Para justificar su inclusión en este blog podríamos llamarle una película directa a DVD, pero en verdad Caprica es simplemente el programa piloto de una nueva serie de televisión que funcionará como precuela de Battlestar Galactica, mostrando los eventos (cincuenta años en el pasado) previos a la invasión de cylons sobre las 12 Colonias que causó la diáspora de la humanidad, obligada a vagar por el universo en busca de un nuevo planeta para colonizar. Quienes hayan sido fieles seguidores de esa serie (como yo), conocerán por anticipado el eventual destino de esos sobrevivientes, y pensé que ese hecho disminuiría el impacto emocional o el suspenso en esta precuela; pero el excelente guión de Ronald D. Moore nos sumerge de inmediato en un fascinante mundo suficientemente parecido a la Tierra contemporánea para hacerlo de inmediato accesible, pero con marcadas diferencias para capturar la imaginación del espectador y al mismo tiempo especular sobre el futuro de la tecnología y su impacto sobre la humanidad.
Un breve marco histórico para quien no entendió nada del párrafo anterior: La venerable serie Battlestar Galactica debutó en el año 1978 como una hueca e inocente fantasía espacial inspirada por el éxito de Star Wars, cuya premisa (tenuemente basada en las teorías "exo-arqueológicas" de Erich Von Daniken) comenzó con una invasión de "cylons" (robots extraterrestres) sobre los doce planetas habitados por seres humanos. El ataque resultó en la casi total extinción de la humanidad, y los pocos sobrevivientes se vieron obligados a abandonar sus respectivos planetas a bordo de una improvisada flotilla de naves espaciales. Entonces, bajo la protección de Battlestar Galactica (la única nave militar que escapó la destrucción), los últimos fragmentos de la raza humana vagan por el universo en busca de la legendaria decimotercera colonia, también conocida como... la Tierra.
La serie tuvo moderado éxito, pero fue cancelada después de veinticuatro episodios (me abstendré de mencionar la abominación de Galactica 1980). Veinticinco años después, el productor Ronald D. Moore (veterano de Star Trek: The Next Generation y Star Trek: Deep Space Nine, dos de mis programas favoritos) propuso al canal Sci Fi una "re-invención" de Battlestar Galactica. En su momento la idea me pareció absolutamente ridícula (opinión compartida por mucha gente), pero cuando finalmente debutó en el 2003, sorprendió a todos con su intenso drama, fascinantes personajes y creativa mitología. En pocos meses la serie fue aclamada como uno de los mejores dramas televisivos, y su reciente conclusión cerró con broche de oro (en mi humilde opinión) cuatro temporadas de excepcional televisión.
Meses antes de tal conclusión se empezó a rumorar la creación de la serie Caprica, más eficiente en costos de producción por estar ubicada en un planeta similar a la Tierra (traducción: filmada en Canadá), pero conducida por el mismo equipo de sobresalientes productores y escritores. Y ahora, probando la viabilidad comercial del proyecto y buscando generar expectativa entre los fans, NBC Universal (dueña del Sci Fi Channel) lanzó el primer episodio en DVD, sembrando las semillas de lo que probablemente será una serie tan detallada y pulida como su predecesora.
En el re-inventado universo de Battlestar Galactica no hay aliens ni monstruos extraterrestres. Los Cylons son robots creados por la humanidad misma, que en algún momento adquirieron conciencia y voluntad independiente, rebelándose contra sus creadores y escapando hacia el espacio. Durante décadas nada se supo de ellos... hasta su eventual y violento regreso a las Colonias en el primer episodio de Battlestar Galactica. Ahora, Caprica nos muestra la creación de esos cylons, y se centra en nuevos personajes (con algunos viejos conocidos) de algún modo envueltos en ese importante evento. Para empezar, tenemos al genio tecnológico Daniel Greystone (Eric Stoltz), cuya inmensa fortuna proviene de sus creaciones robóticas... aunque están limitadas por la ausencia de una genuina inteligencia artificial que las haga heurísticas y autónomas. Lo que Daniel no sabe es que su rebelde hija Zoe (Alessandra Toreson) está sumergida en la sórdida sub-cultura de la realidad virtual, y está construyendo secretamente una réplica digital de sí misma, que podría darle a Greystone la clave para dotar de inteligencia a sus robots militares. Al mismo tiempo seguimos al corrupto abogado Joseph Adama (Esai Morales), cuyo dolor por la pérdida de su esposa e hija lo hacen mezclarse en ciertos asuntos ilegales que oblicuamente contribuirán a la causa de Greystone. Y al mismo tiempo vemos cómo una orden religiosa politeísta oculta un núcleo de peligrosos radicales que creen en un único dios, cuya absoluta voluntad define el bien y el mal...
Suena vago, pero estoy seguro de que Moore sabe lo que está haciendo. La premisa es muy distinta a la de Battlestar Galactica, y quizás decepcione a quienes esperaban otro banquete de violencia, efectos especiales y ópera espacial (aunque hay sorpresivo contenido sexual, que probablemente será editado para su transmisión por televisión). Sin embargo, me permito recordar que el plato fuerte de la serie anterior fue el drama humano, y en Caprica se establecen firmes cimientos listos para sostener otra titánica estructura de causas y consecuencias, emociones y conflicto, tecnología y espiritualidad. En resumen, espero con ansia el comienzo de esta nueva serie, cuya primera labor será cumplir las elevadas expectativas que este primer episodio genera. Las actuaciones son perfectas; el diseño del mundo es fascinante; y su potencial es casi infinito. Esperemos que Ronald D. Moore y su equipo vuelvan a lograr lo imposible; por lo que he visto en Caprica, confío en que así será.
Calificación: 9
jueves, 30 de abril de 2009
martes, 28 de abril de 2009
Igor (Igor)
Un personaje menospreciado tiene sueños de superación, pero sólo recibe burlas de quienes lo rodean. Sin embargo, gracias a su dedicación gana confianza en sí mismo y triunfa sobre la adversidad... y sobre sus propias inseguridades.
¿Suena familiar? Esa frase podría describir un gran número de películas animadas realizadas en la última década, desde las buenas (como A Bug's Life y Finding Nemo) hasta las horribles (como Bee Movie y Doogal). Igor nos demuestra su falta de creatividad suscribiéndose a la misma fórmula para castigarnos con noventa minutos de plano humor, rebuscado diseño, y genéricas secuencias de acción que sólo dejarán satisfechos a los menos exigentes niños que hayan olvidado todas las demás películas familiares que han visto recientemente. No es el nicho ideal de espectadores, pero tampoco quiero juzgarlos.
Bueno, al punto para terminar rápido: Igor se desarrolla en un excéntrico país llamado Malaria, cuya población parece constar exclusivamente de científicos locos y sus “igores”, una oprimida raza (¿casta?) de esclavos desechables que aceptan sin protestar las vejaciones que el destino les depara. La excepción es el epónimo Igor (voz de John Cusack), un creativo asistente que es obviamente más inteligente que su inepto amo, el Dr. Glickenstein (voz de John Cleese); y cuando éste fallece en un fallido experimento, Igor decide tomar su lugar en el concurso de inventos malignos, que consagra a su ganador como el más malvado y genial inventor. Para participar, Igor decide hacer lo que nadie ha logrado: crear vida autónoma. El resultado de su experimento es una tosca mujer llamada Eva; el problema es que resulta ser simpática y amistosa en vez de temible y destructiva. Entonces Igor debe convencerla de que se vuelva mala, y en el proceso descubre cosas nuevas sobre sí mismo... y sobre la política de Malaria, que oculta algo terrible a sus habitantes.
Así como Monsters Vs. Aliens añadió simpáticas referencias a obras clásicas de ciencia ficción, ahora Igor trata de hacer lo mismo con el género de terror, pero con menor ingenio y nula gracia. En resumen, otra elaborada obra animada que desperdicia el esfuerzo de decenas de artistas en una historia blanda e insípida, con apenas unos atisbos de irreverencia que no logran mantenerla a flote.
Lo único que encontré redimible en la película es el personaje de Scamper. Así como Ice Age tuvo a la ardilla, y Madagascar usó a los pingüinos, Igor cuenta con el valioso apoyo de Scamper, una extraña criatura cuya inmortalidad le ha dado una hilarante veta de cinismo que derrama en cada uno de sus incisivos diálogos, considerablemente mejorados por el excelente trabajo vocal de Steve Buscemi. Su personaje tiene una participación bastante limitada, pero en esos breves momentos la película cobra vida y por algunos segundos parece que estamos viendo algo mejor. Por supuesto la ilusión termina casi de inmediato, cuando invariablemente regresamos al insulso arco dramático de Igor y su mujer gigante.
No me cuento entre ellos, pero sé que muchas personas disculpan hasta los más torpes guiones cuando hay imágenes suficientemente espectaculares para sostener la atención. ¡Mala suerte también para ellos! Igor no aspira al extraordinario realismo de Wall-E, ni al exuberante mundo caricaturizado de Kung Fu Panda. La animación es adecuada, los colores son llamativos y el diseño de personajes excesivo pero carente de personalidad. Hay un par de buenos momentos que me sorprendieron por llegar más lejos de lo que esperaba en una película para niños (como el gracioso efecto de una tarjeta de felicitación), pero el resto es tan tímido y genérico que sólo provocó bostezos.
Tal vez Igor sea mejor que las mencionadas Doogal y Bee Movie, pero eso no basta para ganar una recomendación, y creo que habrá que añadirla al creciente montón de películas animadas que se realizaron sólo por el decreciente costo de la tecnología que las hace posibles, y no porque el director haya tenido algo interesante que decir. Estoy seguro de que no será la última que caiga en ese error, y lo mejor que puedo decir a su favor es que habrá peores. ¡Bien hecho! ¡Evitó ser la peor!
Calificación: 4
¿Suena familiar? Esa frase podría describir un gran número de películas animadas realizadas en la última década, desde las buenas (como A Bug's Life y Finding Nemo) hasta las horribles (como Bee Movie y Doogal). Igor nos demuestra su falta de creatividad suscribiéndose a la misma fórmula para castigarnos con noventa minutos de plano humor, rebuscado diseño, y genéricas secuencias de acción que sólo dejarán satisfechos a los menos exigentes niños que hayan olvidado todas las demás películas familiares que han visto recientemente. No es el nicho ideal de espectadores, pero tampoco quiero juzgarlos.
Bueno, al punto para terminar rápido: Igor se desarrolla en un excéntrico país llamado Malaria, cuya población parece constar exclusivamente de científicos locos y sus “igores”, una oprimida raza (¿casta?) de esclavos desechables que aceptan sin protestar las vejaciones que el destino les depara. La excepción es el epónimo Igor (voz de John Cusack), un creativo asistente que es obviamente más inteligente que su inepto amo, el Dr. Glickenstein (voz de John Cleese); y cuando éste fallece en un fallido experimento, Igor decide tomar su lugar en el concurso de inventos malignos, que consagra a su ganador como el más malvado y genial inventor. Para participar, Igor decide hacer lo que nadie ha logrado: crear vida autónoma. El resultado de su experimento es una tosca mujer llamada Eva; el problema es que resulta ser simpática y amistosa en vez de temible y destructiva. Entonces Igor debe convencerla de que se vuelva mala, y en el proceso descubre cosas nuevas sobre sí mismo... y sobre la política de Malaria, que oculta algo terrible a sus habitantes.
Así como Monsters Vs. Aliens añadió simpáticas referencias a obras clásicas de ciencia ficción, ahora Igor trata de hacer lo mismo con el género de terror, pero con menor ingenio y nula gracia. En resumen, otra elaborada obra animada que desperdicia el esfuerzo de decenas de artistas en una historia blanda e insípida, con apenas unos atisbos de irreverencia que no logran mantenerla a flote.
Lo único que encontré redimible en la película es el personaje de Scamper. Así como Ice Age tuvo a la ardilla, y Madagascar usó a los pingüinos, Igor cuenta con el valioso apoyo de Scamper, una extraña criatura cuya inmortalidad le ha dado una hilarante veta de cinismo que derrama en cada uno de sus incisivos diálogos, considerablemente mejorados por el excelente trabajo vocal de Steve Buscemi. Su personaje tiene una participación bastante limitada, pero en esos breves momentos la película cobra vida y por algunos segundos parece que estamos viendo algo mejor. Por supuesto la ilusión termina casi de inmediato, cuando invariablemente regresamos al insulso arco dramático de Igor y su mujer gigante.
No me cuento entre ellos, pero sé que muchas personas disculpan hasta los más torpes guiones cuando hay imágenes suficientemente espectaculares para sostener la atención. ¡Mala suerte también para ellos! Igor no aspira al extraordinario realismo de Wall-E, ni al exuberante mundo caricaturizado de Kung Fu Panda. La animación es adecuada, los colores son llamativos y el diseño de personajes excesivo pero carente de personalidad. Hay un par de buenos momentos que me sorprendieron por llegar más lejos de lo que esperaba en una película para niños (como el gracioso efecto de una tarjeta de felicitación), pero el resto es tan tímido y genérico que sólo provocó bostezos.
Tal vez Igor sea mejor que las mencionadas Doogal y Bee Movie, pero eso no basta para ganar una recomendación, y creo que habrá que añadirla al creciente montón de películas animadas que se realizaron sólo por el decreciente costo de la tecnología que las hace posibles, y no porque el director haya tenido algo interesante que decir. Estoy seguro de que no será la última que caiga en ese error, y lo mejor que puedo decir a su favor es que habrá peores. ¡Bien hecho! ¡Evitó ser la peor!
Calificación: 4
lunes, 27 de abril de 2009
Experimento Mortal (Crazy Eights)
Curioso... otra película de la serie After Dark Horrorfest que se estrena en México después de estar disponible en DVD desde hace más de un año. Sólida estrategia, amigos distribuidores.
En fin, a pesar de su interesante elenco, Experimento Mortal es una de tantas películas de terror ubicadas en un decrépito edificio con un siniestro pasado, en el que están atrapados varios personajes en peligro de morir a manos de una misteriosa presencia asesina. Nada nuevo y, como puede esperarse, nada suficientemente ingenioso para recomendarla.
Esta vez el edificio es un antiguo hospital abandonado, al que llegan seis adultos jóvenes tras descubrir un mapa entre las pertenencias de un mutuo amigo que falleció recientemente. Entonces, tras las obligatorias discusiones y conflictos que tienen entre sí, cada uno de ellos empieza a descubrir recuerdos suprimidos de la infancia que compartieron en ese lúgubre lugar. Y, claro, no pueden faltar las misteriosas visiones de un asesino sobrenatural que los acecha en los oscuros corredores y frías habitaciones, matándolos uno a uno por alguna razón que los sobrevivientes deberán descubrir si desean salir con vida.
Francamente no encuentro mucho que comentar sobre esta Experimento Mortal. La cruda cinematografía traiciona su bajo presupuesto, aunque la dirección de James K. Jones aprovecha la locación principal (el inmundo hospital abandonado), orquestando un par de tenebrosas secuencias con buen impacto individual, aunque pobre significado en la narrativa total. Y debo admitir que hizo una buena inversión en su elenco, integrado por actores y actrices de mediana reputación en el género de terror. Así tenemos, entre otros, a Dina Meyer (Saw, Starship Troopers), George Newbern (Doppelganger, Perversions of Science), Traci Lords (Not of This Earth, Virtuosity), Frank Whaley (Vacancy, Little Monsters) y Gabrielle Anwar (The Marsh, Body Snatchers). Si a alguien se le hace atractiva esa combinación, quizás disfrute marginalmente esta película; pero quien desconozca esos nombres, será mejor que busque alguna otra cinta de similar argumento pero mayor atractivo (desde la clásica Alien hasta la inmensamente superior The Haunting - versión de 1963, por favor).
Encontré interesante la adición de científicos locos y experimentos prohibidos a lo que es un simple refrito de la casa embrujada; ojala hubieran llevado más lejos ese aspecto del libreto, en vez de desperdiciarlo en confusos flashbacks de dudosa consistencia y mínima relevancia. Peor aún, el final (obligatoriamente ambiguo) parece tener cierta pretensión psicológica que explica lo que hemos visto. Sin embargo es difícil asegurarlo, pues hay demasiadas inconsistencias y huecos en la trama, de modo que la críptica conclusión se siente más como una apresurada excusa para atar cabos sueltos (o, mejor dicho, para justificar que se queden en el aire) o como una débil estrategia para ocultar la pereza narrativa tras un barniz de falsa profundidad. Como sea, no fue ni lógico ni satisfactorio.
Cuando vi Experimento Mortal fue en DVD, y frecuentemente sentí el llamado del botón fast forward; no puedo imaginar verla en el cine, sin esa bendición tecnológica a mi alcance. Pero quien decida arriesgarse (y pase por alto el confuso argumento) quizás pase un rato de mediocre entretenimiento respaldado por buenos actores, una tenebrosa locación y dirección ocasionalmente interesante. No recomiendo tal experiencia, pero tampoco compadezco a quien decida tenerla. Después de todo lo que no mata fortalece, y esa es una lección indispensable para los estudiosos del mal cine.
Calificación: 5
En fin, a pesar de su interesante elenco, Experimento Mortal es una de tantas películas de terror ubicadas en un decrépito edificio con un siniestro pasado, en el que están atrapados varios personajes en peligro de morir a manos de una misteriosa presencia asesina. Nada nuevo y, como puede esperarse, nada suficientemente ingenioso para recomendarla.
Esta vez el edificio es un antiguo hospital abandonado, al que llegan seis adultos jóvenes tras descubrir un mapa entre las pertenencias de un mutuo amigo que falleció recientemente. Entonces, tras las obligatorias discusiones y conflictos que tienen entre sí, cada uno de ellos empieza a descubrir recuerdos suprimidos de la infancia que compartieron en ese lúgubre lugar. Y, claro, no pueden faltar las misteriosas visiones de un asesino sobrenatural que los acecha en los oscuros corredores y frías habitaciones, matándolos uno a uno por alguna razón que los sobrevivientes deberán descubrir si desean salir con vida.
Francamente no encuentro mucho que comentar sobre esta Experimento Mortal. La cruda cinematografía traiciona su bajo presupuesto, aunque la dirección de James K. Jones aprovecha la locación principal (el inmundo hospital abandonado), orquestando un par de tenebrosas secuencias con buen impacto individual, aunque pobre significado en la narrativa total. Y debo admitir que hizo una buena inversión en su elenco, integrado por actores y actrices de mediana reputación en el género de terror. Así tenemos, entre otros, a Dina Meyer (Saw, Starship Troopers), George Newbern (Doppelganger, Perversions of Science), Traci Lords (Not of This Earth, Virtuosity), Frank Whaley (Vacancy, Little Monsters) y Gabrielle Anwar (The Marsh, Body Snatchers). Si a alguien se le hace atractiva esa combinación, quizás disfrute marginalmente esta película; pero quien desconozca esos nombres, será mejor que busque alguna otra cinta de similar argumento pero mayor atractivo (desde la clásica Alien hasta la inmensamente superior The Haunting - versión de 1963, por favor).
Encontré interesante la adición de científicos locos y experimentos prohibidos a lo que es un simple refrito de la casa embrujada; ojala hubieran llevado más lejos ese aspecto del libreto, en vez de desperdiciarlo en confusos flashbacks de dudosa consistencia y mínima relevancia. Peor aún, el final (obligatoriamente ambiguo) parece tener cierta pretensión psicológica que explica lo que hemos visto. Sin embargo es difícil asegurarlo, pues hay demasiadas inconsistencias y huecos en la trama, de modo que la críptica conclusión se siente más como una apresurada excusa para atar cabos sueltos (o, mejor dicho, para justificar que se queden en el aire) o como una débil estrategia para ocultar la pereza narrativa tras un barniz de falsa profundidad. Como sea, no fue ni lógico ni satisfactorio.
Cuando vi Experimento Mortal fue en DVD, y frecuentemente sentí el llamado del botón fast forward; no puedo imaginar verla en el cine, sin esa bendición tecnológica a mi alcance. Pero quien decida arriesgarse (y pase por alto el confuso argumento) quizás pase un rato de mediocre entretenimiento respaldado por buenos actores, una tenebrosa locación y dirección ocasionalmente interesante. No recomiendo tal experiencia, pero tampoco compadezco a quien decida tenerla. Después de todo lo que no mata fortalece, y esa es una lección indispensable para los estudiosos del mal cine.
Calificación: 5
domingo, 26 de abril de 2009
Los Niños de China (The Children of Huang Shi)
Tengo que admitir que la única razón por la que fui a ver Los Niños de China fue por la presencia de Michelle Yeoh y Chow Yun-Fat, dos leyendas del cine asiático cuyo trabajo he disfrutado inmensamente en muchas películas de acción y artes marciales. Claro, sabía por anticipado que no vería a Yun-Fat deslizándose por el barandal de una escalera con una pistola en cada mano, matando mafiosos a diestra y siniestra; y que tampoco vería a Yeoh girando por el aire con exquisita gracia antes de atestar un tremendo golpe al opresor de un humilde pueblo, o algo así. El problema fue que incluso con esas bajas expectativas me decepcionó esta aparatosa y manipuladora película.
Inspirada por una historia real (¿cuántas veces se ha usado esa frase para validar un libreto plano, predecible y repleto de clichés?), la cinta sigue las experiencias de George Hogg (Jonathan Rhys Meyers), periodista inglés que se infiltra en la prohibida región china de Nanjing durante la ocupación japonesa en 1937. Su intención inicial era comunicar al mundo las atrocidades cometidas por las tropas japonesas sobre los humildes campesinos chinos, pero eventualmente encuentra nueva motivación cuando descubre un pueblo lleno de niños que han quedado huérfanos a causa de la guerra. Entonces, con la ayuda de una enfermera australiana (Radha Mitchell), un miembro de la resistencia china (Chow Yun-Fat) y una aristócrata (Michelle Yeoh), Hogg trata de mejorar la calidad de vida de los niños, y quizás ofrecerles un poco de esperanza en una terrible situación que parece no tener salida.
El director canadiense Roger Spottiswoode tiene amplia experiencia realizando dramas bélicos (Hiroshima, Air America, Under Fire), y consigue crear excelente atmósfera y brutales secuencias de acción (incluyendo algunos memorables bombardeos aéreos) con el mediano presupuesto de la película. Desafortunadamente también cae una y otra vez en los más básicos y previsibles clichés de este tipo de películas: el estoico héroe occidental ayudando a los "primitivos" asiáticos; la guapa enfermera de dura actitud pero secretamente vulnerable; la inocencia de los niños trascendiendo el horror de la guerra...
Que quede claro: la historia que cuenta la película es importante y merece recordarse para honrar la memoria de los caídos durante ese oscuro período en la historia, y para servir como recordatorio para las presentes y futuras generaciones (aunque, honestamente ¿cuándo ha servido eso de algo?). Mi crítica es contra la película y su anquilosada estructura, y no contra su noble intención (aunque le estoy dando el beneficio de la duda).
No es difícil imaginar esta película realizada en los años cincuentas, con Spencer Tracy y quizás Bette Davis en los papeles principales, pero con Francia en vez de Japón como el país oprimido. Sin embargo esa añeja sensibilidad no envejece con mucha gracia, y ahora, en el siglo veintiuno, la pretensión de ubicar al héroe inglés imponiendo sus valores sobre los “inferiores” extranjeros bordea en el más condescendiente racismo. O, expresado de otra manera... ¿Se hubiera filmado la película si el héroe no hubiera sido un atractivo actor inglés con buenas expectativas comerciales? Usualmente espero ese tipo de hipocresía en el cine de Hollywood, pero obviamente las producciones internacionales no están exentas de caer en la misma tentación.
Pero bueno, a pesar de todas mis quejas no puedo negar que la película está bien hecha, los actores cubren decentemente los requerimientos del perezoso libreto y, como dije, Spotiswoode sabe cómo orquestar emocionantes secuencias bélicas. En manos de un director más visionario (como un joven Oliver Stone o Terrence Malick) esta misma historia hubiera podido contarse con mayor balance narrativo o integridad artística (aunque estoy seguro de que incluso así encontraría nuevas cosas para quejarme). Supongo que puedo recomendarla porque difunde un válido mensaje, y por la agradecida presencia de los mencionados Chow Yun-Fat y Michelle Yeoh. Pero pudo ser mejor, y es difícil ignorar el potencial desperdiciado por su pobre ambición dramática. Creo que hubiera preferido ver un documental sobre ese pasaje de la historia... pero en su defecto Los Niños de China resulta un adecuado reemplazo.
Calificación: 7
Inspirada por una historia real (¿cuántas veces se ha usado esa frase para validar un libreto plano, predecible y repleto de clichés?), la cinta sigue las experiencias de George Hogg (Jonathan Rhys Meyers), periodista inglés que se infiltra en la prohibida región china de Nanjing durante la ocupación japonesa en 1937. Su intención inicial era comunicar al mundo las atrocidades cometidas por las tropas japonesas sobre los humildes campesinos chinos, pero eventualmente encuentra nueva motivación cuando descubre un pueblo lleno de niños que han quedado huérfanos a causa de la guerra. Entonces, con la ayuda de una enfermera australiana (Radha Mitchell), un miembro de la resistencia china (Chow Yun-Fat) y una aristócrata (Michelle Yeoh), Hogg trata de mejorar la calidad de vida de los niños, y quizás ofrecerles un poco de esperanza en una terrible situación que parece no tener salida.
El director canadiense Roger Spottiswoode tiene amplia experiencia realizando dramas bélicos (Hiroshima, Air America, Under Fire), y consigue crear excelente atmósfera y brutales secuencias de acción (incluyendo algunos memorables bombardeos aéreos) con el mediano presupuesto de la película. Desafortunadamente también cae una y otra vez en los más básicos y previsibles clichés de este tipo de películas: el estoico héroe occidental ayudando a los "primitivos" asiáticos; la guapa enfermera de dura actitud pero secretamente vulnerable; la inocencia de los niños trascendiendo el horror de la guerra...
Que quede claro: la historia que cuenta la película es importante y merece recordarse para honrar la memoria de los caídos durante ese oscuro período en la historia, y para servir como recordatorio para las presentes y futuras generaciones (aunque, honestamente ¿cuándo ha servido eso de algo?). Mi crítica es contra la película y su anquilosada estructura, y no contra su noble intención (aunque le estoy dando el beneficio de la duda).
No es difícil imaginar esta película realizada en los años cincuentas, con Spencer Tracy y quizás Bette Davis en los papeles principales, pero con Francia en vez de Japón como el país oprimido. Sin embargo esa añeja sensibilidad no envejece con mucha gracia, y ahora, en el siglo veintiuno, la pretensión de ubicar al héroe inglés imponiendo sus valores sobre los “inferiores” extranjeros bordea en el más condescendiente racismo. O, expresado de otra manera... ¿Se hubiera filmado la película si el héroe no hubiera sido un atractivo actor inglés con buenas expectativas comerciales? Usualmente espero ese tipo de hipocresía en el cine de Hollywood, pero obviamente las producciones internacionales no están exentas de caer en la misma tentación.
Pero bueno, a pesar de todas mis quejas no puedo negar que la película está bien hecha, los actores cubren decentemente los requerimientos del perezoso libreto y, como dije, Spotiswoode sabe cómo orquestar emocionantes secuencias bélicas. En manos de un director más visionario (como un joven Oliver Stone o Terrence Malick) esta misma historia hubiera podido contarse con mayor balance narrativo o integridad artística (aunque estoy seguro de que incluso así encontraría nuevas cosas para quejarme). Supongo que puedo recomendarla porque difunde un válido mensaje, y por la agradecida presencia de los mencionados Chow Yun-Fat y Michelle Yeoh. Pero pudo ser mejor, y es difícil ignorar el potencial desperdiciado por su pobre ambición dramática. Creo que hubiera preferido ver un documental sobre ese pasaje de la historia... pero en su defecto Los Niños de China resulta un adecuado reemplazo.
Calificación: 7
sábado, 25 de abril de 2009
Vigilancia Extrema (Surveillance)
Antes que nada, enfrentemos la cuestión principal: ¿Es Jennifer Lynch tan buena directora como su padre, David Lynch? Claro que no, pero se nota una marcada mejoría desde su debut, Boxing Helena en 1993, la cual me pareció un difuso, aburrido e incongruente drama psico-sexual cuyo único punto fuerte fue la frecuente desnudez de Sherilyn Fenn (veterana de Twin Peaks). Ahora, con Vigilancia Extrema, Jennifer Lynch emplea algunos de los temas favorecidos por su padre (corrupción en un pueblo pequeño), así como estructuras narrativas (excéntrico agente del FBI investiga un horrible crimen), e incluso un par de actores (Bill Pullman, Julia Ormond) que han trabajado en obras del respetado cineasta. Sin embargo, para su crédito, la directora no trata de imitar el único estilo del más famoso Lynch, y prefiere establecer una identidad propia, que no será muy original, pero al menos resulta competente y funcional. Lástima que el libreto no merezca tales calificativos.
Después de mostrar ambiguas escenas de un violento asesinato, Vigilancia Extrema se instala cómodamente en una bien conocida fórmula: Sam Hallaway (Bill Pullman) y Elizabeth Anderson (Julia Ormond) son dos agentes del F.B.I. que llegan a la pequeña comisaría de un aislado pueblo norteamericano para investigar el múltiple asesinato de una familia y un oficial de policía. Sus métodos son algo inusuales; tras instalar cámaras en varios cuartos de la estación policial, Elizabeth conduce intensos interrogatorios mientras su compañero Sam observa remotamente en varios monitores, aparentemente comparando los testimonios de los testigos y evaluando su veracidad. Y vaya si es una labor complicada, pues por razones muy distintas todos tienen motivos para mentir y, como vemos en abundantes "flashbacks", nadie está diciendo la verdad, sino su particular interpretación diseñada para evadir toda culpa. Sin embargo, la supuesta "verdad" podría ser mucho más siniestra de lo que todos suponen.
Después de varias décadas de abuso, el cine sobre asesinos seriales quedó bastante gastado, y no es fácil encontrar un ángulo original. Vigilancia Extrema lo intenta y hasta cierto punto consigue algo diferente del promedio, aunque no logra ser tan compleja como supone, pues mucho antes de que llegue la inesperada conclusión es fácil adivinar hacia dónde se dirige el misterio. También ayudan los capaces actores, quienes parecen competir por llevarse el trofeo de "actuación más extraña"; algunos simplemente exageran; otros incorporan bizarras afectaciones para distinguirse de sus colegas; y el resto va incluso contra su imagen, mostrándose inesperadamente serenos y sutiles cuando uno espera explosiones histriónicas. El punto es que nadie busca actuaciones realistas, sino exuberantes y memorables. Suena extraño, pero fue una buena decisión que hace más llevadera la lenta historia, a veces redundante, a veces confusa, y no muy dinámica. Si quisiera seleccionar al "jugador más importante" tendría que ser Julia Ormond, pues su arco dramático es el más interesante por exigir mayor evolución del personaje. Ormond logra cambiar de actitud en segundos, manteniendo absoluta credibilidad en sus facetas de sagaz investigadora, maternal cuidadora y feroz contrincante.
Vigilancia Extrema ganó fama en algunos festivales de cine fantástico, pero yo me resistiría a clasificarla como película de terror. Las escenas sangrientas, los extravagantes personajes y el suspenso que maneja se aproximan al estilo de películas como The Hitcher o Joy Ride, pero creo que sería mejor considerarla un sencillo thriller policíaco sin grandes pretensiones más allá de distraernos un rato con sus duras escenas de tortura psicológica, ocasionales accesos de violencia y su bien intencionada pero débil sorpresa final. A fin de cuentas no importa mucho si Jennifer Lynch es hija de uno de los más creativos y talentosos directores contemporáneos, pues con su sólido trabajo en esta modesta cinta se ganó mi respeto (aunque no mi admiración) y mi deseo por seguir su futura carrera, siempre y cuando no nos haga esperar otros quince años para ver su tercera película (de hecho, ya prepara Hisss, en la que visita la leyenda india de la mujer serpiente). En resumen, puedo recomendar Vigilancia Extrema sin gran entusiasmo, pero con confianza en que cumplirá su labor de entretener con un mínimo de intriga y suspenso. Y con los más odiosos policías que han aparecido en el cine en años recientes.
Calificación: 7
Después de mostrar ambiguas escenas de un violento asesinato, Vigilancia Extrema se instala cómodamente en una bien conocida fórmula: Sam Hallaway (Bill Pullman) y Elizabeth Anderson (Julia Ormond) son dos agentes del F.B.I. que llegan a la pequeña comisaría de un aislado pueblo norteamericano para investigar el múltiple asesinato de una familia y un oficial de policía. Sus métodos son algo inusuales; tras instalar cámaras en varios cuartos de la estación policial, Elizabeth conduce intensos interrogatorios mientras su compañero Sam observa remotamente en varios monitores, aparentemente comparando los testimonios de los testigos y evaluando su veracidad. Y vaya si es una labor complicada, pues por razones muy distintas todos tienen motivos para mentir y, como vemos en abundantes "flashbacks", nadie está diciendo la verdad, sino su particular interpretación diseñada para evadir toda culpa. Sin embargo, la supuesta "verdad" podría ser mucho más siniestra de lo que todos suponen.
Después de varias décadas de abuso, el cine sobre asesinos seriales quedó bastante gastado, y no es fácil encontrar un ángulo original. Vigilancia Extrema lo intenta y hasta cierto punto consigue algo diferente del promedio, aunque no logra ser tan compleja como supone, pues mucho antes de que llegue la inesperada conclusión es fácil adivinar hacia dónde se dirige el misterio. También ayudan los capaces actores, quienes parecen competir por llevarse el trofeo de "actuación más extraña"; algunos simplemente exageran; otros incorporan bizarras afectaciones para distinguirse de sus colegas; y el resto va incluso contra su imagen, mostrándose inesperadamente serenos y sutiles cuando uno espera explosiones histriónicas. El punto es que nadie busca actuaciones realistas, sino exuberantes y memorables. Suena extraño, pero fue una buena decisión que hace más llevadera la lenta historia, a veces redundante, a veces confusa, y no muy dinámica. Si quisiera seleccionar al "jugador más importante" tendría que ser Julia Ormond, pues su arco dramático es el más interesante por exigir mayor evolución del personaje. Ormond logra cambiar de actitud en segundos, manteniendo absoluta credibilidad en sus facetas de sagaz investigadora, maternal cuidadora y feroz contrincante.
Vigilancia Extrema ganó fama en algunos festivales de cine fantástico, pero yo me resistiría a clasificarla como película de terror. Las escenas sangrientas, los extravagantes personajes y el suspenso que maneja se aproximan al estilo de películas como The Hitcher o Joy Ride, pero creo que sería mejor considerarla un sencillo thriller policíaco sin grandes pretensiones más allá de distraernos un rato con sus duras escenas de tortura psicológica, ocasionales accesos de violencia y su bien intencionada pero débil sorpresa final. A fin de cuentas no importa mucho si Jennifer Lynch es hija de uno de los más creativos y talentosos directores contemporáneos, pues con su sólido trabajo en esta modesta cinta se ganó mi respeto (aunque no mi admiración) y mi deseo por seguir su futura carrera, siempre y cuando no nos haga esperar otros quince años para ver su tercera película (de hecho, ya prepara Hisss, en la que visita la leyenda india de la mujer serpiente). En resumen, puedo recomendar Vigilancia Extrema sin gran entusiasmo, pero con confianza en que cumplirá su labor de entretener con un mínimo de intriga y suspenso. Y con los más odiosos policías que han aparecido en el cine en años recientes.
Calificación: 7
viernes, 24 de abril de 2009
Te Amo Brother (I Love You, Man)
Bromance: Romance platónico entre "brothers" que va más allá de la amistad pero no llega a la homosexualidad.
Me divierte el florecimiento de este término y de sus manifestaciones cada vez más abundantes en la sociedad contemporánea. Claro que no es nada nuevo; desde Pedro Picapiedra y Pablo Mármol hasta J.D. y Turk en Scrubs (por no mencionar el programa de MTV con esa palabra como título), la cultura popular ha retratado vívidamente esas profundas y complejas relaciones entre hombres que se entienden perfectamente... incluso mejor que cualquier mujer. Según algunos sociólogos, la faceta moderna del fenómeno se debe al trabajo de madres feministas, que durante los sesentas, setentas y ochentas criaron hijos menos adversos a expresar sus emociones; además, el estigma de la homosexualidad (real o sugerida) se ha ido evaporando paulatinamente, haciendo más aceptables las muestras de afecto entre buenos amigos.
Como sea, parece que la fórmula establecida por las comedias que giran en torno a un "bromance" es bastante simple, y se basa en mostrar a los hombres emulando los clichés del comportamiento femenino. No es un concepto muy innovador, pero en las manos correctas puede dar resultados hilarantes. Lo cual me lleva a Te Amo Brother, escrita y dirigida por John Hamburg y Larry Levin, veteranos de comedia televisiva que encontraron un elenco perfecto para dar vida a sus poco originales personajes.
La trama empieza donde otras comedias terminan: con una propuesta matrimonial. Peter (Paul Rudd) y Zooey (Rashida Jones) tienen una relación bastante estable y deciden casarse. Pero como parte de los preparativos, Peter debe seleccionar a su padrino de boda, y se ve obligado a reconocer que no tiene amigos cercanos que puedan llenar el puesto. Entonces comienza la tardía tarea de encontrar a un alma gemela, y cuando finalmente conoce a Sydney (Jason Segel), parece haber encontrado a su auténtico mejor amigo... el problema es que la exuberante personalidad de Sydney podría dañar la perfecta relación entre Peter y su prometida.
Mi expectativa por esta cinta era baja, pues esperaba una avalancha del típico humor escatológico que parece ser la norma contemporánea, donde el auténtico ingenio es reemplazado por simple "shock", en la errónea creencia de que escandalizar al público es lo mismo que hacerlo reír. Para mi sorpresa, Te Amo Brother combinó diestramente ambos estilos, luciendo chistes de mal gusto, pero respaldados por acertadas observaciones sobre la amistad, el matrimonio, e incluso la flatulencia. Así es; un buen pasaje que ejemplifica ese balance es cuando Sydney explica la mecánica social y biológica de la flatulencia en público. Cierto, es una secuencia burda e inmadura, aunque no puedo negar la certera honestidad con la describe ese inusual tema.
Pero no todo es risas y flatulencia. Hay pasajes un poco incómodos que no alcanzan el tono justo para producir risa (como lo hace semana tras semana la versión norteamericana de The Office); algunas escenas se sienten como forzados elementos indispensables de las comedias románticas (supongo que a fin de cuentas puedo clasificar esta película en ese género); y aunque me gustó la presencia del gran Lou Ferrigno, siento que pudo emplearse mejor, y no sólo como nostálgico recuerdo de su más famoso papel (de cualquier modo me encantó su casa... ¿será la real? ¿Tiene una estatua de sí mismo?).
Hablando de actores, mencioné al principio el perfecto elenco, y no sólo me refiero a su talento histriónico, sino a la fantástica química que se desarrolla entre todos. Dejando a un lado la obvia (y muy graciosa) interacción entre Paul Rudd y Jason Segel, también tenemos a J.K. Simmons como el padre de Peter y Andy Samberg como su hermano homosexual, tan experto en conseguir pareja que el único reto que le queda es seducir hombres heterosexuales; también tenemos a Jon Favreau, Rob Huebel y Aziz Ansari en pequeños pero muy graciosos papeles de candidatos a mejor amigo que no logran cumplir las elevadas expectativas del protagonista. Y, para romper un poco la lluvia de testosterona, tenemos también la valiosa presencia de excelentes comediantes femeninas, como Rashida Jones, Jaime Pressly y Jane Curtin, afable y maternal, pero lista para producir el característico veneno verbal que aprendió a usar en Saturday Night Live. Finalmente, tengo que mencionar el cameo del grupo canadiense Rush. Primero me entusiasmó escuchar un rudimentario cover de Tom Sawyer... y después casi brinco en mi butaca cuando aparecen durante un concierto. Primero Kiss en Role Models, luego Accept en The Wrestler... ¿qué sigue... Queensrÿche en Transformers 2?
Creo que Te Amo Brother, Role Models y Zack and Miri Make a Porno representan una nueva oleada de comedia que integra el vulgar realismo de Judd Apatow al astuto humor de observación que acostumbrábamos ver en obras más sofisticadas. Aún falta práctica para capturar el tono correcto, pero me entusiasma el potencial que ofrece esa inusual combinación. En otras palabras, ya me cansé de ver fluidos corporales o escandalosa sexualidad, sin el respaldo de sólidas ideas o comentarios que los pongan en el contexto correcto. Funcionó con Shakespeare, y funcionará hoy.
Calificación: 8.5
Me divierte el florecimiento de este término y de sus manifestaciones cada vez más abundantes en la sociedad contemporánea. Claro que no es nada nuevo; desde Pedro Picapiedra y Pablo Mármol hasta J.D. y Turk en Scrubs (por no mencionar el programa de MTV con esa palabra como título), la cultura popular ha retratado vívidamente esas profundas y complejas relaciones entre hombres que se entienden perfectamente... incluso mejor que cualquier mujer. Según algunos sociólogos, la faceta moderna del fenómeno se debe al trabajo de madres feministas, que durante los sesentas, setentas y ochentas criaron hijos menos adversos a expresar sus emociones; además, el estigma de la homosexualidad (real o sugerida) se ha ido evaporando paulatinamente, haciendo más aceptables las muestras de afecto entre buenos amigos.
Como sea, parece que la fórmula establecida por las comedias que giran en torno a un "bromance" es bastante simple, y se basa en mostrar a los hombres emulando los clichés del comportamiento femenino. No es un concepto muy innovador, pero en las manos correctas puede dar resultados hilarantes. Lo cual me lleva a Te Amo Brother, escrita y dirigida por John Hamburg y Larry Levin, veteranos de comedia televisiva que encontraron un elenco perfecto para dar vida a sus poco originales personajes.
La trama empieza donde otras comedias terminan: con una propuesta matrimonial. Peter (Paul Rudd) y Zooey (Rashida Jones) tienen una relación bastante estable y deciden casarse. Pero como parte de los preparativos, Peter debe seleccionar a su padrino de boda, y se ve obligado a reconocer que no tiene amigos cercanos que puedan llenar el puesto. Entonces comienza la tardía tarea de encontrar a un alma gemela, y cuando finalmente conoce a Sydney (Jason Segel), parece haber encontrado a su auténtico mejor amigo... el problema es que la exuberante personalidad de Sydney podría dañar la perfecta relación entre Peter y su prometida.
Mi expectativa por esta cinta era baja, pues esperaba una avalancha del típico humor escatológico que parece ser la norma contemporánea, donde el auténtico ingenio es reemplazado por simple "shock", en la errónea creencia de que escandalizar al público es lo mismo que hacerlo reír. Para mi sorpresa, Te Amo Brother combinó diestramente ambos estilos, luciendo chistes de mal gusto, pero respaldados por acertadas observaciones sobre la amistad, el matrimonio, e incluso la flatulencia. Así es; un buen pasaje que ejemplifica ese balance es cuando Sydney explica la mecánica social y biológica de la flatulencia en público. Cierto, es una secuencia burda e inmadura, aunque no puedo negar la certera honestidad con la describe ese inusual tema.
Pero no todo es risas y flatulencia. Hay pasajes un poco incómodos que no alcanzan el tono justo para producir risa (como lo hace semana tras semana la versión norteamericana de The Office); algunas escenas se sienten como forzados elementos indispensables de las comedias románticas (supongo que a fin de cuentas puedo clasificar esta película en ese género); y aunque me gustó la presencia del gran Lou Ferrigno, siento que pudo emplearse mejor, y no sólo como nostálgico recuerdo de su más famoso papel (de cualquier modo me encantó su casa... ¿será la real? ¿Tiene una estatua de sí mismo?).
Hablando de actores, mencioné al principio el perfecto elenco, y no sólo me refiero a su talento histriónico, sino a la fantástica química que se desarrolla entre todos. Dejando a un lado la obvia (y muy graciosa) interacción entre Paul Rudd y Jason Segel, también tenemos a J.K. Simmons como el padre de Peter y Andy Samberg como su hermano homosexual, tan experto en conseguir pareja que el único reto que le queda es seducir hombres heterosexuales; también tenemos a Jon Favreau, Rob Huebel y Aziz Ansari en pequeños pero muy graciosos papeles de candidatos a mejor amigo que no logran cumplir las elevadas expectativas del protagonista. Y, para romper un poco la lluvia de testosterona, tenemos también la valiosa presencia de excelentes comediantes femeninas, como Rashida Jones, Jaime Pressly y Jane Curtin, afable y maternal, pero lista para producir el característico veneno verbal que aprendió a usar en Saturday Night Live. Finalmente, tengo que mencionar el cameo del grupo canadiense Rush. Primero me entusiasmó escuchar un rudimentario cover de Tom Sawyer... y después casi brinco en mi butaca cuando aparecen durante un concierto. Primero Kiss en Role Models, luego Accept en The Wrestler... ¿qué sigue... Queensrÿche en Transformers 2?
Creo que Te Amo Brother, Role Models y Zack and Miri Make a Porno representan una nueva oleada de comedia que integra el vulgar realismo de Judd Apatow al astuto humor de observación que acostumbrábamos ver en obras más sofisticadas. Aún falta práctica para capturar el tono correcto, pero me entusiasma el potencial que ofrece esa inusual combinación. En otras palabras, ya me cansé de ver fluidos corporales o escandalosa sexualidad, sin el respaldo de sólidas ideas o comentarios que los pongan en el contexto correcto. Funcionó con Shakespeare, y funcionará hoy.
Calificación: 8.5
martes, 21 de abril de 2009
The Gene Generation
Dicen que la imitación es el mejor halago, pero en el caso de The Gene Generation parece más un insulto... aunque expresado con cierto amor. La verdad es que ni copiando ideas, imágenes y personajes de otras películas (Blade Runner, The Matrix, Gattaca y muchas más) logra aproximarse siquiera a la mediocridad. No obstante, admito que la abigarrada mezcla de "influencias", homenajes y viles plagios ofrecen al menos cierto grado de entretenimiento que hace marginalmente pasadera esta torpe cinta independiente de ciencia ficción.
La trama se ubica en la futurista Ciudad Olympia, una demencial urbe amurallada a la que sólo pueden ingresar personas genéticamente puras. Esa limitación ha creado un lucrativo mercado negro de falsas identidades creadas por "hackers de DNA", cuyo robo de información genética usualmente resulta en la violenta muerte del "donador". Para mantener este elemento criminal bajo control, diversas facciones gubernamentales, corporativas e independientes contratan asesinos a sueldo que persiguen y exterminan a los hackers. Michelle (Bai Ling) es una asesina profesional con excelente historial de servicio; pero cuando su inestable hermano Jackie (Parry Shen) obtiene un misterioso aparato que permite alterar el DNA del usuario, se convierte en el blanco de varias personas muy interesadas en obtener esa potente tecnología, y así comienza una lucha en la que Michelle tendrá que defender a su hermano al mismo tiempo que entra en conflicto con muy peligrosos personajes en todos los estratos sociales de Olympia.
Al menos eso fue lo que más o menos entendí de la confusa trama, que combina demasiados elementos para una sola película. Al parecer The Gene Generation está basada en el comic The DNA Hacker Chronicles (creado por Perry Teo, también director de esta cinta), lo cual explica la incoherencia y múltiples historias que oblicuamente se conectan para dar forma al argumento. Quizás cuando esas vertientes narrativas se extendieron a lo largo de varios fascículos del comic fue más claro su desarrollo, pero comprimiendo tanto material en noventa minutos sólo resulta en un desfile de escenas vagamente relacionadas entre sí que no logran armar una estructura suficientemente firme para sostener la película.
En cierto modo admiro la ambición del proyecto, pues el uso de escenarios digitales (al estilo de Sin City o 300) expande la envergadura de la historia y enriquece las pobremente filmadas escenas con actores reales. Sin embargo, debo aclarar que tales efectos no son particularmente especiales; además de que parecen sacados de algún antiguo videojuego (me recordaron la estética de Journeyman Project), muestran la típica saturación de filtros (noise, blur, filmlook) para disimular su origen digital. No obstante, la modesta naturaleza de la producción me inclina a disculpar ese detalle... después de todo, los escenarios y locaciones 3D no afectan la funcionalidad de la historia. Créanme que el libreto ya tiene suficientes problemas para además asignarle la culpa de los pobres visuales.
La única razón medianamente válida para ver The Gene Generation es su protagonista. Bai Ling es más conocida por sus "fallas de vestuario" en la alfombra roja que por su talento histriónico, y aunque no sobresale en este aspecto, es obvio que toma con seriedad su papel y hace su mejor esfuerzo por sacar provecho tanto de las escenas de acción como de sus momentos dramáticos. Además, hay que reconocer que se ve fantástica con su uniforme de "asesina"... es un personaje de anime viviente, con su exótico rostro adornado con maquillaje neo-kabuki (¿acabo de inventar esa frase?), sus pesadas botas y brillante cabello negro peinado en el más puro estilo Bishoujo. Incluso las breves escenas de acción muestran dinamismo alentador... aunque sobra decir que no bastan para rescatar la película. Pero bueno... quienes tengan algún tipo de fetiche anime (no estoy juzgando), quizás encuentren más razón para ver The Gene Generation.
Aprecio el entusiasmo de los realizadores que decidieron llevar a la pantalla (chica) una historia tan rebuscada y tan visualmente compleja. Enfrentaron de lleno el reto y triunfaron en algunos aspectos de su producción. Pero el resultado global fue una insípida película cuya vaga narrativa elude todo esfuerzo por interesarse en ella. Su protagonista es atractiva; el diseño muestra ocasionales rasgos de ingenio; y la premisa ofrece buen potencial. Sin embargo, no puedo recomendar The Gene Generation excepto a los más curiosos aficionados a la ciencia ficción de bajo presupuesto; supongo que esta cinta puede tomarse como el equivalente independiente de un "blockbuster" hollywoodense, más interesado en generar imágenes impresionantes que en contar una historia clara e interesante. No logra del todo lo primero y falla en lo segundo, pero lo mismo ocurre con cintas que han tenido más éxito, de modo que todavía tiene la esperanza de atraer al más indulgente e impresionable publico. Mis mejores deseos por que así sea.
Calificación: 6
La trama se ubica en la futurista Ciudad Olympia, una demencial urbe amurallada a la que sólo pueden ingresar personas genéticamente puras. Esa limitación ha creado un lucrativo mercado negro de falsas identidades creadas por "hackers de DNA", cuyo robo de información genética usualmente resulta en la violenta muerte del "donador". Para mantener este elemento criminal bajo control, diversas facciones gubernamentales, corporativas e independientes contratan asesinos a sueldo que persiguen y exterminan a los hackers. Michelle (Bai Ling) es una asesina profesional con excelente historial de servicio; pero cuando su inestable hermano Jackie (Parry Shen) obtiene un misterioso aparato que permite alterar el DNA del usuario, se convierte en el blanco de varias personas muy interesadas en obtener esa potente tecnología, y así comienza una lucha en la que Michelle tendrá que defender a su hermano al mismo tiempo que entra en conflicto con muy peligrosos personajes en todos los estratos sociales de Olympia.
Al menos eso fue lo que más o menos entendí de la confusa trama, que combina demasiados elementos para una sola película. Al parecer The Gene Generation está basada en el comic The DNA Hacker Chronicles (creado por Perry Teo, también director de esta cinta), lo cual explica la incoherencia y múltiples historias que oblicuamente se conectan para dar forma al argumento. Quizás cuando esas vertientes narrativas se extendieron a lo largo de varios fascículos del comic fue más claro su desarrollo, pero comprimiendo tanto material en noventa minutos sólo resulta en un desfile de escenas vagamente relacionadas entre sí que no logran armar una estructura suficientemente firme para sostener la película.
En cierto modo admiro la ambición del proyecto, pues el uso de escenarios digitales (al estilo de Sin City o 300) expande la envergadura de la historia y enriquece las pobremente filmadas escenas con actores reales. Sin embargo, debo aclarar que tales efectos no son particularmente especiales; además de que parecen sacados de algún antiguo videojuego (me recordaron la estética de Journeyman Project), muestran la típica saturación de filtros (noise, blur, filmlook) para disimular su origen digital. No obstante, la modesta naturaleza de la producción me inclina a disculpar ese detalle... después de todo, los escenarios y locaciones 3D no afectan la funcionalidad de la historia. Créanme que el libreto ya tiene suficientes problemas para además asignarle la culpa de los pobres visuales.
La única razón medianamente válida para ver The Gene Generation es su protagonista. Bai Ling es más conocida por sus "fallas de vestuario" en la alfombra roja que por su talento histriónico, y aunque no sobresale en este aspecto, es obvio que toma con seriedad su papel y hace su mejor esfuerzo por sacar provecho tanto de las escenas de acción como de sus momentos dramáticos. Además, hay que reconocer que se ve fantástica con su uniforme de "asesina"... es un personaje de anime viviente, con su exótico rostro adornado con maquillaje neo-kabuki (¿acabo de inventar esa frase?), sus pesadas botas y brillante cabello negro peinado en el más puro estilo Bishoujo. Incluso las breves escenas de acción muestran dinamismo alentador... aunque sobra decir que no bastan para rescatar la película. Pero bueno... quienes tengan algún tipo de fetiche anime (no estoy juzgando), quizás encuentren más razón para ver The Gene Generation.
Aprecio el entusiasmo de los realizadores que decidieron llevar a la pantalla (chica) una historia tan rebuscada y tan visualmente compleja. Enfrentaron de lleno el reto y triunfaron en algunos aspectos de su producción. Pero el resultado global fue una insípida película cuya vaga narrativa elude todo esfuerzo por interesarse en ella. Su protagonista es atractiva; el diseño muestra ocasionales rasgos de ingenio; y la premisa ofrece buen potencial. Sin embargo, no puedo recomendar The Gene Generation excepto a los más curiosos aficionados a la ciencia ficción de bajo presupuesto; supongo que esta cinta puede tomarse como el equivalente independiente de un "blockbuster" hollywoodense, más interesado en generar imágenes impresionantes que en contar una historia clara e interesante. No logra del todo lo primero y falla en lo segundo, pero lo mismo ocurre con cintas que han tenido más éxito, de modo que todavía tiene la esperanza de atraer al más indulgente e impresionable publico. Mis mejores deseos por que así sea.
Calificación: 6
sábado, 18 de abril de 2009
12 Desafíos (12 Rounds)
Los primeros 15 minutos de 12 Desafíos contienen suficiente argumento para una película entera: durante un complicado operativo diseñado para capturar a un peligroso terrorista tenemos varias balaceras, persecuciones, destrucción de propiedad privada y sorpresivas revelaciones que una cinta más seria y disciplinada hubiera dejado para el final. Pero 12 Desafíos no es una de esas películas, pues su director, Renny Harlin, siempre se ha resistido a dejar que trivialidades como lógica, credibilidad o sentido común se interpongan en su misión de entretenernos. El problema es que, como también hemos visto antes, no siempre lo logra a pesar de sus mejores intenciones.
Pero regresemos a la historia. El mencionado operativo termina con la captura del arrogante terrorista Miles Jackson (Aidan Gillen) gracias al audaz trabajo del policía Danny Fisher (John Cena). Lamentablemente un valioso cómplice del villano muere en el proceso, y desde luego Jackson jura vengarse de su captor. Un año después, Fisher disfruta de su acenso a detective y de su afable vida familiar con su esposa Molly (Ashley Scott) y su pequeño perro pug. Pero cuando todo parece marchar satisfactoriamente en su vida, recibe la inesperada llamada de su viejo enemigo, recién escapado del presidio y anunciando su inminente venganza, la cual constará de doce etapas. La primera es el secuestro de Molly y, usándola como rehén, Jackson exige que Fisher cumpla una serie de misiones en muy limitado tiempo. Pero conforme el héroe cumple los desafíos empieza a sospechar que hay algo más que simple venganza en el plan del villano.
Parece a la vez insólito y obvio que una empresa dedicada a la lucha libre haya aceptado el reto de resucitar la fórmula del cine de acción que nació en los ochentas, con estoicos héroes claramente definidos, villanos unidimensionales y aparatosas secuencias de violencia que deberían ser emocionantes pero de algún modo resultan huecas y monótonas. Es perfectamente lógico entonces que esta vez recaiga la tarea en el director Renny Harlin, quien parecía destinado a convertirse en uno de los pilares del género, hasta que una serie de chascos cinematográficos (desde Cutthroat Island hasta Driven) sabotearon su carrera, reduciéndola a baratos thrillers (como Mindhunters y The Covenant), cuyo humilde nicho pareció aprovechar mejor que Hollywood el limitado talento de este director finlandés.
No obstante, como dije al principio, 12 Desafíos no pertenece a lo mejor de la carrera de Harlin ni de la productora WWE (World Wrestling Entertainment Studio), lo cual puede sonar como sarcasmo, pero les aseguro que lo digo en serio. No sé si sea por el físicamente adecuado pero dramáticamente blando desempeño del ex-luchador John Cena en el papel protagónico, o por la simple fórmula del libreto, que se reduce a diseñar arbitrarias escenas de acción tenuemente unidas por la débil premisa. Tampoco ayuda que el villano carezca de personalidad (por mucho que pretenda simular cínica inteligencia) y que el elenco de apoyo resulte absolutamente irrelevante. Por la razón que sea, no sentí emoción, suspenso o siquiera interés por la misión del héroe, ni por la supervivencia de la damisela en peligro, ni porque el villano recibiera su justo merecido. Peor aún, por ser "PG-13", ni siquiera podemos esperar la hilarante brutalidad y derramamiento de sangre que lucieron las predecesoras espirituales de esta película (como Commando, con Schwarzenegger, o Cobra, con Stallone). Escena por escena (o, lo que es lo mismo, explosión por explosión) la película logró mantenerme despierto a fuerza de ruido, destrucción y balazos, y cuando el villano dice las palabras: "llegamos al gran final", sólo sentí alivio por poder salir del cine y continuar mi vida tras olvidar casi de inmediato esta vacua cinta (por eso escribo esto menos de una hora después de haberla visto... temo que si dejo pasar treinta minutos más no podré recordar nada que no esté en el póster publicitario).
Sólo podría recomendar 12 Desafíos si no hubiera nada más que ver en el cine o televisión, pero con la abundancia de opciones disponibles actualmente veo difícil el realismo de tal situación (hasta un mediocre episodio de The Clone Wars o media hora de chuscos accidentes en failblog.org prometen más entretenimiento). Entonces, lo mejor que puedo decir es que Renny Harlin sigue dirigiendo como si los ochentas nunca hubieran terminado (lo digo simultáneamente como insulto y halago), y sólo por eso no he perdido fe en su previsiblemente mediocre obra futura, la cual espero que sea mejor que 12 Desafíos. Un libreto más brutal o ingenioso hubiera aportado niveles adicionales a la patosa premisa de esta cinta, y quizás la hubiera rescatado de su genérico anonimato. Lástima que el villano no incluyó eso entre las misiones del héroe...
Calificación: 5
Pero regresemos a la historia. El mencionado operativo termina con la captura del arrogante terrorista Miles Jackson (Aidan Gillen) gracias al audaz trabajo del policía Danny Fisher (John Cena). Lamentablemente un valioso cómplice del villano muere en el proceso, y desde luego Jackson jura vengarse de su captor. Un año después, Fisher disfruta de su acenso a detective y de su afable vida familiar con su esposa Molly (Ashley Scott) y su pequeño perro pug. Pero cuando todo parece marchar satisfactoriamente en su vida, recibe la inesperada llamada de su viejo enemigo, recién escapado del presidio y anunciando su inminente venganza, la cual constará de doce etapas. La primera es el secuestro de Molly y, usándola como rehén, Jackson exige que Fisher cumpla una serie de misiones en muy limitado tiempo. Pero conforme el héroe cumple los desafíos empieza a sospechar que hay algo más que simple venganza en el plan del villano.
Parece a la vez insólito y obvio que una empresa dedicada a la lucha libre haya aceptado el reto de resucitar la fórmula del cine de acción que nació en los ochentas, con estoicos héroes claramente definidos, villanos unidimensionales y aparatosas secuencias de violencia que deberían ser emocionantes pero de algún modo resultan huecas y monótonas. Es perfectamente lógico entonces que esta vez recaiga la tarea en el director Renny Harlin, quien parecía destinado a convertirse en uno de los pilares del género, hasta que una serie de chascos cinematográficos (desde Cutthroat Island hasta Driven) sabotearon su carrera, reduciéndola a baratos thrillers (como Mindhunters y The Covenant), cuyo humilde nicho pareció aprovechar mejor que Hollywood el limitado talento de este director finlandés.
No obstante, como dije al principio, 12 Desafíos no pertenece a lo mejor de la carrera de Harlin ni de la productora WWE (World Wrestling Entertainment Studio), lo cual puede sonar como sarcasmo, pero les aseguro que lo digo en serio. No sé si sea por el físicamente adecuado pero dramáticamente blando desempeño del ex-luchador John Cena en el papel protagónico, o por la simple fórmula del libreto, que se reduce a diseñar arbitrarias escenas de acción tenuemente unidas por la débil premisa. Tampoco ayuda que el villano carezca de personalidad (por mucho que pretenda simular cínica inteligencia) y que el elenco de apoyo resulte absolutamente irrelevante. Por la razón que sea, no sentí emoción, suspenso o siquiera interés por la misión del héroe, ni por la supervivencia de la damisela en peligro, ni porque el villano recibiera su justo merecido. Peor aún, por ser "PG-13", ni siquiera podemos esperar la hilarante brutalidad y derramamiento de sangre que lucieron las predecesoras espirituales de esta película (como Commando, con Schwarzenegger, o Cobra, con Stallone). Escena por escena (o, lo que es lo mismo, explosión por explosión) la película logró mantenerme despierto a fuerza de ruido, destrucción y balazos, y cuando el villano dice las palabras: "llegamos al gran final", sólo sentí alivio por poder salir del cine y continuar mi vida tras olvidar casi de inmediato esta vacua cinta (por eso escribo esto menos de una hora después de haberla visto... temo que si dejo pasar treinta minutos más no podré recordar nada que no esté en el póster publicitario).
Sólo podría recomendar 12 Desafíos si no hubiera nada más que ver en el cine o televisión, pero con la abundancia de opciones disponibles actualmente veo difícil el realismo de tal situación (hasta un mediocre episodio de The Clone Wars o media hora de chuscos accidentes en failblog.org prometen más entretenimiento). Entonces, lo mejor que puedo decir es que Renny Harlin sigue dirigiendo como si los ochentas nunca hubieran terminado (lo digo simultáneamente como insulto y halago), y sólo por eso no he perdido fe en su previsiblemente mediocre obra futura, la cual espero que sea mejor que 12 Desafíos. Un libreto más brutal o ingenioso hubiera aportado niveles adicionales a la patosa premisa de esta cinta, y quizás la hubiera rescatado de su genérico anonimato. Lástima que el villano no incluyó eso entre las misiones del héroe...
Calificación: 5
viernes, 17 de abril de 2009
Extrañas Apariciones (The Haunting in Connecticut)
Como algunos lectores saben, me gusta mucho el cine de terror; sin embargo, encuentro difíciles de tragar las películas de esa clasificación que pretenden estar basadas en "hechos reales". Para empezar, Hollywood es un pésimo historiador, y cualquier proclamación de veracidad en cualquier género es, en el mejor de los casos, superficial y supeditada a las necesidades de la mercadotecnia (o, con suerte, de la narrativa). Y en segundo lugar, me encuentro del lado escéptico en todo lo que se refiere a eventos paranormales. Por eso entré a ver Extrañas Apariciones con cierta desconfianza, no sólo porque el aparato mercadológico del estudio Lionsgate insiste en proclamar que retrata una serie de genuinos eventos ocurridos a una familia norteamericana en el estado de Connecticut a mediados de los ochentas, sino porque el argumento incluye referencias a las famosas "sesiones espiritistas" de fines del siglo diecinueve, ampliamente desacreditadas como trucos de salón y engaños de embusteros deseosos de explotar la curiosidad o el dolor de personas interesadas en contactar "el otro lado". Y, en efecto, la película resultó una decepción... pero no por alguna de las causas previamente mencionadas, sino porque cuenta su historia "real" por medio de los mismos cansados clichés que hemos visto decenas de veces en otras películas sobre casas embrujadas.
La película sigue un doloroso período en la vida de la familia Campbell. Matt (Kyle Gallner), el hijo mayor, está siguiendo un difícil tratamiento para combatir su cáncer, y los constantes viajes en automóvil de su casa al hospital están empeorando su condición, por lo que su madre Sara (Virginia Madsen) decide rentar una decrépita mansión más cerca de dicho hospital. Su ex-alcohólico esposo Peter (Martin Donovan) está inicialmente en desacuerdo por el gran gasto económico que ello implica, pero finalmente accede. Pero lo que la familia ignora es que años atrás su nuevo hogar fue una casa funeraria donde, además del lúgubre negocio normal, también se efectuaban sesiones espiritistas que incluían rituales perversos con el fin de ganar poder sobre los muertos. Y aparentemente esos espíritus intranquilos han regresado para cobrar venganza sobre la inocente familia Campbell...
El comienzo de Extrañas Apariciones es bastante promisorio, con un tono sobrio y sutil que eficientemente establece una atmósfera de angustia y paranoia. Los primeros eventos sobrenaturales funcionan bien, exacerbando una ya difícil situación familiar... pero casi de inmediato el director primerizo Peter Cornwell pierde los estribos y nos receta los esperados trucos de edición, chillantes acentos de sonido y tediosas escenas de "suspenso" que inevitablemente conducen a un hueco sobresalto perfectamente blando y telegrafiado... la súbita aparición de una cara monstruosa en una ventana, o el clásico espejo giratorio que por un momento refleja una siniestra figura, o la típica música de tensión que acompaña la exploración de un cuarto en penumbras... hasta que algún evento trivial desata el más estruendoso golpe orquestal para hacernos brincar... o bostezar. Y, claro, no puede faltar el anciano sacerdote con inexplicable conocimiento sobre la situación, y con la mejor intención de exorcizar los demonios.
A pesar de todos esas trilladas estrategias, hay un par de cosas que me gustaron. Las actuaciones de Kyle Gallner y Virginia Madsen hacen creíbles los momentos de drama familiar, aunque no tengan tanta suerte con las secuencias de terror. También disfruté un particular "flashback" a una de las mencionadas sesiones espiritistas que muestra la famosa emisión de "ectoplasma" de la boca de un medium... mucho mejor que cualquier cosa que haya hecho Slimer en Ghostbusters. También aprecio que el guión presente la gran mayoría de los eventos paranormales desde el punto de vista del joven enfermo, quien podría estar experimentando severas alucinaciones por la gravedad de su condición y la agresividad de su tratamiento. Supongo que es un modo sutil de establecer cierta ambigüedad sobre los "hechos reales", aunque sobra decir que el aparatoso final olvida rápidamente toda sensatez para regalarnos el esperado desfile de efectos digitales y... más apocalíptica música.
De cualquier modo, esos breves atisbos de pericia narrativa no compensan los restantes noventa minutos de clichés, y por eso creo que no puedo recomendar Extrañas Apariciones, excepto a aquellas personas que nunca han visto una película de fantasmas, y por lo tanto podrían encontrar novedoso este cansado relato. De hecho, quizás sería más interesante y entretenido para todos ver el documental A Haunting in Connecticut, que examina los mismos eventos "reales", aunque con una intención ligeramente más "científica" y menos desorbitada. Es un poco lento y obviamente se realizó con muy limitados recursos, pero esa sencillez da mejores resultados que cualquier costoso efecto digital o rebuscado truco de edición... incluso si no puede mostrar vómito de ectoplasma.
Calificación: 5.5
La película sigue un doloroso período en la vida de la familia Campbell. Matt (Kyle Gallner), el hijo mayor, está siguiendo un difícil tratamiento para combatir su cáncer, y los constantes viajes en automóvil de su casa al hospital están empeorando su condición, por lo que su madre Sara (Virginia Madsen) decide rentar una decrépita mansión más cerca de dicho hospital. Su ex-alcohólico esposo Peter (Martin Donovan) está inicialmente en desacuerdo por el gran gasto económico que ello implica, pero finalmente accede. Pero lo que la familia ignora es que años atrás su nuevo hogar fue una casa funeraria donde, además del lúgubre negocio normal, también se efectuaban sesiones espiritistas que incluían rituales perversos con el fin de ganar poder sobre los muertos. Y aparentemente esos espíritus intranquilos han regresado para cobrar venganza sobre la inocente familia Campbell...
El comienzo de Extrañas Apariciones es bastante promisorio, con un tono sobrio y sutil que eficientemente establece una atmósfera de angustia y paranoia. Los primeros eventos sobrenaturales funcionan bien, exacerbando una ya difícil situación familiar... pero casi de inmediato el director primerizo Peter Cornwell pierde los estribos y nos receta los esperados trucos de edición, chillantes acentos de sonido y tediosas escenas de "suspenso" que inevitablemente conducen a un hueco sobresalto perfectamente blando y telegrafiado... la súbita aparición de una cara monstruosa en una ventana, o el clásico espejo giratorio que por un momento refleja una siniestra figura, o la típica música de tensión que acompaña la exploración de un cuarto en penumbras... hasta que algún evento trivial desata el más estruendoso golpe orquestal para hacernos brincar... o bostezar. Y, claro, no puede faltar el anciano sacerdote con inexplicable conocimiento sobre la situación, y con la mejor intención de exorcizar los demonios.
A pesar de todos esas trilladas estrategias, hay un par de cosas que me gustaron. Las actuaciones de Kyle Gallner y Virginia Madsen hacen creíbles los momentos de drama familiar, aunque no tengan tanta suerte con las secuencias de terror. También disfruté un particular "flashback" a una de las mencionadas sesiones espiritistas que muestra la famosa emisión de "ectoplasma" de la boca de un medium... mucho mejor que cualquier cosa que haya hecho Slimer en Ghostbusters. También aprecio que el guión presente la gran mayoría de los eventos paranormales desde el punto de vista del joven enfermo, quien podría estar experimentando severas alucinaciones por la gravedad de su condición y la agresividad de su tratamiento. Supongo que es un modo sutil de establecer cierta ambigüedad sobre los "hechos reales", aunque sobra decir que el aparatoso final olvida rápidamente toda sensatez para regalarnos el esperado desfile de efectos digitales y... más apocalíptica música.
De cualquier modo, esos breves atisbos de pericia narrativa no compensan los restantes noventa minutos de clichés, y por eso creo que no puedo recomendar Extrañas Apariciones, excepto a aquellas personas que nunca han visto una película de fantasmas, y por lo tanto podrían encontrar novedoso este cansado relato. De hecho, quizás sería más interesante y entretenido para todos ver el documental A Haunting in Connecticut, que examina los mismos eventos "reales", aunque con una intención ligeramente más "científica" y menos desorbitada. Es un poco lento y obviamente se realizó con muy limitados recursos, pero esa sencillez da mejores resultados que cualquier costoso efecto digital o rebuscado truco de edición... incluso si no puede mostrar vómito de ectoplasma.
Calificación: 5.5
jueves, 16 de abril de 2009
Cine Clásico: The Green Slime (1968)
Durante mucho tiempo considerada como una de las peores películas en la historia del cine, The Green Slime recuperó un poco de dignidad gracias al raro LaserDisc (¿recuerdan ese extinto formato?) editado en Japón a principios de los noventas, que finalmente hizo accesible esta legendaria "mala película" a los estudiosos del género que confirmaron su indiscutible mediocridad... pero también descubrieron sus inesperadas virtudes.
Sobra decir que mi reacción fue todavía más "positiva". Cuando por fin pude ver esta escurridiza película (en un semi-legal DVD adquirido en una convención de Star Trek) esperaba una épica experiencia de absoluta desolación que al menos me dejaría tan pasmado como Manos: The Hands of Fate. Para mi gran sorpresa, terminé bastante entretenido gracias a su sólido argumento, entusiastas actuaciones y clara estructura. Cierto, sus efectos especiales son incomprensiblemente malos, pero en el estado de ánimo correcto hasta esa debilidad contribuye a hacer la experiencia más divertida.
El argumento comienza con una clásica situación en el cine de ciencia ficción: un asteroide (llamado "Flora") está en trayectoria directa hacia la Tierra, y el Centro Espacial de las Naciones Unidas recluta al retirado Comandante Jack Rankin (Robert Horton) como líder de la audaz expedición que lo destruirá con explosivos, aterrizando en él antes de que colisione con nuestro planeta. Una vez confirmada su participación, Rankin y su equipo se trasladan a la estación espacial Gamma 3, de donde partirá su cohete hacia el asteroide. Pero en la estación lo espera un conflicto de naturaleza personal; el Comandante Vince Elliot (Richard Jaeckel) está a cargo de la base, y su rivalidad profesional con Rankin causa inmediatos conflictos... que sólo empeoran cuando se revela que la Dra. Lisa Benson (Luciana Paluzzi), ex-pareja de Rankin, está a punto de casarse con Elliot.
Sin embargo, el drama romántico debe esperar, pues está en juego el destino de la Tierra. Rankin aterriza exitosamente en el asteroide Flora, y junto con su equipo descubren inesperadas manifestaciones de vida, incluyendo una extraña sustancia verde que parece pulsar con latente inteligencia. Los científicos desean tomar muestras para posterior análisis, pero Rankin se opone, ya que no están equipados para recolectar especímenes orgánicos. Su misión es detonar el planetoide, y proceden a hacer lo propio... pero no antes de que unas moléculas de la sustancia verde hayan quedado accidentalmente adheridas a un traje espacial.
Por lo demás, la misión es un éxito, y cuando Rankin regresa victorioso a Gamma 3 se hace una fiesta a-go-go donde Lisa cuestiona sus sentimientos hacia los dos comandantes. Sin embargo, los problemas apenas comienzan, pues la pequeña mancha verde empieza a crecer con extraordinaria rapidez y, tomando material genético del traje espacial, se desarrolla hasta convertirse en un horrendo monstruo bípedo con tentáculos y un gran ojo rojo en mitad de su fálico cuerpo. Elliot y Rankin enfrentan a la criatura cuando investigan la misteriosa muerte de dos tripulantes, y al atacarla se dan cuenta de que sus armas de energía están alimentando al extraño ser y promoviendo su reproducción. Para evitarlo proceden a cortar todas las fuentes de energía en la base... demasiado tarde, pues al poco tiempo Gamma 3 está infestada de monstruos que buscan desesperadamente nuevas fuentes de sustento, incluyendo algunos desafortunados tripulantes que tratan de oponerse a la invasión. Viendo la situación fuera de control, Rankin propone evacuar la estación espacial, sacrificando a los trabajadores heridos, pero Elliot se opone violentamente, prefiriendo contener a las criaturas en un cuadrante de la nave mientras encuentran una solución más humana. Sin embargo los implacables monstruos escapan todas las trampas y evaden los ataques humanos, haciendo evidente que Rankin tenía razón... hay que evacuar la base y dirigirla hacia la Tierra con el fin de incinerar a los monstruos cuando ingrese a la atmósfera. Pero quizás sea imposible realizar el plan, pues las criaturas se han extendido hasta el exterior, controlando las antenas direccionales e impidiendo el manejo de la estación. Parece que antes de tomar control de Gamma 3 hará falta más combate personal contra las verdes y eléctricas criaturas extraterrestres...
Gran parte del encanto de The Green Slime es su multicultural equipo de producción. Realizada en Japón por cineastas de ese país, pero con un elenco norteamericano y europeo, el "sabor" de la película es indescriptible, combinando el inocente entusiasmo del cine "kaiju" con los esquemas narrativos y estoicos héroes del Hollywood de los sesentas. Afortunadamente el guión cae en el lado positivo de esa ecuación, evitando la confusión y difusa estructura de similares cintas japonesas, como The H-Man, War in Space y Message From Space (del mismo director). Desafortunadamente lo que sí comparte con ese sub-género es la bajísima calidad de los efectos especiales, lo cual ha definitivamente afectado el modo como The Green Slime ha sido percibida por las nuevas generaciones.
Para empezar, tenemos las usuales miniaturas de la estación espacial y demás vehículos interplanetarios. Lejos de ofrecer el mismo nivel de celo artesanal que vemos en los modelos de Godzilla y demás cintas sobre monstruos gigantes, las miniaturas de The Green Slime carecen de todo detalle y realismo, haciendo evidente su origen como variadas partes plásticas usadas sin ingenio ni atención a su función narrativa. Por si eso fuera poco, tenemos también los peores efectos ópticos que he visto en una cinta japonesa... lo cual es decir bastante. El mediocre trabajo de "green screen" y los "rayos láser" emitidos por las frágiles armas revelan no sólo escasos recursos monetarios, sino poco interés por superar esa limitación con ingenio y creatividad.
Pero lo peor deben ser los monstruos... simples cilindros de goma rugosa, con un ojo rojo y largos tentáculos que se agitan alegremente mientras las criaturas emiten su característico (e irritante) chillido de batalla. No tenemos la suerte de ver el cierre metálico de los trajes, pero hay abundantes instancias de los delgados cables que controlan dichos tentáculos. La imagen de varios aguerridos soldados luchando contra "amenazadores" monstruos que apenas pueden moverse es capaz de sabotear la película entera, opacando sus sutiles virtudes y sellando el destino de esta humilde película en los ojos del menos indulgente público.
Sirva este artículo entonces como sincera apología escrita por uno de esos (excesivamente) indulgentes espectadores que lograron encontrar migajas de entretenimiento entre las vastas pifias de The Green Slime. No puedo defenderla desde el punto de vista técnico, y menos aún puedo enarbolar alguna profunda interpretación de su simple pero bien armada historia (aunque puede provocar cierta curiosidad saber que su director, Kinji Fukusaku, sería famoso décadas después por... ¡Battle Royale y su secuela!). Simplemente puedo decir que más allá de sus ridículos efectos, su bizarra música (la canción inicial está en el mismo excelso nivel que "Beware of the Blob") y sus acartonadas actuaciones, hay una amena historia con situaciones y temas reconocibles y válidos cuarenta años después de su modesto estreno. Entre las películas "tan malas que son buenas", considero The Green Slime como uno de los mejores exponentes, y estimo que merece igual aprecio y respeto que cintas como Plan 9 From Outer Space, Robot Monster y la mencionada Manos: The Hands of Fate, pues su mala fama obstruye un más honesto examen de su genuino valor como entretenimiento fílmico libre de pretensión y abundante en encanto. En resumen, The Green Slime me gusta más que Transformers.
Calificación: 8
Sobra decir que mi reacción fue todavía más "positiva". Cuando por fin pude ver esta escurridiza película (en un semi-legal DVD adquirido en una convención de Star Trek) esperaba una épica experiencia de absoluta desolación que al menos me dejaría tan pasmado como Manos: The Hands of Fate. Para mi gran sorpresa, terminé bastante entretenido gracias a su sólido argumento, entusiastas actuaciones y clara estructura. Cierto, sus efectos especiales son incomprensiblemente malos, pero en el estado de ánimo correcto hasta esa debilidad contribuye a hacer la experiencia más divertida.
El argumento comienza con una clásica situación en el cine de ciencia ficción: un asteroide (llamado "Flora") está en trayectoria directa hacia la Tierra, y el Centro Espacial de las Naciones Unidas recluta al retirado Comandante Jack Rankin (Robert Horton) como líder de la audaz expedición que lo destruirá con explosivos, aterrizando en él antes de que colisione con nuestro planeta. Una vez confirmada su participación, Rankin y su equipo se trasladan a la estación espacial Gamma 3, de donde partirá su cohete hacia el asteroide. Pero en la estación lo espera un conflicto de naturaleza personal; el Comandante Vince Elliot (Richard Jaeckel) está a cargo de la base, y su rivalidad profesional con Rankin causa inmediatos conflictos... que sólo empeoran cuando se revela que la Dra. Lisa Benson (Luciana Paluzzi), ex-pareja de Rankin, está a punto de casarse con Elliot.
Sin embargo, el drama romántico debe esperar, pues está en juego el destino de la Tierra. Rankin aterriza exitosamente en el asteroide Flora, y junto con su equipo descubren inesperadas manifestaciones de vida, incluyendo una extraña sustancia verde que parece pulsar con latente inteligencia. Los científicos desean tomar muestras para posterior análisis, pero Rankin se opone, ya que no están equipados para recolectar especímenes orgánicos. Su misión es detonar el planetoide, y proceden a hacer lo propio... pero no antes de que unas moléculas de la sustancia verde hayan quedado accidentalmente adheridas a un traje espacial.
Por lo demás, la misión es un éxito, y cuando Rankin regresa victorioso a Gamma 3 se hace una fiesta a-go-go donde Lisa cuestiona sus sentimientos hacia los dos comandantes. Sin embargo, los problemas apenas comienzan, pues la pequeña mancha verde empieza a crecer con extraordinaria rapidez y, tomando material genético del traje espacial, se desarrolla hasta convertirse en un horrendo monstruo bípedo con tentáculos y un gran ojo rojo en mitad de su fálico cuerpo. Elliot y Rankin enfrentan a la criatura cuando investigan la misteriosa muerte de dos tripulantes, y al atacarla se dan cuenta de que sus armas de energía están alimentando al extraño ser y promoviendo su reproducción. Para evitarlo proceden a cortar todas las fuentes de energía en la base... demasiado tarde, pues al poco tiempo Gamma 3 está infestada de monstruos que buscan desesperadamente nuevas fuentes de sustento, incluyendo algunos desafortunados tripulantes que tratan de oponerse a la invasión. Viendo la situación fuera de control, Rankin propone evacuar la estación espacial, sacrificando a los trabajadores heridos, pero Elliot se opone violentamente, prefiriendo contener a las criaturas en un cuadrante de la nave mientras encuentran una solución más humana. Sin embargo los implacables monstruos escapan todas las trampas y evaden los ataques humanos, haciendo evidente que Rankin tenía razón... hay que evacuar la base y dirigirla hacia la Tierra con el fin de incinerar a los monstruos cuando ingrese a la atmósfera. Pero quizás sea imposible realizar el plan, pues las criaturas se han extendido hasta el exterior, controlando las antenas direccionales e impidiendo el manejo de la estación. Parece que antes de tomar control de Gamma 3 hará falta más combate personal contra las verdes y eléctricas criaturas extraterrestres...
Gran parte del encanto de The Green Slime es su multicultural equipo de producción. Realizada en Japón por cineastas de ese país, pero con un elenco norteamericano y europeo, el "sabor" de la película es indescriptible, combinando el inocente entusiasmo del cine "kaiju" con los esquemas narrativos y estoicos héroes del Hollywood de los sesentas. Afortunadamente el guión cae en el lado positivo de esa ecuación, evitando la confusión y difusa estructura de similares cintas japonesas, como The H-Man, War in Space y Message From Space (del mismo director). Desafortunadamente lo que sí comparte con ese sub-género es la bajísima calidad de los efectos especiales, lo cual ha definitivamente afectado el modo como The Green Slime ha sido percibida por las nuevas generaciones.
Para empezar, tenemos las usuales miniaturas de la estación espacial y demás vehículos interplanetarios. Lejos de ofrecer el mismo nivel de celo artesanal que vemos en los modelos de Godzilla y demás cintas sobre monstruos gigantes, las miniaturas de The Green Slime carecen de todo detalle y realismo, haciendo evidente su origen como variadas partes plásticas usadas sin ingenio ni atención a su función narrativa. Por si eso fuera poco, tenemos también los peores efectos ópticos que he visto en una cinta japonesa... lo cual es decir bastante. El mediocre trabajo de "green screen" y los "rayos láser" emitidos por las frágiles armas revelan no sólo escasos recursos monetarios, sino poco interés por superar esa limitación con ingenio y creatividad.
Pero lo peor deben ser los monstruos... simples cilindros de goma rugosa, con un ojo rojo y largos tentáculos que se agitan alegremente mientras las criaturas emiten su característico (e irritante) chillido de batalla. No tenemos la suerte de ver el cierre metálico de los trajes, pero hay abundantes instancias de los delgados cables que controlan dichos tentáculos. La imagen de varios aguerridos soldados luchando contra "amenazadores" monstruos que apenas pueden moverse es capaz de sabotear la película entera, opacando sus sutiles virtudes y sellando el destino de esta humilde película en los ojos del menos indulgente público.
Sirva este artículo entonces como sincera apología escrita por uno de esos (excesivamente) indulgentes espectadores que lograron encontrar migajas de entretenimiento entre las vastas pifias de The Green Slime. No puedo defenderla desde el punto de vista técnico, y menos aún puedo enarbolar alguna profunda interpretación de su simple pero bien armada historia (aunque puede provocar cierta curiosidad saber que su director, Kinji Fukusaku, sería famoso décadas después por... ¡Battle Royale y su secuela!). Simplemente puedo decir que más allá de sus ridículos efectos, su bizarra música (la canción inicial está en el mismo excelso nivel que "Beware of the Blob") y sus acartonadas actuaciones, hay una amena historia con situaciones y temas reconocibles y válidos cuarenta años después de su modesto estreno. Entre las películas "tan malas que son buenas", considero The Green Slime como uno de los mejores exponentes, y estimo que merece igual aprecio y respeto que cintas como Plan 9 From Outer Space, Robot Monster y la mencionada Manos: The Hands of Fate, pues su mala fama obstruye un más honesto examen de su genuino valor como entretenimiento fílmico libre de pretensión y abundante en encanto. En resumen, The Green Slime me gusta más que Transformers.
Calificación: 8
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