Twelve

Tenía curiosidad por ver Twelve, la nueva película de Joel Schumacher porque, si bien es cierto que mucha gente identifica a este director con sus más sonados fracasos (Batman Forever, Batman & Robin), no se puede negar que cuando dispone del material y actores correctos ha sido capaz de realizar algunas sólidas películas que van desde semi-clásicos ochenteros (The Lost Boys), hasta cine "serio" con inesperada profundidad e impacto dramático (Veronica Guerin, Tigerland). Además, lo admito, me atrajo el elenco de Twelve, el cual es un virtual "who's who" de actores jóvenes que, para bien o para mal, representan el futuro de Hollywood (o Starbucks).

Para ahorrar tiempo y bajar expectativas lo diré de una vez: Twelve pertenece a la lista de películas decepcionantes realizadas por Schumacher. Quizás sea mejor que The Number 23 (no por mucho), pero eso no la rescata de ser un afectado y pretencioso refrito de la serie televisiva Gossip Girl (incluyendo a uno de sus actores, nada menos) aderezado con artificial sabor "gangsta", irritantes diálogos "de la calle" y actuaciones que exclaman a gritos "escuela de actuación para adolescentes en busca de papeles serios". Ah, y en vez de Kristen Bell como la omnipresente narradora de Gossip Girl, tenemos la inconfundible voz de Kiefer Sutherland recetándonos obtusos monólogos pseudo-filosóficos que tratan de dar gravedad a las pueriles vidas de los personajes. ¿Qué te pasó, Jack Bauer?

En fin... el aburrido y difuso libreto se centra en White Mike (Chase Crawford), hijo de una familia destrozada que aprovecha sus conexiones para hacer fortuna como vendedor de drogas en el exclusivo "Upper East Side" de Manhattan, repleto de estudiantes ricos y aburridos con sus perfectas vidas, que ansían el escape que ofrecen los estupefacientes. Pero durante un aciago fin de semana White Mike deberá decidir entre asociarse con un criminal para distribuir una nueva y poderosa droga llamada "twelve", o redimirse aceptando como pareja a Molly (Emma Roberts), la única adolescente medianamente normal que habita el círculo de clientes y amistades del joven "dealer". Y, por si fuera poco, Mike también deberá enfrentar la muerte de un familiar cercano, indagando sobre dicho asesinato en lugares a los que la policía no tiene acceso.

A pesar de los irritantes personajes y huecas emociones, me pareció interesante el extraño estilo narrativo de Twelve. La historia no tiene mucho punto, y honestamente nunca tuve interés alguno en la salvación o fracaso del protagonista, pero me gustó ver cómo la trama se desarrolla en la periferia de escenas vagamente conectadas, donde vemos a los fatuos personajes "sufriendo" en sus cómodas vidas... probándose ropa de moda, asistiendo a elegantes fiestas o intercambiando diálogos espectacularmente estúpidos. Lo cual me puso a pensar... ¿será Twelve una sátira? ¿Una brutal denuncia de una cultura hueca y deplorable que ha sido inexplicablemente glamorizada por los medios de comunicación obsesionados con la fama, la imagen y la superficialidad como medida absoluta de todas las personas? ¿Cuál era la pregunta?

Ah, sí. Honestamente no sé si Schumacher quiso burlarse del culto a la "elite social" o si trató de humanizarla para que viéramos que, sí, incluso ellos pueden sufrir como cualquier otra persona (¡qué sorpresa!). A fin de cuentas me inclino por darle al director el beneficio de la duda, de modo que clasificaré Twelve como un experimento fallido pero no exento de interés, aunque sospecho que no muchos espectadores apreciarán sus dudosas virtudes. En lo que respecta al sub-género "niños ricos viviendo peligrosamente" prefiero Alpha Dog y Charlie Bartlett; pero Twelve le gana estilísticamente a Havoc y Normal Adolescent Behavior. Si eso suena como una recomendación, perfecto; sin embargo creo que prefiero el sabor de la misma nociva doctrina aderezada con humor que nos ofrece Gossip Girl.

Calificación: 5