Para explicar el estilo y argumento de Stake Land será más fácil describirla como una combinación de The Road y Land of the Dead, pero sustituyendo los zombies por vampiros. En el futuro cercano una infección vampírica provocó el colapso de la civilización contemporánea, y el mundo se transformó en una tierra sin ley donde los pocos humanos sobrevivientes deambulan en busca de alimento y refugio, bajo la constante amenaza de hordas vampíricas sedientas de sangre. En ese desmoralizante mundo encontramos a Mister (Nick Damici), un lacónico y rudo sobreviviente que un día rescata al joven Martin (Connor Paolo) durante una confrontación con vampiros en la que sus padres pierden la vida. Entonces Mister y Martin deciden aliarse, y empiezan el lento viaje hacia Canadá, donde esperan encontrar el pueblo de New Eden, último bastión de la humanidad libre de vampiros (o eso dicen los rumores). Sobra decir que en el camino encontrarán algunos aliados, un par de acompañantes y abundantes amenazas, no solo por parte de los vampiros, sino de extremistas religiosos que han formado comunidades racistas y agresivas, demostrando una vez más que no hay mayor peligro contra el hombre que el hombre mismo.
Al igual que The Road, Stake Land usa las aventuras de sus protagonistas en el deprimente mundo post-apocalíptico para reflexionar sobre las inherentes fallas de la humanidad, y la ausencia de compasión que se manifiesta en situaciones críticas. Claro, hay bastantes peleas contra los zombies/vampiros (les llamaré “zompiros“), y momentos de gran suspenso e incertidumbre cuando no sabemos si los sonidos que se escuchan en la noche son los monstruos sedientos de sangre, o los humanos cegados por el odio contra aquellos que no comparten sus creencias religiosas o raciales. Pero los vampiros son un riesgo menor (hasta cierto punto), ya que su comportamiento es instintivo y predecible, mientras que los fanáticos religiosos son expertos en traiciones, trampas y manipulación de emociones para conseguir sus malévolos propósitos (lamentablemente benignos en su propia opinión). Esta dualidad temática eleva Stake Land por encima de similares películas de bajo presupuesto, cuya falta de visión les hace pensar que unos cuantos extras con ropas desgarradas y manchadas de sangre artificial bastarán para crear una película "de terror". Por el contrario, el director Jim Mickle sabe que terror real no está en los efectos especiales, sino en la sensación de angustia y desesperación que experimentan los personajes, y en ese aspecto Stake Land cumple su misión exitosamente.
Continuando la analogía con The Road, me temo que Stake Land no alcanza el mismo nivel de agobio y desolación. El director logró mucho con poco, pues aunque no veremos épicas escenas de devastación urbana, su apocalipsis es visualmente creíble, con mesurado retoque digital e inserción de elementos artificiales para vestir las bien seleccionadas locaciones (me recordó las estrategias "low-tech" de la cinta Monsters). Los actores lucen igualmente los estragos del mundo sin reglas, e incluso me pareció que el protagonista Nick Damici (también co-escritor del libreto) posee un cierto aire de "Viggo Mortensen que no se ha bañado en seis meses". Por su parte, el joven Connor Paolo (más conocido por Gossip Girl) se esfuerza por dejar atrás su imagen del "upper east side", y funciona razonablemente bien como narrador y co-protagonista, aunque no siempre me pareció creíble su voz rasposa o su intensa mirada. Entre los sobrevivientes que encuentran en su peregrinación resaltan Kelly McGillis (sí, la misma de Top Gun) como una monja que aún conserva su instinto de protección por los desvalidos... lo cual podría ser fatal en el mundo post-civilización. Y, finalmente, Danielle Harris, la "scream queen" de moda, interpreta una descarriada adolescente con su habitual mezcla de fuerza y vulnerabilidad, sin olvidar su adorable ceja eternamente levantada. En general es un sólido ensamble de actores, bien balanceado entre talento y "star power"; si tuviera un punto débil quizás sería Michael Cerveris en el papel de líder religioso exagerado y unidimensional. Aunque, por otro lado, sus grandilocuentes monólogos y retórica teatral es consistente con las estrategias de los más hipócritas predicadores contemporáneos, así que su sobre-actuación podría estar justificada.
Entonces, para apreciar las virtudes de Stake Land no hay que esperar una típica historia de vampiros (aunque a estas alturas ya no sé lo que significa eso), ni una comedia negra estilo Zombieland, ni una cinta de acción "gore" como el re-make de Dawn of the Dead. Por el contrario, sería más apropiado tomarla como un drama semi-épico cuyo fin no es regodearse en las causas del apocalipsis (aunque tampoco descuida ese aspecto de la narrativa), sino examinar la gradual erosión de los valores humanos durante el colapso de la civilización. Tan solo por ese noble experimento merece una recomendación; y desde luego tiene a su favor buenas actuaciones, competente dirección y un libreto bien estructurado que no teme desafiar las expectativas del público (aunque al final nos arroje un giro inesperado que parece excusa para matar a un personaje central, pero sin descarrilar la conclusión que estábamos esperando). Quizás no la pondré en el elevado pedestal de Near Dark (en lo que respecta al cine de vampiros), ni de Day of the Dead (apocalipsis zombie), pero creo que Stake Land merece una posición de incipiente clásico entre las películas que combinan géneros y desafían expectativas. Aunque no sean perfectas, necesitamos más de esas.
Calificación: 8.5
2 comentarios:
La pelicula tiene una buena ejecución del material que trata, pero como dicen todos si tiene demasiado de Zombilandia y The road pero las actuaciones son sobrias aunque sin muchos diálogos o momentos de introspección, los efectos son sangrientos y bien realizados, lo suficiente para entretener a los fanáticos… ni parece un filme gringo.
zombidromo: Tienes razón; ya estamos tan acostumbrados a los clichés del horror norteamericano que cuando llega una película con sensibilidad más "artística" hasta parece europea o algo así. Saludos!
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