Durante los primeros minutos de Tú Me Matas pensé que podría verse como una pseudo-secuela de la excelente Sexy Beast, pues igualmente tiene a Ben Kingsley en el papel de un violento mafioso que debe pasar tiempo fuera de su elemento, interactuando con gente "normal" que resulta más extraña que los criminales con los que normalmente departe. Desafortunadamente la similitud termina ahí, pues aunque ofrece buenas actuaciones y ocasionales momentos de comedia negra, Tú Me Matas no se aproxima siquiera al exuberante tono y salvaje humor de Sexy Beast.
Esta vez Kingsley encarna a un asesino a sueldo llamado Frank Falenczyk (Ben Kingsley), quien pertenece a una "familia" de la mafia polaca en Nueva York (el estado, no la ciudad), en constante conflicto con la mafia irlandesa. Pero cuando el alcoholismo de Frank le hace cometer un humillante error durante una rutinaria misión, su jefe decide enviarlo a San Francisco, al otro lado del país, para enrolarse en un programa de Alcohólicos Anónimos mientras trabaja provisionalmente en una agencia funeraria. Al principio el asesino odia la situación, hasta que empieza a descubrir personas interesantes que lo inspiran a continuar su terapia, entre los que están su "patrocinador" Tom (Luke Wilson) y la viuda Laurel (Téa Leoni), con quien comienza un disfuncional pero honesto romance. No obstante, cuando sus amigos se enteran del trabajo real que desempeña Frank, tienen una reacción muy distinta a la que él esperaba...
Por lo general me gustan las comedias de humor negro, pues así como la sal acentúa el sabor incluso en platillos dulces, la crueldad o mórbido cinismo pueden hacer más "sabrosas" las risas... al menos cuando el escritor sabe encontrar el balance entre tan dispares elementos. Tú Me Matas lo intenta y está a punto de conseguirlo en varias ocasiones... pero a fin de cuentas su gran falla es que nunca logra ser particularmente graciosa. No me hizo reír ni una vez, aunque sonreí ocasionalmente por el surrealismo de las situaciones y la bizarra actitud de sus pintorescos personajes. Ben Kingsley se muestra demasiado sutil y pasivo, si bien nos ofrece de nuevo una actuación creíble y detallada; Téa Leoni se divierte con su corrosivo personaje y Luke Wilson transmite adecuadamente la ambigüedad de alguien deseoso de ayudar en la recuperación de Frank, pero sin escrúpulos para explotarlo en su propio beneficio. También me gustó la demasiado corta participación de los veteranos Philip Baker Hall y Dennis Farina como jefes de la mafia "old school", listos para la violencia pero respetuosos del honor entre criminales. Casi hubiera preferido que la película se centrara exclusivamente en esa relación.
La dirección de John Dahl (veterano de cine y T.V., donde ha dirigido episodios de mis programas favoritos, como Battlestar Galactica, Dexter y Californication) es efectiva pero sutil, dejando que los personajes resalten por sí mismos, sin trucos o sobre-estilización que compita con su desempeño. Y aunque el libreto no es tan gracioso como quisiera, hay que reconocer el ingenio con el que entrelaza la "rehabilitación" de protagonista con su trabajo criminal, hasta llegar a la frugal conclusión que ata cabos sueltos e imparte justicia de modo satisfactorio... aunque no muy legal. Ahora, habiendo dicho eso, debo señalar... ¿otra escena en el aeropuerto, donde alguien trata de detener a su amante antes de que suba al avión? ¿En serio sigue pareciendo "romántico" ese decrépito cliché? Cuando se usó en Friends ya estaba más que rancio, y no es una de esas cosas que mejora con la edad.
Como sea, Tú Me Matas resultó ser una amena distracción que durante hora y media nos pone en contacto con simpáticos (y peligrosos) personajes que es agradable conocer... pero no indispensable. Con tantas comedias sobre asesinos a sueldo (desde la simpática The Whole Nine Yards hasta la hueca pero divertida The Big Hit), hace falta mucho más humor, inteligencia o energía para distinguirse y merecer nuestra atención, de modo que puedo darle una tenue recomendación por derecho propio, aunque la perdería si tuviéramos que elegir entre ésta y alguna de sus predecesoras (excepto las realmente malas, como The Whole Ten Yards). Pero bueno... supongo que el elenco ayuda bastante, aunque más gracia en el libreto hubiera sido mejor. No se puede tener todo.
Calificación: 7.5
martes, 31 de marzo de 2009
lunes, 30 de marzo de 2009
El Peor de los Miedos (Right at Your Door)
Aunque no me gusta discutir con demasiada profundidad el género al que pertenece una película ("¿Alien es horror o ciencia ficción?"), creo que un breve análisis al respecto sobre El Peor de los Miedos puede clarificar su tono e intención.
Podríamos decir que es ciencia ficción porque especula sobre un posible evento en el futuro cercano; también encaja parcialmente en el terror por su estructura general (amenaza externa sobre un grupo de gente aislada), pero propongo que es más preciso clasificarla como un thriller político y humano, pues no refleja situaciones fantásticas, sino absolutamente posibles, que no han ocurrido pero que lamentablemente podrían suceder en cualquier momento. De igual modo, no se enfoca en horrores futuristas ni sobrenaturales, sino en los siempre presentes vicios de la humanidad que empeoran situaciones ya de por sí terribles.
El Peor de los Miedos comienza con un día normal en los suburbios de Los Ángeles. Lexi (Mary McCormack) va a trabajar mientras su esposo Brad (Rory Cochrane) se queda en casa. Pero al poco tiempo éste se entera por las noticias de que cuatro "bombas sucias" explotaron en el centro de la ciudad, dispersando alguna sustancia tóxica que ha infectado a muchas personas en el área donde trabaja Lexi. Sin poder comunicarse con ella, Brad trata de ir a rescatarla, pero las autoridades han cerrado las calles para evitar que entre más gente a la zona de riesgo... o que salgan los infectados. Entonces Brad no tiene otra opción más que refugiarse en su casa y seguir las instrucciones emitidas por el gobierno, que incluyen sellar herméticamente su casa... y no dejar entrar a nadie que pueda estar infectado. Por eso, cuando llega Lexi enferma y decaída, Brad tiene que tomar una horrible decisión: dejar que su esposa muera lentamente en el portal de su casa, o admitirla y poner en riesgo su propia vida.
Aunque la primera mitad de esa sinopsis suena como un aparatoso episodio de 24, el 95% de la película se desarrolla en la casa de la pareja, centrándose en el conflicto familiar y no en las explosiones o acción policíaca, que sólo vemos como lejanas nubes de polvo y confusas imágenes televisadas. Así podemos examinar el problema doméstico desde diversos puntos de vista, ninguno de los cuales ofrece una respuesta fácil o evidente que no implique sacrificio personal o traición hacia el ser querido... una muy interesante premisa aderezada con buenas dosis de suspenso y hasta intriga marital que podría influir en el sorpresivo final; no puedo decir que sea previsible, pero tampoco me pareció totalmente justificado o consistente con los personajes.
Hablando de personajes, debo señalar que el libreto tropieza varias veces con sus caracterizaciones, pues en más de una ocasión la trama avanza sólo porque alguien hace algo totalmente ilógico o inconsistente con la situación. Además, conforme avanza la historia los diálogos van perdiendo sinceridad hasta parecer una didáctica disertación sobre ética y responsabilidad. Afortunadamente los actores sostienen a flote la cinta que, por cierto, dura más de lo necesario gracias a numerosas escenas redundantes que discuten básicamente el mismo punto una y otra vez. Quizás me equivoco, pero sentí la presencia del "Síndrome de Corto que quiere ser Largo", enfermedad que añade "relleno" innecesario para extender un cortometraje a largometraje, provocando la disolución de la idea y del impacto que podría haber tenido en un formato más corto y conciso.
Por coincidencia El Peor de los Miedos se estrenó en mi ciudad (¡con tres años de retraso!) el mismo día que Presagio (Knowing), otra historia apocalíptica pero menos realista y más preocupada por mostrarnos resplandecientes efectos especiales de épica envergadura y elevado costo. Supongo que puede ser un ejercicio interesante ver ambas películas y decidir cual funciona mejor dentro de sus límites e intención. Yo me inclinaría hacia la de menor costo, pues aunque está lejos de ser perfecta El Peor de los Miedos (y su director-escritor) merece respeto por la ambición narrativa e ideológica que le ayuda a hacer preguntas duras aunque no siempre tenga el ingenio necesario para responderlas. Y, en un nivel más simple, logra generar una atmósfera más angustiante y tensa que Presagio, a pesar de casi no tener efectos especiales ni recursos para impresionarnos visualmente. Creo que The Twilight Zone realizó mejor una premisa similar hace casi cincuenta años, pero siempre hay lugar para nuevas interpretaciones de la misma disyuntiva, especialmente cuando está bien actuada y dirigida... aunque dure más de la cuenta.
Calificación: 8
Podríamos decir que es ciencia ficción porque especula sobre un posible evento en el futuro cercano; también encaja parcialmente en el terror por su estructura general (amenaza externa sobre un grupo de gente aislada), pero propongo que es más preciso clasificarla como un thriller político y humano, pues no refleja situaciones fantásticas, sino absolutamente posibles, que no han ocurrido pero que lamentablemente podrían suceder en cualquier momento. De igual modo, no se enfoca en horrores futuristas ni sobrenaturales, sino en los siempre presentes vicios de la humanidad que empeoran situaciones ya de por sí terribles.
El Peor de los Miedos comienza con un día normal en los suburbios de Los Ángeles. Lexi (Mary McCormack) va a trabajar mientras su esposo Brad (Rory Cochrane) se queda en casa. Pero al poco tiempo éste se entera por las noticias de que cuatro "bombas sucias" explotaron en el centro de la ciudad, dispersando alguna sustancia tóxica que ha infectado a muchas personas en el área donde trabaja Lexi. Sin poder comunicarse con ella, Brad trata de ir a rescatarla, pero las autoridades han cerrado las calles para evitar que entre más gente a la zona de riesgo... o que salgan los infectados. Entonces Brad no tiene otra opción más que refugiarse en su casa y seguir las instrucciones emitidas por el gobierno, que incluyen sellar herméticamente su casa... y no dejar entrar a nadie que pueda estar infectado. Por eso, cuando llega Lexi enferma y decaída, Brad tiene que tomar una horrible decisión: dejar que su esposa muera lentamente en el portal de su casa, o admitirla y poner en riesgo su propia vida.
Aunque la primera mitad de esa sinopsis suena como un aparatoso episodio de 24, el 95% de la película se desarrolla en la casa de la pareja, centrándose en el conflicto familiar y no en las explosiones o acción policíaca, que sólo vemos como lejanas nubes de polvo y confusas imágenes televisadas. Así podemos examinar el problema doméstico desde diversos puntos de vista, ninguno de los cuales ofrece una respuesta fácil o evidente que no implique sacrificio personal o traición hacia el ser querido... una muy interesante premisa aderezada con buenas dosis de suspenso y hasta intriga marital que podría influir en el sorpresivo final; no puedo decir que sea previsible, pero tampoco me pareció totalmente justificado o consistente con los personajes.
Hablando de personajes, debo señalar que el libreto tropieza varias veces con sus caracterizaciones, pues en más de una ocasión la trama avanza sólo porque alguien hace algo totalmente ilógico o inconsistente con la situación. Además, conforme avanza la historia los diálogos van perdiendo sinceridad hasta parecer una didáctica disertación sobre ética y responsabilidad. Afortunadamente los actores sostienen a flote la cinta que, por cierto, dura más de lo necesario gracias a numerosas escenas redundantes que discuten básicamente el mismo punto una y otra vez. Quizás me equivoco, pero sentí la presencia del "Síndrome de Corto que quiere ser Largo", enfermedad que añade "relleno" innecesario para extender un cortometraje a largometraje, provocando la disolución de la idea y del impacto que podría haber tenido en un formato más corto y conciso.
Por coincidencia El Peor de los Miedos se estrenó en mi ciudad (¡con tres años de retraso!) el mismo día que Presagio (Knowing), otra historia apocalíptica pero menos realista y más preocupada por mostrarnos resplandecientes efectos especiales de épica envergadura y elevado costo. Supongo que puede ser un ejercicio interesante ver ambas películas y decidir cual funciona mejor dentro de sus límites e intención. Yo me inclinaría hacia la de menor costo, pues aunque está lejos de ser perfecta El Peor de los Miedos (y su director-escritor) merece respeto por la ambición narrativa e ideológica que le ayuda a hacer preguntas duras aunque no siempre tenga el ingenio necesario para responderlas. Y, en un nivel más simple, logra generar una atmósfera más angustiante y tensa que Presagio, a pesar de casi no tener efectos especiales ni recursos para impresionarnos visualmente. Creo que The Twilight Zone realizó mejor una premisa similar hace casi cincuenta años, pero siempre hay lugar para nuevas interpretaciones de la misma disyuntiva, especialmente cuando está bien actuada y dirigida... aunque dure más de la cuenta.
Calificación: 8
domingo, 29 de marzo de 2009
La Montaña Embrujada (Race to Witch Mountain)
La Montaña Embrujada es una de esas películas donde pasan cosas. Quizás hay una vaga historia detrás de las imágenes, pero no se siente la propulsión narrativa que nos lleva lógicamente de una escena a otra, moldeando la trama desde sus general inicio hasta su específico final. No, simplemente pasa una cosa detrás de otra, y tendremos que hacer acopio de mucha imaginación para pretender que nos estamos divirtiendo.
La primera cosa que ocurre es que un vehículo extraterrestre cae en una remota región del desierto norteamericano; el gobierno (útiles villanos, como siempre) buscan desesperadamente a los posibles pasajeros de la nave. Entonces conocemos a John Bruno (Dwayne Johnson), taxista de Las Vegas con poca paciencia y un pasado criminal que quiere dejar atrás. Luego los niños Sarah (AnnaSophia Robb) y Seth (Alexander Ludwig) se suben misteriosamente a su taxi y le piden que los lleve a una abandonada cabaña en el desierto. Ahí Bruno, Sarah y Seth encuentran a un cazador extraterrestre que causa explosiones y emite rayos. Hay acción y persecuciones. ¿La razón? Los niños son extraterrestres con una importante misión ecológica para su planeta, y aunque tienen tremendos poderes mentales necesitan ayuda del taxista para regresar a su nave. Pero el gobierno (y el cazador extraterrestre) los persiguen. Otras cosas pasan, incluyendo más explosiones, la visita de un amistoso perro y una convención de fanáticos de OVNIs. Un corto cameo de Whitley Strieber. Explosión. Escena tierna. Créditos.
La Montaña Embrujada es un remake que integra elementos de dos películas (¡qué eficiente!): Escape to Witch Mountain (1975) y Return from Witch Mountain (1978). Recuerdo haberlas disfrutado de niño, pero incluso a esa corta edad resultaba obvio que no eran muy buenas películas, y por eso me abstendré de hacer comparaciones irrelevantes, pues ambas versiones resultan igual de incompetentes. Bueno, sólo haré dos comentarios al respecto; primero, me gustaron algunas referencias a las cintas originales, como la aparición de la casa rodante Winnebago; la secuencia sobre los créditos finales; y, claro, la breve presencia de Kim Richards (como una amable mesera) y Ike Eisenmann (como un amable alguacil), quienes interpretaron a los niños extraterrestres en los setentas. La segunda observación es que me pareció extraño el cambio de enfoque en el re-make; el héroe de esta nueva cinta es definitivamente Dwayne Johnson, y los niños quedan relegados al papel de meros "mcguffins": el objeto que los villanos codician y que los héroes defienden. Incluso sus "asombrosos" poderes mentales son usados la mayor parte del tiempo para probar su procedencia extraterrestre, y no para cosas realmente útiles.
De hecho, creo que hay otro héroe: el compositor Trevor Rabin quien hace su mejor esfuerzo para convencernos con su música de que estamos viendo algo emocionante, o triste, o triunfal, según lo requiera cada escena. Entonces, cuando vemos una especie de invernadero extraterrestre, la música se eleva a alturas spielbergianas de maravilla y asombro, aunque estamos viendo un barato set de plástico y papel maché. O cuando aparece el inepto cazador extraterrestre porque no hemos visto una explosión en más de veinte minutos, la partitura se acelera con metales y percusiones que desesperadamente tratan de simular suspenso y acción. Y lo mejor es al final, cuando una involuntariamente hilarante escena no logra arrancar las lágrimas que desea ni con el auxilio de los más melancólicos violines que puede generar el ProTools (bueno, estoy seguro de que usaron una orquesta real, pero para lo que sirvió pudieron ahorrar dinero y usar sampleos en el dominio público).
Uf... no sé qué más decir. Sé que La Montaña Embrujada tuvo buena respuesta económica en los Estados Unidos, y me abstendré de especular sobre la causa de ese fenómeno, de modo que será mejor repetir simplemente la tradicional queja: una vez más la frase "película infantil" es usada como excusa para producir una historia estúpida e ilógica, insultando la inteligencia de su público y suponiendo que no será juzgada por sus méritos narrativos, sino por la cantidad de explosiones, efectos especiales y referencias "pop" que pueda introducir en sus noventa minutos de duración. Aunque está realizada con personas reales, La Montaña Embrujada cae en los mismos errores que han hundido tantas cintas animadas de Disney, empezando por un un tedioso argumento que no pudo siquiera superar la mediocridad de las películas originales (tres referencias, perdón). Sobra decir que no la recomiendo, especialmente cuando hay mejores cintas de ciencia ficción infantil (The Last Mimzy, Wall-E) que al menos tienen la decencia de armar una historia fluida y coherente sin temor de aplicar cierta inteligencia en su relato. Mientras Disney no se atreva a dar esos pasos, seguirá traicionando el legado de su fundador… y rezagándose aún más en la carrera del cine familiar.
Calificación: 4 (Sería 3 sin el breve cameo de Natty Gann)
La primera cosa que ocurre es que un vehículo extraterrestre cae en una remota región del desierto norteamericano; el gobierno (útiles villanos, como siempre) buscan desesperadamente a los posibles pasajeros de la nave. Entonces conocemos a John Bruno (Dwayne Johnson), taxista de Las Vegas con poca paciencia y un pasado criminal que quiere dejar atrás. Luego los niños Sarah (AnnaSophia Robb) y Seth (Alexander Ludwig) se suben misteriosamente a su taxi y le piden que los lleve a una abandonada cabaña en el desierto. Ahí Bruno, Sarah y Seth encuentran a un cazador extraterrestre que causa explosiones y emite rayos. Hay acción y persecuciones. ¿La razón? Los niños son extraterrestres con una importante misión ecológica para su planeta, y aunque tienen tremendos poderes mentales necesitan ayuda del taxista para regresar a su nave. Pero el gobierno (y el cazador extraterrestre) los persiguen. Otras cosas pasan, incluyendo más explosiones, la visita de un amistoso perro y una convención de fanáticos de OVNIs. Un corto cameo de Whitley Strieber. Explosión. Escena tierna. Créditos.
La Montaña Embrujada es un remake que integra elementos de dos películas (¡qué eficiente!): Escape to Witch Mountain (1975) y Return from Witch Mountain (1978). Recuerdo haberlas disfrutado de niño, pero incluso a esa corta edad resultaba obvio que no eran muy buenas películas, y por eso me abstendré de hacer comparaciones irrelevantes, pues ambas versiones resultan igual de incompetentes. Bueno, sólo haré dos comentarios al respecto; primero, me gustaron algunas referencias a las cintas originales, como la aparición de la casa rodante Winnebago; la secuencia sobre los créditos finales; y, claro, la breve presencia de Kim Richards (como una amable mesera) y Ike Eisenmann (como un amable alguacil), quienes interpretaron a los niños extraterrestres en los setentas. La segunda observación es que me pareció extraño el cambio de enfoque en el re-make; el héroe de esta nueva cinta es definitivamente Dwayne Johnson, y los niños quedan relegados al papel de meros "mcguffins": el objeto que los villanos codician y que los héroes defienden. Incluso sus "asombrosos" poderes mentales son usados la mayor parte del tiempo para probar su procedencia extraterrestre, y no para cosas realmente útiles.
De hecho, creo que hay otro héroe: el compositor Trevor Rabin quien hace su mejor esfuerzo para convencernos con su música de que estamos viendo algo emocionante, o triste, o triunfal, según lo requiera cada escena. Entonces, cuando vemos una especie de invernadero extraterrestre, la música se eleva a alturas spielbergianas de maravilla y asombro, aunque estamos viendo un barato set de plástico y papel maché. O cuando aparece el inepto cazador extraterrestre porque no hemos visto una explosión en más de veinte minutos, la partitura se acelera con metales y percusiones que desesperadamente tratan de simular suspenso y acción. Y lo mejor es al final, cuando una involuntariamente hilarante escena no logra arrancar las lágrimas que desea ni con el auxilio de los más melancólicos violines que puede generar el ProTools (bueno, estoy seguro de que usaron una orquesta real, pero para lo que sirvió pudieron ahorrar dinero y usar sampleos en el dominio público).
Uf... no sé qué más decir. Sé que La Montaña Embrujada tuvo buena respuesta económica en los Estados Unidos, y me abstendré de especular sobre la causa de ese fenómeno, de modo que será mejor repetir simplemente la tradicional queja: una vez más la frase "película infantil" es usada como excusa para producir una historia estúpida e ilógica, insultando la inteligencia de su público y suponiendo que no será juzgada por sus méritos narrativos, sino por la cantidad de explosiones, efectos especiales y referencias "pop" que pueda introducir en sus noventa minutos de duración. Aunque está realizada con personas reales, La Montaña Embrujada cae en los mismos errores que han hundido tantas cintas animadas de Disney, empezando por un un tedioso argumento que no pudo siquiera superar la mediocridad de las películas originales (tres referencias, perdón). Sobra decir que no la recomiendo, especialmente cuando hay mejores cintas de ciencia ficción infantil (The Last Mimzy, Wall-E) que al menos tienen la decencia de armar una historia fluida y coherente sin temor de aplicar cierta inteligencia en su relato. Mientras Disney no se atreva a dar esos pasos, seguirá traicionando el legado de su fundador… y rezagándose aún más en la carrera del cine familiar.
Calificación: 4 (Sería 3 sin el breve cameo de Natty Gann)
sábado, 28 de marzo de 2009
Presagio (Knowing)
Las películas sobre desastres han sido una constante en el cine mundial desde sus inicios, y por lo general siguen una fórmula perfectamente establecida: alguna catástrofe amenaza al mundo, país o ciudad, y un grupo de audaces humanos logran combatirla aunque sea con un elevado sacrificio personal. Sobra decir que el género sigue vigente, y quizás más próspero que antes gracias a los efectos digitales que hoy hacen relativamente fácil y barato crear imágenes que Irwin Allen ni siquiera soñaba en los setentas. Sin embargo, me parece que el nuevo siglo trajo consigo una curiosa variación en la fórmula; hace apenas diez años podíamos ver películas como Independence Day, Armageddon y Deep Impact, en las que el consabido ensamble de valientes soldados y científicos unían fuerzas para rescatar al planeta. El mensaje era evidente: el mundo (o, para ser más claros, Estados Unidos) está preparado para cualquier eventualidad que arrojara el destino, y podíamos confiar en que todo peligro global podría ser rechazado por Bruce Willis o Ben Affleck. Bueno, Ben Affleck podría considerarse por sí mismo una amenaza global, pero eso es una discusión para otro día.
El punto es que desde hace cinco años hemos visto surgir una nueva especie de catástrofe fílmica en cintas como The Day After Tomorrow, I Am Legend, The Happening, War of the Worlds, incluso Cloverfield: películas donde el desastre es inevitable, no tiene simple solución, y sus protagonistas sólo buscan escapar con vida. La revisada fórmula ya no requiere heroicos redentores (norteamericanos) equipados con alta tecnología, irreverente actitud y una guapa mujer de ciencia a su lado; ahora basta con tener el ingenio (o la suerte) suficiente para permanecer un paso adelante de la tragedia, con la esperanza de vivir un día más. Incluso si la humanidad (o el país, ciudad, etc.) sobrevive, usualmente es por azar o por un factor externo que milagrosamente nos indulta en el último momento. ¿Cuál es el nuevo mensaje que nos transmite esta tendencia? Supongo que podría interpretarse metafóricamente como desesperanza en la consciencia colectiva y resignación por situaciones mundiales fuera de nuestro control... o pragmáticamente por los siempre presentes terrores milenarios.
Presagio es la más reciente película con estas características, y comienza en 1959, cuando los estudiantes de una escuela preparan el contenido de una cápsula de tiempo (básicamente un tubo de metal hermético) que será abierta en 50 años. Dicho contenido consiste en dibujos donde cada niño imagina el mundo del futuro; pero en vez de hacer su dibujo, la pequeña Lucinda (Lara Robinson) escribe febrilmente una larga secuencia de números sin aparente significado. No queriendo decepcionarla, su maestra incluye el papel en la cápsula que, en el año 2009 es desenterrada con gran ceremonia por los modernos alumnos de la misma escuela. El papel con la enigmática secuencia numérica cae en manos del pequeño Caleb (Chandler Canterbury) y se lo enseña a su padre John (Nicolas Cage), un destacado profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, quien rápidamente descubre el significado de los números: no sólo predicen la fecha de accidentes y tragedias pasadas, sino que especifican el número de víctimas y la locación de los eventos. Mejor aún: la lista se extiende al futuro próximo, presagiando catástrofes que quizás puedan evitarse con este inesperado conocimiento. Pero la última fecha en la lista sugiere algo mucho más siniestro y de mayor envergadura... ¿quizás el fin del mundo?
Los primeros noventa minutos de Presagio son más o menos entretenidos. Nicolas Cage saca del armario su papel de "genérico hombre torturado por su pasado" y aún le queda bien aunque esté bastante gastado. La investigación es razonablemente interesante, pero resultan poco creíbles las excesivas coincidencias con las que se encuentra a cada paso. Como siempre, lo único que eso "presagia" es un libreto flojo escrito por media docena de guionistas que no supieron cómo aprovechar la original premisa, y decidieron rodearla con clichés y efectos especiales (los cuales son ciertamente impresionantes aunque no del todo realistas). Pero la última media hora desciende rápidamente al más profundo absurdo, culminando con un hilarante "deus ex machina" que Rod Serling hubiera rechazado con una carcajada... pero que de algún modo fue perfectamente aceptable para Alex Proyas.
Y ahí tenemos la segunda gran decepción de Presagio. Me gustaron mucho las películas semi-independientes de este cineasta australiano, pero su labor como director a sueldo para los grandes estudios hollywoodenses parece haber extinguido el visionario talento detrás de The Crow, Dark City y la simpática Garage Days. Si la película I, Robot fue un entretenido pero insípido (e irrespetuoso) bocadillo de pseudo-ciencia ficción, Presagio es una indigesta y espesa sopa de misterio que empieza bien pero termina dejando un mal sabor... además de causar flatulencia.
No niego que hay algunas ideas interesantes en la película; el contraste entre la ideología del protagonista y la de su religiosa familia sugiere la intención de examinar la eterna disyuntiva entre ciencia y religión, bastante apropiado en vista del apocalíptico tono de la trama. Pero cualquier serio comentario sobre el tema se pierde rápidamente ante la avalancha de aparatosos efectos especiales, forzado sentimentalismo y... ¿mencioné el ridículo final? Quizás en el estado de ánimo correcto Presagio podría ser una película "tan mala que es buena", pero la decepción de ver a Alex Proyas prostituyéndose con otra estúpida película hollywoodense evitó que pudiera verla así. Sin embargo, estimo que puede funcionar como comedia involuntaria adornada con buenos efectos especiales, con la siempre agradable presencia de Rose Byrne y una o dos líneas graciosas ("Ph doble D"). No me arrepiento de haberla visto porque me fascinan las malas películas que logran entretener, además de que me gustó su idea central; pero no la recomendaría excepto como una curiosidad fílmica que ejemplifica el concepto de "potencial desperdiciado". Mejor suerte para la próxima, Sr. Proyas.
Calificación: 5
El punto es que desde hace cinco años hemos visto surgir una nueva especie de catástrofe fílmica en cintas como The Day After Tomorrow, I Am Legend, The Happening, War of the Worlds, incluso Cloverfield: películas donde el desastre es inevitable, no tiene simple solución, y sus protagonistas sólo buscan escapar con vida. La revisada fórmula ya no requiere heroicos redentores (norteamericanos) equipados con alta tecnología, irreverente actitud y una guapa mujer de ciencia a su lado; ahora basta con tener el ingenio (o la suerte) suficiente para permanecer un paso adelante de la tragedia, con la esperanza de vivir un día más. Incluso si la humanidad (o el país, ciudad, etc.) sobrevive, usualmente es por azar o por un factor externo que milagrosamente nos indulta en el último momento. ¿Cuál es el nuevo mensaje que nos transmite esta tendencia? Supongo que podría interpretarse metafóricamente como desesperanza en la consciencia colectiva y resignación por situaciones mundiales fuera de nuestro control... o pragmáticamente por los siempre presentes terrores milenarios.
Presagio es la más reciente película con estas características, y comienza en 1959, cuando los estudiantes de una escuela preparan el contenido de una cápsula de tiempo (básicamente un tubo de metal hermético) que será abierta en 50 años. Dicho contenido consiste en dibujos donde cada niño imagina el mundo del futuro; pero en vez de hacer su dibujo, la pequeña Lucinda (Lara Robinson) escribe febrilmente una larga secuencia de números sin aparente significado. No queriendo decepcionarla, su maestra incluye el papel en la cápsula que, en el año 2009 es desenterrada con gran ceremonia por los modernos alumnos de la misma escuela. El papel con la enigmática secuencia numérica cae en manos del pequeño Caleb (Chandler Canterbury) y se lo enseña a su padre John (Nicolas Cage), un destacado profesor en el Instituto Tecnológico de Massachusetts, quien rápidamente descubre el significado de los números: no sólo predicen la fecha de accidentes y tragedias pasadas, sino que especifican el número de víctimas y la locación de los eventos. Mejor aún: la lista se extiende al futuro próximo, presagiando catástrofes que quizás puedan evitarse con este inesperado conocimiento. Pero la última fecha en la lista sugiere algo mucho más siniestro y de mayor envergadura... ¿quizás el fin del mundo?
Los primeros noventa minutos de Presagio son más o menos entretenidos. Nicolas Cage saca del armario su papel de "genérico hombre torturado por su pasado" y aún le queda bien aunque esté bastante gastado. La investigación es razonablemente interesante, pero resultan poco creíbles las excesivas coincidencias con las que se encuentra a cada paso. Como siempre, lo único que eso "presagia" es un libreto flojo escrito por media docena de guionistas que no supieron cómo aprovechar la original premisa, y decidieron rodearla con clichés y efectos especiales (los cuales son ciertamente impresionantes aunque no del todo realistas). Pero la última media hora desciende rápidamente al más profundo absurdo, culminando con un hilarante "deus ex machina" que Rod Serling hubiera rechazado con una carcajada... pero que de algún modo fue perfectamente aceptable para Alex Proyas.
Y ahí tenemos la segunda gran decepción de Presagio. Me gustaron mucho las películas semi-independientes de este cineasta australiano, pero su labor como director a sueldo para los grandes estudios hollywoodenses parece haber extinguido el visionario talento detrás de The Crow, Dark City y la simpática Garage Days. Si la película I, Robot fue un entretenido pero insípido (e irrespetuoso) bocadillo de pseudo-ciencia ficción, Presagio es una indigesta y espesa sopa de misterio que empieza bien pero termina dejando un mal sabor... además de causar flatulencia.
No niego que hay algunas ideas interesantes en la película; el contraste entre la ideología del protagonista y la de su religiosa familia sugiere la intención de examinar la eterna disyuntiva entre ciencia y religión, bastante apropiado en vista del apocalíptico tono de la trama. Pero cualquier serio comentario sobre el tema se pierde rápidamente ante la avalancha de aparatosos efectos especiales, forzado sentimentalismo y... ¿mencioné el ridículo final? Quizás en el estado de ánimo correcto Presagio podría ser una película "tan mala que es buena", pero la decepción de ver a Alex Proyas prostituyéndose con otra estúpida película hollywoodense evitó que pudiera verla así. Sin embargo, estimo que puede funcionar como comedia involuntaria adornada con buenos efectos especiales, con la siempre agradable presencia de Rose Byrne y una o dos líneas graciosas ("Ph doble D"). No me arrepiento de haberla visto porque me fascinan las malas películas que logran entretener, además de que me gustó su idea central; pero no la recomendaría excepto como una curiosidad fílmica que ejemplifica el concepto de "potencial desperdiciado". Mejor suerte para la próxima, Sr. Proyas.
Calificación: 5
viernes, 27 de marzo de 2009
Gran Torino
La cinta previa de Clint Eastwood fue El Sustituto (Changeling), y resulta interesante contemplar que si bien se desarrolló en otra época y tuvo un argumento totalmente distinto, comparte temas similares con Gran Torino, pero contemplados desde un oblicuo punto de vista.
Gran Torino se centra en Walt Kowalski (Clint Eastwood), un anciano amargado cuyo descontento con la vida empeora tras el fallecimiento de su esposa. Aunque Walt se aferra a los valores del "American Way" establecidos en la década de los cincuentas (no todos positivos), el mundo lo ha dejado atrás y su anacronismo es evidente para sus hijos, quienes no se explican por qué su padre sigue viviendo en un barrio lleno de familias vietnamitas. En más de un sentido, Walt se ha vuelto un extranjero en su propio país, y su racismo sólo empeora las cosas cuando se ve envuelto en un conflicto entre pandillas étnicas. Pero de esa molesta situación parece surgir un rayo de esperanza para el iracundo anciano, pues contra su voluntad empieza a desarrollar una amistad con dos jóvenes asiáticos, quienes le enseñarán algunas verdades del mundo moderno... que no resulta tan distinto del que recuerda Walt.
En manos de otro director Gran Torino sería una intolerable fábula moralista, demasiado forzada y empalagosa para tomarse en serio. Pero con Dirty Harry al frente, los caricaturizados personajes acopian suficiente credibilidad para adquirir vida propia y transmitir su valioso mensaje de tolerancia y redención. Nada particularmente nuevo, pero muy entretenido gracias a las excelentes actuaciones que Eastwood extrae de su elenco... y de su propia persona.
También ayuda mucho el inesperado humor del libreto. Walt Kowalski es una trágica figura llena de resentimiento y hostilidad (en gran parte justificados por algunas horribles experiencias en su pasado), pero no pierde su sentido común ni su inherente humanidad, que aflora cuando finalmente baja las defensas emocionales que mantiene contra el extraño mundo que lo rodea. Y en esos fugaces momentos puede ser hilarante, sin traicionar el realismo de su personaje ni contradecir lo que se ha establecido sobre su personalidad. De hecho, el humor sirve también para acentuar la evolución de su ideología... y para hacer más trágico el drama que eventualmente se filtra en la vida del aislado hombre.
Creo que en este caso me gustó más Eastwood como actor que como director. Aunque Gran Torino está bien realizada tiene una cierta artificialidad en su diseño y narrativa, como si la simplificación de sus ideales hubiera contagiado los demás aspectos de la producción. Ignoro si fue una decisión consciente del director o el resultado de una historia que no busca realidad estricta, sino realismo. Es indudable la sinceridad de las emociones, motivación y actitudes de los personajes. Pero el "blanco y negro" de su mensaje está firmemente ubicado en el reino de la ficción cinematográfica. De cualquier modo es una herramienta válida para entretenernos y al mismo tiempo predicar su esperado evangelio. Por cierto, el Gran Torino del título es el preciado automóvil clásico que Walt cuida y adora pero no conduce... y que todos quieren arrebatarle. Una muy apropiada metáfora que funciona en varios niveles... como la juventud e ideales perdidos del anciano, y como su legado, que todos ven como simples objetos, y no como la experiencia ganada a lo largo de una vida.
¿Cómo se relaciona esto con El Sustituto? Ambas películas giran en torno a personas que se rehúsan a aceptar la expectativa de quienes los rodean, y aprenden algo nuevo sobre sí mismos y el mundo que creían conocer. Tal conocimiento no es muy agradable en ambos casos, pero forma la base de historias muy interesantes que estimulan el intelecto con inusual profundidad y fuerza. Casi llegando a su octava década Eastwood sigue mejorando, y ojalá cuente con la energía suficiente para continuar esta tendencia, ya que su curtida apariencia y profunda voz despiertan el deseo de verlo en diferentes géneros (¿quizás acción?). No sé si su madurez ha dejado atrás esas frivolidades, pero estoy seguro de que, al igual que Walt Kowalski, Eastwood apreciaría el reto.
Calificación: 9
Gran Torino se centra en Walt Kowalski (Clint Eastwood), un anciano amargado cuyo descontento con la vida empeora tras el fallecimiento de su esposa. Aunque Walt se aferra a los valores del "American Way" establecidos en la década de los cincuentas (no todos positivos), el mundo lo ha dejado atrás y su anacronismo es evidente para sus hijos, quienes no se explican por qué su padre sigue viviendo en un barrio lleno de familias vietnamitas. En más de un sentido, Walt se ha vuelto un extranjero en su propio país, y su racismo sólo empeora las cosas cuando se ve envuelto en un conflicto entre pandillas étnicas. Pero de esa molesta situación parece surgir un rayo de esperanza para el iracundo anciano, pues contra su voluntad empieza a desarrollar una amistad con dos jóvenes asiáticos, quienes le enseñarán algunas verdades del mundo moderno... que no resulta tan distinto del que recuerda Walt.
En manos de otro director Gran Torino sería una intolerable fábula moralista, demasiado forzada y empalagosa para tomarse en serio. Pero con Dirty Harry al frente, los caricaturizados personajes acopian suficiente credibilidad para adquirir vida propia y transmitir su valioso mensaje de tolerancia y redención. Nada particularmente nuevo, pero muy entretenido gracias a las excelentes actuaciones que Eastwood extrae de su elenco... y de su propia persona.
También ayuda mucho el inesperado humor del libreto. Walt Kowalski es una trágica figura llena de resentimiento y hostilidad (en gran parte justificados por algunas horribles experiencias en su pasado), pero no pierde su sentido común ni su inherente humanidad, que aflora cuando finalmente baja las defensas emocionales que mantiene contra el extraño mundo que lo rodea. Y en esos fugaces momentos puede ser hilarante, sin traicionar el realismo de su personaje ni contradecir lo que se ha establecido sobre su personalidad. De hecho, el humor sirve también para acentuar la evolución de su ideología... y para hacer más trágico el drama que eventualmente se filtra en la vida del aislado hombre.
Creo que en este caso me gustó más Eastwood como actor que como director. Aunque Gran Torino está bien realizada tiene una cierta artificialidad en su diseño y narrativa, como si la simplificación de sus ideales hubiera contagiado los demás aspectos de la producción. Ignoro si fue una decisión consciente del director o el resultado de una historia que no busca realidad estricta, sino realismo. Es indudable la sinceridad de las emociones, motivación y actitudes de los personajes. Pero el "blanco y negro" de su mensaje está firmemente ubicado en el reino de la ficción cinematográfica. De cualquier modo es una herramienta válida para entretenernos y al mismo tiempo predicar su esperado evangelio. Por cierto, el Gran Torino del título es el preciado automóvil clásico que Walt cuida y adora pero no conduce... y que todos quieren arrebatarle. Una muy apropiada metáfora que funciona en varios niveles... como la juventud e ideales perdidos del anciano, y como su legado, que todos ven como simples objetos, y no como la experiencia ganada a lo largo de una vida.
¿Cómo se relaciona esto con El Sustituto? Ambas películas giran en torno a personas que se rehúsan a aceptar la expectativa de quienes los rodean, y aprenden algo nuevo sobre sí mismos y el mundo que creían conocer. Tal conocimiento no es muy agradable en ambos casos, pero forma la base de historias muy interesantes que estimulan el intelecto con inusual profundidad y fuerza. Casi llegando a su octava década Eastwood sigue mejorando, y ojalá cuente con la energía suficiente para continuar esta tendencia, ya que su curtida apariencia y profunda voz despiertan el deseo de verlo en diferentes géneros (¿quizás acción?). No sé si su madurez ha dejado atrás esas frivolidades, pero estoy seguro de que, al igual que Walt Kowalski, Eastwood apreciaría el reto.
Calificación: 9
jueves, 26 de marzo de 2009
Feast 3: The Happy Finish
Las dos primeras partes de la saga Feast dividieron a su público; unos pensaron que la abundante violencia, humor negro y vulgaridad que exhibieron energizó el género de terror después de tantas tímidas películas dirigidas al público adolescente; otros las calificaron como huecos caprichos aplastados bajo el peso de sus desvergonzados excesos. Y sospecho que esta tercera parte será igualmente controversial, pero no tanto por su contenido sino por su mediocridad.
Por si alguien no recuerda, Feast mostró el ataque de varios monstruos caníbales sobre un aislado bar en el desierto norteamericano; la segunda parte siguió a los sobrevivientes hasta un pequeño pueblo (llamado "Small Town"), igualmente asolado por las feroces bestias. Y la tercera parte continúa la historia llevando a los exhaustos anti-héroes bajo tierra, donde podrían encontrar su salvación gracias a una extraña comunidad subterránea cuyo líder parece tener control sobre las voraces criaturas. Sin embargo no será tan simple, pues el guión continúa su tendencia de matar indiscriminadamente a los personajes, haciendo absolutamente imposible predecir quién saldrá victorioso... y quién se convertirá en heces fecales de monstruo, como gráficamente se muestra en los primeros minutos de la película.
Como alguien que disfrutó mucho las dos primeras partes, mi decepción fue considerable con el cierre de la trilogía, no sólo por abandonar la eficiente y dinámica narrativa que vimos antes, sino porque pierde de vista el sano balance entre drama humano y negro humor que impulsó a sus predecesoras. Feast III: The Happy Finish parece burlarse de su fiel público con situaciones aún más forzadas y absurdas, incluyendo el inexplicable final (¿feliz?) que sin lógica ni razón busca dejarnos frustrados y atónitos. Lo logra, ciertamente... pero no puedo aplaudir su exitosa misión.
El principal problema que encuentro con la película está fundamentado en la desaparición de la tenue línea que separó al humor negro de la franca estupidez. Hace un momento mencioné "drama humano", y no fue con ironía. Debajo de los antipáticos y traicioneros personajes de Feast y Feast 2 se podía adivinar genuina emoción que los hacía interesantes al mismo tiempo que respaldaba sus atroces acciones. No quiero sugerir que fueran dramas serios y profundos... pero dentro del terror de bajo presupuesto es sumamente raro encontrar personajes que trasciendan su magra función de ser carne de cañón (o de monstruo), de modo que hasta los más desagradables hábitos del anciano cantinero (Clu Gulager), de la amoral mesera (Jenny Wade) y de la lésbica motociclista (Diane Goldner) servían para darles identidad propia, convirtiéndolos en humanos creíbles... aunque no muy entrañables.
Feast III: The Happy Finish abandona esas sutilezas narrativas a favor de más sangre, fluidos y burdo humor. Para ilustrar mi punto daré un ejemplo que incursiona levemente en terrenos de "SPOILER": Al final de Feast 2 vimos el cráneo de un personaje perforado por un tubo metálico; y en la tercera parte lo vemos caminar tambaleantemente mientras farfulla y trata de combatir el daño cerebral que le causó el accidente. Puedo tragar esa premisa (incluso cuando el tubo es usado como escopeta improvisada) porque es consistente con la realidad de la película, y en ese surrealista entorno resulta vagamente creíble; incluso tiene una mórbida gracia. Pero unos minutos después encontramos a otro personaje que pierde ambos brazos en circunstancias tragi-cómicas (inspiradas en la película Rambo 3)... y aún así continúa corriendo, peleando... e incluso bromeando sobre su horrible mutilación. Ahí es donde perdí fe en la película, por abandonar la justa combinación de horror y comedia al estilo de The Return of the Living Dead, y caer en el crudo "slapstick" de Scary Movie. No niego que Feast III: The Happy Finish me haya hecho reír en muchas ocasiones... pero no era lo que yo esperaba después de dos sólidas películas firmemente establecidas en el género de terror.
Es muy probable que mi reacción se deba a que disfruté mucho de las dos primeras cintas; por otro lado, sus detractores no pensarán que la mediocridad de la tercera película sea una sorpresa, sino una simple progresión natural de la tendencia descendente a la vulgaridad y el absurdo. Pero no puedo dejar de pensar que el director John Gulager perdió el control del proyecto en su desesperado intento por superar los excesos de las previas obras. Quizás una sobria actitud de "menos es más" hubiera funcionado mejor en el terreno narrativo, aunque no en el visceral.
En fin... la conclusión musical de la cinta sugiere la posibilidad de otra secuela (¿o fue parte de la broma?), y aunque no la esperaré con demasiado entusiasmo debo admitir que sigue interesándome, aunque sea para ver si el equipo creativo tiene intención alguna de resolver los misterios establecidos al final de esta tercera parte. Entonces, aunque podría darle la más tenue recomendación a Feast III: The Happy Finish por sus grotescos efectos especiales, sus audaces actuaciones y su creativo mal gusto, hará falta una seria advertencia para los fans de la saga: no esperen un paso adelante, sino una caída en el trasero: con el humor correcto puede resultar gracioso, aunque no estará exenta de dolor.
Calificación: 6
Por si alguien no recuerda, Feast mostró el ataque de varios monstruos caníbales sobre un aislado bar en el desierto norteamericano; la segunda parte siguió a los sobrevivientes hasta un pequeño pueblo (llamado "Small Town"), igualmente asolado por las feroces bestias. Y la tercera parte continúa la historia llevando a los exhaustos anti-héroes bajo tierra, donde podrían encontrar su salvación gracias a una extraña comunidad subterránea cuyo líder parece tener control sobre las voraces criaturas. Sin embargo no será tan simple, pues el guión continúa su tendencia de matar indiscriminadamente a los personajes, haciendo absolutamente imposible predecir quién saldrá victorioso... y quién se convertirá en heces fecales de monstruo, como gráficamente se muestra en los primeros minutos de la película.
Como alguien que disfrutó mucho las dos primeras partes, mi decepción fue considerable con el cierre de la trilogía, no sólo por abandonar la eficiente y dinámica narrativa que vimos antes, sino porque pierde de vista el sano balance entre drama humano y negro humor que impulsó a sus predecesoras. Feast III: The Happy Finish parece burlarse de su fiel público con situaciones aún más forzadas y absurdas, incluyendo el inexplicable final (¿feliz?) que sin lógica ni razón busca dejarnos frustrados y atónitos. Lo logra, ciertamente... pero no puedo aplaudir su exitosa misión.
El principal problema que encuentro con la película está fundamentado en la desaparición de la tenue línea que separó al humor negro de la franca estupidez. Hace un momento mencioné "drama humano", y no fue con ironía. Debajo de los antipáticos y traicioneros personajes de Feast y Feast 2 se podía adivinar genuina emoción que los hacía interesantes al mismo tiempo que respaldaba sus atroces acciones. No quiero sugerir que fueran dramas serios y profundos... pero dentro del terror de bajo presupuesto es sumamente raro encontrar personajes que trasciendan su magra función de ser carne de cañón (o de monstruo), de modo que hasta los más desagradables hábitos del anciano cantinero (Clu Gulager), de la amoral mesera (Jenny Wade) y de la lésbica motociclista (Diane Goldner) servían para darles identidad propia, convirtiéndolos en humanos creíbles... aunque no muy entrañables.
Feast III: The Happy Finish abandona esas sutilezas narrativas a favor de más sangre, fluidos y burdo humor. Para ilustrar mi punto daré un ejemplo que incursiona levemente en terrenos de "SPOILER": Al final de Feast 2 vimos el cráneo de un personaje perforado por un tubo metálico; y en la tercera parte lo vemos caminar tambaleantemente mientras farfulla y trata de combatir el daño cerebral que le causó el accidente. Puedo tragar esa premisa (incluso cuando el tubo es usado como escopeta improvisada) porque es consistente con la realidad de la película, y en ese surrealista entorno resulta vagamente creíble; incluso tiene una mórbida gracia. Pero unos minutos después encontramos a otro personaje que pierde ambos brazos en circunstancias tragi-cómicas (inspiradas en la película Rambo 3)... y aún así continúa corriendo, peleando... e incluso bromeando sobre su horrible mutilación. Ahí es donde perdí fe en la película, por abandonar la justa combinación de horror y comedia al estilo de The Return of the Living Dead, y caer en el crudo "slapstick" de Scary Movie. No niego que Feast III: The Happy Finish me haya hecho reír en muchas ocasiones... pero no era lo que yo esperaba después de dos sólidas películas firmemente establecidas en el género de terror.
Es muy probable que mi reacción se deba a que disfruté mucho de las dos primeras cintas; por otro lado, sus detractores no pensarán que la mediocridad de la tercera película sea una sorpresa, sino una simple progresión natural de la tendencia descendente a la vulgaridad y el absurdo. Pero no puedo dejar de pensar que el director John Gulager perdió el control del proyecto en su desesperado intento por superar los excesos de las previas obras. Quizás una sobria actitud de "menos es más" hubiera funcionado mejor en el terreno narrativo, aunque no en el visceral.
En fin... la conclusión musical de la cinta sugiere la posibilidad de otra secuela (¿o fue parte de la broma?), y aunque no la esperaré con demasiado entusiasmo debo admitir que sigue interesándome, aunque sea para ver si el equipo creativo tiene intención alguna de resolver los misterios establecidos al final de esta tercera parte. Entonces, aunque podría darle la más tenue recomendación a Feast III: The Happy Finish por sus grotescos efectos especiales, sus audaces actuaciones y su creativo mal gusto, hará falta una seria advertencia para los fans de la saga: no esperen un paso adelante, sino una caída en el trasero: con el humor correcto puede resultar gracioso, aunque no estará exenta de dolor.
Calificación: 6
miércoles, 25 de marzo de 2009
Futurama: Into the Wild Green Yonder
Al final de Into the Wild Green Yonder (el cuarto y último DVD perteneciente a la fugaz resurrección del excelente y muy lamentado programa de televisión Futurama) hay una traviesa referencia a la posible continuación de la serie; pero como su destino está en el aire, queda el suspenso para nosotros los fans y seguramente también para sus creadores... ¿justificarán las ventas de estos DVDs la realización de otra análoga colección? ¿O serán ciertos los rumores del regreso de la serie a Comedy Central o Cartoon Network? Nadie lo sabe (o al menos nadie lo dice), pero sinceramente espero que no hayamos visto aún el final de Futurama, incluso si los previos 3 DVDs de la serie (Bender's Big Score, The Beast With a Billion Backs y Bender's Game) no lograron duplicar la magia original que vimos en televisión. Y aunque Into the Wild Green Yonder es, en mi humilde opinión, la mejor película hasta el momento, tampoco llega al nivel de sus mejores episodios.
Mi queja principal con las 3 películas anteriores fue sobre sus fracturados guiones, que parecían estar compuestos por dos o tres historias unidas a la fuerza para alcanzar noventa minutos de duración, sin prestar mucho cuidado a su flujo o estructura. La cuarta y última película resuelve en cierta medida el problema, armando una historia con múltiples vertientes, pero todas relacionadas y unidas satisfactoriamente por su conclusión. Sin embargo, el característico humor frenético que vimos en los previos DVDs parece haberse sacrificado en aras de la integridad narrativa, pues aunque hay momentos muy graciosos, su frecuencia es sólo esporádica. Francamente no sé si valió la pena el cambio...
Into the Wild Green Yonder comienza con una misteriosa introducción, en la que vemos la creación de nueva vida extraterrestre en un planetoide que orbita una rara estrella violeta. De ahí saltamos a la nave de Planet Express, a bordo de la cual los ya conocidos personajes se trasladan a Mars Vegas, una futurista versión de Las Vegas en el planeta Marte, que será demolida por su dueño Leo Wong (voz de Billy West) para erigir una nueva ciudad, más ostentosa y a mayor escala. Desafortunadamente su construcción tendrá un impacto muy negativo sobre el medio ambiente marciano y, para evitar el daño ecológico, un grupo de eco-activistas feministas se da a la tarea de sabotear el proyecto. Entonces, como todo billonario corrupto, Wong usa sus conexiones políticas para lograr que el héroe militar Zapp Brannigan (de nuevo la voz de Billy West) se encargue de capturar a las eco-terroristas, con la ayuda del amoral robot Bender (voz de John Di Maggio). Mientras tanto, Fry adquiere accidentalmente el poder de leer mentes... ¡y es de inmediato reclutado por una organización secreta para salvar al Universo! ¿Su respuesta?: "Sí, me esto me pasa seguido".
Suena complicado pero, en el mejor estilo de Los Simpson, la disparatada trama posee una oculta complejidad repleta de interesantes ideas y audaces conceptos de ciencia ficción que respaldan su mensaje ecológico... y satírico. La animación es de lo mejor que he visto en la serie entera, mucho más limpia y pulida que en los anteriores DVDs (cuya baja calidad traicionaba su apresurada manufactura) sin perder abundantes detalles graciosos en segundo plano que exigen pausas frecuentes para poder absorber todo el humor incidental de cada escena. Y también podemos esperar las constantes referencias a otros trabajos de ciencia ficción, desde Star Trek hasta 2001, sin olvidar la acertada sátira cultural que naturalmente surge al ubicar la trama en una versión más absurda (pero no mucho más) de Las Vegas.
Nuevamente tengo que recomendar Into the Wild Green Yonder a todos los fans de Futurama, pues son ellos quienes sentirán más aprecio por el regreso de sus personajes favoritos, por la cuidadosamente mantenida continuidad de su universo y desde luego por la combinación de inteligencia y absurdo que distinguió a la serie. Es muy probable que el espectador casual la encuentre aburrida o incomprensible, ya que definitivamente requiere conocimiento previo sobre el programa para disfrutarse (o entenderse) por completo. Buena estrategia para dejar satisfecho al público incondicional... aunque se haya sacrificado la adquisición de nuevos admiradores. A estas alturas, ¿importa mucho realmente?.
Pase lo que pase con Futurama, agradezco la mera existencia de estos cuatro DVDs porque, como dije en otra crítica, incluso Futurama de baja calidad es mejor que casi cualquier otra comedia televisiva contemporánea. Finalmente, para poner las cosas en su contexto, puedo decir que la mejor comedia de ciencia ficción sigue siendo (en mi humilde opinión) la serie literaria The Hitchhiker's Guide to the Galaxy; no obstante Futurama se ha ganado un honroso lugar junto a otras joyas de ese selecto nicho, como Red Dwarf, Hyperdrive y Galaxy Quest. Ojalá hubiera terminado con una demoledora carcajada en vez de una modesta sonrisa; pero aún nos queda la esperanza de que así sea... si algo nos ha enseñado Futurama es que el futuro está lleno de posibilidades e hipno-sapos.
Calificación: 8
Mi queja principal con las 3 películas anteriores fue sobre sus fracturados guiones, que parecían estar compuestos por dos o tres historias unidas a la fuerza para alcanzar noventa minutos de duración, sin prestar mucho cuidado a su flujo o estructura. La cuarta y última película resuelve en cierta medida el problema, armando una historia con múltiples vertientes, pero todas relacionadas y unidas satisfactoriamente por su conclusión. Sin embargo, el característico humor frenético que vimos en los previos DVDs parece haberse sacrificado en aras de la integridad narrativa, pues aunque hay momentos muy graciosos, su frecuencia es sólo esporádica. Francamente no sé si valió la pena el cambio...
Into the Wild Green Yonder comienza con una misteriosa introducción, en la que vemos la creación de nueva vida extraterrestre en un planetoide que orbita una rara estrella violeta. De ahí saltamos a la nave de Planet Express, a bordo de la cual los ya conocidos personajes se trasladan a Mars Vegas, una futurista versión de Las Vegas en el planeta Marte, que será demolida por su dueño Leo Wong (voz de Billy West) para erigir una nueva ciudad, más ostentosa y a mayor escala. Desafortunadamente su construcción tendrá un impacto muy negativo sobre el medio ambiente marciano y, para evitar el daño ecológico, un grupo de eco-activistas feministas se da a la tarea de sabotear el proyecto. Entonces, como todo billonario corrupto, Wong usa sus conexiones políticas para lograr que el héroe militar Zapp Brannigan (de nuevo la voz de Billy West) se encargue de capturar a las eco-terroristas, con la ayuda del amoral robot Bender (voz de John Di Maggio). Mientras tanto, Fry adquiere accidentalmente el poder de leer mentes... ¡y es de inmediato reclutado por una organización secreta para salvar al Universo! ¿Su respuesta?: "Sí, me esto me pasa seguido".
Suena complicado pero, en el mejor estilo de Los Simpson, la disparatada trama posee una oculta complejidad repleta de interesantes ideas y audaces conceptos de ciencia ficción que respaldan su mensaje ecológico... y satírico. La animación es de lo mejor que he visto en la serie entera, mucho más limpia y pulida que en los anteriores DVDs (cuya baja calidad traicionaba su apresurada manufactura) sin perder abundantes detalles graciosos en segundo plano que exigen pausas frecuentes para poder absorber todo el humor incidental de cada escena. Y también podemos esperar las constantes referencias a otros trabajos de ciencia ficción, desde Star Trek hasta 2001, sin olvidar la acertada sátira cultural que naturalmente surge al ubicar la trama en una versión más absurda (pero no mucho más) de Las Vegas.
Nuevamente tengo que recomendar Into the Wild Green Yonder a todos los fans de Futurama, pues son ellos quienes sentirán más aprecio por el regreso de sus personajes favoritos, por la cuidadosamente mantenida continuidad de su universo y desde luego por la combinación de inteligencia y absurdo que distinguió a la serie. Es muy probable que el espectador casual la encuentre aburrida o incomprensible, ya que definitivamente requiere conocimiento previo sobre el programa para disfrutarse (o entenderse) por completo. Buena estrategia para dejar satisfecho al público incondicional... aunque se haya sacrificado la adquisición de nuevos admiradores. A estas alturas, ¿importa mucho realmente?.
Pase lo que pase con Futurama, agradezco la mera existencia de estos cuatro DVDs porque, como dije en otra crítica, incluso Futurama de baja calidad es mejor que casi cualquier otra comedia televisiva contemporánea. Finalmente, para poner las cosas en su contexto, puedo decir que la mejor comedia de ciencia ficción sigue siendo (en mi humilde opinión) la serie literaria The Hitchhiker's Guide to the Galaxy; no obstante Futurama se ha ganado un honroso lugar junto a otras joyas de ese selecto nicho, como Red Dwarf, Hyperdrive y Galaxy Quest. Ojalá hubiera terminado con una demoledora carcajada en vez de una modesta sonrisa; pero aún nos queda la esperanza de que así sea... si algo nos ha enseñado Futurama es que el futuro está lleno de posibilidades e hipno-sapos.
Calificación: 8
lunes, 23 de marzo de 2009
Instinto Siniestro (A L'interieur)
Hace alrededor de diez años, la interpretación asiática del cine de terror cambió el rostro del género, y su influencia sigue sintiéndose hasta nuestros días. Sin embargo, su simple fórmula y limitada iconografía contribuyeron a su pronta obsolescencia, con imitadores en todo el mundo emulando sus temas e imágenes hasta saturar al público. Y quizás por esa razón otras regiones intentaron concebir nuevas interpretaciones del horror como respuesta (conciente o inconciente) a ese gastado estilo.
Lo cual nos lleva directamente a Francia. Al parecer este país enarbola hoy el sangriento estandarte del terror vanguardista, pues en un corto período produjo varias películas de inusual audacia e ingenio para filtrar los principios del género a través de su propia perspectiva e ideología, dando como resultado un movimiento cinematográfico a la vez audaz, ingenioso y perturbador... no solo por sus gráficas imágenes y crueles argumentos, sino porque genuinamente presenta sólidas ideas y agudos mensajes detrás de sus grotescos excesos. Así, películas como Haute Tension, Frontiere(s) y Martyrs han encontrado fuerte respuesta no sólo entre las audiencias fanáticas del terror, sino entre estudiosos de cine de arte y críticos que nunca hubieran soñado con exultar las virtudes de cintas ahogadas en sangre y aturdidas por sus propia intensidad.
Como ejemplo inmediato tenemos uno de los platos de más difícil digestión en el banquete de horror francés: Instinto Siniestro (título real: A L'interieur - Al Interior), una despiadada película que no teme mostrarnos las más horribles imágenes porque considera que su público podrá encontrar la diferencia entre su "gore" emocional y las gratuitas torturas de Hostel, Vacancy o Captivity. La historia comienza con un violento accidente automovilístico en el que la joven Sarah (Alysson Paradis) pierde a su esposo, pero conserva milagrosamente el bebé que lleva en el vientre. Cuatro meses después, muy cercana al momento de dar a luz, Sarah recibe la visita de una misteriosa mujer (Béatrice Dalle) cuya inquietante combinación de fría calma y sutil amenaza hace que Sarah decida pedir auxilio a la policía. Y cuando los oficiales aparentemente confirman su seguridad, Sarah se queda nuevamente sola... hasta que la mujer regresa con una terrible misión que tratará de cumplir a toda costa.
Conviene saber lo menos posible sobre el argumento de Instinto Siniestro para disfrutar al máximo sus torcidas revelaciones y sorprendente conclusión (aunque dudo que "disfrutar" sea la palabra correcta). La primera media hora está estructurada como tantas películas en las que un atacante acecha a sus inocentes víctimas sin motivo aparente. Pero el clásico esquema se complica rápidamente conforme nos enteramos de la motivación de la Mujer (sin nombre), al mismo tiempo que presenciamos la feroz respuesta de la "indefensa" Sarah. Esta combinación de suspenso y brutal derramamiento de sangre combina en una entidad narrativa dos vertientes usualmente separadas por un vasto abismo estilístico y temático. Me refiero, desde luego, al horror psicológico y al visceral. El primero evita las tripas y sangre como fácil generador de emociones, y prefiere aludir a la nebulosa región del intelecto susceptible a sentir aquellos miedos culturales profundamente establecidos en la conciencia colectiva. Por otro lado, el terror visceral prefiere torturar el instinto de preservación que reside en el más básico rincón de nuestro cerebro animal, mostrando sangre y violencia física para causar la clásica mezcla de angustia y repulsión. Por eso es tan rara la película que encuentra el modo de combinar ambos métodos sin tomar preferencia por uno u otro, y sin traicionar con fáciles soluciones su implacable narrativa.
Como fanático del cine de horror tengo que recomendar con toda vehemencia esta innovadora película... pero al mismo tiempo debo hacer una seria advertencia: Instinto Siniestro es tan perturbadora e impactante que no todos los aficionados al género podrán tolerarla. Y no me refiero sólo a la excesiva cantidad de sangre que derrama en la pantalla, sino a los tabúes y cuestionamientos que su trama implica. Pero quien decida aceptar el reto (y superarlo) ganará una experiencia realmente única en el cine, de cualquier género y de cualquier época. Como dije, no es una película que se disfrute... simplemente se sobrevive.
Calificación: 9.5
Lo cual nos lleva directamente a Francia. Al parecer este país enarbola hoy el sangriento estandarte del terror vanguardista, pues en un corto período produjo varias películas de inusual audacia e ingenio para filtrar los principios del género a través de su propia perspectiva e ideología, dando como resultado un movimiento cinematográfico a la vez audaz, ingenioso y perturbador... no solo por sus gráficas imágenes y crueles argumentos, sino porque genuinamente presenta sólidas ideas y agudos mensajes detrás de sus grotescos excesos. Así, películas como Haute Tension, Frontiere(s) y Martyrs han encontrado fuerte respuesta no sólo entre las audiencias fanáticas del terror, sino entre estudiosos de cine de arte y críticos que nunca hubieran soñado con exultar las virtudes de cintas ahogadas en sangre y aturdidas por sus propia intensidad.
Como ejemplo inmediato tenemos uno de los platos de más difícil digestión en el banquete de horror francés: Instinto Siniestro (título real: A L'interieur - Al Interior), una despiadada película que no teme mostrarnos las más horribles imágenes porque considera que su público podrá encontrar la diferencia entre su "gore" emocional y las gratuitas torturas de Hostel, Vacancy o Captivity. La historia comienza con un violento accidente automovilístico en el que la joven Sarah (Alysson Paradis) pierde a su esposo, pero conserva milagrosamente el bebé que lleva en el vientre. Cuatro meses después, muy cercana al momento de dar a luz, Sarah recibe la visita de una misteriosa mujer (Béatrice Dalle) cuya inquietante combinación de fría calma y sutil amenaza hace que Sarah decida pedir auxilio a la policía. Y cuando los oficiales aparentemente confirman su seguridad, Sarah se queda nuevamente sola... hasta que la mujer regresa con una terrible misión que tratará de cumplir a toda costa.
Conviene saber lo menos posible sobre el argumento de Instinto Siniestro para disfrutar al máximo sus torcidas revelaciones y sorprendente conclusión (aunque dudo que "disfrutar" sea la palabra correcta). La primera media hora está estructurada como tantas películas en las que un atacante acecha a sus inocentes víctimas sin motivo aparente. Pero el clásico esquema se complica rápidamente conforme nos enteramos de la motivación de la Mujer (sin nombre), al mismo tiempo que presenciamos la feroz respuesta de la "indefensa" Sarah. Esta combinación de suspenso y brutal derramamiento de sangre combina en una entidad narrativa dos vertientes usualmente separadas por un vasto abismo estilístico y temático. Me refiero, desde luego, al horror psicológico y al visceral. El primero evita las tripas y sangre como fácil generador de emociones, y prefiere aludir a la nebulosa región del intelecto susceptible a sentir aquellos miedos culturales profundamente establecidos en la conciencia colectiva. Por otro lado, el terror visceral prefiere torturar el instinto de preservación que reside en el más básico rincón de nuestro cerebro animal, mostrando sangre y violencia física para causar la clásica mezcla de angustia y repulsión. Por eso es tan rara la película que encuentra el modo de combinar ambos métodos sin tomar preferencia por uno u otro, y sin traicionar con fáciles soluciones su implacable narrativa.
Como fanático del cine de horror tengo que recomendar con toda vehemencia esta innovadora película... pero al mismo tiempo debo hacer una seria advertencia: Instinto Siniestro es tan perturbadora e impactante que no todos los aficionados al género podrán tolerarla. Y no me refiero sólo a la excesiva cantidad de sangre que derrama en la pantalla, sino a los tabúes y cuestionamientos que su trama implica. Pero quien decida aceptar el reto (y superarlo) ganará una experiencia realmente única en el cine, de cualquier género y de cualquier época. Como dije, no es una película que se disfrute... simplemente se sobrevive.
Calificación: 9.5
domingo, 22 de marzo de 2009
El Casamiento de Raquel (Rachel Getting Married)
Al final de la película El Casamiento de Raquel hay un agradecimiento al desaparecido Robert Altman, lo cual es muy apropiado, pues el director Jonathan Demme emplea en su más reciente película un estilo semi-improvisado y caótico, muy similar al que Altman usó en cintas como Gosford Park, The Company y A Prairie Home Companion. Sin embargo creo que hubiera sido más apropiada una mención de Lars von Trier, debido a que la sencillez y realismo de la cinta me recordó más los preceptos de la (¿extinta?) doctrina "Dogme 95", cuyos seguidores despreciaban el artificio de la filmación cinematográfica, y exigían sólo elementos reales en sus películas: nada de iluminación artificial, ni música añadida, ni excesiva post-producción. No estoy diciendo que El Casamiento de Raquel sea una cinta de Dogme 95... pero definitivamente honra sus principios teóricos (aunque no todos los prácticos), enfocando la atención total en la historia y los personajes al mismo tiempo que evita cualquier adorno que pueda interferir con la pureza de la narrativa y la honestidad de las actuaciones.
Estimo probable que la faceta documentalista de Demme lo haya inspirado a realizar este audaz experimento, que no siempre funciona pero que a fin de cuentas ofrece una fascinante experiencia repleta de contenido, emoción y humor. Al principio de la película conocemos a Kim (Anne Hathaway), cuya estancia de varios meses en una clínica de rehabilitación parece haberla curado de sus adicciones, pero no así de los traumas psicológicos que las provocaron. Por eso, cuando regresa a la casa de sus padres y encuentra los preparativos finales para la boda de su hermana Rachel (Rosemarie DeWitt), Kim adopta una actitud irritable y defensiva que la pone en conflicto con su familia y amigos. Y la única solución será afrontar su responsabilidad sobre una tragedia pasada cuya sombra aún oscurece el recuerdo de su familia.
Me pareció irónico que la más reciente película que vi con Anne Hathaway fuera Bride Wars, una odiosa y estridente "comedia" sobre la obsesión de algunas mujeres por tener la "boda perfecta". Afortunadamente El Casamiento de Raquel no tiene nada en común con aquella atrocidad, excepto el tema nupcial y la presencia de su hábil protagonista. A fuerza de tenacidad (y un poco de prueba y error) Hathaway ha construido en pocos años una sólida carrera que comenzó con comedias de Disney y ha evolucionado hasta su actual madurez. Su trabajo en El Casamiento de Raquel es ciertamente notable, y aunque tiene un buen número de lucidoras escenas dramáticas cargadas de llanto y emoción, siento que su mejor trabajo está en los detalles más triviales del personaje, pues es cuando mejor se deja ver la vulnerabilidad oculta tras su desafiante actitud. El improvisado estilo de la película provoca algunos momentos forzados y demasiado "teatrales", pero en general me gustó mucho el desempeño de esta actriz en un difícil y satisfactorio papel.
Rosemarie DeWitt (cuyo trabajo en The United States of Tara me ha impresionado más que el de su protagonista, Toni Collette) también brilla como Rachel, pasando por uno de los más tensos y felices momentos de su vida y tratando de conciliar sus deberes como novia, anfitriona, hija y hermana. Bill Irwin tiene el ingrato papel del padre de la novia (como en la vida real), complaciente pero con burbujeante emoción oculta por su deseo de no contrariar a los invitados. Finalmente la semi-retirada Debra Winger completa el disfuncional cuadro familiar con una potente interpretación de madre divorciada no sólo de su esposo, sino de los lazos sentimentales que quizás le causaron mucho daño en el pasado. Su papel es relativamente corto, pero sus escenas son electrizantes, impredecibles y totalmente creíbles, pues es fácil ver de dónde salieron las inseguridades y neurosis de sus dos hijas.
Como alguien que preferiría la tumba antes que el altar, me cuesta trabajo confesar que encontré muy divertida la boda misma de Rachel. Fue un gran acierto de Demme y su guionista Jenny Lumet (hija de un tal Sidney) diseñar una celebración multi-cultural, en vez de las ridículas y sobre-planeadas fiestas que vemos en películas como la mencionada Bride Wars y en la serie de televisión Bridezillas. Seguiré evitando todo tipo de boda en mi vida real, pero la inclusión de bailarinas brasileñas y un pastel azul en forma de elefante me parecen dos grandes pasos en la dirección correcta... en resumen, un gran logro de todos los diseñadores de producción. Otra simpática (y útil) idea fue la de ubicar a ambas familias en un entorno musical, pues aunque no hay música incidental en la película, casi constantemente podemos ver (y escuchar) a los músicos que amenizan la boda, aportando una muy apropiada banda sonora "in situ" (lo cual no pasa desapercibido para algunos de los personajes). Von Trier estaría orgulloso. Y, finalmente, siempre me causa alegría ver a un animal actor debidamente mencionado en los créditos de una película. Felicidades al agente de Olive (la perrita poodle de larga cola, tal como la diseñó la naturaleza).
Hablando de créditos, una imperdonable falla de la película es prometernos en los créditos iniciales a Roger Corman (decano del cine B que le dio a Jonathan Demme sus primeros trabajos en cine), solo para relegarlo a un par de escenas como simple extra en la boda. ¡Ni siquiera tiene líneas de diálogo! Al menos lo escuchamos hablar en The Silence of the Lambs...
Como algunas de las bodas a las que he asistido (que puedo contar con los dedos de una mano), encontré inicialmente tediosa e irritante El Casamiento de Raquel. Pero para el final de la película tuve que reconocer que me divertí bastante con el desfile de emociones, la música y la interesante historia que se desarrolla en la periferia de los eventos, rica en detalles que debemos esforzarnos por notar. Aunque me gusta más el período ochentero de Demme (¡qué sorpresa!), respeto mucho más su carrera actual, quizás no tan accesible o satisfactoria, pero mucho más audaz y experimental, lo cual muestra que a veinticinco años de sus humildes inicios bajo la tutela de Corman (con la delirante cinta de explotación Caged Heat), no ha perdido el entusiasmo por explorar el arte cinematográfico, probando cosas nuevas que quizás no siempre funcionan, pero que lo mantienen vital y entusiasmado por su oficio, mientras que algunos de sus contemporáneos parecen acomodarse en tediosas rutinas apenas sostenidas por los empolvados laureles de antaño. Entonces, recomiendo El Casamiento de Raquel tanto como recomiendo cualquier otra boda; cuesta trabajo soportar el comienzo, pero al final nos alegraremos de haber asistido.
Calificación: 8.5
Estimo probable que la faceta documentalista de Demme lo haya inspirado a realizar este audaz experimento, que no siempre funciona pero que a fin de cuentas ofrece una fascinante experiencia repleta de contenido, emoción y humor. Al principio de la película conocemos a Kim (Anne Hathaway), cuya estancia de varios meses en una clínica de rehabilitación parece haberla curado de sus adicciones, pero no así de los traumas psicológicos que las provocaron. Por eso, cuando regresa a la casa de sus padres y encuentra los preparativos finales para la boda de su hermana Rachel (Rosemarie DeWitt), Kim adopta una actitud irritable y defensiva que la pone en conflicto con su familia y amigos. Y la única solución será afrontar su responsabilidad sobre una tragedia pasada cuya sombra aún oscurece el recuerdo de su familia.
Me pareció irónico que la más reciente película que vi con Anne Hathaway fuera Bride Wars, una odiosa y estridente "comedia" sobre la obsesión de algunas mujeres por tener la "boda perfecta". Afortunadamente El Casamiento de Raquel no tiene nada en común con aquella atrocidad, excepto el tema nupcial y la presencia de su hábil protagonista. A fuerza de tenacidad (y un poco de prueba y error) Hathaway ha construido en pocos años una sólida carrera que comenzó con comedias de Disney y ha evolucionado hasta su actual madurez. Su trabajo en El Casamiento de Raquel es ciertamente notable, y aunque tiene un buen número de lucidoras escenas dramáticas cargadas de llanto y emoción, siento que su mejor trabajo está en los detalles más triviales del personaje, pues es cuando mejor se deja ver la vulnerabilidad oculta tras su desafiante actitud. El improvisado estilo de la película provoca algunos momentos forzados y demasiado "teatrales", pero en general me gustó mucho el desempeño de esta actriz en un difícil y satisfactorio papel.
Rosemarie DeWitt (cuyo trabajo en The United States of Tara me ha impresionado más que el de su protagonista, Toni Collette) también brilla como Rachel, pasando por uno de los más tensos y felices momentos de su vida y tratando de conciliar sus deberes como novia, anfitriona, hija y hermana. Bill Irwin tiene el ingrato papel del padre de la novia (como en la vida real), complaciente pero con burbujeante emoción oculta por su deseo de no contrariar a los invitados. Finalmente la semi-retirada Debra Winger completa el disfuncional cuadro familiar con una potente interpretación de madre divorciada no sólo de su esposo, sino de los lazos sentimentales que quizás le causaron mucho daño en el pasado. Su papel es relativamente corto, pero sus escenas son electrizantes, impredecibles y totalmente creíbles, pues es fácil ver de dónde salieron las inseguridades y neurosis de sus dos hijas.
Como alguien que preferiría la tumba antes que el altar, me cuesta trabajo confesar que encontré muy divertida la boda misma de Rachel. Fue un gran acierto de Demme y su guionista Jenny Lumet (hija de un tal Sidney) diseñar una celebración multi-cultural, en vez de las ridículas y sobre-planeadas fiestas que vemos en películas como la mencionada Bride Wars y en la serie de televisión Bridezillas. Seguiré evitando todo tipo de boda en mi vida real, pero la inclusión de bailarinas brasileñas y un pastel azul en forma de elefante me parecen dos grandes pasos en la dirección correcta... en resumen, un gran logro de todos los diseñadores de producción. Otra simpática (y útil) idea fue la de ubicar a ambas familias en un entorno musical, pues aunque no hay música incidental en la película, casi constantemente podemos ver (y escuchar) a los músicos que amenizan la boda, aportando una muy apropiada banda sonora "in situ" (lo cual no pasa desapercibido para algunos de los personajes). Von Trier estaría orgulloso. Y, finalmente, siempre me causa alegría ver a un animal actor debidamente mencionado en los créditos de una película. Felicidades al agente de Olive (la perrita poodle de larga cola, tal como la diseñó la naturaleza).
Hablando de créditos, una imperdonable falla de la película es prometernos en los créditos iniciales a Roger Corman (decano del cine B que le dio a Jonathan Demme sus primeros trabajos en cine), solo para relegarlo a un par de escenas como simple extra en la boda. ¡Ni siquiera tiene líneas de diálogo! Al menos lo escuchamos hablar en The Silence of the Lambs...
Como algunas de las bodas a las que he asistido (que puedo contar con los dedos de una mano), encontré inicialmente tediosa e irritante El Casamiento de Raquel. Pero para el final de la película tuve que reconocer que me divertí bastante con el desfile de emociones, la música y la interesante historia que se desarrolla en la periferia de los eventos, rica en detalles que debemos esforzarnos por notar. Aunque me gusta más el período ochentero de Demme (¡qué sorpresa!), respeto mucho más su carrera actual, quizás no tan accesible o satisfactoria, pero mucho más audaz y experimental, lo cual muestra que a veinticinco años de sus humildes inicios bajo la tutela de Corman (con la delirante cinta de explotación Caged Heat), no ha perdido el entusiasmo por explorar el arte cinematográfico, probando cosas nuevas que quizás no siempre funcionan, pero que lo mantienen vital y entusiasmado por su oficio, mientras que algunos de sus contemporáneos parecen acomodarse en tediosas rutinas apenas sostenidas por los empolvados laureles de antaño. Entonces, recomiendo El Casamiento de Raquel tanto como recomiendo cualquier otra boda; cuesta trabajo soportar el comienzo, pero al final nos alegraremos de haber asistido.
Calificación: 8.5
sábado, 21 de marzo de 2009
Agente Internacional (The International)
Aunque no todas sus películas me gustan igual, soy gran admirador del director alemán Tom Tykwer, quien ganó fama mundial en 1998 con la frenética Run, Lola, Run. Y si bien el resto de su filmografía no ha ganado tanto aplauso, creo que su desempeño ha mejorado con cada película, desde la simple pero emotiva The Princess and the Warrior hasta la febril y sorprendente Perfume: The Story of a Murderer. Por eso, desde un punto de vista subjetivo, me decepcionó un poco Agente Internacional. En ningún momento sentí presente la visión de Tykwer, pues creo que la "hollywoodización" de su fondo y forma diluyeron el elegante estilo y sabor europeo de sus mejores obras. Pero, a fin de cuentas, resultó ser una película bastante entretenida y emocionante... aunque su excesiva dependencia de los cansados clichés del cine norteamericano le restan originalidad e ingenio.
La historia comienza con la conversación entre un policía y un informante. Aparentemente la Interpol está investigando los manejos ilegales de un enorme y poderoso banco internacional (IBBC), cuyas operaciones (como todo buen banco moderno) se han extendido hasta lavado de dinero, tráfico de armas y financiamiento de guerras y terrorismo. La conversación termina con el policía y el informante muertos por causas "accidentales". Pero Louis Salinger (Clive Owen), agente británico de Interpol, no cree tal coincidencia y, con ayuda de la fiscal norteamericana Eleanor Whitman (Naomi Watts) continúa la investigación que los lleva por todo el mundo, desde un político italiano relacionado con una empresa de tecnología bélica, hasta un eficiente asesino contratado para eliminar toda sospecha que pueda recaer sobre el banco. Entonces, limitados por sus corruptos superiores y sin avance visible en su investigación, Salinger y Whitman se dan cuenta de que la ley no hará nada por ayudarlos, y tendrán que buscar sus propios medios para revelar la verdad al mundo... si tan sólo la "verdad" fuera algo claro y definido.
Se podría pensar que una película que denuncia la villanía de los bancos internacionales llega en un buen momento, pero quizás no sea así. Hace apenas un año hubiera sido más sorprendente la revelación de que el producto preferido por los bancos no es el dinero, sino las deudas. Desafortunadamente la reciente crisis económica mundial ha hecho bien conocido ese fenómeno, y por ello Agente Internacional pierde bastante impacto... aunque supongo que en cierta medida lo compensa con la satisfacción de su catártico argumento.
Como todo thriller, Agente Internacional se fundamenta en una compleja serie de eventos cuyas relaciones deben ser descubiertas por los protagonistas. Y, como casi siempre sucede, el proceso requiere algunos considerables saltos de lógica (ejemplo: el análisis balístico de trayectorias), coincidencias demasiado convenientes (el policía en la cafetería) y sospechosas deducciones (la procedencia del zapato). El reto, entonces, consiste en ofrecer al espectador adecuadas dosis de atmósfera y suspenso para ayudarle a suprimir momentáneamente la incredulidad que producen tales eventos. ¿Lo logra Agente Internacional? En mi caso la respuesta fue... más o menos. No trago por completo la trama, pero la convicción de los actores y su obvio talento hacen interesante la indagación, de modo que compartí su asombro con cada pista descubierta o personaje interrogado. No obstante, en más de una ocasión me sacó de la película alguna de esas coincidencias o deducciones que estiran (y rompen) el buen balance entre ficción y realismo que la cinta trata de mantener durante su dinámico desarrollo. Además, tengo que hacer la más ridícula observación personal... algunos pasajes musicales de la banda sonora parecen timbres de teléfono móvil. ¿Alguien más notó esto, o fue simplemente mi obsesión con esas molestas interrupciones en el cine?
Como mencioné, brilla por su ausencia la onírica visión de Tom Tykwer, aunque no por ello está mal dirigida la película. Quizás sus más meditativos momentos se sienten blandos, pero hay un par de buenas secuencias de acción, ingeniosamente coreografiadas y de adecuada validez dramática. De cualquier modo cabe señalar que ese no es el punto de esta película... su estructura se apega más a la de un metódico thriller de espías que a la de un simple "Die Hard en el banco". Igualmente el multinacional elenco y locaciones aportan una cierta sofisticación que nivela sus más convencionales mecanismos... entre los que incluyo a Clive Owen. No me malinterpreten... me gusta el trabajo de este actor, aunque su encasillamiento en el papel de estoico anti-héroe me hace pensar que su rango histriónico puede ser igualmente limitado. En fin... se podría decir que encontró su nicho, y como se desempeña muy bien en él, no puedo culparlo por aceptar papeles que no retan su talento pero llenan su bolsillo sin hacer gran esfuerzo. Naomi Watts tiene el menos relevante papel de una "Scully" cualquiera, apoyando a su colega con sobria moderación y sentido común. Al menos aprecié que el libreto no forzara un innecesario romance entre ambos, aunque nada impide un poco de saludable tensión sexual. Quizás mi personaje favorito fue el interpretado por Armin Mueller-Stahl, veterano actor de carácter con impecable estilo y presencia cuyo corto pero complicado papel aprovecha al máximo su expresiva voz y ambigua actitud. Física y vocalmente es casi idéntico al personaje que hizo en Eastern Promises (también con Naomi Watts), pero sus ojos reflejan una personalidad totalmente distinta... lo cual es una clara muestra de su gran talento.
Me hubiera gustado más Agente Internacional (otra fallida traducción... el "International" del título original no es una persona, sino un banco) si fuera un poco menos "Hollywood" y un poco más inteligente; disfruté las actuaciones, los momentos de suspenso y la brutal acción, especialmente la exagerada secuencia en el Museo Guggenheim (¿Es un set? Imagino que sí, pero la ilusión es perfecta), aunque tengo algunas dudas sobre el guión, cuya intención aplaudo al mismo tiempo que cuestiono su lógica y credibilidad. A fin de cuentas creo que puedo recomendar esta película no como la nueva y muy esperada obra de Tom Tykwer, sino como un thriller socialmente relevante y ligeramente mejor armado que un episodio de la serie de televisión 24. No es algo excepcional, pero sí perfectamente adecuada para pasar un rato tenso y entretenido, al menos mientras llegan las obligatorias "películas-evento" del siempre impredecible verano hollywoodense. Sospecho que a falta de cintas sobre la agonizante guerra en Irak, el futuro nos traerá similares obras sobre los vicios de las finanzas mundiales... y en ese nivel Agente Internacional es un buen comienzo, aunque hay bastantes oportunidades de mejorar el material.
Calificación: 7.5
La historia comienza con la conversación entre un policía y un informante. Aparentemente la Interpol está investigando los manejos ilegales de un enorme y poderoso banco internacional (IBBC), cuyas operaciones (como todo buen banco moderno) se han extendido hasta lavado de dinero, tráfico de armas y financiamiento de guerras y terrorismo. La conversación termina con el policía y el informante muertos por causas "accidentales". Pero Louis Salinger (Clive Owen), agente británico de Interpol, no cree tal coincidencia y, con ayuda de la fiscal norteamericana Eleanor Whitman (Naomi Watts) continúa la investigación que los lleva por todo el mundo, desde un político italiano relacionado con una empresa de tecnología bélica, hasta un eficiente asesino contratado para eliminar toda sospecha que pueda recaer sobre el banco. Entonces, limitados por sus corruptos superiores y sin avance visible en su investigación, Salinger y Whitman se dan cuenta de que la ley no hará nada por ayudarlos, y tendrán que buscar sus propios medios para revelar la verdad al mundo... si tan sólo la "verdad" fuera algo claro y definido.
Se podría pensar que una película que denuncia la villanía de los bancos internacionales llega en un buen momento, pero quizás no sea así. Hace apenas un año hubiera sido más sorprendente la revelación de que el producto preferido por los bancos no es el dinero, sino las deudas. Desafortunadamente la reciente crisis económica mundial ha hecho bien conocido ese fenómeno, y por ello Agente Internacional pierde bastante impacto... aunque supongo que en cierta medida lo compensa con la satisfacción de su catártico argumento.
Como todo thriller, Agente Internacional se fundamenta en una compleja serie de eventos cuyas relaciones deben ser descubiertas por los protagonistas. Y, como casi siempre sucede, el proceso requiere algunos considerables saltos de lógica (ejemplo: el análisis balístico de trayectorias), coincidencias demasiado convenientes (el policía en la cafetería) y sospechosas deducciones (la procedencia del zapato). El reto, entonces, consiste en ofrecer al espectador adecuadas dosis de atmósfera y suspenso para ayudarle a suprimir momentáneamente la incredulidad que producen tales eventos. ¿Lo logra Agente Internacional? En mi caso la respuesta fue... más o menos. No trago por completo la trama, pero la convicción de los actores y su obvio talento hacen interesante la indagación, de modo que compartí su asombro con cada pista descubierta o personaje interrogado. No obstante, en más de una ocasión me sacó de la película alguna de esas coincidencias o deducciones que estiran (y rompen) el buen balance entre ficción y realismo que la cinta trata de mantener durante su dinámico desarrollo. Además, tengo que hacer la más ridícula observación personal... algunos pasajes musicales de la banda sonora parecen timbres de teléfono móvil. ¿Alguien más notó esto, o fue simplemente mi obsesión con esas molestas interrupciones en el cine?
Como mencioné, brilla por su ausencia la onírica visión de Tom Tykwer, aunque no por ello está mal dirigida la película. Quizás sus más meditativos momentos se sienten blandos, pero hay un par de buenas secuencias de acción, ingeniosamente coreografiadas y de adecuada validez dramática. De cualquier modo cabe señalar que ese no es el punto de esta película... su estructura se apega más a la de un metódico thriller de espías que a la de un simple "Die Hard en el banco". Igualmente el multinacional elenco y locaciones aportan una cierta sofisticación que nivela sus más convencionales mecanismos... entre los que incluyo a Clive Owen. No me malinterpreten... me gusta el trabajo de este actor, aunque su encasillamiento en el papel de estoico anti-héroe me hace pensar que su rango histriónico puede ser igualmente limitado. En fin... se podría decir que encontró su nicho, y como se desempeña muy bien en él, no puedo culparlo por aceptar papeles que no retan su talento pero llenan su bolsillo sin hacer gran esfuerzo. Naomi Watts tiene el menos relevante papel de una "Scully" cualquiera, apoyando a su colega con sobria moderación y sentido común. Al menos aprecié que el libreto no forzara un innecesario romance entre ambos, aunque nada impide un poco de saludable tensión sexual. Quizás mi personaje favorito fue el interpretado por Armin Mueller-Stahl, veterano actor de carácter con impecable estilo y presencia cuyo corto pero complicado papel aprovecha al máximo su expresiva voz y ambigua actitud. Física y vocalmente es casi idéntico al personaje que hizo en Eastern Promises (también con Naomi Watts), pero sus ojos reflejan una personalidad totalmente distinta... lo cual es una clara muestra de su gran talento.
Me hubiera gustado más Agente Internacional (otra fallida traducción... el "International" del título original no es una persona, sino un banco) si fuera un poco menos "Hollywood" y un poco más inteligente; disfruté las actuaciones, los momentos de suspenso y la brutal acción, especialmente la exagerada secuencia en el Museo Guggenheim (¿Es un set? Imagino que sí, pero la ilusión es perfecta), aunque tengo algunas dudas sobre el guión, cuya intención aplaudo al mismo tiempo que cuestiono su lógica y credibilidad. A fin de cuentas creo que puedo recomendar esta película no como la nueva y muy esperada obra de Tom Tykwer, sino como un thriller socialmente relevante y ligeramente mejor armado que un episodio de la serie de televisión 24. No es algo excepcional, pero sí perfectamente adecuada para pasar un rato tenso y entretenido, al menos mientras llegan las obligatorias "películas-evento" del siempre impredecible verano hollywoodense. Sospecho que a falta de cintas sobre la agonizante guerra en Irak, el futuro nos traerá similares obras sobre los vicios de las finanzas mundiales... y en ese nivel Agente Internacional es un buen comienzo, aunque hay bastantes oportunidades de mejorar el material.
Calificación: 7.5
viernes, 20 de marzo de 2009
En Brujas (In Bruges)
A pesar de haber leído buenos comentarios sobre esta película, honestamente no tenía mucho entusiasmo por verla pues sólo esperaba otra imitación de la obra de Guy Ritchie. Sus películas Lock, Stock and Two Smoking Barrels y Snatch tuvieron tanta influencia en el cine europeo como Pulp Fiction lo tuvo en Hollywood, lo cual no es necesariamente malo; pero al menos en lo que a mi respecta, llega un punto de saturación que me impide disfrutar por completo de OTRA tergiversada historia con excéntricos gángsters, impenetrables acentos y humorística violencia.
En Brujas cuenta con algunos de esos elementos, pero sería muy injusto llamarle una imitación de Ritchie, pues sus detalladas actuaciones y su intrincado argumento contribuyen a darle una identidad nueva que ciertamente toca temas y situaciones similares a los del "neo-noir" británico, aunque con una ejecución mucho más disciplinada y... me atrevería a decir elegante.
Hablando de ejecución, la trama se centra en Ray (Colin Farrell) y Ken (Brendan Gleeson), dos asesinos a sueldo obligados por su iracundo jefe Harry (Ralph Fiennes) a esconderse en la ciudad belga de Brujas después de un fallido "trabajo" en Londres. Ambos muestran desconfianza por su nuevo entorno, pero Ken empieza a disfrutar la apacible y culta atmósfera de aquella ciudad medieval, mientras que Ray se siente aburrido y fuera de lugar, metiéndose en problemas con los turistas y locales de la comunidad. Y para empeorar las cosas, Ken empieza a sospechar que su forzada vacación tiene un propósito distinto, y que Harry los envió realmente para realizar otro "trabajo"... lo cual resultará ser muy peligroso no sólo para la potencial víctima, sino para los asesinos mismos.
En manos de otro director la historia quizás se centraría en los momentos más emocionantes y dinámicos en la vida de dos asesinos. Sin embargo, el dramaturgo Martin McDonagh (debutando como director en largometrajes) prefiere enfocarse en los aspectos más triviales de su rutina semi-turística en Brujas, donde no hay mucha acción, pero sí una rica relación entre extremos opuestos. En otras palabras, la típica "pareja dispareja" con el esperado humor generado por el contraste de sus actitudes, ideologías y apariencia, pero acentuado por la constante tensión de su violento trabajo, cuyas consecuencias se ciernen en la periferia de cada escena sin revelarse hasta el sangriento e inesperado final que quizás no sea muy satisfactorio en el sentido narrativo convencional, pero que definitivamente recompensa la atención prestada a las detalladas personalidades de Ken, Ray y el explosivo Harry.
Igualmente importantes son los inspirados diálogos con varios niveles de interpretación; y no sólo me refiero a los tarantinescos monólogos sobre cultura "pop" (incluyendo uno sobre Hervé Villechaize y la cinta Time Bandits), sino a los intercambios sobre arte, turistas canadienses, romance, culpa y responsabilidad, en los que el tema ostensible oculta sutil información sobre la historia previa de los asesinos, sus personalidades y sus muy diferentes interpretaciones de la "profesión" que ejercen.
Para que esa estrategia funcione debe fundamentarse en actores de gran talento, y ahí reside el otro acierto de McDonagh. Creo que Brendan Gleeson es incapaz de entregar una mala actuación, incluso cuando el papel que intepreta no sea muy sustancioso (¿alguien dijo Harry Potter?); sobra decir que cuando el libreto está a su altura, puede lograr cosas asombrosas, y no exagero al decir que su trabajo en En Brujas está entre los mejores de su carrera. Colin Farrell, por su parte, es bueno pero no infalible; su éxito depende tanto del libreto como del director; afortunadamente McDonagh le ha proporcionado sólido respaldo en ambos campos, y gracias a ello logra mantener el paso de Gleeson sin verse opacado y sin sentir la necesidad de exagerar el humor o exuberancia de su personaje. El elenco de apoyo muestra similar aptitud, aunque no cabe duda de que la cinta entera pertenece a Gleeson y Farrell.
Sin embargo, tengo un par de objeciones que me impidieron disfrutar del todo la película; el ritmo es un poco lento y hay bastantes escenas que resultan divertidas, pero a fin de cuentas innecesarias (como la visita con el actor y sus prostitutas). Además, por bien dibujados que estén los personajes y por más fascinantes que sean sus charlas, no puedo ignorar que el libreto se siente un poco hueco. La historia es demasiado simple, y aunque su clímax emocional sea potente y honesto, llega en un momento extraño... demasiado pronto para ser la conclusión y demasiado tarde para impulsar la trama. De cualquier modo recomiendo En Brujas por todo lo antes mencionado y por su negro humor, sorpresiva y sangrienta violencia, y por la sobria dirección de Martin McDonagh, en ocasiones un poco indulgente pero mucho más madura de lo que se esperaría en un director primerizo (bueno, si no contamos su previo cortometraje). Como alguien que ya está cansado del cine criminal británico no esperaba mucho de ella, pero la película terminó sorprendiéndome por desafiar mi expectativa con inusitada profundidad, negro humor, sangre... e incluso emoción. Rara combinación, pero creo que funciona.
Calificación: 8.5
En Brujas cuenta con algunos de esos elementos, pero sería muy injusto llamarle una imitación de Ritchie, pues sus detalladas actuaciones y su intrincado argumento contribuyen a darle una identidad nueva que ciertamente toca temas y situaciones similares a los del "neo-noir" británico, aunque con una ejecución mucho más disciplinada y... me atrevería a decir elegante.
Hablando de ejecución, la trama se centra en Ray (Colin Farrell) y Ken (Brendan Gleeson), dos asesinos a sueldo obligados por su iracundo jefe Harry (Ralph Fiennes) a esconderse en la ciudad belga de Brujas después de un fallido "trabajo" en Londres. Ambos muestran desconfianza por su nuevo entorno, pero Ken empieza a disfrutar la apacible y culta atmósfera de aquella ciudad medieval, mientras que Ray se siente aburrido y fuera de lugar, metiéndose en problemas con los turistas y locales de la comunidad. Y para empeorar las cosas, Ken empieza a sospechar que su forzada vacación tiene un propósito distinto, y que Harry los envió realmente para realizar otro "trabajo"... lo cual resultará ser muy peligroso no sólo para la potencial víctima, sino para los asesinos mismos.
En manos de otro director la historia quizás se centraría en los momentos más emocionantes y dinámicos en la vida de dos asesinos. Sin embargo, el dramaturgo Martin McDonagh (debutando como director en largometrajes) prefiere enfocarse en los aspectos más triviales de su rutina semi-turística en Brujas, donde no hay mucha acción, pero sí una rica relación entre extremos opuestos. En otras palabras, la típica "pareja dispareja" con el esperado humor generado por el contraste de sus actitudes, ideologías y apariencia, pero acentuado por la constante tensión de su violento trabajo, cuyas consecuencias se ciernen en la periferia de cada escena sin revelarse hasta el sangriento e inesperado final que quizás no sea muy satisfactorio en el sentido narrativo convencional, pero que definitivamente recompensa la atención prestada a las detalladas personalidades de Ken, Ray y el explosivo Harry.
Igualmente importantes son los inspirados diálogos con varios niveles de interpretación; y no sólo me refiero a los tarantinescos monólogos sobre cultura "pop" (incluyendo uno sobre Hervé Villechaize y la cinta Time Bandits), sino a los intercambios sobre arte, turistas canadienses, romance, culpa y responsabilidad, en los que el tema ostensible oculta sutil información sobre la historia previa de los asesinos, sus personalidades y sus muy diferentes interpretaciones de la "profesión" que ejercen.
Para que esa estrategia funcione debe fundamentarse en actores de gran talento, y ahí reside el otro acierto de McDonagh. Creo que Brendan Gleeson es incapaz de entregar una mala actuación, incluso cuando el papel que intepreta no sea muy sustancioso (¿alguien dijo Harry Potter?); sobra decir que cuando el libreto está a su altura, puede lograr cosas asombrosas, y no exagero al decir que su trabajo en En Brujas está entre los mejores de su carrera. Colin Farrell, por su parte, es bueno pero no infalible; su éxito depende tanto del libreto como del director; afortunadamente McDonagh le ha proporcionado sólido respaldo en ambos campos, y gracias a ello logra mantener el paso de Gleeson sin verse opacado y sin sentir la necesidad de exagerar el humor o exuberancia de su personaje. El elenco de apoyo muestra similar aptitud, aunque no cabe duda de que la cinta entera pertenece a Gleeson y Farrell.
Sin embargo, tengo un par de objeciones que me impidieron disfrutar del todo la película; el ritmo es un poco lento y hay bastantes escenas que resultan divertidas, pero a fin de cuentas innecesarias (como la visita con el actor y sus prostitutas). Además, por bien dibujados que estén los personajes y por más fascinantes que sean sus charlas, no puedo ignorar que el libreto se siente un poco hueco. La historia es demasiado simple, y aunque su clímax emocional sea potente y honesto, llega en un momento extraño... demasiado pronto para ser la conclusión y demasiado tarde para impulsar la trama. De cualquier modo recomiendo En Brujas por todo lo antes mencionado y por su negro humor, sorpresiva y sangrienta violencia, y por la sobria dirección de Martin McDonagh, en ocasiones un poco indulgente pero mucho más madura de lo que se esperaría en un director primerizo (bueno, si no contamos su previo cortometraje). Como alguien que ya está cansado del cine criminal británico no esperaba mucho de ella, pero la película terminó sorprendiéndome por desafiar mi expectativa con inusitada profundidad, negro humor, sangre... e incluso emoción. Rara combinación, pero creo que funciona.
Calificación: 8.5