A juzgar por las pistas históricas (la catástrofe de Three Mile Island, My Sharona, Don't Bring Me Down), Super 8 se desarrolla en el año 1979, y se ubica en un pequeño pueblo del estado de Ohio (terruño de Spielberg, nada menos), donde encontramos a un grupo de amigos que planean pasar sus vacaciones de verano filmando una película de zombies (en formato Super 8, desde luego) para participar en un concurso de cine amateur. El director de la película es el tenaz Charles (Riley Griffiths), siempre en busca de "valores de producción" para adornar su película. Su mejor amigo es Joe (Joel Courtney), especialista en maquillaje y efectos especiales, quien se siente distanciado de su padre Jackson (Kyle Chandler) tras una reciente tragedia familiar. También están en el equipo Cary (Ryan Lee), el inmaduro experto en fuegos artificiales, y Alice (Elle Fanning), la atractiva niña de quien Joe está enamorándose a pesar de las diferencias que hay entre sus respectivos padres.
Una noche, filmando una escena cerca de una estación ferroviaria, los niños presencian el aparatoso descarrilamiento de un tren militar, causado intencionalmente por uno de sus profesores, quien les aconseja no decir nada del asunto para no poner en peligro a sus familias. Los niños acceden, pero es imposible ignorar la situación cuando los habitantes del pueblo empiezan a notar extraños fenómenos, como el robo de implementos eléctricos, desapariciones inexplicables de personas... y una creciente presencia de soldados que buscan frenéticamente algo... algo que quizás escapó del tren después del accidente. El padre de Joe trata de encontrar respuestas para tranquilizar a la población, sin darse cuenta de que los niños están mejor enterados de todo porque filmaron accidentalmente el descarrilamiento… y ahora se preparan para enfrentar al extraño pasajero.
Si nos pusiéramos a analizar Super 8 escena por escena, encontraríamos un alarmante número de paralelos con cintas como The Goonies, Poltergeist, Close Encounters of the Third Kind, Explorers, y sobre todo E.T. (¿acaso vi una bicicleta voladora?) El tema podrá ser superficialmente distinto, pero los personajes, atmósfera y el tono mismo de la película emulan perfectamente el "estilo Spielberg" de los setentas y ochentas, cuando sus películas (ya fuera como director o productor) cambiaron literalmente el rostro del cine popular. Hasta los niños actores de Super 8 poseen esa clásica química que nos hace aceptar su larga amistad y afines personalidades... aunque, como cualquier grupo de amigos, ocasionalmente tengan disputas juveniles. Los adultos poseen similar profundidad y realismo; afortunadamente no son los dinosaurios idiotas y ausentes de John Hughes, sino personas reales con vidas complicadas, que hasta cierto punto explican la poca atención que ponen a sus hijos.
El talento del elenco es indiscutible, destacando particularmente Joel Courtney como el protagonista que apenas reconstruye su vida tras perder trágicamente a su madre; Ryan Lee es el entusiasta niño obsesionado con fuego y explosiones (admito que me sentí particularmente identificado con él); y Elle Fanning no podría ser más natural como la niña que provoca tensión entre los amigos cuando se integra al equipo de filmación. Entre el trabajo de Fanning en esta cinta y la reciente Somewhere, empieza a revelarse una actriz aún mejor que su hermana; de hecho, en Super 8 tiene una escena de "actuación dentro de la actuación" tan buena que me recordó la de Naomi Watts en Mulholland Dr. (no estoy bromeando). Finalmente, Kyle Chandler es al mismo tiempo benévolo y estricto en el papel del arquetípico "policía de pueblo pequeño", más inteligente de lo que aparenta, y tan persistente en su búsqueda de la verdad que será inevitable su conflicto con los arrogantes militares.
Por el lado negativo, la trama tiende a flaquear en algunos puntos importantes. Abrams maneja muy bien el drama y el creciente suspenso, pero en muchas ocasiones se ve obligado a violar la lógica interna de la historia, o a forzar situaciones demasiado convenientes para llevarnos hasta el satisfactorio y espectacular final. En general tiene muchas buenas ideas individuales; el problema es que no siempre consigue integrarlas orgánicamente a la narrativa, y ahí es cuando rompe la "magia" de su película. ¿O habrá sido parte del homenaje a Spielberg? Será mejor dejar esa pregunta para los estudiosos del cine ochentero. Por lo pronto, Super 8 es una "cinta de verano" muy recomendable, no solo por su atmósfera nostálgica, sino por el genuino talento que existe en todos los niveles de su producción. En mi humilde opinión J.J. Abrams confirma su habilidad como director, aunque ojalá en el futuro nos sorprenda con un proyecto que no sea secuela, re-invención u homenaje, sino algo que manifieste su genuina imaginación. Estimo que esa será su prueba de fuego.
Calificación: Super 8.5