Empezó como actriz infantil pero, a diferencia de sus contemporáneas, la canadiense Sarah Polley llevó su carrera adulta por rutas más sofisticadas y artísticamente relevantes (aunque eso no le impidió tomar ocasionales excursiones por el cine hollywoodense). Sin embargo, cuando tuvo oportunidad de dirigir una película, confirmó su inclinación por el cine de arte con la deprimente y compleja obra Away From Her, donde examinó los devastadores efectos de la Enfermedad de Alzheimer. Y ahora su segundo largometraje Triste Canción de Amor (o tercero si contamos la película televisiva All I Want for Christmas), resulta igualmente melancólico, aunque esta vez dirige su atención al colapso de un matrimonio aparentemente feliz.
Los protagonistas son Margot (Michelle Williams) y Lou (Seth Rogen), un matrimonio de clase media viviendo en un modesto suburbio de Toronto. Como cualquier pareja, tienen ocasionales desavenencias, pero en general su vida es feliz y tranquila... quizás demasiado tranquila para Margot. Por eso, cuando conoce casualmente a un vecino llamado Daniel (Luke Kirby), la joven mujer no puede resistir la tentación de flirtear, revelarle secretos, e incluso considerar la posibilidad de iniciar un romance ilícito. ¿Pondrá Margot en peligro su matrimonio tan solo por satisfacer un capricho pasajero? ¿O habrá razones más profundas detrás de su potencial adulterio?
Como directora y guionista, Sarah Polley plantea perfectamente la situación, mostrándonos el gradual desgaste del amor bajo los embates de una rutina doméstica que transforma la ilusión del matrimonio en un pesado trabajo, cada vez menos satisfactorio hasta que se siente como una prisión que sofoca el espíritu. Michelle Williams realiza un excelente trabajo expresando sus sentimientos sin necesidad de palabras, dejando que su lánguida mirada y furtivos gestos nos digan todo lo que necesitamos saber sobre su conflicto interno. Está casada con un buen hombre... pero eso ya no basta para hacerla feliz. Por su parte, Seth Rogen cumple exitosamente los requerimientos de un papel dramático sin perder su natural humor y casual actitud, lo cual me pareció bastante prometedor para su carrera futura, en caso de que decida hacer cine más "serio" del que acostumbra. Ah, y hablando de comediantes en papeles serios, mención especial a Sarah Silverman (como cuñada de Margot) haciendo lo propio con inusitada convicción y audacia. Finalmente, en la tercera esquina del triángulo romántico tenemos a Luke Kirby con muchos aciertos y un par de problemas. Su interés inicial por Margot está bien manejado, así como su respuesta pasiva a los tímidos avances románticos de una mujer casada. Sin embargo, me costó trabajo creer la supuesta pasión que crece entre ambos. Por mucho flirteo y sugestivas conversaciones que compartan, nunca sentí totalmente creíble la atracción entre Margot y Daniel; para el caso, me gustó más la química que comparten los esposos, haciendo menos verosímil la posibilidad de un romance externo.
O quizás ese fue el mensaje de la directora... aún cuando la situación en casa sea ideal (o tan cerca como sea posible), tenemos el instinto innato de buscar "nuevas pasturas" aunque corramos el riesgo de perder el confort actual. Como sea, Polley consiguió notable realismo en todos los demás aspectos de la película, de modo que (con esa pequeña excepción), Triste Canción de Amor se siente como una genuina "rebanada de vida" con personajes cien por ciento humanos, diálogos simples pero significativos, y reflexiones de problemas universales contenidos en una situación íntima e individual. Mi única queja sobre la película sería la última media hora, donde aparece una sucesión de "finales" que rompen el flujo narrativo y empañan el mensaje de la directora. En varias ocasiones parece que la película está terminando, pero no... aún le faltan varios minutos de vueltas inútiles en busca de una resolución distinta a la que ya teníamos (y que funcionaba bastante bien).
Apenas ayer escribí sobre el "síndrome del autor" que aflige a cineastas tan enamorados de su película que no saben cuándo decir "basta", prolongándolas más allá de lo que la historia necesita. Triste Canción de Amor sufre claros síntomas de esta aflicción; pero lo demás es tan bueno que obliga a darle una cálida recomendación (y ni siquiera mencioné la brillante banda sonora que lamentablemente no está en venta). Habiendo dicho eso, podría señalar que Michelle Williams participó recientemente en Blue Valentine, otra película con similar argumento de colapso matrimonial, más intensa en sus emociones y más concisa en su ejecución. A pesar de esa desafortunada coincidencia, Triste Canción de Amor sigue mereciendo la oportunidad de hipnotizarnos con su drama doméstico, simple en su forma pero profundo en sus connotaciones sobre la naturaleza humana. En cuanto a Sarah Polley, seguiré esperando sus películas como directora... aunque no estaría mal verla haciendo algo más inspirador y menos deprimente. Ya tenemos bastante de eso al salir del cine.
Calificación: 8
martes, 11 de septiembre de 2012
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3 comentarios:
Hola Pablo, ¿Cuándo publicas tu crítica de Amigos? Está muy buena!
Concuerdo, no por nada fue nombrada el evento cultural del año en Francia
Anónimos: Francamente no me inspiró mucha confianza cuando se estrenó, y creo que ya salió de cartelera. Trataré de verla cuando salga en TV o DVD. Muchas gracias por la recomendación y saludos!
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