Tengo que admitir que la única razón por la que fui a ver Los Niños de China fue por la presencia de Michelle Yeoh y Chow Yun-Fat, dos leyendas del cine asiático cuyo trabajo he disfrutado inmensamente en muchas películas de acción y artes marciales. Claro, sabía por anticipado que no vería a Yun-Fat deslizándose por el barandal de una escalera con una pistola en cada mano, matando mafiosos a diestra y siniestra; y que tampoco vería a Yeoh girando por el aire con exquisita gracia antes de atestar un tremendo golpe al opresor de un humilde pueblo, o algo así. El problema fue que incluso con esas bajas expectativas me decepcionó esta aparatosa y manipuladora película.
Inspirada por una historia real (¿cuántas veces se ha usado esa frase para validar un libreto plano, predecible y repleto de clichés?), la cinta sigue las experiencias de George Hogg (Jonathan Rhys Meyers), periodista inglés que se infiltra en la prohibida región china de Nanjing durante la ocupación japonesa en 1937. Su intención inicial era comunicar al mundo las atrocidades cometidas por las tropas japonesas sobre los humildes campesinos chinos, pero eventualmente encuentra nueva motivación cuando descubre un pueblo lleno de niños que han quedado huérfanos a causa de la guerra. Entonces, con la ayuda de una enfermera australiana (Radha Mitchell), un miembro de la resistencia china (Chow Yun-Fat) y una aristócrata (Michelle Yeoh), Hogg trata de mejorar la calidad de vida de los niños, y quizás ofrecerles un poco de esperanza en una terrible situación que parece no tener salida.
El director canadiense Roger Spottiswoode tiene amplia experiencia realizando dramas bélicos (Hiroshima, Air America, Under Fire), y consigue crear excelente atmósfera y brutales secuencias de acción (incluyendo algunos memorables bombardeos aéreos) con el mediano presupuesto de la película. Desafortunadamente también cae una y otra vez en los más básicos y previsibles clichés de este tipo de películas: el estoico héroe occidental ayudando a los "primitivos" asiáticos; la guapa enfermera de dura actitud pero secretamente vulnerable; la inocencia de los niños trascendiendo el horror de la guerra...
Que quede claro: la historia que cuenta la película es importante y merece recordarse para honrar la memoria de los caídos durante ese oscuro período en la historia, y para servir como recordatorio para las presentes y futuras generaciones (aunque, honestamente ¿cuándo ha servido eso de algo?). Mi crítica es contra la película y su anquilosada estructura, y no contra su noble intención (aunque le estoy dando el beneficio de la duda).
No es difícil imaginar esta película realizada en los años cincuentas, con Spencer Tracy y quizás Bette Davis en los papeles principales, pero con Francia en vez de Japón como el país oprimido. Sin embargo esa añeja sensibilidad no envejece con mucha gracia, y ahora, en el siglo veintiuno, la pretensión de ubicar al héroe inglés imponiendo sus valores sobre los “inferiores” extranjeros bordea en el más condescendiente racismo. O, expresado de otra manera... ¿Se hubiera filmado la película si el héroe no hubiera sido un atractivo actor inglés con buenas expectativas comerciales? Usualmente espero ese tipo de hipocresía en el cine de Hollywood, pero obviamente las producciones internacionales no están exentas de caer en la misma tentación.
Pero bueno, a pesar de todas mis quejas no puedo negar que la película está bien hecha, los actores cubren decentemente los requerimientos del perezoso libreto y, como dije, Spotiswoode sabe cómo orquestar emocionantes secuencias bélicas. En manos de un director más visionario (como un joven Oliver Stone o Terrence Malick) esta misma historia hubiera podido contarse con mayor balance narrativo o integridad artística (aunque estoy seguro de que incluso así encontraría nuevas cosas para quejarme). Supongo que puedo recomendarla porque difunde un válido mensaje, y por la agradecida presencia de los mencionados Chow Yun-Fat y Michelle Yeoh. Pero pudo ser mejor, y es difícil ignorar el potencial desperdiciado por su pobre ambición dramática. Creo que hubiera preferido ver un documental sobre ese pasaje de la historia... pero en su defecto Los Niños de China resulta un adecuado reemplazo.
Calificación: 7
domingo, 26 de abril de 2009
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