El Doble del Diablo (The Devil's Double)

Recuerdo vagamente haber escuchado hace muchos años el anuncio de la muerte de Uday y Qusay Hussein, hijos del odiado dictador iraquí Saddam Hussein; pero nunca tuve la curiosidad de investigar la relevancia de esos individuos. Ahora, tras haber visto El Doble del Diablo, por fin comprendí el júbilo que expresaron en aquel entonces los habitantes de Irak, así como la milicia norteamericana que aún resentía las consecuencias de la Guerra del Golfo Pérsico librada a principios de los noventas. Habiendo dicho eso, la película no se siente como una fiel adaptación histórica, sino como una ficción revisionista que me dio poca confianza, no porque dude de los hechos que muestra, sino porque su tono y estructura parecen demasiado melodramáticos y convenientes para tomarse completamente en serio.

El "diablo" que alude el título es Uday Hussein (Dominic Cooper), el hijo mayor de Saddam Hussein (Philip Quast), cuya posición en la "familia real" le da licencia para satisfacer sus vicios sin freno alguno, y abusar de cualquier persona que se rehúse a cumplir sus maliciosos caprichos. En pocas palabras, Uday es un psicópata intocable bajo el cobijo de su poderoso padre. Obviamente esta actitud le ha ganado muchos enemigos, y para protegerse decide "contratar" a un doble que se haga pasar por él en eventos públicos y situaciones de riesgo. El doble resulta ser Latif Yahia (también Cooper), un viejo amigo de Uday, y aunque inicialmente rechaza la oferta, se ve obligado a aceptar cuando su "amigo" amenaza con matar a toda su familia. Entonces, tras algunas modificaciones cosméticas, Latif empieza a compartir la vida de su decadente jefe, llena de fiestas, mujeres y drogas, en directa contradicción de las venerables tradiciones del país. ¿Logrará Latif mantener su propia identidad y valores, o terminará sumergiéndose en la depravación y excesos de la vida ajena que le tocó vivir?

El director neozelandés Lee Tamahori ha tenido algunos tropiezos en su carrera, pero su excelente trabajo en El Doble del Diablo sugiere que su talento se inclina por el cine "serio", en vez de las huecas cintas de acción que Hollywood le asignó en el pasado. Al principio mencioné que El Doble del Diablo no se siente muy honesta, pero eso no debería tomarse necesariamente como una falla; quizás no sea muy creíble como documento histórico (¿qué película lo es?), pero como thriller político funciona bastante bien gracias a su sólida estructura, un libreto bien armado y actuaciones de alto calibre que sin duda merecen la atención de premios internacionales. En el doble papel de Uday/Latif, Dominic Cooper derrocha carisma y logra definir perfectamente cada personaje, de modo que siempre sabemos si estamos viendo al inestable hijo de un dictador, o al ex-soldado atrapado en una situación deplorable. De otro modo no podríamos apreciar el constante conflicto que moldea su actuación, tratando de conciliar sus valores personales con su sentido del deber... y la supervivencia de su familia. Ludivine Sagnier tiene el ingrato papel de Sarrab, una de las muchas mujeres que Uday usa como juguetes sexuales, aunque por alguna razón no la ha abandonado (o mandado asesinar). Además de añadir un poco de "romance prohibido", su principal función narrativa es mantener una conexión entre Latif y el "mundo real"; y si bien entiendo su utilidad para la mecánica del libreto, ese fue el personaje que sentí más forzado, no porque Sagnier actúe mal (todo lo contrario), sino porque Tamahori la usa como "mcguffin" para justificar el melodrama de la segunda mitad de la película.

También merecen aplauso las impresionante locaciones, ambientación y diseño de producción, que contrastan de manera elocuente la vida en los palacios y las condiciones de los ciudadanos normales, tratando de seguir sus modestas rutinas mientras sus líderes abusan del poder y los llevan a la guerra por causas cuestionables (mmh... suena familiar). La cinematografía de Sam McCurdy nos abruma intencionalmente con tonos cálidos y dorados (no tanto como el póster, pero casi) que capturan la opulencia de la realeza y su excesivo estilo de vida; y, claro, no pueden faltar las obligatorias escenas reales de la Guerra del Golfo para enfatizar todavía más la separación entre gobernantes y gobernados. A fin de cuentas El Doble del Diablo me pareció una buena película y puedo recomendarla con confianza, aunque con la advertencia de que no será muy agradable pasar dos horas en compañía de un odioso psicópata fuera de control que abusa de su posición sin la menor vergüenza o remordimiento. Sigo teniendo dudas sobre el final, y creo que pudieron recortarse unos veinte minutos de escenas redundantes (¿cuántas veces tenemos que ver a Uday gritando y blandiendo su pistola para que quede claro que está loco?); pero me mantuvo generalmente interesado y ofreció nuevo contexto a la “primera guerra televisada“, que ahora comprendo mejor. En resumen podría decir que no creí la realidad textual de la cinta, pero sí su veracidad temática, y eso es lo que más podemos aspirar en el cine.
Calificación: 8