jueves, 19 de mayo de 2011

Black Death

Sin mucha fanfarria ni publicidad el director inglés Christopher Smith se ha convertido en una destacada figura del género fantástico, con películas progresivamente más ambiciosas, intensas y entretenidas. La primera cinta que vi de este cineasta fue Creep, un "thriller subterráneo" algo genérico pero divertido, con buena atmósfera y funcionales momentos de suspenso. Después llegó la genial Severance, al mismo tiempo una parodia de los slashers rurales (como The Hills Have Eyes o Wrong Turn) y una incisiva comedia sobre las modernas tendencias laborales (sí, es una rara combinación, pero les aseguro que funciona de maravilla). Y finalmente tenemos la brillante Triangle, cuya pesadillesca atmósfera e ingenioso libreto la hicieron una de las mejores sorpresas directas a DVD el año pasado (en mi humilde opinión). Siguiendo esa tendencia, la nueva (ya no tan nueva) Black Death tiene altas ambiciones narrativas, ocultando profundas ideas y cuestionamientos ideológicos detrás de su engañosamente simple historia sobre caballeros medievales. Y aunque quizás fue más ambiciosa de lo necesario, me pareció una experiencia interesante que satisface en el nivel visceral (por el "gore" que se vierte durante sus violentas peleas) y en el cerebral, por las provocativas ideas que expresa y por negarse a darnos una resolución fácil y tranquilizadora.

El argumento de Black Death es similar al de la reciente Season of the Witch, pero al final resultan ser películas totalmente distintas, así que quien haya odiado los pobres efectos digitales de aquella cinta, su ridículo melodrama y la involuntariamente hilarante actuación de Nicolas Cage, puede ver Black Death sin temor a encontrar los mismos tropiezos. La historia se ubica en el año 1348, durante la epidemia de peste bubónica que devastó Europa y arrasó con ciudades enteras. La mayor parte de la gente opina que la enfermedad es un castigo divino, y por lo tanto recae en la Iglesia la tarea de buscar una solución. Por eso el obispo regional recluta al noble caballero Ulric (Sean Bean) y su banda de feroces guerreros para internarse en un siniestro pantano donde yace una legendaria aldea que se ha mantenido libre de la infección gracias a pactos con el diablo y similares herejías. El joven monje Osmund (Eddie Redmayne) ofrece sus servicios como guía porque conoce bien aquella región, aunque sus superiores dudan que esté listo para salir del monasterio. Y así comienza la penosa marcha al remoto poblado, durante la cual Ulric, Osmund y los soldados encontrarán peligros físicos y espirituales que les harán cuestionar su fe y la pureza de su misión. Sobra decir que cuando finalmente encuentran la misteriosa aldea descubren que las cosas son distintas a lo que esperaban.

El libreto de Dario Poloni usa los pintorescos personajes para explorar distintos niveles de convicción religiosa, desde los auténticos devotos con sincero altruismo, hasta los fanáticos que se amparan en el dogma para cometer atrocidades a modo de venganza personal; sin olvidar, desde luego, a las víctimas que sufren castigos arbitrarios por albergar creencias distintas a los demás. Sin embargo es difícil determinar quiénes son los héroes y quiénes los villanos, pues en esta película nadie está exento de intolerancia y prejuicios contra opiniones contrarias. Esta ambigüedad moral extiende la relevancia narrativa de Black Death, y evita que se convierta en una simple película de terror. Pensándolo bien, ni siquiera la clasificaría en ese género; creo que es más apropiado describirla como un crudo drama histórico cuya insinuación de elementos sobrenaturales no busca asustarnos, sino enfatizar los peligros del fanatismo, sea cual sea la religión practicada por los extremistas. En otras palabras, no se trata de una fábula anti-religión, sino de una denuncia contra la habitual obstinación que una y otra vez han llevado a la humanidad a cometer crímenes contra sí misma. No es un mensaje nuevo, pero en manos del talentoso Christopher Smith cobra renovado vigor gracias a su disciplinada dirección y a las excelentes actuaciones del colorido elenco.

A diferencia de obras similares, Black Death nos presenta personajes que realmente parecen soldados, mercenarios y monjes de la era medieval. Y no solo me refiero a vestuarios, maquillaje y ambientación (que en general son buenos, aunque de vez en cuando revelan el bajo presupuesto de la cinta), sino a la convicción con la que sostienen sus creencias, y su ciega aceptación de respuestas sobrenaturales ante los misterios de la vida y la naturaleza. Quizás no sea un punto sobresaliente para muchos espectadores, pero a mi me gustó mucho encontrar actores que realmente nos transportan al medievo, no solo por su apariencia, sino por la credibilidad que imprimen a su torcida e incuestionable visión de una realidad altamente subjetiva. Sean Bean tiene el predecible papel de héroe (¿anti-héroe?) puro de corazón y al mismo tiempo dispuesto a usar violencia excesiva para proteger su misión o su fe. Sin duda realiza un buen trabajo, pero su espectro filosófico es demasiado estrecho para admitir cambio o crecimiento. Para eso tenemos al joven Eddie Redmayne como el monje Osmund, cansado de vivir en el monasterio entre abstracciones religiosas y constantes oraciones que pierden todo sentido con la repetición. Su genuina fe (y algunas tentaciones mundanas) lo inspiran a salir de su cómodo nicho y practicar el altruismo que predica, con resultados muy distintos a sus nobles intenciones. Y finalmente merece mención la valiente Carice Van Houten en el jugoso papel de implacable "bruja"... o matriarca que se preocupa no solo por la infección física, sino por el contagio de ideas igualmente peligrosas.

Después de tantos halagos es indispensable añadir una dosis de realidad negativa (ese hubiera sido un mejor nombre para este blog). Como mencioné previamente, Black Death es una película de bajo costo y elevada ambición, lo cual provoca algunas inconsistencias entre el tono grandioso de algunas escenas y sus modestos escenarios. Sé que el período histórico es muy distinto, pero estuve recordando la similarmente brutal Centurion (del incomprendido Neil Marshall), también realizada con recursos limitados que no le impidieron mostrar una visión más "épica" (por llamarla de algún modo) del combate pre-industrial. Igualmente irregular fue la cinematografía (¿videografía?) de Black Death, obviamente realizada en video digital sin mucho post-procesamiento, de modo que en algunos momentos alcanza ese acabado de telenovela que la hace parecer aún más "barata" y amateur. O quizás fue culpa del Blu-Ray; ya he notado este fenómeno en otras ocasiones, pero bueno... será mejor dejar para otro día la discusión de "¿cuánta definición es demasiada definición?". Entonces, solo queda recomendar Black Death por su inteligente libreto (aunque no muy original), sus actuaciones y la potente dirección de Christopher Smith, que afortunadamente compensa los problemas estilísticos y visuales de la cinta. A decir verdad me gustaron más las mencionadas Severance y Triangle, pero en lo que respecta a "dramas medievales con tintes sobrenaturales" Black Death es el digno esfuerzo de un director que no teme abarcar más de lo que sus recursos permiten. El resultado puede quedarse corto de su ambición, pero siempre superará a los que ni siquiera se atreven a intentarlo.
Calificación: 8

8 comentarios:

Koolebra dijo...

EStimado Pablo: aquí te traigo otro artículo de Michael Medved:

Hollywood, Fábrica de inmundicias
En Cape Fear ("Cabo del miedo"), Robert DeNiro interpreta a un brutal ex convicto que, con lujo de detalles, mutila a una de sus víctimas, mata al perro de una familia y amenaza al jefe de ésta. Por su actuación, DeNiro fue propuesto como candidato al Oscar al mejor actor.
Aparte de la franca violencia de la película —en la que también se ven palizas, estupro, muerte por ahogamiento, fuego y estrangulación—, resulta pasmosa la manera en que el director Martin Scorsese introduce referencias religiosas en su historia. DeNiro lleva en la espalda el tatuaje de una gran cruz, recita oscuras letanías y se ufana ante sus víctimas de que tan sólo le interesa salvar almas.
En la versión original de Cape Fear de 1962, Robert Mitchum lograba peligrosidad y crueldad sin recurrir a ningún símbolo religioso. La decisión de Scorsese de convertir al malhechor en un hombre que se proclama cristiano pentecostés no puede interpretarse sino como una declaración de que hay algo avieso, amenazante y aterrador en la fe religiosa.
Scorsese presenta, además, una amarga visión del matrimonio. En el primer CapeFear, el héroe, caracterizado por Gregory Peck, es un esposo devoto y un padre decidido a proteger a su familia contra el ex convicto demente. En la versión de Scorsese, en cambio, el "héroe", encarnado por NickNolte, es un marido infiel reincidente que le levanta la mano a hija de 15 años (adicta a la mariguana, por cierto) en un momento en queno consigue comunicarse con ella. Según los Estudios Universal, esas modificaciones son sumamente significativas y revelan un arraigado desengaño en lo que respecta a la vida familiar por parte del cineasta, quien deseaba retratar lo que él consideraba una familia más "realista".
¡Qué pena que uno de los más aclamados directores cinematográficos de Hollywood piense que una familia desavenida sea intrínsecamente más "realista" que una feliz! Esto constituye un ejemplo más de que toda la industria del entretenimiento se ha apartado de su público.
Son pocas las personas que continúan considerando a Hollywood como una fuente mágica de entretenimiento edificante, de romanticismo o de diversión inocua. Por el contrario, la industria del entretenimiento, con sus repulsivas obsesiones, es vista ahora como una fuerza extraña que ataca nuestros valores más preciados y corrompe a los niños. La fábrica de sueños se ha trasformado en una fábrica de veneno.
Numerosos estudios recientes demuestran el profundo desencanto del público estadounidense. En 1989, una encuesta mostró que, Para el 82 por ciento de los estadounidenses, las películas contenían demasiada violencia; el 80 por ciento encontraba que empleaban blasfemias en exceso, y el 72 por ciento se quejaba de la cantidad de escenas de desnudos.
Otras investigaciones revelan opiniones similares en lo que respecta a la televisión. Una encuesta de la agencia Gallup mostró que e177 por ciento de los entrevistados deseaba una regulación más cuidadosa del contenido sexual de los programas. El 79 por ciento quería reglas más estrictas en lo relativo al lenguaje injurioso.


Continuará...

Koolebra dijo...

Segunda parte (otra vez, y espero que esta vez no me la borres)

Los largometrajes satisfacen cada vez más a menos norteamericanos. La asistencia a las salas de cine se desplomó en 1991, al grado de que en ese ano la industria cinematográfica atrajo a la menor cantidad de público de los últimos 15 años. La profundidad y la amplitud de la crisis actual denotan que el tipo de entretenimiento que Hollywood pretende vender está lastrado por defectos fundamentales. "Cuando se frecuenta en Hollywood a un grupo razonablemente culto", señala David Puttnam, ganador del Oscar por su producción de Chariots of Fire ("Carros de fuego") y ex presidente de Columbia Pictures, "resulta cada vez más difícil toparse con gente que se enorgullece de las películas que se están realizando".
Mientras busca chivos expiatorios, la industria del entretenimiento pasa por alto algo en verdad obvio: Hollywood ya no refleja los valores de la mayoría de su público potencial. Por ejemplo, los estadunidenses tienen en alta estima la institución del matrimonio y ven en la religión un valor importante. Sin embargo, la industria del entretenimiento fomenta toda suerte de aventuras sexuales y ridiculiza constantemente a los creyentes caracterizándolos como fulleros o como locos.
Hollywood desdeña la idea convencional de que los niños se desarrollan mejor cuando viven con unos padres que están casados entre sí. Muchos miembros destacados de esta industria se ufanan de tener hijos fuera del matrimonio. De hecho, la "moda de la ilegitimidad" forma parte del escenario contemporáneo de Hollywood.
Descubrí la fuerza de esta insistencia tan en boga en criar hijos fuera del matrimonio cuando, en 1991, asistí como invitado a un programa radiofónico con teléfono abierto, en Los Angeles. En esa oportunidad se me ocurrió elogiar la comedia Father of the Bride ("El padre de la novia"), de Steve Martin como un raro ejemplo de un largo metraje importante de Hollywood que presentaba un punto de vista amable acerca de la vida familiar de la clase media. Hice notar que director de la película, Charles Shyer, y la productora, Nancy Meyers, autores del guión, llevaban 15 años de matrimonio y que, sin duda, se habían inspirado en su propia experiencia como padres para hacerlo. Estaba equivocado, según me explicó un radioescucha que dijo ser amigo de Shyer y Meyers. Aun cuando habían vivido juntos durante más 15 años y habían tenido dos hijos, no estaban casados... y no les gustaría que se describiera erróneamente su relación. Quizás sea Hollywood la única comunidad en la que las parejas pueden tomar a mal que se les alabe por su matrimonio.
Ese afán de conmocionar al público lleva a los realizadores a ofrece nos un espeluznante y monstruo espectáculo lleno de horror y depravación humana. Hoy se ha puesto moda el canibalismo, que en le últimos tres años se ha representad en unas diez películas, entre las que se cuentan Fried Green Tomatoes ("Tomates verdes fritos"), propuesta para dos premios Oscar en 199 y Silence of the Lambs ("El silencio de los inocentes"), que obtuvo cinco galardones en 1991.
Mientras tanto, 1992 nos ha conducido a una nueva frontera en ámbito de lo impactante, con por lo menos dos importantes producciones que incluyen escenas de incesto. Voyager (El Viajero) contiene escenas sexuales entre un parde y su hija adolescente, y Stephen King’s Sleepwalkers ("Los sonámbulos de Stephen King") presenta a un joven héroe y su insaciable compañera, que resulta ser su madre.


continuará...

Koolebra dijo...

Tercera parte:

En las muchas encuestas y cartas en la que se expresan quejas por el triste estado de la cinematografía, el elemento ofensivo que se menciona con mayor frecuencia es el lenguaje soez. La película GoodFellas (“Buenos Muchachos"), propuesta Óscar en 1990 y que versa acerca de unos gánsteres de Nueva York, es una de las campeonas de todos los tiempos en lo que se refiere al uso palabrotas en las producciones de Hollywood. En esta cinta se pronuncian en promedio, casi dos improperios por minuto. Ello sólo viene a La idea de que en el buen cine hay que poner diálogos obscenos en abundancia para poder tratar el tema con autenticidad.
Mas la moderación en el arte —y la consideración por la sensibilidad del público— no siempre se traduce en una actitud deshonesta. Quien recuerde White Heat ("Al rojo vivo"), la película de James de 1949, sabe que el retrato de un malhechor psicópata puede resultar aterrador sin necesidad de recurrir al lenguaje obsceno. El director Raoul Walsh se las arregló de algún modo para infundir vida a las crueles realidades del mundo de su protagonista sin echar mano de ese recurso.
Aunque el lenguaje sucio constituye probablemente el ejemplo más palpable del énfasis que la cultura popular pone en lo desagradable, la violencia expuesta con detalle es sin duda lo más destructivo. La afición a la brutalidad fomenta graves comportamientos antisociales, con devastadoras consecuencias.
L. Rowell Huesmann y Leonard Eron, psicólogos de la Universidad de Illinois, descubrieron que los niños que a la edad de ocho años ven por televisión grandes cantidades de violencia tienen una mayor probabilidad de cometer crímenes violentos o de maltratar a menores o a sus cónyuges cuando cumplan 30 años. "La violencia televisiva afecta a jóvenes de todas las edades, de todos los niveles socioeconómicos y de todos los grados de inteligencia", escribieron los especialistas. "Es algo que no se puede negar ni justificar".
Alan Pakula, director de All the President's Men ("Todos los hombres del presidente") y de Presumed Innocent ("Se presume inocente"), agrega: "La violencia en las películas es como la sal: cuanta más se toma, más se necesita para percibir su sabor. La gente se está volviendo inmune a ella. Ese es el motivo por el que cada vez hay más muertes y violencia".
Durante largo tiempo, la gente ha manifestado que quiere menos violencia en la televisión y en el cine, menos contenido sexual y menos lenguaje soez. Pero qué puede hacer para que los arrogantes actores y directores, que desdeñan esos deseos, presten atención a su voz?

Koolebra dijo...

Cuarta parte:

La censura no es la respuesta. En cuanto un gobierno intenta tomar medidas drásticas contra un propagador de inmundicia, este se trasforma al punto en un santo defensor de la libertad de expresión. No obstante, los ciudadanos y las organizaciones particulares pueden obligar a la industria del entretenimiento a adoptar una actitud más sana.
En lo que concierne a la televisión, una de las medidas más eficaces para llamar la atención de sus directivos consiste en boicotear a sus patrocinadores. El mismo término "boicot" se ha convertido para Hollywood en una de las pocas palabras soeces que dicha industria se niega a pronunciar. Pero no hay nada de intolerante o de antidemocrático en un boicot; es tan solo una forma de emplear el poder de compra de los particulares para promover una causa pública, mediante la organización de los consumidores destinada a desalentar las conductas irresponsables de las corporaciones. Haga saber a los publicistas que ciertos programas de televisión le ofenden y que considera una falta de responsabilidad el apoyo que le brindan.
El público también debería aprovechar las juntas de accionistas de las empresas dedicadas al entretenimiento para plantear problemas relacionados con la cultura popular. Los defensores del ambiente suelen confrontar a las corporaciones ante los inversionistas, los miembros del consejo directivo y la prensa. Los defensores del entretenimiento sano pueden emplear las mismas tácticas para combatir la contaminación de la cultura popular. George Gerbner, quien fue decano de la Escuela Comunicación de Annenberg, declara: "Necesitamos crear un movimiento de protección del ambiente cultural que permita a los ciudadanos influir en la toma de decisiones concernientes a la cultura".


Continuará...

Koolebra dijo...

Quinta parte y final:

Hollywood tiene la obligación de supeditar sus actividades a criterios responsables. Quien mejor ha expresado este deber quizás haya sido Frank Capra, realizador de It's a Wonderful Life ("Qué Bello es Vivir"), Mr. Smith Goes to Washington ("Caballero Sin Espada") y tantos otros grandes filmes: "Las películas deben manifestar que existe esperanza, amor, piedad, justicia y caridad", dijo. La responsabilidad del director de la película, agregó, "es subrayar las cualidades de la humanidad, mostrando el triunfo del individuo sobre las adversidades".
Sin embargo, los dirigentes de industria del entretenimiento se aferran obcecadamente a su gusto por lo extravagante, con lo cual equipara su deseo de conmocionar y ofender con un valeroso compromiso con arte de la cinematografía. Es preciso recordarles que las declaraciones más serias no tienen por qué ser bárbaras. Hollywood necesita retomar los valores de la gente común para hace acreedora una vez más a la adhesión de su público.


Por Michael Medved

Fuente: Selecciones del reader's Digest, Enero de 1993

PD: ¿Puedes borrar mis dos primeros posts, por favor? Parece que el blog borra automáticamente los posts largos.

Luis dijo...

Hola Koolebra. No he visto esta película aún pero como consecuencia de la crítica de Pablo y mi inclinación por el cine fantástico y épico, ansío ya ver esta película.

Gracias por compartir este artículo interesante, lo cual da para reflexionar acerca de muchos puntos de vista. Tratando de ser breve, solamente puedo señalar que dentro de las distintas épocas históricas se van gestando dentro de los grupos humanos valores que simultáneamentte pueden convertirse en anti-valores para generaciones en períodos históricos venideros. Los medios de comunicación y estructuras sociales vigentes, lo que hacen en parte es difundir estos valores o antivalores, expresando de forma "objetiva" o sesgada las ideologías de momento, o bien, las posiciones particulares de quienes los tienen en control para influir en las masas en búsqueda de sus intereses particulares. Hollywood es un ejemplo de esto pues en una cinta se expresa el punto de vista de un director, un guionista, un productor, etc. El problema radica en los "filtros". En nuestro caso específico como sociedad latinoamericana, aún estamos a la deriva de todo lo que venga del Norte y Europa y usualmente aceptamos a manos abiertas lo que nos viene, sin capacidad de discernir profundamente si lo que estamos comiendo es alimento o basura. Y hablo en el sentido más amplio de la palabra, pues no solamente es cine. Podría hablar de la transculturización pero eso no viene al caso en este magnífico blog.

Estoy convencido que con la globalización y la explosión de conocimiento e información que se ha gestado en los últimos 60 años, la mayoría de sociedades de Occidente pasaron de sistemas represivos a otros completamente permisivos y liberales. No sé si será eso bueno o malo, pero los problemas serios que suceden en el mundo en el tema social, político, económico y religioso, para mí son una prueba objetiva que hay algo que no está funcionando.

Para no hacer largo este rollo (demasiado tarde....!), hace mucho que adopté como una de mis verdades lo que dijo el filósofo Aristóteles hace siglos: "La virtud está en el equilibrio y los vicios en los extremos".

Que estés muy bien y saludos.

Luis

Pablo del Moral dijo...

Koolebra: Me suscribo a la respuesta de Luis, que es mucho más elocuente y erudita que la que yo escribiría. Saludos y gracias a ambos.

Luis: Muchas gracias por esa inteligente respuesta! Coincido con todo lo que dices, y solo añadiría una de mis frases favoritas; no tiene nada que ver con el tema, pero siempre me hace reír: "En todo momento cargo una botellita de whiskey en caso de picadura de serpiente; y siempre traigo conmigo una serpiente" - W.C. Fields. Saludos a todos y que tengan un gran fin de semana (con o sin Juicio Final)!

Luis dijo...

Gracias Pablo por tu comentario. Me gustó mucho esa frase que indicas y la acuñaré en mi repertorio. Un fuerte abrazo.