Déjame Entrar (Let the Right One In)

Déjame Entrar llega con impresionante aclamación de festivales alrededor del mundo, y aunque no es raro que tal hipérbole sólo presagie decepción, esta vez me complace decir que cumple totalmente con sus elevadas expectativas. Estamos en presencia de una de esas raras películas que trascienden su género, pues si bien podría catalogarse como una cinta de vampiros, su alcance narrativo y fuerza emocional supera cualquier nicho de terror y la convierte en una excelente película dramática, cuyos elementos paranormales están supeditados a la realista y emotiva relación que funciona como eje de todos los demás elementos de la trama.

La historia se desarrolla en un anónimo suburbio de Estocolmo, donde vive Oskar (Kåre Hedebrant), un niño de 12 años acosado por sus compañeros de escuela e ignorado por su madre divorciada, con quien comparte un pequeño departamento en un austero complejo habitacional de clase media. Pero un día -o, mejor dicho, una noche-, la soledad de Oskar parece disminuir cuando conoce a Eli (Lina Leandersson) una niña de aproximadamente su misma edad, con quien empieza una tímida amistad que parece fortalecer a ambos a pesar de las adversas circunstancias que independientemente experimentan. Pero conforme avanza su relación, Oskar se da cuenta de que Eli presenta muchas curiosas peculiaridades, como su miedo al sol, su piel helada y su indiferencia al frío invierno sueco...

El guión de John Ajvide Lindqvist (basado en su novela) es honesto hasta llegar a la crueldad, pero nunca cae en huecos sentimentalismos o falsas fantasías románticas. Su manejo de la mitología vampírica es al mismo tiempo serio y sutil, evitando que la película se convierta en un espectáculo "goth" o una colección de clichés lista para ser diseccionada por los fanáticos jugadores de Vampire: The Requiem. Como dije antes, Déjame Entrar es primordialmente una obra dramática que retrata una intensa relación que algunos llamarían "co-dependiente", aunque yo prefiero verla como "complementaria". Oskar obtiene inusitado valor y carácter de la gélida Eli, mientras que ella encuentra finalmente una conexión con alguien que no juzgará su inusual condición. Sin embargo, eso no exime de peligros su amistad, como lo prueba la abundante sangre derramada en los breves y sorprendentes momentos que revelan la auténtica naturaleza de la niña. Y aunque no profundiza mucho en su previa vida, hay suficientes pistas para que el espectador arme la sórdida historia que llevó a Eli (y a su sospechoso "protector") hasta ese impersonal barrio.

Pero por detallado y perfecto que sea el guión, no hubiera cobrado extraordinaria vida sin la ayuda del director Tomas Alfredson, cuyo respeto por su audiencia es evidente en el modo como deja que amplias porciones de la historia se desarrollen en la mente del espectador. No hace falta explicar cada detalle o mostrar cada diálogo y situación, pues el realismo de los personajes se encarga de llenar los huecos y hacernos partícipes de su experiencia. También merece mención la melancólica cinematografía de Hoyte Van Hoytema; a través de su eficiente lente, el invierno no sólo es helado, sino angustioso, como reflejo de las patéticas vidas que habitan el descolorido entorno sueco. Por cierto, la cinta se desarrolla en el pasado reciente, pero su maravilloso diseño de producción evita comprometerse con alguna época, añadiendo una calidad clásica y atemporal a la sincera historia.

Para no extenderme demasiado con halagos adicionales, diré únicamente que los efectos especiales son también extraordinarios, en algunos momentos casi etéreos, pero brutales cuando deben serlo... particularmente al final, en una escena que, me atrevo a asegurar, se quedará en la mente del espectador durante mucho tiempo después de haber disfrutado esta mágica película.

Cuando escribí sobre la popular cinta Twilight comenté que era simplemente un refrito de la vieja fórmula de Romeo y Julieta, pero adaptada para el público juvenil moderno. Sorprendentemente Déjame Entrar usa una fórmula muy similar, pero interpretada de un modo tan artístico y profundo que es una clara muestra de que lo importante no es la historia, sino cómo se cuenta. Y también es un buen recordatorio de que en sus mejores momentos el género fantástico funciona como metáfora de la experiencia humana, examinando sus vicios y virtudes a través de un lente distorsionado, pero no por ello menos honesto y realista. No se si Déjame Entrar ha reemplazado Near Dark en el primer lugar de mi lista de sobresalientes cintas vampíricas... pero definitivamente estará dentro de mis favoritas de este año. Lástima que su procedencia europea y limitada distribución no le permitan alcanzar la audiencia que se merece... y mientras tanto, Twilight recauda decenas de millones de dólares. Eso es auténtico vampirismo.
Calificación: 10