A veces es difícil, pero hay que reconocer que no todas las películas aclamadas como "clásicas" y "de culto" sobreviven el paso de los años. Algunas son realmente buenas y no lo discuto, pero muchas otras funcionan sólo, en el mejor de los casos, como reliquias históricas que representan con brutal honestidad la idiosincrasia de una época (por ejemplo, la irritante The Apple o la incomprensible Forbidden Zone). Afortunadamente Death Race 2000, de 1975, pertenece a ambas categorías, pues además de que sigue siendo entretenida, violenta y graciosa, refleja con igual entusiasmo un profético entorno social que, para bien o para mal, evoca nuestro presente... quizás no en lo que se refiere al inmisericorde y mortal deporte que le da título a la película, pero sí en su visión de la política como entretenimiento cuasi-fascista y pseudo-religioso.
Por eso parecería natural la idea de un re-make que retomara las ideas propuestas en esa brillante cinta y las trasladara a NUESTRO futuro, para especular sobre el desarrollo de la sociedad humana en décadas venideras. Después de todo, los más de treinta años transcurridos desde entonces han revelado mejoras y deficiencias que sin duda merecerían ser re-examinadas por un cineasta audaz, visionario y dispuesto a enfrentar el reto de entretenernos al mismo tiempo que nos hace pensar.
O, alternativamente, podría dársele la tarea a Paul W.S. Anderson.
No quiero ser uno de esos individuos que automáticamente odian todo lo que toca este controversial director. Cierto, creo que ha desperdiciado oportunidades únicas en proyectos de alto perfil (en particular con Alien Vs. Predator y la primera Resident Evil) cuyo inmenso potencial se esfumó frente al mediocre talento de este director; pero también ha realizado obras interesantes y entretenidas, ya sea por su concepto (Event Horizon), su exuberante energía (Mortal Kombat), o (como productor) por su bien armado equipo de colaboradores (Resident Evil: Extinction y D.O.A. Dead or Alive).
Para bien o para mal, la nueva cinta Death Race no redime a Anderson, pero tampoco lo sepulta; simplemente es más de lo mismo: hueco entretenimiento basado en buenas ideas que no se exploran adecuadamente. La trama omite gran parte del contenido político de la versión original y muchos de los elementos que añadían negro humor y genialidad narrativa. Así, en vez de una carrera a lo largo de los Estados Unidos, tenemos una competencia automovilística entre feroces criminales, limitada a una isla-prisión donde la fría e implacable directora se beneficia del elevado "rating" televisivo que genera la inusual carrera. El protagonista, un piloto profesional encarcelado injustamente, deberá sobrevivir no sólo el ataque de sus violentos contrincantes sino las manipulaciones de la directora, cuyas promesas de libertad podrían ocultar propósitos más siniestros y, desde luego, una siniestra conspiración...
En su más básico nivel, Death Race resulta una experiencia amena y marginalmente emocionante; abundan los momentos de violencia y abuso automovilístico; el fetiche tecnológico se cubre satisfactoriamente con exóticos vehículos copiados de Mad Max, aunque de más lustrosa manufactura; los actores encajan a la perfección en sus trillados papeles; y la dirección mantiene un ritmo ágil sin hacer demasiado frívola la trama, aunque una vez más Anderson cae en el error de exagerar la edición hasta el punto de la incoherencia en muchas instancias en las que un enfoque más sobrio y sutil hubiera funcionado mejor. Pero digamos que no es algo inesperado, pues se ha convertido en importante parte de su "estilo".
Hay que tomar en cuenta que escribo todo esto desde el punto de vista de alguien que apreció bastante la película original y consideró decepcionante la burda simplificación de sus mejores elementos en esta nueva interpretación. Pero quien no esté familiarizado con la versión setentera de Death Race 2000 quizás encuentre este re-make más satisfactorio, aunque sea como una llana cinta de acción con héroes rudos, autos rápidos y profusas explosiones. Al igual que la reciente cinta The Condemned (de tema casi idéntico), Death Race cuenta con suficientes virtudas para hacernos pasar un buen rato... aunque esta vez sea con vehículos en un circuito de concreto, en vez de puños y cuchillos en una espesa jungla. Digamos que en ésta carrera mortal, el resultado fue un simple empate.
Calificación: 7.5
viernes, 31 de octubre de 2008
jueves, 30 de octubre de 2008
The Other Side
Después de ver la excelente Dance of the Dead, tuve curiosidad de ver qué otras películas había dirigido el incipiente talento Gregg Bishop, y tras una corta visita al IMDb me enteré de que su ópera prima The Other Side contaba con comentarios muy positivos, que posteriormente confirmé visitando otros sitios especializados en cine de horror.
Unos días después, quince dólares más pobre, finalmente tuve oportunidad de ver The Other Side, y definitivamente me impresionó bastante a pesar de (o por razón de) su bajísimo presupuesto y su escueta manufactura.
La trama comienza con una extraña y perturbadora secuencia que cuenta una ambigua historia por medio de pesadillescas escenas diestramente editadas, con atisbos de violencia, sangre y un siniestro lugar poblado por cuerpos torturados. Después, en el mundo real, conocemos a un joven que vuelve a su ciudad natal para finalmente vivir con su novia, con la que mantuvo una relación remota mientras estudiaba en la universidad. Pero nunca llega el esperado reencuentro, pues la muchacha desaparece al salir de su trabajo, y entonces el protagonista se da a la tarea de buscarla con la ayuda de dos misteriosos personajes, quienes le revelan la verdad de su situación, y le advierten que hay un grupo de implacables asesinos místicos tras la pista del trío. Además, por si fuera poco, el joven también está en la mira de la policía por ser un sospechoso lógico en la desaparición de la muchacha.
Según el director Gregg Bishop, The Other Side costó sólo 15,000 dólares, pero el resultado en la pantalla es mucho más pulido de lo que sugiere esa ínfima cifra. Cierto, se nota el bajo presupuesto, pero la ambición de la historia junto con la increíblemente creativa dirección y las espléndidas secuencias de acción denotan genuino talento detrás de su manufactura, no sólo en el aspecto visual o narrativo, sino en la coordinación de la producción misma, maximizando la pequeña inversión para obtener resultados sorprendentes. Muchas películas independientes se conforman con mostrar dramas íntimos con unos cuantos actores sentados en un cuarto discutiendo sus problemas... por el contrario, The Other Side aspira a emocionarnos en un nivel más complejo, y lo mejor es que en gran medida lo logra. Pero incluso cuando falla merece aplauso, pues el simple hecho de que se haya arriesgado denota el potencial del director y de su entusiasta equipo de colaboradores.
Hablando de fallas, puedo mencionar algunos elementos derivativos... los asesinos que persiguen al protagonista son muy similares a los "agentes" de The Matrix en su comportamiento, e idénticos a Trinity en su vestimenta, lo cual invita algunas inexplicables situaciones que no ofrecen convincente explicación sobre su homogeneidad sartorial (perdón si esto suena vago o confuso, pero no quiero revelar demasiado de la trama).
También encontré otro punto débil en el protagonista; su desempeño dramático es moderadamente bueno, aunque algo frío; sus escenas de acción resultan adecuadas, pero no totalmente creíbles. Esto es a lo que me refiero con "merecer aplauso incluso en sus fallas"... el director requería un actor principal con esa rara combinación de aptitud física (para cubrir con decoro las escenas de acción) y talento histriónico (para enfrentar de manera realista los múltiples altibajos emocionales de la historia)... y aunque su elección no fue del todo exitosa, he visto el mismo problema en costosas producciones de Hollywood, de modo que es difícil criticar a un director independiente por no haber podido contratar a Will Smith o Brad Pitt para su pequeña película de quince mil dólares.
Por coincidencia vi The Other Side el mismo día que vi Brotherhood of Blood, otra película de terror realizada con un minúsculo presupuesto, con una trama interesante y un elenco irregular. Pero la diferencia en dirección, creatividad y ambición entre ambas es realmente impresionante, y demuestra la importancia no sólo de una historia bien construida sino del modo como el director y su equipo la interpretan visualmente, lo cual va más allá de las meras imágenes, cayendo de lleno en el más puro concepto de narrativa cinematográfica... arte visual combinado con retórica y técnica para crear una experiencia cautivadora, apasionante y muy entretenida.
Pongamos las cosas en contexto... The Other Side no es la mejor película en la historia del universo (aunque así lo hagan parecer mis excesivos halagos y pretenciosas descripciones); pero en el infecundo campo del terror independiente rara vez florece una película que no sólo supera sus limitaciones, sino que excede las expectativas del espectador y del género entero. Después de ver decenas de anónimas películas de zombies, vampiros o asesinos que resultan meras variaciones de sus bien conocidos temas, resulta refrescante encontrar un genuino talento que (espero) logre elevar el género de terror... o al menos producir buen cine en cualquier estilo. Gregg Bishop lo logró con ésta, su modesta ópera prima, y tuvo similar éxito con su segunda película, Dance of the Dead. Esperemos que la tendencia positiva continúe y nos sorprenda con su futura filmografía. Por lo que he visto, estoy convencido de que así será.
Calificación: 8.5
Unos días después, quince dólares más pobre, finalmente tuve oportunidad de ver The Other Side, y definitivamente me impresionó bastante a pesar de (o por razón de) su bajísimo presupuesto y su escueta manufactura.
La trama comienza con una extraña y perturbadora secuencia que cuenta una ambigua historia por medio de pesadillescas escenas diestramente editadas, con atisbos de violencia, sangre y un siniestro lugar poblado por cuerpos torturados. Después, en el mundo real, conocemos a un joven que vuelve a su ciudad natal para finalmente vivir con su novia, con la que mantuvo una relación remota mientras estudiaba en la universidad. Pero nunca llega el esperado reencuentro, pues la muchacha desaparece al salir de su trabajo, y entonces el protagonista se da a la tarea de buscarla con la ayuda de dos misteriosos personajes, quienes le revelan la verdad de su situación, y le advierten que hay un grupo de implacables asesinos místicos tras la pista del trío. Además, por si fuera poco, el joven también está en la mira de la policía por ser un sospechoso lógico en la desaparición de la muchacha.
Según el director Gregg Bishop, The Other Side costó sólo 15,000 dólares, pero el resultado en la pantalla es mucho más pulido de lo que sugiere esa ínfima cifra. Cierto, se nota el bajo presupuesto, pero la ambición de la historia junto con la increíblemente creativa dirección y las espléndidas secuencias de acción denotan genuino talento detrás de su manufactura, no sólo en el aspecto visual o narrativo, sino en la coordinación de la producción misma, maximizando la pequeña inversión para obtener resultados sorprendentes. Muchas películas independientes se conforman con mostrar dramas íntimos con unos cuantos actores sentados en un cuarto discutiendo sus problemas... por el contrario, The Other Side aspira a emocionarnos en un nivel más complejo, y lo mejor es que en gran medida lo logra. Pero incluso cuando falla merece aplauso, pues el simple hecho de que se haya arriesgado denota el potencial del director y de su entusiasta equipo de colaboradores.
Hablando de fallas, puedo mencionar algunos elementos derivativos... los asesinos que persiguen al protagonista son muy similares a los "agentes" de The Matrix en su comportamiento, e idénticos a Trinity en su vestimenta, lo cual invita algunas inexplicables situaciones que no ofrecen convincente explicación sobre su homogeneidad sartorial (perdón si esto suena vago o confuso, pero no quiero revelar demasiado de la trama).
También encontré otro punto débil en el protagonista; su desempeño dramático es moderadamente bueno, aunque algo frío; sus escenas de acción resultan adecuadas, pero no totalmente creíbles. Esto es a lo que me refiero con "merecer aplauso incluso en sus fallas"... el director requería un actor principal con esa rara combinación de aptitud física (para cubrir con decoro las escenas de acción) y talento histriónico (para enfrentar de manera realista los múltiples altibajos emocionales de la historia)... y aunque su elección no fue del todo exitosa, he visto el mismo problema en costosas producciones de Hollywood, de modo que es difícil criticar a un director independiente por no haber podido contratar a Will Smith o Brad Pitt para su pequeña película de quince mil dólares.
Por coincidencia vi The Other Side el mismo día que vi Brotherhood of Blood, otra película de terror realizada con un minúsculo presupuesto, con una trama interesante y un elenco irregular. Pero la diferencia en dirección, creatividad y ambición entre ambas es realmente impresionante, y demuestra la importancia no sólo de una historia bien construida sino del modo como el director y su equipo la interpretan visualmente, lo cual va más allá de las meras imágenes, cayendo de lleno en el más puro concepto de narrativa cinematográfica... arte visual combinado con retórica y técnica para crear una experiencia cautivadora, apasionante y muy entretenida.
Pongamos las cosas en contexto... The Other Side no es la mejor película en la historia del universo (aunque así lo hagan parecer mis excesivos halagos y pretenciosas descripciones); pero en el infecundo campo del terror independiente rara vez florece una película que no sólo supera sus limitaciones, sino que excede las expectativas del espectador y del género entero. Después de ver decenas de anónimas películas de zombies, vampiros o asesinos que resultan meras variaciones de sus bien conocidos temas, resulta refrescante encontrar un genuino talento que (espero) logre elevar el género de terror... o al menos producir buen cine en cualquier estilo. Gregg Bishop lo logró con ésta, su modesta ópera prima, y tuvo similar éxito con su segunda película, Dance of the Dead. Esperemos que la tendencia positiva continúe y nos sorprenda con su futura filmografía. Por lo que he visto, estoy convencido de que así será.
Calificación: 8.5
miércoles, 29 de octubre de 2008
Brotherhood of Blood
En mi constante búsqueda de joyas ocultas (o al menos experiencias fílmicas tolerables) en el estéril desierto del terror de bajo presupuesto, encuentro con demasiada frecuencia películas simplemente malas; estoy acostumbrado y no lo resiento mucho; pero lo que sí llega a doler es encontrar una obra con gran potencial que fue saboteada por algún elemento de su producción, ya sea a nivel creativo, técnico o narrativo. Desafortunadamente Brotherhood of Blood es una de esas películas que pudo llegar más lejos si no fuera por una fatal deficiencia: su dirección.
El concepto básico del guión es bueno y bastante original: a diferencia de los sofisticados y elegantes vampiros de Anne Rice o los tecno-fetichistas de Blade, los vampiros de Brotherhood of Blood viven en la periferia de la sociedad, al margen de la ley y ligeramente por encima de los indigentes callejeros. Sus antagonistas, una secreta orden de cazadores de vampiros, no está en mejor posición; por falta de dinero, los supuestos héroes deben sostener su magra existencia robando las pertenencias de los vampiros que destruyen. Por eso ambas facciones buscan desesperadamente el control de un hombre recientemente infectado por el vampirismo, cuyo millonario hermano podría ser una importante fuente de dinero y posición social... los vampiros desean convertirlo en uno de ellos, y los cazadores quieren convencerlo para patrocinar sus esfuerzos, empezando por buscar una cura para el hermano infectado. Además, por si eso no fuera suficiente, tanto los héroes como los villanos están preocupados por la inminente resurrección de un antiguo demonio, que podría tener como misión exterminar a los humanos, o a los vampiros... o al planeta entero.
La premisa de Brotherhood of Blood es innovadora, pero la película se desmorona rápidamente por su bajísimo presupuesto y la pésima dirección de Michael Roesch y Peter Scheerer, cuyo trabajo como guionistas muestra varios atisbos de ingenio que en papel sin duda prometían una razonablemente interesante película. Pero su desempeño como directores arruina tal potencial, pues además de la cinematografía (videografía) granulosa y mal iluminada, tenemos escenas pésimamente coreografiadas, una abundancia de incómodos y mal encuadrados close-ups y una espantosa edición cuyas fallas no se limitan a irrelevantes problemas de continuidad, sino que sabotean la narrativa con sus bruscos cambios de ritmo y tono. Esa carencia de visión global y de planeación adecuada, y la incapacidad de mantener en la mente la estructura y flujo de la historia durante la filmación y post-producción de la película es lo que más fácilmente puedo señalar como un mal trabajo de dirección. Por cierto, durante los créditos finales de la película el primer agradecimiento es para Uwe Boll (al parecer los co-directores y co-guionistas de Brotherhood of Blood trabajaron con él en Alemania). Ni hablar... supongo que hasta la tangencial influencia de este nefasto director tiene el poder de arruinar otras películas. O tal vez Boll fue el mentor de Roesch y Scheerer, con las consecuencias que ahora vemos.
Como quiera que sea, el par trata de atenuar el problema empleando el viejo truco de contar la historia de manera no lineal (en otras palabras, otro refrito estilístico de Pulp Fiction); no funciona en el plano técnico, pero en el narrativo tal vez enriquece el desarrollo, pues al alternar entre presente y futuro algunas escenas que no tenían sentido cobran nueva importancia, mientras que otras revelan relaciones inesperadas o motivación de acciones futuras.
El elenco también comparte la culpa, pues si bien la inclusión de varios veteranos del género fantástico eleva parcialmente el nivel de la cinta, al mismo tiempo resalta la ya notoria deficiencia del resto de los actores, subrayando su condición amateur y las improvisadas actuaciones. Entre los veteranos mencionados tenemos a Sid Haig (Spider Baby, The Devil's Rejects) y Ken Foree (recordado con cariño por su papel central en la original Dawn of the Dead), quien es también culpable de exagerar bastante en su interpretación de una especie de pirata vampiro propenso a explicar la trama y a reír maniáticamente. Finalmente tenemos a la guapa Victoria Pratt, más conocida por papeles en las series televisivas Xena: Warrior Princess, Mutant X y Cleopatra 2525; no será una virtuosa del arte histriónico, pero considero que pertenece al dudosamente destacado grupo de actores y actrices que demuestran inusitado profesionalismo y compromiso en las cintas de bajo presupuesto donde con frecuencia los vemos tomando muy en serio sus papeles y excediendo los requerimientos del mediocre material con el que generalmente tienen que trabajar (otros semi-anónimos miembros de ese grupo: Corbin Bernsen, Reneé O'Connor y Sandrine Holt).
A fin de cuentas, los contados aciertos de Brotherhood of Blood no exceden sus abundantes fallas. La mala dirección, nebulosa imagen y limitación creativa general aniquilan la experiencia, aunque la trama deja la puerta abierta para una hipotética secuela. Honestamente no me molestaría verla, siempre y cuando los directores estudiaran intensivamente bajo la tutela simultánea de Martin Scorsese, Alan Parker y Steven Spielberg. Pero como dudo que eso ocurra, considero más viable que los productores (que incluyen al mencionado Ken Foree) decidan buscar a alguien con el mediano talento visual necesario para alcanzar el potencial que promete la historia. En el mejor de los casos, Brotherhood of Blood es una mediocre pero interesante curiosidad en el vasto y predecible sub-género de vampiros. En el peor de los casos, es una lección para estudiantes de cine sobre cómo NO dirigir una película. En ambos papeles tiene cierto valor, pero mi recomendación está limitada sólo a aquellos que encuentren el proverbial vaso "casi lleno". El resto de la gente preferirá abstener por completo de beber este amargo trago.
Calificación: 6
El concepto básico del guión es bueno y bastante original: a diferencia de los sofisticados y elegantes vampiros de Anne Rice o los tecno-fetichistas de Blade, los vampiros de Brotherhood of Blood viven en la periferia de la sociedad, al margen de la ley y ligeramente por encima de los indigentes callejeros. Sus antagonistas, una secreta orden de cazadores de vampiros, no está en mejor posición; por falta de dinero, los supuestos héroes deben sostener su magra existencia robando las pertenencias de los vampiros que destruyen. Por eso ambas facciones buscan desesperadamente el control de un hombre recientemente infectado por el vampirismo, cuyo millonario hermano podría ser una importante fuente de dinero y posición social... los vampiros desean convertirlo en uno de ellos, y los cazadores quieren convencerlo para patrocinar sus esfuerzos, empezando por buscar una cura para el hermano infectado. Además, por si eso no fuera suficiente, tanto los héroes como los villanos están preocupados por la inminente resurrección de un antiguo demonio, que podría tener como misión exterminar a los humanos, o a los vampiros... o al planeta entero.
La premisa de Brotherhood of Blood es innovadora, pero la película se desmorona rápidamente por su bajísimo presupuesto y la pésima dirección de Michael Roesch y Peter Scheerer, cuyo trabajo como guionistas muestra varios atisbos de ingenio que en papel sin duda prometían una razonablemente interesante película. Pero su desempeño como directores arruina tal potencial, pues además de la cinematografía (videografía) granulosa y mal iluminada, tenemos escenas pésimamente coreografiadas, una abundancia de incómodos y mal encuadrados close-ups y una espantosa edición cuyas fallas no se limitan a irrelevantes problemas de continuidad, sino que sabotean la narrativa con sus bruscos cambios de ritmo y tono. Esa carencia de visión global y de planeación adecuada, y la incapacidad de mantener en la mente la estructura y flujo de la historia durante la filmación y post-producción de la película es lo que más fácilmente puedo señalar como un mal trabajo de dirección. Por cierto, durante los créditos finales de la película el primer agradecimiento es para Uwe Boll (al parecer los co-directores y co-guionistas de Brotherhood of Blood trabajaron con él en Alemania). Ni hablar... supongo que hasta la tangencial influencia de este nefasto director tiene el poder de arruinar otras películas. O tal vez Boll fue el mentor de Roesch y Scheerer, con las consecuencias que ahora vemos.
Como quiera que sea, el par trata de atenuar el problema empleando el viejo truco de contar la historia de manera no lineal (en otras palabras, otro refrito estilístico de Pulp Fiction); no funciona en el plano técnico, pero en el narrativo tal vez enriquece el desarrollo, pues al alternar entre presente y futuro algunas escenas que no tenían sentido cobran nueva importancia, mientras que otras revelan relaciones inesperadas o motivación de acciones futuras.
El elenco también comparte la culpa, pues si bien la inclusión de varios veteranos del género fantástico eleva parcialmente el nivel de la cinta, al mismo tiempo resalta la ya notoria deficiencia del resto de los actores, subrayando su condición amateur y las improvisadas actuaciones. Entre los veteranos mencionados tenemos a Sid Haig (Spider Baby, The Devil's Rejects) y Ken Foree (recordado con cariño por su papel central en la original Dawn of the Dead), quien es también culpable de exagerar bastante en su interpretación de una especie de pirata vampiro propenso a explicar la trama y a reír maniáticamente. Finalmente tenemos a la guapa Victoria Pratt, más conocida por papeles en las series televisivas Xena: Warrior Princess, Mutant X y Cleopatra 2525; no será una virtuosa del arte histriónico, pero considero que pertenece al dudosamente destacado grupo de actores y actrices que demuestran inusitado profesionalismo y compromiso en las cintas de bajo presupuesto donde con frecuencia los vemos tomando muy en serio sus papeles y excediendo los requerimientos del mediocre material con el que generalmente tienen que trabajar (otros semi-anónimos miembros de ese grupo: Corbin Bernsen, Reneé O'Connor y Sandrine Holt).
A fin de cuentas, los contados aciertos de Brotherhood of Blood no exceden sus abundantes fallas. La mala dirección, nebulosa imagen y limitación creativa general aniquilan la experiencia, aunque la trama deja la puerta abierta para una hipotética secuela. Honestamente no me molestaría verla, siempre y cuando los directores estudiaran intensivamente bajo la tutela simultánea de Martin Scorsese, Alan Parker y Steven Spielberg. Pero como dudo que eso ocurra, considero más viable que los productores (que incluyen al mencionado Ken Foree) decidan buscar a alguien con el mediano talento visual necesario para alcanzar el potencial que promete la historia. En el mejor de los casos, Brotherhood of Blood es una mediocre pero interesante curiosidad en el vasto y predecible sub-género de vampiros. En el peor de los casos, es una lección para estudiantes de cine sobre cómo NO dirigir una película. En ambos papeles tiene cierto valor, pero mi recomendación está limitada sólo a aquellos que encuentren el proverbial vaso "casi lleno". El resto de la gente preferirá abstener por completo de beber este amargo trago.
Calificación: 6
martes, 28 de octubre de 2008
Dance of the Dead
Aunque últimamente he elogiado varias películas realizadas directamente para distribución en DVD, no hay que olvidar que el porcentaje de las que superan expectativas y trascienden limitaciones es más o menos pequeño. Desafortunadamente la gran mayoría está integrada por obras sin visión, creadas sólo para explotar la viabilidad de este floreciente mercado; o por las creaciones de gente sin talento pero con mucho entusiasmo, lo cual es aún más doloroso, pues por mucho amor que algún mediocre cineasta tenga por el género, difícilmente producirá una película sólida que se sostenga por méritos propios.
Por eso se multiplica el placer cuando mágicamente aparece una película que combina visión, talento y respeto por el cine fantástico, para dar como resultado una experiencia sincera, divertida y tan sólidamente realizada que podría competir con cualquier cinta reciente de terror que (mereciéndolo o no) se haya exhibido en cines. Y me complace decir que Dance of the Dead es una de esas raras películas.
Acepto que no es muy original; su argumento podría destilarse en dos obvias influencias: la cinta británica Shaun of the Dead y las comedias juveniles de John Hughes. Extraña combinación, pero en manos del hábil director Gregg Bishop la mezcla funciona perfectamente bien, al estar respaldada por un ingenioso libreto, buenos actores y un travieso tono que se apoya en el humor pero sin perder de vista el suspenso y terror que nos hace temer por los personajes.
Como muchas películas de John Hughes, Dance of the Dead comienza con los preparativos para el baile de graduación en la escuela preparatoria de un pequeño pueblo... ubicado junto a una planta nuclear. Ahí conocemos a varios jóvenes, algunos populares y otros inadaptados o antisociales... pero cuando la radiación de la planta nuclear desata una epidemia de zombies, los estudiantes (y algún maestro) tendrán que poner sus diferencias (y romances) a un lado para defender su pueblo, rescatar la fiesta de graduación... y mantenerse con vida mientras llega ayuda.
Como dije, el argumento no es muy original, y podemos apreciar los numerosos "homenajes" o influencias de películas que van desde la icónica obra de George A. Romero, hasta sus mejores imitadoras, como Return of the Living Dead, la mencionada Shaun of the Dead y la humilde Zombie Honeymoon. Pero el tomar prestado de tantas fuentes no evita que Dance of the Dead desarrolle una personalidad propia, que comienza con su juvenil elenco y continúa evolucionando hasta el perfecto final, que no es necesariamente feliz para todos, pero que resulta muy satisfactorio, tanto narrativa como emocionalmente.
Para balancear tantos elogios debo recordar también que Dance of the Dead es una película de muy bajo presupuesto (según la revista Fangoria, su costo apenas superó el millón de dólares), aunque no lo parece. Dije al principio que puede competir con muchas películas recientes de terror y lo sostengo, pero sólo en el aspecto dramático y visceral... después de todo, sería difícil lograr la misma sofisticación y recursos técnicos que se lograron (desperdiciaron) en Mirrors o (por favor no) el re-make de Shutter. Sin embargo, sobra decir que con su sencilla producción y abundante visión, Dance of the Dead resulta incalculablemente más entretenida y satisfactoria que esas (y muchas otras) decepciones fílmicas.
Sólo queda entonces recomendar con entusiasmo esta inesperada joya de terror, y alegrarnos de que el medio sea lo suficientemente próspero para apoyar obras de esta valía. Si el precio de cada buena película directa a DVD es soportar 10 bodrios como The Butterfly Effect 2, White Noise 2: The Light o Five Across the Eyes... bueno, no puedo decir que me alegrará gastar mi dinero, pero me consuela saber que quizás estoy apoyando la creación y difusión de esas contadas obras que compensan con su calidad las horas de tortura que hemos sufrido a manos de sus mediocres colegas.
Calificación: 9
Advertencia: No confundir esta brillante cinta con el tedioso episodio de Masters of Horror también titulado Dance of the Dead... el tema es totalmente distinto y sobra decir que la calidad también.
lunes, 27 de octubre de 2008
Quémese Después de Leerse (Burn After Reading)
El año pasado los Hermanos Coen recibieron mucha atención por su multi-premiada cinta No Country for Old Men, y supongo que eso elevó demasiado las expectativas para su siguiente película. Pero es conveniente recordar que, por talentosos que sean, no son infalibles; y como prueba podemos ver en su filmografía altibajos tan pronunciados como el que seguramente se declarará después de Quémese Después de Leerse. Cierto, esta vez el declive no fue tan pronunciado como el que existió entre O Brother Where Art Thou y The Man Who Wasn't There, o el que separó Intolerable Cruelty y The Ladykillers (aunque muchos dirán que no hubo tal declive, y que ambas películas fueron igualmente mediocres), pero como quiera que sea, es casi seguro que Quémese Después de Leerse decepcionará a mucha gente impresionada por la sombría e impactante No Country for Old Men.
La trama sigue las peripecias que desatan un par de ineptos individuos cuando tratan de vender un disco con información clasificada que extravió la esposa de un analista de la CIA. Simultáneamente vemos como el retiro forzado empieza a desmoronar la psique de tal analista. Y una tercera sub-trama sigue los romances de un empleado gubernamental con varias mujeres que de algún modo están relacionadas con el problema entero. Y así, combinando contundente drama personal con incongruente humor, la trama avanza en irregulares saltos hasta llegar a un abrupto y cínico final que podrá ser lógico, pero que no por eso resulta satisfactorio. En resumen, otra gran broma de los Hermanos Coen a costa de su público.
Los primeros 20 minutos son fascinantes por su retrato del lado humano del espionaje, no en el ridículamente glamorizado nivel de James Bond, sino en el entorno más prosaico, realista y paranoico de conflictos en la oficina, problemas personales, y los insospechados niveles de complejidad cuando se combinan de maneras inesperadas. Así, el "simple" adulterio de una esposa se convierte en un drama político; el retiro de un sólido trabajador con problemas de alcoholismo crece hasta poner en peligro la seguridad nacional (o lo que sea que esté en riesgo... nunca queda exactamente clara la importancia de la información en juego); y se revela que las altas posiciones de poder están ocupadas por personas exactamente iguales a las que tratan de controlar, y sobre las que se sienten superiores.
Pero cuando entran a la trama los elementos cómicos (en la forma de Frances McDormand y Brad Pitt), la tensión se evapora y es reemplazada por humor forzado... el tipo de humor que cree ser mucho más gracioso de lo que realmente es. Ahora, para ser honestos, el humor se oscurece paulatinamente hasta volverse intensamente negro y sardónico. Cuando las múltiples tramas empiezan a entrelazarse y finalmente vemos con claridad la secuencia de causas y consecuencias, sólo queda admirar la audacia de los guionistas y la metódica dirección que nos llevó por el irregular pero entretenido paseo; un claro caso de "el viaje es mejor que el destino".
La (casi) siempre acertada elección de actores eleva inmensamente el fragmentado guión; George Clooney encuentra el balance perfecto entre patético y simpático; David Rasche y J.K. Simmons son perfectos como los pragmáticos oficiales de la CIA que apenas comprenden la bizarra cadena de eventos. El personaje de Frances McDormand es fascinante, y creo que merecería una película para sí misma, en vez de sólo ser el irritante "comic relief" en lo que hubiera podido ser un sobrio thriller político. Curiosamente, el actor que falla es Brad Pitt; no sé si habrá sido por inspiración propia o por dirección de los Coen, pero es el único que se siente como un títere del guión y no como una persona real y palpitante tratando de navegar los extraños giros que el destino depara. Usualmente Pitt es un excelente actor, pero esta vez el material no le ayudó a encontrar el "centro" del personaje. O algo así.
Creo que Quémese Después de Leerse tiene más cosas positivas que negativas, aunque el balance dependerá necesariamente del humor y tolerancia de cada espectador. Escuché comentarios en el cine sobre una violenta escena, que aparentemente arruinó la experiencia para muchas personas; para mí fue el punto donde la historia empezó a mejorar. Entonces, quedan advertidos: considero que esta inusual película merece recomendación por las actuaciones y el ocasional ingenio de su libreto; pero el aberrante tono y atípico final podría descomponer el resto de la película para aquellos que no estén acostumbrados al impredecible estilo de humor que caracteriza los Hermanos Coen. Ahora que lo pienso en ese contexto, quizás No Country for Old Men fue en realidad la broma...
Calificación: 8
domingo, 26 de octubre de 2008
Max Payne
Usualmente cuando falla económicamente una película basada en un videojuego (¿alguna se ha salvado?), se alega que la causa fue la falta de fidelidad entre la adaptación y la fuente original. Quizás para algunos fans eso basta para racionalizar el problema, pero yo creo que la razón es mucho más simple y fundamental: los argumentos de los videojuegos son generalmente malos. Como ávido jugador desde hace casi tres décadas (sí, así de viejo estoy) he presenciado la evolución de este arte, desde los repetitivos y simples títulos de antaño (Pong, Space Invaders) hasta las complejas y bizantinas tramas de complejos videojuegos con impenetrables universos de personajes y eventos multi-relacionados, que son simplemente incomprensibles para quien no haya dedicado gran parte de su vida estudiando el enredado tejido de causas y consecuencias, mentores y discípulos, hechizos y contra-hechizos... en otras palabras, vastas y auto-indulgentes sagas como las de Final Fantasy, Metal Gear, Castlevania y muchas otras.
Sin embargo, por torpes que sean esas historias (mis sinceras disculpas a los fans... yo soy uno de ustedes y no es mi deseo insultarlos, sino ilustrar una idea), los videojuegos mismos funcionan maravillosamente bien, pues su razón de ser no es contar una historia (aunque así lo deseen imaginar los diseñadores con sueños cinematográficos), sino desarrollar una mecánica de juego entretenida y adictiva, fácil de aprender pero difícil de dominar, que despierte la imaginación, estimule la práctica y recompense la dedicación. En resumen, todos los sutiles y obvios elementos que representan la incomprendida INTERACTIVIDAD. Por eso, cuando se traducen esas historias a cine, un medio cien por ciento pasivo (no estoy contando a los que le gritan a la pantalla en la creencia de que los personajes les harán caso), se pierde automáticamente todo lo que funcionaba en la consola, computadora o tablero y, en el mejor de los casos, queda a cargo de la imperfecta trama el tratar de satisfacer tanto a los fans del juego como a los que sólo esperan ver una buena película.
Tuve tiempo de pensar todo esto mientras veía Max Payne, pues a pesar de que el el guión sigue de cerca lo establecido en el juego, no sentí ni un ápice de la emoción y visceral satisfacción que en algún momento me produjo el juego original. Sin el elemento interactivo, la historia se reduce a una serie de predecibles escenas que hemos visto incontables veces en películas de similar tema: el anti-héroe rudo pero honorable en busca de venganza, luchando por limpiar su nombre (auxiliado por una atractiva mujer) al mismo tiempo que se enfrenta a villanos respaldados por alguna conspiración corporativa, gubernamental, religiosa o de cualquier otro tipo. Estilísticamente la película no llega más allá del genérico pseudo-noir urbano, con cinematografía desaturada y casi monocromática, alto contraste entre áreas de luz y sombra, e, irónicamente, secuencias en cámara lenta que no logran ni un fragmento del impacto y elegante coreografía que los diseñadores utilizaron en el videojuego. Estamos en problemas cuando una de las principales conexiones visuales entre el juego y la película es la nieve en cámara lenta.
Las actuaciones son irrelevantes. Lo único que hace falta en el héroe es obtener la combinación justa de férrea determinación con su lado emocional; las mujeres deben ser seductoras pero rudas, y los villanos sólo necesitan un corto repertorio de expresiones amenazadoras, despectivas y (cuando hay un giro sorpresivo) amistosas. Si el libreto no se preocupa por mostrar evolución, desarrollo orgánico y solidez narrativa, ¿por qué exigírselo a los actores cuyo único trabajo es reemplazar avatares digitales aún menos expresivos?
Entre los pocos aspectos positivos de Max Payne está la guapa Olga Kurylenko, cuyo corto papel casi duplica su participación en Hitman (otra cinta basada en un violento videojuego sobre un sombrío anti-héroe en busca de venganza), mostrando una vez más su talento para quitarse seductoramente un vestido rojo... aunque esta vez la cinta es "PG-13" en vez de "R"... otra inusual decisión considerando que la extrema violencia y el cruento detalle de los "headshots" estaban entre los elementos que distinguían al videojuego. En vez de eso, tenemos algunos efectivos efectos especiales que representan las consecuencias de la droga Valkiria (parte de la mencionada conspiración), las consabidas balaceras en cámara lenta donde se disparan miles de balas sin tocar al héroe y sin producir sangre entre los antagonistas; y la confiable banda sonora con sus respectivos pasajes de rock pesado, tecno y épica orquestación, tratando de subrayar emociones inexistentes.
Quizás estoy siendo demasiado estricto con Max Payne, pero ya colmó mi paciencia este hueco cine de acción diluido e insípido, que es todo imagen y nada de sustancia... mucho movimiento y rápida edición, pero nada de emoción... y que trata de distraernos con imágenes llamativas para que no nos demos cuenta de su fundamental inconsecuencia. Espero sinceramente que sólo sea una fase, y que eventualmente caerá bajo su propio peso para dar lugar a un renacimiento del género... o tal vez una nueva versión de lo mismo. Por lo pronto, me quedaré con los juegos en donde realmente pueden jugarse y no sólo verse.
Calificación: 4
Sin embargo, por torpes que sean esas historias (mis sinceras disculpas a los fans... yo soy uno de ustedes y no es mi deseo insultarlos, sino ilustrar una idea), los videojuegos mismos funcionan maravillosamente bien, pues su razón de ser no es contar una historia (aunque así lo deseen imaginar los diseñadores con sueños cinematográficos), sino desarrollar una mecánica de juego entretenida y adictiva, fácil de aprender pero difícil de dominar, que despierte la imaginación, estimule la práctica y recompense la dedicación. En resumen, todos los sutiles y obvios elementos que representan la incomprendida INTERACTIVIDAD. Por eso, cuando se traducen esas historias a cine, un medio cien por ciento pasivo (no estoy contando a los que le gritan a la pantalla en la creencia de que los personajes les harán caso), se pierde automáticamente todo lo que funcionaba en la consola, computadora o tablero y, en el mejor de los casos, queda a cargo de la imperfecta trama el tratar de satisfacer tanto a los fans del juego como a los que sólo esperan ver una buena película.
Tuve tiempo de pensar todo esto mientras veía Max Payne, pues a pesar de que el el guión sigue de cerca lo establecido en el juego, no sentí ni un ápice de la emoción y visceral satisfacción que en algún momento me produjo el juego original. Sin el elemento interactivo, la historia se reduce a una serie de predecibles escenas que hemos visto incontables veces en películas de similar tema: el anti-héroe rudo pero honorable en busca de venganza, luchando por limpiar su nombre (auxiliado por una atractiva mujer) al mismo tiempo que se enfrenta a villanos respaldados por alguna conspiración corporativa, gubernamental, religiosa o de cualquier otro tipo. Estilísticamente la película no llega más allá del genérico pseudo-noir urbano, con cinematografía desaturada y casi monocromática, alto contraste entre áreas de luz y sombra, e, irónicamente, secuencias en cámara lenta que no logran ni un fragmento del impacto y elegante coreografía que los diseñadores utilizaron en el videojuego. Estamos en problemas cuando una de las principales conexiones visuales entre el juego y la película es la nieve en cámara lenta.
Las actuaciones son irrelevantes. Lo único que hace falta en el héroe es obtener la combinación justa de férrea determinación con su lado emocional; las mujeres deben ser seductoras pero rudas, y los villanos sólo necesitan un corto repertorio de expresiones amenazadoras, despectivas y (cuando hay un giro sorpresivo) amistosas. Si el libreto no se preocupa por mostrar evolución, desarrollo orgánico y solidez narrativa, ¿por qué exigírselo a los actores cuyo único trabajo es reemplazar avatares digitales aún menos expresivos?
Entre los pocos aspectos positivos de Max Payne está la guapa Olga Kurylenko, cuyo corto papel casi duplica su participación en Hitman (otra cinta basada en un violento videojuego sobre un sombrío anti-héroe en busca de venganza), mostrando una vez más su talento para quitarse seductoramente un vestido rojo... aunque esta vez la cinta es "PG-13" en vez de "R"... otra inusual decisión considerando que la extrema violencia y el cruento detalle de los "headshots" estaban entre los elementos que distinguían al videojuego. En vez de eso, tenemos algunos efectivos efectos especiales que representan las consecuencias de la droga Valkiria (parte de la mencionada conspiración), las consabidas balaceras en cámara lenta donde se disparan miles de balas sin tocar al héroe y sin producir sangre entre los antagonistas; y la confiable banda sonora con sus respectivos pasajes de rock pesado, tecno y épica orquestación, tratando de subrayar emociones inexistentes.
Quizás estoy siendo demasiado estricto con Max Payne, pero ya colmó mi paciencia este hueco cine de acción diluido e insípido, que es todo imagen y nada de sustancia... mucho movimiento y rápida edición, pero nada de emoción... y que trata de distraernos con imágenes llamativas para que no nos demos cuenta de su fundamental inconsecuencia. Espero sinceramente que sólo sea una fase, y que eventualmente caerá bajo su propio peso para dar lugar a un renacimiento del género... o tal vez una nueva versión de lo mismo. Por lo pronto, me quedaré con los juegos en donde realmente pueden jugarse y no sólo verse.
Calificación: 4
viernes, 24 de octubre de 2008
Los Condenados (The Condemned)
Nunca es buena señal cuando al principio de una película vemos el logo de la Federación Mundial de Lucha Libre (WWE, o alguna de sus subsidiarias). No deseo juzgar a los aficionados de tal actividad, pero creo que sería imposible negar que a lo largo de los años esta organización ha co-producido películas de ínfima calidad (como la risible The Marine), cuya única razón de ser (además de hacer fácil dinero) ha sido promover algún personaje moldeado por los diestros equipos de mercadotecnia e imagen que manejan ese deporte. Me abstengo de poner comillas en la palabra "deporte" porque si bien desconfío de su legitimidad, no pongo en duda el desempeño físico de quienes lo practican. En otras palabras, los resultados de las batallas podrán ser falsos, pero el entrenamiento y algunos golpes deben sentirse reales.
Además, entiendo la conexión entre lucha libre y cine (especialmente en el género de acción... ojalá el destino no nos depare algún drama o comedia romántica con un monolítico luchador en el papel principal). Después de todo, en una actividad donde el éxito depende de la popularidad, podemos estar seguros de que las grandes figuras serán al menos personas con gran carisma y "showmanship", que fácilmente podría trasladarse del ring a la pantalla grande, como ocurrió con Dwayne "The Rock" Johnson, la persona que mejor ha logrado la transición de luchador a legítimo actor... si no contamos a Tor Johnson.
Esta vez le toca el turno a Steve Austin (nombre real: Steven Williams) y aunque no tiene el talento de Johnson (Dwayne), al menos muestra adecuada presencia escénica y atisbos de humor que suavizan su extra-ruda apariencia, haciéndolo accesible como héroe de acción incluso en las más predecibles y genéricas escenas de Los Condenados. La desechable trama combina ingredientes bien conocidos, que no requieren gran preparación ni desarrollo para meternos de lleno en la acción: diez violentos prisioneros condenados a muerte son involuntariamente reclutados para participar en un cuasi-legal "webcast" donde los "concursantes" deberán luchar hasta la muerte, y el único sobreviviente ganará una considerable suma de dinero... por no mencionar su libertad. Pero el conflicto no está confinado a un ring o arena, sino a lo largo y ancho de una agreste isla tropical, lo cual provee amplia oportunidad de planear emboscadas, acechar a los enemigos y despacharlos de muy creativas maneras. ¿Logrará sobrevivir el héroe de la película?
Por mucho que quiera burlarme del burdo libreto y su falta de originalidad, admito que pasé un buen rato viendo Los Condenados; después de todo, no aspira a ser siquiera una sobresaliente película de acción, sino sólo un plato de comida rápida que satisfaga momentáneamente para olvidarse diez minutos después. Como dije, Steve Austin encaja bien en el papel de estoico y silencioso anti-héroe (supongo que fue buena idea no darle extensos diálogos dramáticos), y el resto del elenco ocupa con igual acierto sus ingratos roles, desde los variados prisioneros (que incluyen una pareja casada y al siempre entretenido Vinnie Jones), hasta los organizadores de la operación, cuya villanía queda establecida en los primeros segundos de la película.
Desde la original The Most Dangerous Game, de 1932 (basada en un cuento corto publicado en 1924) hemos visto muchos refritos del concepto de "cacería humana"; algunos, como The Running Man son huecos ejercicios de acción con poca sustancia; otros, como Battle Royale y su secuela, imprimen inusitada profundidad y significado a la violencia. Los Condenados se apega más a la primera descripción, pero lo hace de manera suficientemente profesional y directa para lograr su simple propósito de entretener y sorprendernos levemente con unas contadas muertes sangrientas. Supongo que también trató de dejarnos un mensaje sobre la violencia en los medios de comunicación y la hipocresía de quienes los condenan (ahem), pero será mejor dejar esas denuncias a un lado y simplemente divertirnos con esta vetusta receta de acción y violencia que al menos está bien dirigida y ofrece abundante brutalidad sin disculparse por sus excesos mientras que otras películas, más caras y prestigiosas, deben limitarse para no arriesgar su éxito en taquilla. Francamente, prefiero la honesta y superficial ultra-violencia de Los Condenados en vez de la insípida y sobredirigida pseudo-acción de Max Payne, Babylon A.D. o Bangkok Dangerous.
Calificación: 7.5
Además, entiendo la conexión entre lucha libre y cine (especialmente en el género de acción... ojalá el destino no nos depare algún drama o comedia romántica con un monolítico luchador en el papel principal). Después de todo, en una actividad donde el éxito depende de la popularidad, podemos estar seguros de que las grandes figuras serán al menos personas con gran carisma y "showmanship", que fácilmente podría trasladarse del ring a la pantalla grande, como ocurrió con Dwayne "The Rock" Johnson, la persona que mejor ha logrado la transición de luchador a legítimo actor... si no contamos a Tor Johnson.
Esta vez le toca el turno a Steve Austin (nombre real: Steven Williams) y aunque no tiene el talento de Johnson (Dwayne), al menos muestra adecuada presencia escénica y atisbos de humor que suavizan su extra-ruda apariencia, haciéndolo accesible como héroe de acción incluso en las más predecibles y genéricas escenas de Los Condenados. La desechable trama combina ingredientes bien conocidos, que no requieren gran preparación ni desarrollo para meternos de lleno en la acción: diez violentos prisioneros condenados a muerte son involuntariamente reclutados para participar en un cuasi-legal "webcast" donde los "concursantes" deberán luchar hasta la muerte, y el único sobreviviente ganará una considerable suma de dinero... por no mencionar su libertad. Pero el conflicto no está confinado a un ring o arena, sino a lo largo y ancho de una agreste isla tropical, lo cual provee amplia oportunidad de planear emboscadas, acechar a los enemigos y despacharlos de muy creativas maneras. ¿Logrará sobrevivir el héroe de la película?
Por mucho que quiera burlarme del burdo libreto y su falta de originalidad, admito que pasé un buen rato viendo Los Condenados; después de todo, no aspira a ser siquiera una sobresaliente película de acción, sino sólo un plato de comida rápida que satisfaga momentáneamente para olvidarse diez minutos después. Como dije, Steve Austin encaja bien en el papel de estoico y silencioso anti-héroe (supongo que fue buena idea no darle extensos diálogos dramáticos), y el resto del elenco ocupa con igual acierto sus ingratos roles, desde los variados prisioneros (que incluyen una pareja casada y al siempre entretenido Vinnie Jones), hasta los organizadores de la operación, cuya villanía queda establecida en los primeros segundos de la película.
Desde la original The Most Dangerous Game, de 1932 (basada en un cuento corto publicado en 1924) hemos visto muchos refritos del concepto de "cacería humana"; algunos, como The Running Man son huecos ejercicios de acción con poca sustancia; otros, como Battle Royale y su secuela, imprimen inusitada profundidad y significado a la violencia. Los Condenados se apega más a la primera descripción, pero lo hace de manera suficientemente profesional y directa para lograr su simple propósito de entretener y sorprendernos levemente con unas contadas muertes sangrientas. Supongo que también trató de dejarnos un mensaje sobre la violencia en los medios de comunicación y la hipocresía de quienes los condenan (ahem), pero será mejor dejar esas denuncias a un lado y simplemente divertirnos con esta vetusta receta de acción y violencia que al menos está bien dirigida y ofrece abundante brutalidad sin disculparse por sus excesos mientras que otras películas, más caras y prestigiosas, deben limitarse para no arriesgar su éxito en taquilla. Francamente, prefiero la honesta y superficial ultra-violencia de Los Condenados en vez de la insípida y sobredirigida pseudo-acción de Max Payne, Babylon A.D. o Bangkok Dangerous.
Calificación: 7.5
miércoles, 22 de octubre de 2008
Traidor (Traitor)
Quizás para este momento Hollywood está comprendiendo que las interminables películas con pesado tema político y bélico saturaron ya el gusto y dejaron satisfecho el descontento del público norteamericano (y, en gran medida, del mundial). Los que están convencidos no necesitan más sermones; y los que coinciden con la agresiva política exterior de Estados Unidos (al menos en lo que respecta a los países con reservas petroleras), no cambiarán de opinión en su apoyo de las prácticas "pro-América" que hemos visto en los últimos ocho años. Sin embargo, eso no ha detenido a muchos cineastas quienes, tratando de buscar nuevo material, centran su atención no en la guerra misma, sino en sus aspectos periféricos que, de manera directa o tangencial, tienen notorias consecuencias sociales.
Así hemos visto cintas como In the Valley of Elah y Stop Loss, que ofrecen desconsoladoras visiones de los soldados que regresan a su hogar; Lions for Lambs, Rendition y Syriana, que examinan la ideología detrás de los conflictos; y finalmente obras que podrían considerarse de acción si no fuera por su solemne mensaje político, como The Kingdom y la serie Generation Kill. Pero pocas veces se ha examinado el fenómeno desde el punto de vista del siniestro enemigo (bueno, quizás Syriana lo hizo con bastante claridad e imparcialidad), y por eso Traidor resulta un refrescante y muy emocionante retrato de las causas que motivan la rebelión y disgusto contra la expansión norteamericana.
El protagonista es Samir Horn (Don Cheadle), ciudadano norteamericano musulmán con experiencia en explosivos que está por ayudar a una organización terrorista en un masivo ataque a los Estados Unidos. Mientras tanto, la diversa sopa de letras de la inteligencia estadounidense (CIA, FBI, NSA, etc.), tiene distintas interpretaciones de la complicidad de Samir, y cada institución trata de explotar los muy distintos (y en ocasiones contradictorios) aspectos de la situación. Pero sólo de boca de Samir podremos entender su más básica motivación y expectativas para aliarse con los extremistas religiosos que unos califican como "terroristas", y otros como devotos de su religión y fieles a la palabra de Dios.
Esa cambiante perspectiva hace que la historia adquiera niveles insospechados de provocación intelectual y emocional, aunque destilada en sus componentes básicos resulte ser poco novedosa y hasta cierto punto predecible (considerando que estamos viendo una película hollywoodense). Los guionistas Jeffrey Nachmanoff (también el director) y Steve Martin (más conocido por su carrera como comediante) se rehúsan a darnos respuestas fáciles sobre los conflictos ideológicos, y pintan una desconsoladora imagen de la política internacional, en la que conceptos como "lealtad" y "traición" no son ni buenos ni malos, sino sólo herramientas útiles para manipular opiniones, percepción pública y legislación, todo en aras de alinear los resultados con los deseos de quien esté en el poder en un momento determinado.
Por eso me decepcionó un poco el final. No cabe duda que es satisfactorio y apropiado en vista de lo que presenciamos durante la película, pero no puedo dejar de pensar que en la realidad rara vez las cosas terminan como en las películas. Pero por lo demás, Traidor me pareció un audaz experimento que va más allá de las fáciles denuncias de patriotismo y derechos humanos que enarbolan tantas otras películas, mostrándonos que el mundo realmente trabaja en una escala de gris, y no en el simplista blanco y negro que los políticos nos quieren vender.
Pero, dejando a un lado diatribas políticas que definitivamente no estoy preparado para elaborar, Traidor funciona de manera perfecta como un thriller increíblemente tenso y ambiguo, con personajes económicamente definidos y muy realistas que ocupan sus ambiguas posiciones sin revelar sus genuinos propósitos, provocando en el espectador un delicioso suspenso que nos mantiene especulando sobre la dirección que tomará la historia. La dirección de Nachmanoff es discreta y nada aparatosa, lo cual resta un poco de dinamismo a la narrativa, pero a la vez evita convertirla en un sobre-producido espectáculo de acción. Las actuaciones son desde luego impecables, no sólo del siempre confiable Don Cheadle, sino del enigmático elenco de apoyo, en el que destacan Saïd Taghmaoui como el contacto con la organización terrorista, y Jeff Daniels como un contratista de seguridad ("mercenario" en el idioma político), en un raro papel dramático que una vez más demuestra el amplio rango de este versátil actor, más conocido por sus comedias y cintas familiares. Por todo eso puedo recomendarla con confianza, pues incluso sin considerar el trasfondo político resulta una fascinante película que no tiene problema alguno manteniendo el interés y la intriga para impulsar su mensaje, mismo que debe ser interpretado por el espectador añadiendo su propia perspectiva e ideología. Y, a fin de cuentas, ¿no es eso mismo lo que define al arte?
Calificación: 8.5
Así hemos visto cintas como In the Valley of Elah y Stop Loss, que ofrecen desconsoladoras visiones de los soldados que regresan a su hogar; Lions for Lambs, Rendition y Syriana, que examinan la ideología detrás de los conflictos; y finalmente obras que podrían considerarse de acción si no fuera por su solemne mensaje político, como The Kingdom y la serie Generation Kill. Pero pocas veces se ha examinado el fenómeno desde el punto de vista del siniestro enemigo (bueno, quizás Syriana lo hizo con bastante claridad e imparcialidad), y por eso Traidor resulta un refrescante y muy emocionante retrato de las causas que motivan la rebelión y disgusto contra la expansión norteamericana.
El protagonista es Samir Horn (Don Cheadle), ciudadano norteamericano musulmán con experiencia en explosivos que está por ayudar a una organización terrorista en un masivo ataque a los Estados Unidos. Mientras tanto, la diversa sopa de letras de la inteligencia estadounidense (CIA, FBI, NSA, etc.), tiene distintas interpretaciones de la complicidad de Samir, y cada institución trata de explotar los muy distintos (y en ocasiones contradictorios) aspectos de la situación. Pero sólo de boca de Samir podremos entender su más básica motivación y expectativas para aliarse con los extremistas religiosos que unos califican como "terroristas", y otros como devotos de su religión y fieles a la palabra de Dios.
Esa cambiante perspectiva hace que la historia adquiera niveles insospechados de provocación intelectual y emocional, aunque destilada en sus componentes básicos resulte ser poco novedosa y hasta cierto punto predecible (considerando que estamos viendo una película hollywoodense). Los guionistas Jeffrey Nachmanoff (también el director) y Steve Martin (más conocido por su carrera como comediante) se rehúsan a darnos respuestas fáciles sobre los conflictos ideológicos, y pintan una desconsoladora imagen de la política internacional, en la que conceptos como "lealtad" y "traición" no son ni buenos ni malos, sino sólo herramientas útiles para manipular opiniones, percepción pública y legislación, todo en aras de alinear los resultados con los deseos de quien esté en el poder en un momento determinado.
Por eso me decepcionó un poco el final. No cabe duda que es satisfactorio y apropiado en vista de lo que presenciamos durante la película, pero no puedo dejar de pensar que en la realidad rara vez las cosas terminan como en las películas. Pero por lo demás, Traidor me pareció un audaz experimento que va más allá de las fáciles denuncias de patriotismo y derechos humanos que enarbolan tantas otras películas, mostrándonos que el mundo realmente trabaja en una escala de gris, y no en el simplista blanco y negro que los políticos nos quieren vender.
Pero, dejando a un lado diatribas políticas que definitivamente no estoy preparado para elaborar, Traidor funciona de manera perfecta como un thriller increíblemente tenso y ambiguo, con personajes económicamente definidos y muy realistas que ocupan sus ambiguas posiciones sin revelar sus genuinos propósitos, provocando en el espectador un delicioso suspenso que nos mantiene especulando sobre la dirección que tomará la historia. La dirección de Nachmanoff es discreta y nada aparatosa, lo cual resta un poco de dinamismo a la narrativa, pero a la vez evita convertirla en un sobre-producido espectáculo de acción. Las actuaciones son desde luego impecables, no sólo del siempre confiable Don Cheadle, sino del enigmático elenco de apoyo, en el que destacan Saïd Taghmaoui como el contacto con la organización terrorista, y Jeff Daniels como un contratista de seguridad ("mercenario" en el idioma político), en un raro papel dramático que una vez más demuestra el amplio rango de este versátil actor, más conocido por sus comedias y cintas familiares. Por todo eso puedo recomendarla con confianza, pues incluso sin considerar el trasfondo político resulta una fascinante película que no tiene problema alguno manteniendo el interés y la intriga para impulsar su mensaje, mismo que debe ser interpretado por el espectador añadiendo su propia perspectiva e ideología. Y, a fin de cuentas, ¿no es eso mismo lo que define al arte?
Calificación: 8.5
martes, 21 de octubre de 2008
Ceguera (Blindness)
Después de ver la tremenda cinta Ciudad de Dios, mi expectativa sobre el siguiente trabajo del director Fernando Meirelles era considerable. Cuando finalmente llegó The Constant Gardener resultó ser una excelente película, pero mucho más intelectual y menos violentamente emotiva que su previa obra. Y, de algún modo, sirvió también para crear expectativas más realistas y consistentes con la aparente misión del cineasta: no tratar de duplicar con cada película la intensidad y tema de Ciudad de Dios, sino enfrentar historias igualmente reflexivas y profundas con gran estilo narrativo y con una madura visión que encuentra complejidades ocultas en historias simples, centrándose en la humanidad de los personajes, y no en los caprichos de un guión.
Todo lo anterior aplica también a Ceguera, la nueva y muy esperada película de Meirelles, y si bien representa un paso adelante en estilo visual, fuerza narrativa e impacto visceral, no podría decir que globalmente sea "mejor" que sus películas anteriores.
Para empezar, tenemos un guión ingenioso, pero con una simple y muy común idea: el abuso de la humanidad contra sí misma. La trama que transmite este mensaje se centra en una epidemia mundial de ceguera, y mientras que el espectador espera ver escenas post-apocalípticas de pánico urbano y derrumbamiento social, el director rápidamente nos introduce a un decrépito hospital, donde la primera ola de "infectados" es rápidamente aislada, tratando de poner a los "enfermos" en cuarentena para evitar la extensión del contagio. Desde luego, en vez de organizarse bajo los rectos preceptos de la sociedad moderna (al menos teóricos), los internos se dividen rápidamente en grupos antagónicos, y antes de que alguien diga "El Señor de las Moscas", todas las leyes morales colapsan bajo la presión de la supervivencia. Entonces los consecuentes abusos de poder y explosiones de violencia harán necesaria la intervención de alguien con visión, que trate de resolver los problemas... incluso por los mismos medios violentos que los llevaron a ese extremo.
Ceguera es una película bastante inusual en su estética visual. La cinematografía es ocasionalmente quemada, fuera de foco y confusa, ofreciéndo transiciones y atisbos desconcertantes que emulan la enfermedad que impulsa la trama. El efecto es perfecto, y contribuye poderosamente a crear una sensación de inquietud y desorientación, tal como lo sufren los personajes. Las actuaciones son igualmente apropiadas, y aunque algunos actores parecen exagerar (Gael García Bernal) o pecar por excesiva sutileza (Mark Ruffalo), los demás ofrecen interpretaciones honestas y en ocasiones desgarradoras. Julianne Moore tiene el papel más difícil de la cinta, y lo aborda con elegancia y ferocidad, pues en sus hombros recae la identificación con la audiencia; en otras palabras, prácticamente vemos la historia a través de sus ojos.
Pero, de nuevo, creo que la falla está en la historia misma. No necesariamente en el guión, sino en la idea fundamental. Expresándolo del modo más simple, el mensaje se repite tantas veces que termina cansando. No importa cuan bajos resulten los abismos en los que cae la humanidad en su lucha por sobrevivir, el mensaje sigue siendo el mismo, y me fue difícil mantener el interés en el aspecto intelectual de la obra. Afortunadamente su más simple e inmediata estructura de "thriller" consigue provocar suspenso y tensión, pero luego de más de dos horas yo esperaba un desenlace mucho más fuerte o impactante, que justificara el largo viaje que Meirelles nos hizo recorrer. Sin embargo, no hay tal... simplemente una conveniente resolución que de algún modo me recordó los arbitrarios desenlaces de las cintas de ciencia ficción de los cincuentas... mucha moraleja, pero poca motivación narrativa.
En fin, Ceguera es de cualquier modo una película muy recomendable, que no vacila en mostrarnos el potencial de la humanidad para cometer atrocidades en su peor momento. Con un argumento así sería difícil calificarla como "entretenimiento" pero, para crédito del cineasta, la cinta cumple también en ese nivel... aunque no puedo negar que es difícil disfrutarla convencionalmente; y si bien no me dejó totalmente satisfecho, al menos cumplió su cometido de ponerme a pensar (por no mencionar la fuerza de sus crudas y perturbadoras imágenes). Quizás su mensaje no sea muy original, pero siempre será importante recordarlo, y en esa básica tarea Meirelles logró su propósito con integridad, honestidad y audacia... lo cual es por sí mismo un triunfo considerable.
Calificación: 8
Weirdsville
Por su reseña en scifi.com quedé con la idea de que Weirdsville contaría con elementos sobrenaturales que la convertirían en un curioso híbrido de cine policiaco y de horror; pero al verla descubrí que no hay nada oculto o terrorífico en la trama, y que la cinta realmente pertenece a la categoría de thrillers modernos como Go y Spun (y, hasta cierto punto, la de surrealistas comedias como After Hours, de Martin Scorsese).
La trama sigue a Dexter (Scott Speedman) y Royce (Wes Bentley) un par de ineptos jóvenes canadienses fanáticos de las drogas, que accidentalmente se encuentran en medio de un ritual satánico mientras tratan de sepultar ilegalmente el cadáver de Matilda (Taryn Manning), una joven fallecida por cause de una sobredosis. El problema es que los miembros del culto satánico estaban a la mitad de un igualmente ilegal sacrificio humano que tiene resultados inesperados, desatando una persecución que de algún modo incluye una caja fuerte, un millonario en estado de coma y un escuadrón de diminutos caballeros medievales. Y así (como ocurrió en las mencionadas Go y Trainspotting), el frenesí de la persecución, la tensión generada por los violentos conflictos entre los coloridos personajes, y el "psicodélico" estilo visual de la película se combinan en una alucinante experiencia repleta de humor, suspenso y algunas acertadas verdades sobre la naturaleza humana.
Debo admitir que no reconocí el nombre de inmediato, pero resulta que el director de Weirdsville es Allan Moyle, el canadiense responsable por algunas modestas pero muy entretenidas (y menospreciadas) películas que he disfrutado bastante, como Empire Records, Pump Up the Volume y Times Square. Afortunadamente este maduro cineasta (de más de sesenta años) logra imprimir la misma juvenil energía y caótica narrativa en Weirdsville, y si bien la trama no resulta muy profunda o significativa, al menos ofrece algunos válidos comentarios sobre el uso de drogas, la ambición desmedida y la simple amistad entre personas con similares "intereses".
Otro punto a su favor es la acertada elección de actores. Allá por 1999, Wes Bentley prometía convertirse en un fenómeno de la actuación, gracias a su perfecto desempeño en American Beauty. Y aunque sólo lo hayamos visto desde entonces ocupando papeles secundarios en películas menores (¿Ghost Rider? ¿Soul Survivors? ¡Creo que su mejor película desde entonces ha sido P2!), no queda duda de su talento al verlo esta vez transformado en un atolondrado drogadicto con más entusiasmo que cerebro. Por su parte, Scott Speedman me pareció funcional pero anónimo en Underworld, xXx: State of the Union o The Strangers, pero en Weirdsville su personaje cobra vida y demuestra que hay genuino talento tras su apariencia de súper-modelo. Además, como adorno adicional, tenemos un elenco de apoyo compuesto por sólidos actores de carácter, como Elizabeth Lennie, la hilarante Maggie Castle y el genial Matt Frewer (más conocido como Max Headroom).
Si algo falla en la película es el guión, que frecuentemente nos obliga a tragar coincidencias demasiado convenientes y resoluciones arbitrarias (aunque eventualmente sean satisfactorias), pero de cualquier modo creo que puedo disculpar esos traspiés en virtud de la simpática atmósfera canadiense, el irreverente humor y la perfecta banda sonora. Entonces puedo recomendar esta ignorada película cuyo bajo presupuesto e indescriptible historia tal vez evite que encuentre un nicho fácilmente comercializable... lo cual podría ser por sí mismo un punto más a su favor, especialmente para aficionados al cine independiente de difícil clasificación. Weirdsville podrá ser difícil de categorizar, pero muy fácil de disfrutar.
Calificación: 8.5
La trama sigue a Dexter (Scott Speedman) y Royce (Wes Bentley) un par de ineptos jóvenes canadienses fanáticos de las drogas, que accidentalmente se encuentran en medio de un ritual satánico mientras tratan de sepultar ilegalmente el cadáver de Matilda (Taryn Manning), una joven fallecida por cause de una sobredosis. El problema es que los miembros del culto satánico estaban a la mitad de un igualmente ilegal sacrificio humano que tiene resultados inesperados, desatando una persecución que de algún modo incluye una caja fuerte, un millonario en estado de coma y un escuadrón de diminutos caballeros medievales. Y así (como ocurrió en las mencionadas Go y Trainspotting), el frenesí de la persecución, la tensión generada por los violentos conflictos entre los coloridos personajes, y el "psicodélico" estilo visual de la película se combinan en una alucinante experiencia repleta de humor, suspenso y algunas acertadas verdades sobre la naturaleza humana.
Debo admitir que no reconocí el nombre de inmediato, pero resulta que el director de Weirdsville es Allan Moyle, el canadiense responsable por algunas modestas pero muy entretenidas (y menospreciadas) películas que he disfrutado bastante, como Empire Records, Pump Up the Volume y Times Square. Afortunadamente este maduro cineasta (de más de sesenta años) logra imprimir la misma juvenil energía y caótica narrativa en Weirdsville, y si bien la trama no resulta muy profunda o significativa, al menos ofrece algunos válidos comentarios sobre el uso de drogas, la ambición desmedida y la simple amistad entre personas con similares "intereses".
Otro punto a su favor es la acertada elección de actores. Allá por 1999, Wes Bentley prometía convertirse en un fenómeno de la actuación, gracias a su perfecto desempeño en American Beauty. Y aunque sólo lo hayamos visto desde entonces ocupando papeles secundarios en películas menores (¿Ghost Rider? ¿Soul Survivors? ¡Creo que su mejor película desde entonces ha sido P2!), no queda duda de su talento al verlo esta vez transformado en un atolondrado drogadicto con más entusiasmo que cerebro. Por su parte, Scott Speedman me pareció funcional pero anónimo en Underworld, xXx: State of the Union o The Strangers, pero en Weirdsville su personaje cobra vida y demuestra que hay genuino talento tras su apariencia de súper-modelo. Además, como adorno adicional, tenemos un elenco de apoyo compuesto por sólidos actores de carácter, como Elizabeth Lennie, la hilarante Maggie Castle y el genial Matt Frewer (más conocido como Max Headroom).
Si algo falla en la película es el guión, que frecuentemente nos obliga a tragar coincidencias demasiado convenientes y resoluciones arbitrarias (aunque eventualmente sean satisfactorias), pero de cualquier modo creo que puedo disculpar esos traspiés en virtud de la simpática atmósfera canadiense, el irreverente humor y la perfecta banda sonora. Entonces puedo recomendar esta ignorada película cuyo bajo presupuesto e indescriptible historia tal vez evite que encuentre un nicho fácilmente comercializable... lo cual podría ser por sí mismo un punto más a su favor, especialmente para aficionados al cine independiente de difícil clasificación. Weirdsville podrá ser difícil de categorizar, pero muy fácil de disfrutar.
Calificación: 8.5
lunes, 20 de octubre de 2008
¡Bienvenidos a Imagen en Negativo!
Pues parece que Cinencanto no tuvo muy buen karma, pues ahora se ve reencarnado en un ser inferior: el blog "Imagen en Negativo", que toma su nombre del paradójico (y quizás obsoleto) proceso óptico detrás del cine, y de la negatividad de quien esto escribe. En otras palabras, no pretendo continuar Cinencanto en esta nueva forma, sino adaptar sus principios a un nuevo proyecto, más flexible y casual, que me permita compartir mi entusiasmo por el cine (y otros pasatiempos) en un entorno organizado (pero no muy organizado) con posibilidad de interactuar con gente de similares y distintos gustos. Entonces, sin más preámbulo, les doy la bienvenida y, como siempre, los invito a criticar las críticas, contradecir mis opiniones y denunciar mis errores. La frecuencia de los artículos será variable, así como su longitud y (obviamente) su veracidad. Trataré de poner énfasis en películas de estreno, aunque también compartirán el espacio cintas de culto, clásicas (en mis ojos), lanzamientos directos a DVD, y cualquier otra cosa que haya ocupado recientemente mi tiempo (aunque prometo hacer lo posible por evitar que se convierta en uno de esos blogs de "hoy bañé a mi perro"). Muchas gracias por su visita y mucha suerte.