Gigantes de Acero (Real Steel)

Mucha gente está comparando la película Gigantes de Acero con el clásico juguete "Rock'em Sock'em Robots", pero la verdad es que la cultura popular tiene una larga historia de peleas robóticas, desde las simpáticas cintas ochenteras Robot Jox y Crash and Burn, hasta el memorable episodio de The Twilight Zone titulado “Steel“ (mmh… curioso), sin olvidar los capítulos de Futurama que giraron en torno a Bender y sus incursiones en la lucha libre de robots. Por supuesto Gigantes de Acero supera a todas sus predecesoras en lo que respecta a efectos especiales y realismo de los combatientes metálicos... pero por lo demás tiene una trama tan simple y pre-fabricada (por no mencionar cursi e inverosímil) que me fue imposible interesarme en las experiencias de sus protagonistas.

Hablando de "inverosímil", el argumento propone que en el futuro cercano el boxeo entre humanos será reemplazado por peleas robóticas. Tratando de ascender en este nuevo deporte encontramos a Charlie Kenton (Hugh Jackman), ex-boxeador venido a menos que ahora trata de reunir dinero para comprar un robot que lo saque de las baratas peleas locales y lo lleve al glamour de los torneos mundiales, donde están en juego no solo grandes cantidades de dinero, sino la gloria de los participantes (tanto humanos como mecánicos). La oportunidad de cumplir su sueño se presenta cuando su ex-esposa fallece, y le deja la custodia de su hijo Max (Dakota Goyo). Charlie no quiere el trabajo de criar a un niño que apenas conoce, pero acepta cuidarlo durante el verano a cambio de una fuerte cantidad de dinero, la cual invierte en un robot que pueda llevarlo a las "grandes ligas". Y al mismo tiempo que Charlie entrena a su robot para la Gran Pelea, va encontrando nuevo interés por Max. ¿Podrá el ex-boxeador conciliar sus deberes como manager de un robot y además forjar un lazo emocional con su hijo?

El conflicto entre padre e hijo parece ser la fórmula favorita del director Shawn Levy para generar drama en sus frívolas y huecas (aunque muy exitosas) películas familiares (como Night at the Museum y su horrible secuela). En ese aspecto Gigantes de Acero no ofrece absolutamente nada nuevo; los diálogos son penosamente torpes ("Has trabajado tanto tiempo con robots que te convertiste en uno"), las emociones de los personajes humanos son más artificiales que los boxeadores mecánicos, y los álgidos momentos de melodrama producen risas en vez de los nudos en la garganta a los que Levy sin duda aspiraba. Sin embargo las peleas entre robots son ruidosas, dinámicas y entretenidas, aunque me fue imposible tragar la premisa de que en veinte o treinta años la tecnología robótica avanzará lo suficiente para crear estas máquinas de pelea. Parece un concepto sacado de los años cincuentas, que ignora la tecnología contemporánea para saltar a un futuro "alternativo", más consistente con The Jetsons que con el entorno digital que disfrutamos actualmente. Además, nunca me quedó claro si los robots tienen conciencia o si son meros títeres de sus "entrenadores". Supongo que el guionista John Gatins quiso crear una amistad entre el niño y el robot similar a la de The Iron Giant, pero sin complicarse con temas de ciencia ficción, como la definición de la conciencia y los derechos de los robots. Eso le hubiera dado un ángulo más inteligente a la película, pero ¿quién tiene tiempo de filosofar cuando es más importante llegar al abrazo de padre e hijo? Eso es lo que todos queremos ver, ¿cierto?

Además de los efectos especiales, el otro punto fuerte de la película es el genial Hugh Jackman, cuya pericia para crear personajes realistas en un contexto fantástico contribuyó al éxito de la saga X-Men (por no mencionar cintas más difíciles, como The Fountain y The Prestige). Se nota que esta vez le cuesta más trabajo sobreponerse al mediocre argumento de Gigantes de Acero, pero a fin de cuentas su carisma e indomable energía mantienen a flote la cinta hasta en sus más forzados momentos (de los cuales hay muchos). La guapa Evangeline Lilly tiene la ingrata tarea de ser el rostro bonito que cumpla los requerimientos de casto romance indispensables en este tipo de cine. Y aunque el actor infantil Dakota Goyo debe interpretar al típico niño precoz y maduro más allá de sus años, no fue tan irritante como yo esperaba. Sin embargo, como dije, las auténticas estrellas de la película son los robots y las peleas, muy bien coreografiadas, animadas y "rendereadas" por el legendario estudio Digital Domain. Quizás los robots no tengan el nivel de detalle de Transformers, pero no hace falta tanto para hacer creíbles (o al menos aceptables) las peleas, sobre todo cuando se ubican en las granjas y pocilgas del circuito "underground", las cuales me gustaron más que los combates más glamorosos en Nueva York.

Sigo pensando que el concepto es absurdo, pero Gigantes de Acero terminó entreteniéndome más de lo que esperaba (y molestándome menos - a pesar de las rutinas de baile y “montajes“ musicales). Me hubiera gustado más ciencia ficción y menos melodrama, así como una exploración más detallada del mundo futuro (¿Qué otros deportes se han "robotizado"? ¿Cuál es la fuente de poder de los robots? ¿Por qué no tienen lanzallamas o "tasers"? ¿Será posible que se rebelen y ataquen a la humanidad? - Perdón, película equivocada) En fin... supongo que hay peores cintas para compartir con la familia, y además la mecánica de los combates será más atractiva para niños acostumbrados a jugar videojuegos como Virtua Fighter 5, Street Fighter IV o Ninja Gaiden 3. Lo cual me recuerda otra muestra de robots pugilísticos que disfruté en mi adolescencia... el videojuego One Must Fall, cuyos creadores quizás merecerían un porcentaje de las ganancias recaudadas por esta película. Como sea, dejando a un lado la nostalgia por juguetes, video juegos o cuentos de Isaac Asimov, puedo darle una tenue recomendación a Gigantes de Acero porque me gustaron sus robots y la convicción de su actor principal. Además, ya sabemos que la fórmula de Rocky nunca puede fallar. Solo faltó que el robot gritara "¡Adriaaaaaaaan!".

Calificación: 6.5