El Arte de Vivir (The Art of Getting By)

No es muy común que llegue a cines una película independiente como El Arte de Vivir. Su hábitat natural parece ser la televisión por cable o el mercado directo a DVD, donde no hace falta gastar en una gran campaña publicitaria, ni en hacer duplicados físicos para distribuir en un gran número de salas. No obstante, sin el beneficio de grandes estrellas de cine, será difícil que atraiga a un público más inclinado por invertir su fin de semana en cintas más comerciales o accesibles. Pero bueno, quien decida arriesgarse encontrará en El Arte de Vivir una buena muestra de cine "indie" enfocado en el carácter de sus personajes y en la honestidad del melodrama, totalmente exento de la exageración y distracciones que encontramos en el cine "normal" (aunque eso no significa que carezca de florituras artísticas).

La trama sigue una etapa decisiva en la vida de George Zinavoy (Freddie Highmore), un "slacker" adolescente que desde edad temprana se siente deprimido por la fugacidad de la vida, y por lo tanto considera irrelevantes todas las actividades de la vida normal, ya sea a nivel escolar o en lo que respecta a cultivar relaciones con sus semejantes. Sin embargo, los profesores no aceptan esta crisis existencial como excusa para ausentarse de clase, dejar de hacer tareas y entregar exámenes en blanco, así que el Director Martinson (Blair Underwood) amenaza con expulsarlo. Al mismo tiempo George entabla una renuente amistad con Sally Howe (Emma Roberts), estudiante popular y aplicada que de algún modo siente una conexión con el apático joven. ¿Servirá esta relación para motivar a George y sacarlo de su perpetua depresión? ¿O será otro encuentro prescindible que no tiene importancia en el gran esquema de la vida?

Sí, a fin de cuentas El Arte de Vivir es otro examen del proverbial "outsider" secretamente talentoso pero retraído, que quizás oculta un trauma personal detrás de su aparente indiferencia a la sociedad y sus costumbres. En ese aspecto no hay mucha novedad en la premisa o en el desarrollo de la historia. Sin embargo el director Gavin Weisen consigue un tono casual y placentero que evita la clásica pesadez del "cine de autor"; y si a eso añadimos las naturales actuaciones de un talentoso elenco, tenemos como resultado una película que se siente como un libro breve y ameno. No cambiará el mundo, y quizás ni siquiera lo recordaremos con precisión en un par de semanas, pero nos deja satisfechos en varios niveles y tiene buen lenguaje, tanto visual como verbal. Creo que el secreto consistió en desafiar las expectativas del melodrama adolescente (o "coming of age") y sus bien conocidos clichés. George es un tipo retraído y displicente, pero no sufre las actitudes prefabricadas del "goth" o el "emo" incomprendido. Y si bien Sally es una estudiante popular, tampoco cae en el estándar de "chica pesada" que se enamora del "chico malo"; por el contrario, su conexión con George se siente orgánica y creíble, de modo que los altibajos de la relación fluyen como consecuencia de sus conflictos internos y su torpeza social, y no por capricho del escritor/director. Y, finalmente, aprecié que tampoco hubiera "bullies" ni "jocks" en papeles de obvios villanos. Para el caso, el único enemigo de George es... el propio George.

Dentro de los aspectos negativos podría señalar el más inverosímil elemento de la premisa: la idea del slacker extremo qué ha logrado evadir durante años todo esfuerzo escolar suena bien en papel, pero no es muy realista y contradice la cínica e inflexible honestidad del protagonista. Afortunadamente los personajes tienen suficiente fuerza para sobreponerse a ese obstáculo, pero de cualquier modo se filtra en muchas escenas y expone los mecanismos del argumento, por mucho que el director y los actores se esfuercen en crear personajes, reacciones y situaciones convincentes. Hablando de lo cual, Freddie Highmore (más conocido por su etapa de actor infantil, donde ganó aplausos por su trabajo en Finding Neverland, August Rush y Charlie and the Chocolate Factory) se perfila como un sólido actor de carácter con buena presencia y considerable talento, aunque habrá que verlo en otros papeles antes de aclamarlo como "el nuevo Joseph Gordon Levitt". Emma Roberts también empezó como estrella infantil, y me alegra verla en esta nueva etapa de roles más complejos, superando con éxito el estigma de "Nickelodeon/Disney Channel"; además parece que últimamente está eligiendo mejores papeles; bien por su agente... ojalá consiga evadir la trampa de las comedias románticas. El elenco adulto también ofrece versiones creíbles de maestros (Blair Underwood, Alicia Silverstone, Jarlath Conroy) y padres (Rita Wilson, Sam Robards) que no son bufones ineptos ni tiranos inflexibles, sino personas responsables y genuinamente interesadas en el futuro bienestar de los jóvenes.

Entonces, El Arte de Vivir posee muchas cualidades y defectos del cine "indie" (¿mencioné la banda sonora compuesta de plañideras canciones folk-rock?); sin embargo logra trascender los clichés gracias a su notable ejecución, y nos ofrece una historia sincera e interesante, con buenas actuaciones y un mensaje abierto que cada quién puede interpretar a su gusto, pero a la vez suficientemente concreto para salir satisfechos del cine. Terminó la temporada de súper héroes, comedias vulgares y "blockbusters", y ahora se aproxima el fin de año con cintas "de prestigio" en busca de las nominación al Óscar; El Arte de Vivir no estará entre las nominadas, pero es una buena preámbulo de los meses "artísticos", y quizás resulte mejor que muchas otras obras con grandes estrellas y actuaciones sobre-infladas que no conseguirán el mismo delicado balance de forma y fondo. No se hubiera perdido nada viéndola en DVD, pero me alegra que tenga la oportunidad de exhibirse en cines… habrá que ver cuánta gente la aprovecha.
Calificación: 8