Transformers: El Lado Oscuro de la Luna (Transformers: Dark of the Moon)

Por lo menos diré esto: cada película de Transformers ha sido mejor que su predecesora, lo cual desafía la clásica tendencia a la baja de cualquier otra secuela. Pero tampoco quiero sugerir que Michael Bay esté madurando como director, o que súbitamente haya comprendido elementos narrativos como "ritmo" y "coherencia". No; en todo caso, la habilidad de Bay es funcionar como diestro capataz de un ejército técnico y creativo cuyo duro trabajo apenas saca a flote los lerdos argumentos e inepto drama de estas películas. Suena como insulto, pero en realidad es un reconocimiento al talento logístico que no muchos cineastas han demostrado en esta gloriosa época de excesos hollywoodenses. Y vaya que Transformers: El Lado Oscuro de la Luna es excesiva... pero si no apreciamos eso, no nos divertiremos mucho viéndola.

Al principio de la cinta nos enteramos de que la misión del Apollo 11 en 1969 tuvo un propósito secreto: investigar los restos de una enorme nave espacial que ocho años atrás se estrelló en el lado oscuro de la Luna. Ya en el presente vemos cómo el Comandante Lennox (Josh Duhamel) encuentra una pieza de esa nave en la ciudad radiada de Chernobyl. Cuando Lennox reporta el descubrimiento a los Autobots, Optimus Prime (voz de Peter Cullen) se da cuenta de que la Luna oculta un secreto que podría determinar finalmente al ganador en la eterna guerra con los Decepticons. Paralelamente vemos como el joven Sam Witwicky (Shia LaBeouf) trata de incorporarse al mundo laboral con ayuda de sus inoportunos padres y de su nueva novia Megan Fox Rubia (Rosie Huntington-Whiteley). Finalmente consigue trabajo en una empresa de alta tecnología manejada por el excéntrico Bruce Brazos (John Malkovich); pero cuando un científico reconoce a Sam como el intermediario de los robots extraterrestres, empieza a revelarse una conspiración que no solo pondrá en peligro la vida del joven y su novia, sino del planeta entero.

Habiendo tantos aspectos interesantes por explorar en la mitología de Transformers, el guionista Ehren Kruger decidió tomar el camino fácil para "no hacer olas", y simplemente repitió la misma fórmula de las cintas pasadas: los Autobots y los Decepticons pelean por obtener un "mcguffin" que les dará inmenso poder (¡qué sorpresa!), mientras que la humanidad mira horrorizada, el gobierno comete errores estúpidos, y un pequeño grupo de soldados y civiles luchan desesperadamente por poner la balanza del lado de los "buenos". En fin... sería absurdo esperar algo más ambicioso o inteligente, así que no vale la pena discutir el asunto. Por lo menos la descomunal escala de las batallas y el épico tono de todas las escenas (por no mencionar la rimbombante música de Steve Jablonsky) logran despertar un par de emociones a lo largo de las dos horas y media que Bay necesita para contar esta simple y superficial historia (hablando de excesos...)

Los actores humanos son otra vez irrelevantes, excepto como "comic relief", donde vemos un par de rostros nuevos (como Frances McDormand, Alan Tudyk y Ken Jeong) apoyando las payasadas del (ex)Agente Simmons (John Turturro), quien una vez más debe mostrarle al gobierno cómo se hacen las cosas (¿cuándo aprenderán). Parece mentira, pero esta vez me gustaron más los intercambios entre los robots gigantes. Sus diálogos siguen siendo horribles (y los idiotas villanos son demasiado susceptibles a "psicología inversa"), pero la convicción e intensidad de los actores que prestan sus voces bastaron para darle renovada fuerza dramática a los personajes artificiales (por "artificiales" no me refiero a Rosie Huntington-Whiteley-Driftwood-Neuman-Campoflorido). Sobra decir que Leonard Nimoy se roba la película con su noble y erudita interpretación del anciano Sentinel Prime… lo cual no es difícil cuando casi todos los demás robots tienen acentos étnicos “graciosos”.

Hablando de Spock, también me divirtieron las múltiples referencias a Star Trek (“The good of the many…”), así como algunos simpáticos "easter eggs" que Bay (o su equipo técnico) puso en la pantalla (el más gracioso incluye al actor más ocupado del mundo). No puedo negar que esos detalles hicieron tolerable la aburrida hora intermedia de la película, durante la cual se va revelando con irritante lentitud la supuesta "conspiración", que a fin de cuentas es otra excusa para destruir más cosas y detonar más explosiones. Y así llegamos al obligatorio discurso sobre los increíbles efectos especiales realizados por Industrial Light & Magic y Digital Domain. TODO se ve mejor en Transformers: El Lado Oscuro de la Luna; desde las texturas metálicas en los robots hasta la integración con escenarios reales. Sin duda es un logro técnico que supera por mucho las virtudes narrativas de la película, y podría ser razón suficiente para verla en un cine con buena imagen y sonido.

Decidí ver Transformers: El Lado Oscuro de la Luna en su versión tridimensional (más por conveniencia de horarios que por gusto personal), y aunque el 3D no aporta mucho a la experiencia, logró algo inesperado: moderar el frenético estilo de Michael Bay. Supongo que el proceso tridimensional requiere mayor planeación y disciplina al momento de filmar, y la feliz consecuencia es que las escenas de acción son más claras y hasta se sienten mejor dirigidas. Ya no son una caótica mezcla de cromo, engranes y chispas, sino batallas bien coreografiadas entre robots gigantes. En otras palabras, lo que debió ser Transformers desde el principio. Igualmente Bay incorpora numerosas tomas en cámara lenta que finalmente permiten deleitarnos con los detalles del diseño e ingeniosas transformaciones de vehículos a robots. ¿Quién lo hubiera imaginado? Y supongo que los animadores de ILM y DD estarán contentos de que por fin podamos apreciar su minucioso trabajo.

Hablando de excesos, ya estuvo demasiado largo este artículo; por lo tanto será mejor terminar diciendo que Transformers: El Lado Oscuro de la Luna es una progresión lógica de las cintas anteriores, y aunque sigue decepcionándome su ineptitud narrativa, agradezco los intentos de hacer el drama más sincero, el humor menos irritante, y la acción más impresionante. Como siempre, puedo recomendarla por el indescriptible espectáculo visual y el desvergonzado abuso de recursos que prácticamente es un fin por sí mismo. No soy fan de Michael Bay, y supongo que nunca lo seré, pero nadie desperdicia dinero como él. A falta de historia o personajes interesantes, eso es suficiente para hacer sus películas más o menos satisfactorias.

Calificación: 7