sería irreal creer que todas las cintas provenientes de ese país resultarán igualmente exitosas. Milagros Prohibidos es desafortunada prueba de ello, aunque cuenta con algunos interesantes elementos en su historia y una sólida actuación que casi rescata la película. Hablando del título, debo admitir que tuvo sentido cambiárselo para su estreno en México, pues el nombre original "No-Do" se refiere a los "NOticieros DOcumentales" producidos para cine en la época de Francisco Franco, y requiere un entorno cultural muy específico para entenderse. Entonces, no me hace muy feliz el apelativo de Milagros Prohibidos, pero entiendo la paradójica necesidad de ponerle un nuevo título en español a una película española. He dicho.

La mencionada historia comienza como tantas otras: una familia con un trágico pasado se muda a una vieja casona en las afueras de la ciudad, y casi de inmediato Francesca (Ana Torrent) empieza a experimentar extraños fenómenos paranormales en cierto modo relacionados con su pequeño bebé. Entonces, al investigar la historia del inmueble, descubre que años atrás fue un hospital-orfanato en el que ocurrieron ciertos eventos que fueron encubiertos por la Iglesia española. Naturalmente nadie le cree a la desesperada mujer (incluyendo su antipático esposo) debido a su historial de problemas mentales. Pero cuando visita al Padre Miguel (Héctor Colomé), psicólogo jesuita especializado en desmentir falsos milagros, empiezan a revelarse los siniestros secretos de la casona. Y lo que descubren pondrá en peligro las vidas y almas del sacerdote y de la familia entera.


Ana Torrent tiene un notable desempeño en el papel principal. Su personaje no es muy original, y podemos ver similitudes con las decenas de tenaces mujeres que han enfrentado fantasmagóricas amenazas en tantas películas de terror modernas, sobre todo en el cine oriental. Sin embargo Torrent (di NO a la piratería) proyecta la credibilidad necesaria para hacernos simpatizar con la angustia de una agobiada madre que busca respuestas antes de que su familia se desmorone por la tensa situación. Lamentablemente el libreto no le ayuda mucho, pues le endilga escena tras escena de repetitivo suspenso que termina volviéndose aburrido. Para la cuarta o quinta vez que la vemos recorriendo el desván de la casona con su patética linterna de mano es difícil mantener el interés o la tensión, sobre todo por los ambiguos (y demasiado oscuros) efectos digitales de burda manufactura y reducida creatividad.

No obstante, la última media hora recupera fuerza gracias al poco creíble pero interesante misterio que encierra el viejo orfanato. Héctor Colomé añade gravedad con una versión española (melodramática pero sincera) del Padre Merrin; y las tenebrosas recreaciones de los mencionados Noticieros Documentales no encajan del todo en la narrativa, aunque sin duda crean una mística atmósfera que combina tecnología "retro" con eventos paranormales. No se si alguien más comparta un similar fetiche, pero yo encuentro fascinante esa mezcla de estilos, que en cierto nivel me recuerdan los mejores relatos de H.P. Lovecraft o Sir Arthur Conan Doyle (sobre todo las historias del Profesor Challenger). No estoy diciendo que Milagros Prohibidos llegue tan alto, pero al menos se nota cierta creatividad como sazón de una receta añeja y demasiado familiar. Entonces, aunque hay mejores opciones para aficionados al horror español, creo que puedo darle una tenue recomendación a esta austera película, cuyas buenas ideas fueron parcialmente saboteadas por su lenta y repetitiva ejecución. De ningún modo será tan recordada como las mencionadas REC y El Orfanato, pero yo la pondría más o menos al mismo nivel que las cintas españolas realizadas para exportación del estudio Filmax (como La Monja, Frágiles y The Abandoned); aptas para pasar una tarde medianamente entretenida pero condenadas al olvido casi inmediato. Quizás no sea un milagro, pero sí una fugaz favor.
Calificación: 6.5

sábado, 21 de noviembre de 2009

Crepúsculo: Luna Nueva (The Twilight Saga: New Moon)

Oh my God, estaba tan ansioso por ver Luna Nueva que casi olvidé ponerme mi camiseta de Team Edward antes de ir al cine. Por suerte mis amigas me textearon a tiempo y alcancé a ponérmela, para que todos fuéramos vestidos igual.

No... un momento... esa no fue mi experiencia real. Pero sí fue la pesadilla que tuve antes
de ir a ver Luna Nueva. Como sea, no puedo negar que me gustó la primera película por su precisa dirección, elenco y adecuados momentos de humor; pero me dejó frío el supuestamente candente (y casto) romance entre los protagonistas. Sin embargo guardaba ciertas esperanzas de que, con un director nuevo y la adición de hombres lobo (¿Spoiler? Lo dudo), las obligatorias escenas románticas estarían mejor balanceadas por horror, suspenso... o al menos aventura. No tuve tanta suerte, pero tampoco me desagradó del todo la película, que supera algunos errores de la primera, y crea otros más que tal vez sean resueltos en futuras secuelas.

El argumento, por si alguien lo desconoce, sigue la intensa r
elación entre el vampiro Edward Cullen (Robert Pattinson) y su novia humana Bella (Kristen Stewart). Pero en el décimo octavo cumpleaños de la joven ocurre un incidente con otro vampiro del Clan Cullen, y Edward se da cuenta de que Bella estará en constante peligro mientras continúen juntos; entonces decide abandonarla y mudarse con su familia a otra ciudad. Bella queda devastada, pero encuentra refugio amistoso con el enigmático Jacob (Taylor Lautner), quien eventualmente se aleja de ella para cumplir un rito secreto de su tribu nativo-americana. Y, por si no fueran suficientes tantas decepciones, Bella tendrá que enfrentar a la tenaz vampiro Victoria (Rachelle Lefevre), quien regresa al pacífico pueblo de Forks en busca de venganza por la muerte de su pareja a manos de Edward (en la primera película). Afortunadamente Bella descubre que tiene inesperados aliados de su parte... ¿pero son realmente aliados?

La única diferencia que noté en el cambio de directores es que Chris Weitz no abusa del ridículo “wire-work” y gusta de usar trucos digitales invisibles para acentuar algunas escenas de manera creativa, pero inútil. Por lo demás, la narrativa es igualmente parsimoniosa, y creo... que si eliminara... todas... las pausas... que los actores... hacen... durante sus... pasionales... e inciertos... diálogos, la película no duraría dos horas sino noventa minutos, lo cual sería más eficiente y nos ahorraría muchas lánguidas miradas de Bella, tomas en cámara lenta de los actores quitándose la camiseta (excepto Bella) y obligatorios pasajes semi-humorísticos con los amigos "normales" de la muchacha. Además, no sé si esto me ponga en el "Team Jacob", pero mi interés revivió brevemente con la desaparición de Edward y la introducción de Jacob y su secreto familiar. Tampoco hay gran innovación en la dinámica que adoptan Kristen Stewart y Taylor Lautner, ni en la mitología "nativo-americana" de los lobos que protegen la reservación india, pero al menos representó una agradecida distracción de los estilizados vampiros que francamente no encuentro muy interesantes.

¿Y el horror? Prácticamente inexistente. De nuevo tenemos al alguacil (y padre de Bella) investigando "misteriosas muertes producidas por un animal", pero la amenaza de los vampiros rivales se reduce considerablemente, reservando el conflicto y acción a los minutos finales de la película, que se siente forzados y artificialmente violentos para agilizar un poco la historia, aunque no lo requiera (no sé si la pelea final aparece en el libro; como sea, siento que sale sobrando en la película). Habiendo dicho eso, creo que tiene potencial la adición del Clan Volturi, cuya apariencia evoca los decadentes vampiros de Anne Rice; sigo indeciso si eso es bueno o malo... pero bueno; ya veremos si resultan útiles en las futuras películas. Y, a riesgo de sobre-analizar el vacuo romance juvenil, me atrevería a sugerir que la autora Stephenie Meyer está usando su historia de amor sobrenatural como metáfora de los distintos problemas y obstáculos que pueden encontrar las jóvenes modernas en su búsqueda de pareja. Así podríamos decir que Edward representa al novio evasivo y emocionalmente inerte; a Jacob como el novio celoso e iracundo; a Mike (el único pretendiente humano de Bella) como sensible y comprensivo pusilánime... ¿qué nos espera en el futuro? ¿El novio alcohólico y mentiroso? ¿el golpeador de mujeres? Como dije, seguramente estoy sobre-analizando.

Quizás convenga señalar de nuevo que mi perspectiva es la de un espectador semi-hostil que no leyó las novelas, y que está muuuuy lejos de la edad promedio que tienen los fans de la saga. Aún así encontré Luna Nueva pasadera, de vez en cuando aburrida pero a fin de cuentas con el mínimo nivel de entretenimiento para merecer una leve recomendación (además, me gustó la mención de Romeo y Julieta, como tácito reconocimiento de que Meyer copió su fórmula básica). En general no me dejó tan satisfecho como la original Twilight; hay más efectos digitales que tampoco encontré convincentes; y creo que esta secuela sufre del Síndrome de Segunda Parte, pues se siente como relleno entre el origen de la historia y su conclusión real. Sin embargo veo potencial en su futuro, incluso si abandono mis esperanzas de que en algún momento se atreva a mojar sus colmillos con más sangre y genuino terror. Como dice el comediante Craig Ferguson, estos vampiros no son los que dicen "Quiero beber tu sangre", sino "Me importan tus sentimientos". En fin... puedo aceptarlo; pero si los lobos empiezan a hacerlo, renuncio.
Calificación: 7.5

viernes, 20 de noviembre de 2009

El Mejor Lugar del Mundo (Away We Go)

La aclamada cinta American Beauty abrió muchas puertas para el director Sam Mendes, aunque también podría decirse que elevó de manera irreal las expectativas sobre su obra futura. Y si bien sus películas posteriores fueron bien recibidas, ninguna resultó tan memorable o impactante. El Mejor Lugar del Mundo no es la excepción, y continúa esa modesta tendencia gracias a su agradable guión, notable elenco y válido mensaje... nada original o demoledor pero perfectamente apropiado para ofrecernos un buen rato de risas y reflexión sobre los temas de disfunción familiar que parecen interesar a este cineasta.

El argumento se centra en la peregrinación que Burt (John Krasinski) y Verona (Maya Rudolph) emprenden en busca de un hogar apropiado para tener a su primer hijo (o hija). Pero, c
omo puede esperarse, no se trata de una simple búsqueda de casa, o de una ciudad compatible con su liberal ideología, sino de una exploración de identidades y estructuras familiares que encajen en su excéntrica visión del mundo. Y así, usando como excusa la visita a viejos amigos y familiares, Burt y Verona encuentran las ventajas y desventajas de la vida marital, el gozo y deberes que representan los hijos, y quizás el confort de saber que nadie tiene respuestas definitivas, y que el único camino "correcto" es el que los haga felices.

El Mejor Lugar del Mundo tiene ese inconfundible "sabor" a cine independiente, con sensibles protagonistas enfrentando con humor e ingenio un desfile de excéntricas figuras que representan diversos aspectos de la sociedad, algunos ridículos, otros crudos, pero razonablemente creíbles. Sin embargo siento que cae de vez en cuando en la pretensión, sobre todo al exagerar los rasgos de sus personajes para enfatizar la comedia o el drama. En otras palabras, quiere parecer casual cuando en realidad se siente estudiada; y su engañoso tono ligero trata de disfrazar la expresión poco sutil de ideas supuestamente profundas y significativas.

Esa afectada artificialidad ha hundido otras películas con igualmente buenas intenciones. Sin embargo Mendes consigue sacarla a flote gracias a su económica dirección y al trabajo de sus brillantes actores principales, quienes añaden honestidad y realismo al variable libreto. John Krasinski y Maya Rudolph son más conocidos por su trabajo en televisión, pero en El Mejor Lugar del Mundo se sienten como veteranos de la pantalla grande, explotando al máximo su natural simpatía y talento, sin huecos lucimientos o caprichos histriónicos. Incluso los más forzados momentos de la película (como algunas mal planeadas escenas de "slapstick" o un par de lacrimosos monólogos) son fáciles de asimilar en compañía de esta agradable pareja, y espero sinceramente que su excelente desempeño gane la atención de más directores de "casting" en Hollywood. En particular disfruté la actuación de Rudolph, a quien nunca supieron aprovechar adecuadamente en Saturday Night Live, a pesar de ser una de las mejores actrices, cantantes e imitadoras que ha tenido ese programa en los últimos años. Supongo que su tipo físico no se presta para fáciles comedias románticas o "humor Apatow"; pero sin duda me complacería verla en más películas que valoren sus atributos.

En papeles secundarios también hay que reconocer el trabajo de Allison Janney, Catherine O'Hara, Jeff Daniels y sobre todo Melanie Lynskey, en una breve y casi muda actuación que evoca profunda emoción e intensidad. Ojalá hubiera tenido más tiempo en pantalla, pero su trabajo (así como el del resto del elenco de apoyo) se reduce a breves "cameos" en los que satirizan diversos clichés sociales contemporáneos, desde una vulgar e ignorante pareja de clase media norteamericana, hasta los obligatoriamente afables y centrados canadienses. Los que sin duda excedieron mi paciencia fueron Maggie Gyllenhaal y Josh Hamilton como los insoportables padres de familia "new age". Sus exageradas interpretaciones los convierten en caricaturas, y restan agudeza y balance al resto de la película.

Pero bueno... de cualquier modo la sátira resulta apropiada, y respalda eficientemente el mensaje central: las reglas y expectativas de la sociedad no necesariamente conducen a la felicidad; es más importante la compatibilidad de las personas y su tolerancia hacia las excentricidades de sus semejantes, las cuales enriquecen sus relaciones y enseñan a valorar al individuo por sí mismo, y no por su función en el mundo. Nada nuevo, pero muy bien expresado por este hábil director que quizás nunca alcance nuevamente la aclamación que disfrutó al principio de su carrera; pero que sin duda se ha convertido en un consistente realizador de películas interesantes y de impecable manufactura. Sin duda es un buen nicho para encasillarse.
Calificación: 8