Parecería que una historia sobre el origen de los "vibradores" o "masajeadores personales" estaría ubicada en la década de los sesentas o setentas, cuando la "revolución sexual" cambió las actitudes de la sociedad moderna. Sin embargo el origen de dicho artilugio se remonta a fines del siglo diecinueve, como podemos ver en la película Histeria: La Historia del Deseo, la cual aprovecha el entorno victoriano para crear una típica comedia británica, pícara y simpática pero a fin de cuentas inofensiva gracias a la sobria dirección de la norteamericana Tanya Wexler. Sin embargo, los aciertos del libreto se ven ocasionalmente opacados por las intrusiones de un romance que me pareció forzado e innecesario, lo cual impidió que la cinta me dejara totalmente... satisfecho.
Al principio de Histeria: La Historia del Deseo conocemos a Mortimer Granville (Hugh Dancy), un prometedor médico londinense cada día más frustrado por la obstinación de sus superiores, quienes se rehúsan a aceptar las más modernas técnicas médicas (como lavarse las manos) para ayudar a los enfermos. Entonces, tras ser despedido de un prestigioso hospital, Granville termina como asistente del veterano Dr. Dalrymple (Jonathan Pryce), un exitoso especialista en el tratamiento de la histeria femenina. Sus pacientes requieren ciertos masajes manuales para calmar sus nervios, y Mortimer se vuelve tan experto que no se da abasto para satisfacer a la clientela. Entonces, platicando con su amigo inventor Lord Edmund St. John-Smythe (Rupert Everett), Mortimer concibe un uso alternativo para el sacudidor eléctrico que cambiará para siempre el tratamiento de la "histeria". Al mismo tiempo, vemos cómo el joven médico empieza a enamorarse de Emily (Felicity Jones), la hija menor del Dr. Dalrymple, cuyos buenos modales y recatada actitud la perfilan como una esposa perfecta; por otro lado la hermana mayor Charlotte (Maggie Gyllenhaal) desafía constantemente las órdenes de su padre y desperdicia su tiempo (y su dinero) curando enfermos en humildes hospicios. Seguramente nadie querrá casarse con ella, ¿cierto?
La directora Tanya Wexler sabe que para contar una historia sobre temas vagamente "inapropiados", hace falta un contexto amable y accesible que reduzca el riesgo de ofender al público. Histeria: La Historia del Deseo realiza una labor sobresaliente en ese aspecto, abordando el asunto de los "masajes manuales" con humor y un guiño a la audiencia, aprovechando de paso el talento de actores que se prestan perfectamente al travieso tono de la narrativa. En los papeles estelares tenemos a Hugh Dancy como el Dr. Granville, inicialmente tímido por su inusual trabajo, pero con genuino deseo de ayudar a sus pacientes; Jonathan Pryce es ideal como el Dr. Dalrymple, con un porte aristocrático que extingue de inmediato toda sospecha de malicia o mala conducta. Rupert Everett es apropiadamente decadente y aristocrático en el papel de inventor más fascinado por aparatos eléctricos que por su prójimo humano; y Maggie Gyllenhaal produce un impecable acento británico para dar vida a la clásica mujer "proto-feminista" que debe existir por ley en todas estas comedias "de época". Su desempeño es técnicamente bueno, pero nos lleva a la parte de la película que menos me gustó.
Sí, para variar fue el romance. Ignoro si el auténtico Dr. Granville realmente se enamoró de las hijas de su jefe; como sea, ese triángulo amoroso se siente como la idea de algún ejecutivo desesperado por cubrir todas las bases mercadológicas que pudieran ayudar al éxito económico de la película. En lo personal hubiera preferido un examen más profundo de las prácticas médicas de la época victoriana (aunque lo hubieran tomado como elemento humorístico), en vez del cansado estira-y-afloja emocional del galán que no puede decidirse entre dos mujeres. Pero bueno, a fin de cuentas creo que Histeria: La Historia del Deseo cubre las necesidades básicas de la historia que pretende contar, al mismo tiempo que nos muestra un interesante pasaje en la evolución de la Medicina, y nos ayuda a pasar un rato agradable (aunque olvidable y superficial) en compañía de actores con talento superior al que merecía este simple libreto. Puedo recomendarla como efímero pasatiempo de fin de semana, aunque sugiero un poco de cautela si van a verla en familia... el contenido gráfico de la cinta es absolutamente inocuo, pero aún así podría ofender o escandalizar a algunas personas. En estos asuntos íntimos cada quien conocerá su límite...
Calificación: 7
Pablo, vi esta película pensando que era la de Burke and Hare, leyendo tu crítica creo que tienen cosas en común.
ResponderBorrarSaludos!
Pablo que te parece esta teoria de la pelicula el gran truco, quizas vos ya la sepas,
ResponderBorrarpero para mi es increible:
En realidad, la máquina duplicadora de Nikola Tesla no existe. No crea duplicados de los personajes. Ése es el engaño.
La máquina es en realidad una hipótesis de ambos personajes para algo inexplicable, una verdad que ninguno de los dos conocía sobre el otro, y que sin embargo es mutua.
Tanto Christian Bale como Hugh Jackman tienen hermanos gemelos.
Se supone que la máquina mágica crea un duplicado exacto del hombre, incluídos recuerdos y personalidad. Por eso, cuando Hugh Jackman la prueba por primera vez y decida matar al duplicado resultante, éste sabe lo que le espera cuando aparece.
Visto así, no es lógico que Hugh Jackman, al aparecer sobre la trampa, no intente salvar la vida... a menos que el personaje acepte sacrificarse. Si realmente es un duplicado del hombre que ha diseñado el truco, ha de conocerlo.
Al principio de la película, vemos que uno de estos duplicados (¿o tal vez el original?) es sacrificado. Y vemos que el otro Hugh Jackman no aparece ante el público como el truco exige. Esto significa que el truco es una trampa para atraer a Christian Bale hacia lo que será su sentencia de muerte.
En cambio, ¿por qué la víctima sacrificada, al caer al tanque ante los ojos de Christian Bale, grita y golpea el cristal? ¿Para pedirle ayuda, o para pedirle que huya y salve la vida?
Si se aceptan los dos hechos citados arriba y elocuentemente expresados en la película, ninguna de ambas explicaciones es válida.
La explicación es que la víctima ahogada es el gemelo natural de Hugh Jackman, quien no sabía el destino que le esperaba. Hugh Jackman empieza la película como un personaje incapaz de mancharse las manos y termina haciendo algo jodidamente atroz: tras trabajar con su gemelo repetidas veces, le quita la vida para quitársela también a su rival y enemigo.
Hugh Jackman y su gemelo están compinchados desde el primer momento. El personaje no tiene un "gemelo perdido" ni un "parecido razonable", es todo una hipótesis de Christian Bale.
Ese es el truco; meter al espectador en la imaginación de ambos magos y los trucos que se hacen el uno al otro. La máquina es una fantasía, un juego de manos. Por eso, cuando al final vemos todos los tanques de agua, sólo uno de ellos está ocupado.
¡Abracadabra!
Saludos
Hugo desde Argentina
Hugo me arruinaste el final del gran truco jaja ja
ResponderBorrarAnonimo perdon!!!
ResponderBorrarEn realidad es una teoria, nose si es realmente el final.
Saludos
Anónimo: Pues... las dos son "de época" (aunque épocas distintas), pero fuera de eso vería pocas similitudes. Pero bueno, de cualquier modo yo prefiero Burke & Hare. Saludos y suerte!
ResponderBorrarHugo: ¡Interesante teoría! Honestamente no he vuelto a ver The Prestige desde su estreno, así que quizás me faltan "piezas" de ese complicado rompecabezas; pero quizás sea momento de re-visitarla con el beneficio de esta teoría. Muchas gracias por compartirla, y mucha suerte!