En menos de una década, el director teatral Stephen Daldry forjó una sólida carrera cinematográfica con películas apreciadas tanto por el público como por la crítica. Cintas como Billy Elliot, The Hours, y ahora Una Pasión Secreta, combinan madurez narrativa, impecable técnica y genuino impacto emocional. Pero menos sincero resulta el tenue barniz de comercialismo presente en su obra, que demerita su integridad artística y al mismo tiempo hace sus cintas más accesibles para el público general. Una Pasión Secreta no es la excepción, aunque esta vez encontré más digeribles sus fáciles indulgencias románticas gracias al potente mensaje oculto en su ambigua trama.
Alemania, 1958: el país procede diligentemente con su reconstrucción después de la Segunda Guerra Mundial, y aunque las cicatrices físicas desaparecen gradualmente, las psicológicas están aún frescas y dolorosamente presentes. En ese difícil entorno conocemos a Michael (David Kross), un enfermizo joven de 15 años que, luego de un casual encuentro, inicia una intensa relación pasional con Hanna Schmitz (Kate Winslet), de treinta y cuatro años, cuyo empleo en el servicio de transporte público oculta un tortuoso pasado que mantiene en secreto. A pesar de la diferencia en edades la relación parece prosperar, aunque las expectativas de los amantes difieren considerablemente; Michael está enamorado de Hanna, mientras que ella trata de distanciarse emocionalmente del joven, manteniendo sus encuentros tan sólo como un conveniente modo de sentir conexión humana. Eventualmente la relación colapsa bajo el peso de sus divergentes puntos de vista... ¿o hubo algún otro factor en su rompimiento? Michael descubre la respuesta una década después, cuando asiste al juicio público de varios criminales de guerra nazis... entre los que está Hanna. Entonces el joven debe luchar con su conciencia para ayudar a la mujer, o abandonarla como castigo por sus pecados pasados.
El "romance prohibido" en torno al que gira la historia es interesante, pero no particularmente significativo. Más impactante es el trasfondo ideológico de la película, que nos muestra las causas y consecuencias de malas decisiones que en su momento parecieron apropiadas y hasta benéficas. Se le ha criticado a Una Pasión Secreta su aparente apología de criminales nazis, pero en el fondo creo que no está evaluando su culpabilidad o inocencia objetiva, sino la subjetividad de las reglas que definen tales conceptos. En otras palabras, la cinta se atreve a contemplar la posibilidad de que una persona normal y razonable pueda haber cometido atrocidades en tiempo de guerra, sin ser el monstruo amoral que podríamos imaginar cuando pensamos en los instigadores del Holocausto judío. Supongo que la validez de tal cuestionamiento (basado en la realidad) variará diametralmente según la moralidad de cada espectador, pero es justo afirmar que, de un modo u otro, resulta fascinante.
Creo que por eso me gustó más Una Pasión Secreta que cualquier otra película del mismo director. Esa audacia ideológica y emocional la pone en un nivel más elevado, y trasciende el ordinario mecanismo romántico que inicialmente impulsa la historia, aunque admito que el final pierde fuerza por conducirnos a una conclusión demasiado conveniente y hasta cobarde. No obstante, los noventa minutos previos son tan intensos y provocativos que puedo fácilmente disculpar su poco satisfactorio final. Y, claro, tampoco podemos ignorar las excelentes actuaciones de Kate Winslet y David Kross, no sólo por las francas escenas románticas que comparten, sino por su trabajo individual, muy distinto en la práctica, pero muy similar en sus connotaciones éticas. Ralph Fiennes resulta adecuado en el ingrato papel del Michael maduro, cuando años después está en posición de influir nuevamente en la vida de Hannah. Pero no cabe duda que la película descansa en los hombros de Winslet y Kross, cuyo fantástico trabajo basta para recomendar la película.
Entonces, Una Pasión Secreta podría contradecir la ideología de su público, y aunque algunos considerarán eso como una falla, yo lo veo como la más potente razón para verla, pues no todos los días encontramos cine de perfecta manufactura que se atreva a hacernos pensar... incluso si tales pensamientos no resultan del todo placenteros. Con más de dos horas de duración puede sentirse ocasionalmente lenta, pero ese parsimonioso desarrollo subraya la evolución de los personajes y aporta sustancia a las conflictivas ideas que nos presenta... aunque admito que el final trata de manipular en vez de satisfacer. Y aunque no triunfe en todos los niveles, cumple su propósito de contarnos una sólida historia de dudosa profundidad, pero clara inteligencia.
Calificación: 8.5
viernes, 3 de abril de 2009
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