Como he escrito en más de una ocasión, la sátira es la forma de la comedia que más me gusta, siempre y cuando tenga algo interesante que decir y lo haga con ingenio. Lamentablemente en años recientes esa difícil disciplina ha sido coartada por imbéciles (o genios) para realizar algunas de las más intolerables películas "cómicas" del nuevo siglo, como Date Movie, Epic Movie y Meet the Spartans. Pero eso no debe descorazonarnos, pues siempre existirán películas como Hamlet 2 para recordarnos que, en las manos correctas, la sátira puede llegar mucho más allá de producir una risa fácil, señalando lo obvio de manera original, e iluminándonos sobre las debilidades de personas e instituciones.
Esta hilarante (aunque no perfecta) película se burla principalmente de un género fílmico que siempre ha existido, pero que por alguna razón parece haber prosperado en las últimas décadas: el "maestro inspirador" que encuentra un novedoso modo de estimular el intelecto, amor propio y desarrollo personal en sus apáticos alumnos. Pero el feroz libreto no se detiene ahí, ya que su mirada crítica también toca tangencialmente muchos otros fenómenos comunes en la cultura popular, la política y (¿cómo podía faltar?) la religión.
Al principio de la película conocemos al actor frustrado Dana Marschz (Steve Coogan) a través de hilarantes viñetas que nos muestran su patética carrera, que parece haber terminado como profesor de teatro en una sencilla escuela preparatoria en Tucson, Arizona. Las obras estudiantiles que monta (usualmente basadas en populares películas) son siempre mal recibidas por su reducido e indiferente público, de modo que cuando la escuela sufre recortes económicos, se decide cancelar la clase de teatro para el siguiente año escolar. Pero, un momento... si Marschz logra crear y montar una última obra realmente exitosa, tal vez haya esperanza para rescatar su clase... por no mencionar su herido orgullo artístico. Y así, contra el sentido común y las críticas de muchas personas, el energético actor/director decide escribir la segunda parte de Hamlet, para continuar (en forma de musical, por si fuera poco) la historia que hizo famosa un cierto escritor llamado Shakespeare.
El excelente comediante Steve Coogan no ha encontrado mucha popularidad fuera de su nativa Inglaterra (Hollywood sólo ha desperdiciado su talento dándole minúsculos papeles secundarios en cintas como Tropic Thunder y la odiosa Night at the Museum), y aunque Hamlet 2 probablemente sea su mejor película norteamericana, dudo que logre elevar el perfil de Coogan, debido al controversial material que exhibe y a la reducida exposición que ha gozado esta ignorada cinta. Aún así, su desempeño es brillante, sobreactuando en la medida exacta para dar vida a un personaje a la vez frívolo y trágico que no se ve limitado por su falta de talento, sino todo lo contrario. En el elenco secundario tenemos a la siempre notable Catherine Keener (aunque su rol sea un poco simple e ingrato), a Skylar Astin como el más entusiasta estudiante del mediocre maestro, y a la guapa Elisabeth Shue en un inesperado e ingenioso papel.
Pero, como dije, la película decepciona en varios aspectos. Escena por escena Hamlet 2 resulta muy divertida e incisiva, pero después de hora y media resulta obvio que la narrativa nunca tuvo un enfoque definido, y lo que comienza como la redención de un artista frustrado termina como un simpático pero confuso manifiesto en pro de las libertades civiles, la tolerancia... o alguna otra causa que, por noble que sea, no excusa el extravío del libreto en su segunda mitad, ni el conveniente y abrupto final. Peor aún, cuando finalmente vemos la controversial y escandalosa obra de teatro que impulsa la trama, no resulta particularmente controversial o escandalosa, sino sólo un poco irreverente (claro que esa percepción podría variar según la devoción religiosa de cada espectador, por no mencionar su sentido del humor). Pero incluso con esas fallas creo que justifica una recomendación, tanto por aprovechar finalmente el talento humorístico de Steve Coogan, como por satirizar varios aspectos de la cultura popular que sin duda lo merecen. En resumen, cumple su función satírica aunque falle un poco en su labor narrativa. Pero con suerte los cineastas aprendan de sus errores y no teman corregirlos en Hamlet 3.0
Calificación: 8
miércoles, 31 de diciembre de 2008
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