My Name Is Bruce

Pues gasté casi treinta dólares en el Blu-Ray de My Name is Bruce... ¡qué desperdicio de dinero!

No lo digo porque la película sea muy mala (aunque no es buena), sino porque idealmente la alta resolución debería lucir la imagen de una película, realzando los detalles y enriqueciendo en todos los niveles la experiencia visual. Pero, ¿qué pasa cuando la obra en cuestión no aspira siquiera a parecer una película decentemente filmada? El resultado es lo opuesto; la alta definición se convierte en un enemigo, enfatizando la ineptitud visual del director y mostrando cada horrible cuadro con patética claridad.

No estoy amargado. De hecho, ni siquiera sorprendido, pues en vista de la igualmente mediocre estética visual que vimos en la película anterior del mismo director (The Man With the Screaming Brain), había poca esperanza de que Bruce Campbell hubiera aprendido lo suficiente para corregir sus fallas, a pesar de haber trabajado tantas veces con uno de los más visualmente interesantes cineastas contemporáneos.

Ya fue suficiente. Siempre he dicho que las imágenes de una película no deben influir en la apreciación de su narrativa, y si eso aplica a las costosas cintas hollywoodenses con decenas de millones de dólares invertidos en el hueco espectáculo visual, resulta justo darle el mismo tratamiento a las películas independientes, de ínfimo presupuesto, que no pueden darse el lujo de contratar expertos cinematógrafos para adornar su guión. Y, habiendo dicho todo eso para dar la apariencia de objetividad, ahora diré que My Name is Bruce me divirtió mucho por el humor de su protagonista y por burlarse certeramente de un específico tipo de fanático con el que me identifiqué totalmente.

El argumento sigue la desoladora vida del actor Bruce Campbell (Bruce Campbell), cuyo culto de admiradores no le ha traído ni éxito ni dignidad. Borracho, divorciado y viviendo en una inmunda casa rodante, se ve obligado a aceptar ridículos papeles en horrendas cintas de terror para sostener su vicio alcohólico y pagar la renta. Por eso, cuando los habitantes de un rústico pueblo lo contratan para un papel muy especial, Campbell acepta de mala gana, no sólo porque necesita dinero, sino porque está románticamente interesado en la guapa madre de uno de sus fanáticos. Pero cuando se da cuenta de que el "papel" requiere luchar contra un genuino demonio chino que está matando a los habitantes del pueblo, el actor decide hacer acopio de cobardía para abandonar a la sencilla gente que lo contrató... porque inicialmente supusieron que Campbell sería tan valiente y heroico como el ficticio protagonista de la película Evil Dead (y sus secuelas), en las que el actor combatió monstruos con ayuda de su escopeta, su sierra mecánica... y muchos efectos especiales. ¿Podrá salvarlos este alcohólico actor? ¿O dejará que un pueblo entero sea exterminado por el demonio con extraña devoción por el tofu?

Sí, la película es tan absurda como sugiere esta sinopsis, aunque nadie acusará a Bruce Campbell por no tener sentido del humor. Todo lo contrario, este estimado actor de culto no pierde oportunidad para burlarse de sí mismo, de su irregular carrera y de sus fanáticos, entre los que me cuento. El humor nunca es particularmente agudo o inteligente, pero la exagerada personalidad que el director/actor construye para sí mismo basta para arrancar un par de risas, por no mencionar las numerosas referencias sobre sus previas películas, el "fandom" y el cine de horror en general, que serán particularmente divertidas para sus seguidores. Sin embargo, hay que admitir que para el espectador casual My Name is Bruce podría parecer simplemente mala... una parodia sin punto, un chiste sin gracia... o el indulgente capricho de un ególatra actor con la arrogante creencia de que todo lo que haga será aclamado por sus fans, sin importar su baja calidad o su pobre narrativa.

Entonces, cada lector sabrá a qué bando pertenece. Como advertí, soy acérrimo fanático de Bruce Campbell, y por eso me divirtió mucho My Name is Bruce, pero no guardo ilusiones de que sea una buena película... ni siquiera una buena mala película. Admiro la actitud del actor, la bizarra interpretación de su alter-ego y la satírica intención de su libreto... aunque le queda mucho por aprender como director. Quizás su trabajo en ese aspecto fue ahora ligeramente mejor que en la mencionada The Man With the Screaming Brain, pero yo se lo atribuiría únicamente a que esta vez Campbell filmó en su propio país (de hecho, en su extenso rancho de Oregon), y no en Bulgaria, donde la barrera del idioma y las limitaciones técnicas contribuyeron a sabotear su opera prima. Como quiera que sea, My Name is Bruce es la definición perfecta de lo que llaman "un gusto adquirido"... no apta para neófitos, y sólo marginalmente divertida para conocedores, siempre y cuando tengan un igualmente saludable sentido del humor y una buena dosis de indulgente fanatismo. Y también recomendable para estudiantes de cine que quieran aprender en cabeza ajena por qué conviene evitar el método casero de cinematografía.
Calificación: 7 para fans de Campbell; 5 para el público general.