Donde Viven los Monstruos (Where the Wild Things Are)

Estamos acostumbrados a ver películas familiares que tratan de vendernos una "actitud", una "Cajita Feliz" de McDonalds, o una rancia lección moral que solo existe para disfrazar el comercialismo de su auténtica intención. Por eso resultó catárticamente refrescante ver Donde Viven los Monstruos, cuya principal fuerza no reside en sus efectos especiales ni en las (inexistentes) "estrellas" de su elenco, sino en su reflexivo tono y su rica narrativa, que no teme abordar con seriedad las complejas vicisitudes en la vida de un niño extraviado entre la confortable indisciplina de la infancia y las inquietantes realidades de la madurez. Realmente fue una experiencia única e inesperada.

El mencionado niño es Max (Max Records), quien abandona su hogar tras una amarga pelea con su agobiada madre (Catherine Keener). Entonces, atravesando el mar en velero, llega a una remota isla habitada por extrañas criaturas de monstruosa apariencia pero inocente disposición, que de algún modo quedan convencidas de que Max es su rey. Y así comienza el reinado de Max, aunque sus intenciones de diversión y juegos constantes son rápidamente atenuadas por sus responsabilidades como líder, ya que también debe mediar las relaciones de sus impulsivos y a veces irracionales "súbditos". Pero por más esfuerzos que hace el niño, no logra conciliar los gustos y caprichos de los monstruos, haciendo la situación peligrosa para la estabilidad de la isla... y quizás para su propia supervivencia.

Recientemente me he quejado mucho de todas esas películas familiares acerca de niños que viajan a un reino mágico de la imaginación para descubrir que son "especiales". Donde Viven los Monstruos sigue básicamente la misma fórmula, pero es tan distinta en fondo y forma que merece pertenecer a una categoría distinta para reflejar mejor su inusual combinación de inteligencia, honestidad y melancolía. Podríamos llamarle una "película infantil para adultos". Pensándolo bien, creo que ni siquiera se trata de una película infantil, pues no está diseñada para entretener a los niños, sino para evocar la confusión, miedo y asombro de la infancia misma. En pocas palabras, es un penetrante estudio psicológico de la mente infantil, en la que los monstruos son un torcido reflejo de las virtudes y defectos de Max, así como de las personas que tienen influencia en su vida. Desde luego habrá niños (o espectadores de cualquier edad) que aprecien esta lección de auto-análisis junto con el aprendizaje que sutilmente pretende impartir. Pero sin duda habrá otros que quedarán perplejos por el maduro tono de la cinta, o decepcionados por la falta de humor convencional y sobre-diseñadas escenas de acción. Y ni siquiera hablemos de aquellos niños que simplemente no toleren la vaga atmósfera de amenaza y angustia que empapa cada escena de la película. Por bondadosas que parezcan las criaturas de la isla, nunca desaparece el temor de que se tornen violentas si Max no logra satisfacer sus expectativas como "rey".

No guardo afecto alguno por el libro Where the Wild Things Are, de Maurice Sendak, en el que se basa la película, pues estimo que lo leí demasiado tarde (o demasiado temprano) para identificarme con su caprichoso protagonista. Sin embargo la interpretación fílmica realizada por Spike Jonze me pareció magistral, repleta de interesantes niveles emocionales y narrativos que son vívidamente representados por una nebulosa combinación de efectos prácticos y digitales. Las criaturas son básicamente "botargas" realizadas por el legendario Jim Henson's Creature Workshop, con rostros animados por el estudio Framestore. Los agrestes escenarios australianos son otro efecto especial por sí mismos, y complementan a la perfección el orgánico y elegante diseño de producción. Finalmente, no puedo dejar de mencionar la extraordinaria banda sonora creada por Karen O (vocalista de Yeah Yeah Yeahs) y Carter Burwell, la cual iguala o supera la exuberante energía de la película.

Mi única queja es que la trama se extiende un poco más de lo necesario, pero la riqueza visual ahuyenta todo rastro de aburrimiento (por si no bastaran las reflexiones que invita cada escena). Una de las razones por las que no tengo hijos (ni deseo tenerlos) es porque no sabría cómo evitar que cayeran en el embrujo de Disney/DreamWorks/WB; pero si tuviera hijos, Donde Viven los Monstruos es exactamente el tipo de películas que me gustaría que vieran. Nada en ella se siente pre-fabricado o fingido; las actuaciones de las botargas están entre las mejores que he visto este año (seguro mejores que Sandra Bullock o Jeff Bridges), y me atrevo a decir que desde Labyrinth no había visto una película "para niños" con un simbolismo tan denso, pero al mismo tiempo claro y accesible sobre la inesperada complejidad de la infancia y la dura transición a la madurez. Habiendo vaciado tanta hipérbole, conviene señalar que esta cinta ha dividido a sus audiencias, y lo comprendo perfectamente. Para bien o para mal fui uno de los que quedó prendado de su magia, pero no quiero garantizar que el lector compartirá esta opinión. Por lo tanto, puedo recomendarla junto con la advertencia de que quizás destruya todas las expectativas sobre lo que puede ser una "película infantil". Y, mejor aún, dirigida por el productor de Jackass.
Calificación: 9