viernes, 3 de febrero de 2012

Los Descendientes (The Descendants)



No sé si sea porque ya vi demasiadas películas "indie" sobre gente normal tratando de superar tragedias familiares, pero el caso es que me tomó mucho tiempo "sumergirme" en la trama de Los Descendientes. Sin duda está muy bien actuada, bien dirigida, y su libreto ofrece profundas reflexiones sobre el matrimonio, la responsabilidad paterna y, bueno, hasta la misma naturaleza humana. Sin embargo creo que ya me volví parcialmente inmune a este tipo de historias, así que necesito algo más, algo que rebase el típico melodrama familiar para sentir que la cinta trascendió este común nicho cinematográfico.

El título de Los Descendientes se refiere a la familia King, propietarios conjuntos de una gran extensión de terreno en Hawai, heredada de la última reina nativa de las islas. Ahora, por orden gubernamental, la propiedad debe fragmentarse, pero ninguno de los primos está de acuerdo sobre a quién deben vendérsela, lo cual es motivo de gran presión para Matthew King (George Clooney), el administrador del fideicomiso familiar. Sin embargo en este momento su preocupación principal es su esposa Elizabeth (Patricia Hastie), quien está en coma tras un accidente marítimo, dejando a Matthew solo con sus dos hijas Scottie (Amara Miller) y Alex (Shailene Woodley), de diez y diecisiete años, respectivamente, con quienes tiene grandes problemas para comunicarse, pues siente que están escapando de su control paterno. Y, para empeorar las cosas, la revelación de ciertos secretos familiares sacuden la percepción que el hombre tenía de su matrimonio, obligándolo a replantear su vida y la relación con sus hijas.

El director Alexander Payne maneja a la perfección este tipo de tragicomedias centradas en situaciones bizarras, al mismo tiempo prosaicas e inusuales, que se fundamentan en las inesperadas reacciones de sus personajes. Gracias a esa ingeniosa estrategia narrativa, Los Descendientes transcurre de manera impredecible, añadiendo súbito humor a momentos tristes, y sorprendiéndonos con sutil melancolía en escenas ligeras. La combinación es muy dichosa, y me pareció mejor balanceada (y menos forzada) que en las previas cintas de este director. Además, el libreto (basado en una novela de Kaui Hart Hemmings) conserva esa cualidad literaria que lo separa de las clásicas fórmulas hollywoodenses, pero sin robar la estructura ágil y satisfactoria de una buena película.

En cuanto al talento frente a las cámaras, George Clooney asombra de nuevo con su rango de actuación, dejando atrás la imagen de "estrella de cine" para encarnar a un hombre común absolutamente creíble, abrumado por las circunstancias pero suficientemente sensato para superarlas... o al menos para intentarlo. También merecen mención sus "hijas" Amara Miller (en un impresionante debut) y Shailene Woodley (quien aparentemente lleva varias temporadas en la serie televisiva The Secret Life of the American Teenager, aunque yo solo la conocía como la primera "mini-Cooper" en The O.C.), cuya perfecta química expresa a la perfección la clásica dinámica de cariño y exasperación entre hermanas. Y, claro, Payne siempre se preocupa por llenar los papeles secundarios con excelentes actores de carácter que colectivamente elevan el nivel de la película, e individualmente gozan de fascinantes escenas para lucimiento de su talento específico. Entre los más notables están Robert Forster como el adusto suegro del protagonista, cuya aspereza superficial es un obvio disfraz de la incertidumbre que siente por el coma de su hija; la genial Judy Greer en uno de esos raros papeles que realmente aprovechan su talento dramático (luego de tantos roles desechables como "mejor amiga" en mediocres comedias románticas); y, desde luego, Sasquatc-- perdón, Beau Bridges como uno de los primos más campechanos, lo cual ya es decir bastante en el súper casual entorno hawaiano.

Hablando de lo cual, me gustó mucho que la historia nos lleve a esas islas, pues además de ofrecer algunos impresionantes paisajes (a la par de imágenes urbanas muy distantes del "glamour" del paraíso turístico), Payne se esfuerza por capturar un estilo de vida fundamentalmente distinto, donde todo parece tan casual y desenfadado que hasta los más importantes negocios pueden conducirse estando descalzo y con camisa floreada. Por frívolo que sea, creo que ese fue el elemento que terminó cautivándome, y logró que Los Descendientes fuera algo más (mucho más) que otra cinta independiente sobre una familia que intenta sobrevivir una, o varias, crisis existenciales. Por otro lado, es probable que no todas las personas toleren el ambiguo tono de la cinta, que a veces parece comedia sin muchas risas, mientras que en otras ocasiones es un intenso drama salpicado de humor tan mórbido que bordea en lo ofensivo. Pero bueno, en lo personal terminé disfrutándola bastante (de hecho más de lo que esperaba), y sin duda puedo recomendarla para quien aprecie el cine difícil de clasificar pero fácil de asimilar por sus abundantes atributos técnicos y artísticos. Finalmente, como punto de comparación, diré que Los Descendientes es mi película favorita de Alexander Payne, con personajes más entrañables que Sideways, comedia más irreverente que Election, y un tono emocional mucho más accesible que About Schmidt. O quizás fue tan solo la banda sonora de música tradicional hawaiana, que me infectó con el encanto mágico de las islas...
Calificación: 9


2 comentarios:

Juan Manuel Barrera dijo...

Que pedante!!

Pablo del Moral dijo...

Juan Manuel Barrera: Gracias por compartirlo. Me temo que no eres el primero que opina así. Saludos!