Transsiberian

Parece difícil concebirlo hoy en día, pero el tren fue durante muchas décadas el rey absoluto del transporte terrestre, y esa importancia hizo eco en la cultura popular, donde encontramos todo tipo de historias ubicadas a bordo de estos poderosos vehículos. En el cine, desde luego, se forjó un sub-género que podríamos llamar “misterio en el tren”, con clásicas películas como The Lady Vanishes, Murder in the Orient Express y desde luego el seminal corto The Great Train Robbery. Eventualmente declinó la eficiencia del tren como transporte masivo, y de igual modo se hicieron más esporádicas sus apariciones en cine. Pero eso no impidió al hábil director Brad Anderson rendir tributo al casi extinto sub-género con la interesante película Transsiberian.

Como su nombre indica, Transsiberian se desarrolla a lo largo de la célebre ruta trans-siberiana, que conecta Beijing con Moscú atravesando miles de kilómetros de gélidos paisajes y densos bosques, atractivos para el turista pero mortales para neófitos que no respeten el terreno. Los protagonistas son Jessie (Emily Mortimer) y su esposo Roy (Woody Harrelson), quienes regresan a los Estados Unidos después de realizar labores humanitarias en Vietnam. Pero en vez de tomar el avión, la pareja decide emprender el romántico viaje en tren, con el sano deseo de resolver algunos problemas que experimenta su matrimonio. Sin embargo, el trans-siberiano no resulta ser tan romántico como esperaban, aunque encuentran amistad y buena compañía en Carlos (Eduardo Noriega) y Abby (Kate Mara), joven pareja trotamundos con amplios conocimientos sobre la región... y con un siniestro secreto que quizás se relacione con la investigación del tenaz Inspector Grinko (Ben Kinglsey) sobre un asesinato a bordo de un buque ruso. Y, claro, a lo largo de la ruta los ingenuos norteamericanos descubrirán que las cosas no siempre son lo que parecen, especialmente en un lugar tan apartado a las reglas de la civilización.

Durante su corta pero sustanciosa filmografía Brad Anderson demostró particular talento para construir personajes complejos y detallados, de incierta moralidad y nebulosa motivación. Esa cualidad funciona en muchos casos para "rellenar los huecos" de las engañosamente simples historias que escribe. Por ejemplo en Session 9, un prosaico trabajo de mantenimiento se convierte en un examen de locura y obsesión con tintes paranormales, mientras que en El Maquinista observamos los estragos de la culpa en el subconsciente de un hombre normal rodeado por circunstancias extraordinarias. Exactamente lo mismo ocupa el nudo narrativo de Transsiberian, donde una cadena de coincidencias, crímenes y malas decisiones enreda a dos inocentes (?) personas en una difícil situación donde los conflictos internos resultan tan tensos y peligrosos como los externos. Y aunque tengo bastantes reservas sobre la primera parte de la película, debo decir que su segunda mitad es un modelo de tensión, actuaciones y elegante dirección.

Ah, pero esa primera mitad... Para evitar juicios abruptos y arbitrarios decidí ver la película dos veces, y en ambas ocasiones sentí que el desmedido celo narrativo de Anderson se convirtió en indisciplina y auto-indulgencia. Para empezar, el establecimiento de la historia es excesivamente lento, y el misterio demasiado transparente. Cierto, después de un rato la trama toma un camino inesperado que altera la situación e incrementa el suspenso, pero tarda tanto en encontrar su ritmo que me costó trabajo acopiar interés por el destino de los protagonistas. Por suerte hay dos férreas actuaciones que contribuyen a recuperar el enfoque y orientar la película en el camino correcto, de modo que al final terminé disfrutandola... aunque con recelo por la lentitud inicial.

Las actuaciones que menciono son obviamente las de Emily Mortimer y Ben Kingsley, cuyos enfrentamientos se sienten eléctricos y totalmente creíbles. Además hay que admirar el guión de Anderson y Will Conroy, pues encuentra numerosas oportunidades para desafiar nuestras expectativas al mismo tiempo que permanece fiel al carácter de los personajes, sin hacer trampas o manipularlos como títeres. Woody Harrelson, Kate Mara y Eduardo Noriega cumplen su función, aunque el demoledor trabajo de Mortimer y Kingsley hace que el resto de los actores parezcan frívolos e inconsecuentes. En el caso de Harrelson resulta muy apropiado para complementar la pasividad que requiere su papel; sin embargo los supuestos "villanos" necesitaron mayor intensidad o fuerza en su caracterización. Como sea, el elenco está bien balanceado. Solo hubiera deseado que proyectaran mayor energía y pasión en su labor.

Mientras veía Transsiberian estuve pensando que Brad Anderson debió estudiar cuidadosamente algunas de las “cintas ferroviarias” antes mencionadas, pues supo acentuar sus virtudes (aislamiento, claustrofobia, paranoia) y evitar sus fallas (monotonía, atmósfera "teatral" y pobres escenarios). El resultado es un sólido thriller que se conduce como un tren, pues toma tiempo para encontrar su ritmo, gana velocidad conforme avanza, y nos lleva a un inevitable destino... que en este caso resulta a la vez impredecible y satisfactorio. Quizás provoque algunos bostezos o impacientes miradas al reloj durante su primera mitad, pero la tensa conclusión recompensa al espectador por la previa parsimonia. En los años posteriores a El Maquinista vi el nombre de Brad Anderson con mucha frecuencia en televisión (dirigiendo episodios de Fringe, Masters of Horror, Fear Itself y Surface) y pensé que quizás había encontrado su nicho en la pantalla chica, pero me da gusto tenerlo de regreso en donde mejor puede expresar su compleja y detallada visión. Ojalá no nos haga esperar tanto para entregar otra dosis de su fuerte drama e ingenio cinematográfico.
Calificación: 8