I Sell the Dead

¿Comedia de horror? ¿Horror cómico? Como quiera llamársela, es mucho más difícil de lo que parece. Muchos directores confunden "comedia" con "incompetencia", y creen que no importará la calidad de una película siempre y cuando nos haga reír. Lo que casi siempre olvidan es que puede ser tan difícil hacer una buena comedia como una buena película de terror, de modo que sin darse cuenta están duplicando las expectativas del público, y al mismo tiempo arriesgándose a fallar por partida doble. Sobra decir que el resultado tiende a ser desastroso en la gran mayoría de esos casos, aunque de vez en cuando es posible encontrar una película como I Sell the Dead, lejos de ser perfecta, pero con auténtico ingenio en su coalición de géneros. Y aunque cada escena revela su frugal producción, podemos confiar en que el dinámico libreto compensará con creces los malos efectos especiales y pobre ambientación.

La historia se desarrolla en Irlanda del siglo diecinueve, donde encontramos al prisionero Arthur Blake (Dominic Monaghan) en la noche anterior a su ejecución por el crimen de robar tumbas. Sin embargo el curioso Padre Duffy (Ron Perlman) quiere absolver los pecados del ladrón y le pide que narre sus experiencias en ese lúgubre oficio. Y así Blake comienza el relato de los años que compartió con Willie Grimes (Larry Fessenden), su socio y mentor, desenterrando cadáveres para vender al siniestro Dr. Quint (Angus Scrimm), quien los necesitaba para realizar tétricos experimentos. Pero todo cambió una noche cuando Blake y Willie desenterraron un cuerpo rodeado de ajos y con una estaca clavada en el pecho...

Lo primero que destaca en I Sell the Dead es el elenco, perfectamente seleccionado para atraer a los fans del género fantástico. Dominic Monaghan supo canalizar la fama que ganó en The Lord of the Rings (donde interpretó a "Merry" Brandybuck) para hacer carrera en televisión, apareciendo en programas como Lost, Chuck y Flash Forward; y aunque en ocasiones lo encuentro antipático, esta vez me pareció apropiado su espeso acento, sarcástica sonrisa y descuidada apariencia para complementar el papel del arrogante ladrón de tumbas con un fuerte conflicto interno que no desea revelar en su pragmático exterior. Ron Perlman no necesita introducción para fans del horror, y su presencia resultó muy entretenida a pesar de ser tan breve y pasiva. Angus Scrimm (el Hombre Alto en la saga de Phantasm) no tiene gran influencia en el argumento, pero fue un placer verlo de nuevo como pérfido villano de inescrutables intenciones. Y aunque el nombre de Larry Fessenden no sea muy conocido en su faceta como actor, no hay que olvidar que como productor o director ha trabajado en algunas joyas ocultas de terror y ciencia ficción. Sin embargo, el éxito de este elenco no se fundamenta en su fama previa, sino en la convicción que muestran al abordar sus pintorescos personajes, con lo cual elevan el nivel de la narrativa y nos hacen olvidar por breves momentos que se trata de una simple película grabada en video para el mercado independiente.

Igualmente importante es el travieso libreto de Glenn McQuaid, quien logra contar en escasos ochenta minutos una historia simpática y redonda (con potencial de secuela), al tiempo que satiriza algunos populares sub-géneros del horror, desde vampiros y zombies hasta otros que prefiero callar para no arruinar la sorpresa. Aunque quizás "sátira" no sea la palabra correcta; simplemente los incorpora de manera orgánica al argumento, y deja que los personajes exploren con seco humor las situaciones de acuerdo a sus bien dibujadas personalidades. Cierto, algunos papeles secundarios carecen de profundidad, pero no hay problema; la cinta es tan corta que todo pasa rápidamente, sin lugar para rodeos excesivos o elementos superfluos que "inflen" el relato. Esta economía se trasmite también al lenguaje visual, y da como resultado una irregular pero funcional combinación de buen diseño con bajos valores de producción, que varían entre el espartano y elegante estilo de Hammer Films, hasta el más barato "blue screen" del video semi-casero.

No puedo decir que I Sell the Dead vaya a convertirse en un clásico del “Cine B“, pero cuenta con suficientes cualidades para darle una honesta recomendación, acompañada por sendas advertencias sobre sus pobres efectos especiales y minimalista producción, los cuales, a fin de cuentas, podrían contribuir al encanto y humor de la película... o ahuyentar al público que espera algo más pulido y profesional. A pesar de ello, las risas que provoca fueron intencionales, ganadas a pulso por el preciso libreto, la eficiente dirección y las sinceras actuaciones de un elenco con tanto talento como estima en círculos del horror. No espero que trascienda mucho (aunque fue elegida el año pasado como mejor producción independiente por la prestigiosa revista Rue Morgue), pero no me opondría a una secuela, sobre todo si el director Glenn McQuaid encuentra el modo (y dinero) para corregir los problemas y multiplicar las virtudes. Y, claro, sin dejar que el incipiente éxito arruine su visión.
Calificación: 7.5