Antes que nada debo advertir que, a pesar de su nombre y su colorido póster, Bienvenido a Woodstock no es una moderna recreación del épico festival celebrado en agosto de 1969. De hecho, la cinta no incluye ni una canción original de Woodstock, ni bandas, ni escenas del concierto (bueno, una, pero muy lejana). El propósito de la película es mucho más modesto, pues centra su atención en las experiencias de Elliot Tiber, un joven judío que hizo posible el concierto cuando puso en contacto al organizador del evento con el dueño de la granja donde eventualmente se realizaría. Suena trivial, y lo es; pero durante dos horas podemos ver detalles sobre la organización del festival; el efecto que tuvo el espíritu "hippie" sobre la vida del joven y su familia... y el terror de la comunidad entera cuando se dio cuenta de que el evento sería mucho... MUCHO más grande de lo que imaginaban. Las personas que siempre quisieron enterarse de esos pormenores seguramente disfrutarán la película. Pero yo no me cuento entre ellas.
No es extraño que Bienvenido a Woodstock tome el punto de vista de Elliot Tiber (Demetri Martin), pues el libreto está inspirado en el libro, que él mismo escribió. Cuando comienza la película lo encontramos promoviendo el turismo en Bethel, su pequeño pueblo, y al mismo tiempo esforzándose por comenzar su carrera como decorador de interiores. Sin embargo la situación económica es muy difícil, y cuando Elliot se entera de que las autoridades cancelaron un concierto masivo que iba a celebrarse en una granja cercana, el emprendedor joven ve la posibilidad de trasladarlo a su ciudad, lo cual no sólo generaría ingresos para la comunidad, sino para sus padres, que manejan un decrépito hotel a punto de cerrar por falta de clientes. Pero cuando Elliot se pone en contacto con Michael Lang (Jonathan Groff), el organizador "espiritual" de Woodstock, estalla una cadena de eventos que rápidamente salen de control, hasta transformarse en uno de los fenómenos culturales más importantes del siglo veinte.
Supongo que en papel parecía una buena idea... una historia sobre el festival de Woodstock, pero visto desde detrás del escenario... o, mejor dicho, detrás de la granja, donde podríamos apreciar el ángulo personal y humano del evento, y quizás ser testigos de los armónicos esfuerzos realizados por cientos de individuos para construir algo icónico y memorable que cambió el mundo. Sin embargo, el mediocre resultado de la película dista mucho de eso, y se reduce a un simplista melodrama saturado de clichés sesenteros, personajes planos y apáticas actuaciones que rara vez logran generar suficiente energía o credibilidad para hacernos partícipes del espíritu de Wooodstock (sea cual sea). Por más anticuadas expresiones que el guionista James Schamus incluya en el libreto ("Far Out!", "Groovy!"), y por más chicas en bikini (o nada) que el director Ang Lee ponga en la pantalla, no bastan para evocar la ideología "hippie" de la época, ni la exuberante libertad (algunos dirían "anarquía") que despertó el festival. Quizás hizo falta un guión más enfocado y menos difuso, que tuviera un propósito concreto en vez de simplemente desfilar escenas inconexas con torpe sentido narrativo y anacrónico humor. Pero eso sí... abundante "split screen".
Empeorando la situación tenemos un elenco dudoso y pobremente motivado, empezando por el blando Demetri Martin como el simplón protagonista. No soy fan de este comediante, quien parece aspirar al nicho de "perdedor simpático" que tan bien explotan Michael Cera y Jesse Eisenberg. Sin embargo Martin carece de similar presencia, credibilidad... o simpatía. Por su parte, la usualmente maravillosa Imelda Staunton se ve transformada en una caricatura de madre judía, estridente y hasta ofensiva. Emile Hirsch (por lo general un excelente actor) apenas sabe qué hacer con su papel del típico veterano de Vietnam con traumas psicológicos. El único que muestra cierta personalidad y convicción es Liev Schreiber como Vilma, un travesti veterano de Corea contratado como jefe de seguridad del hotel y sus alrededores. Lejos de parecer afeminado, su incongruente falda, ronca voz y cabello rubio lo hacen más temible y "real" que el resto de los apáticos actores.
Desde luego hay mejores películas y documentales sobre el genuino Woodstock; el clásico Woodstock: Three Days of Peace and Music es sin duda la pieza definitiva sobre el festival, mientras que la reciente retrospectiva Woodstock: Now and Then añade contexto histórico y nostálgicos recuerdos que revelan la influencia contemporánea del evento. Por eso Bienvenido a Woodstock me pareció un deshonesto truco para justificar la aburrida historia de un joven que "se encuentra a sí mismo" entre el caos de un legendario suceso. A pesar de su supuesta fidelidad histórica creo que la película no aporta nada a la mitología "hippie", ni nos muestra el lado humano del concierto, ni explica su relevancia cultural. En fin, supongo que hubo cientos de historias interesantes alrededor de Woodstock; lástima que el director Ang Lee eligió contarnos ésta.
Calificación: 5
viernes, 4 de diciembre de 2009
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