sábado, 30 de julio de 2011

Super 8

Se ha comentado bastante que Super 8 es un homenaje a las películas clásicas de Steven Spielberg (y sus protegidos), donde se contrastaba la rutinaria vida en los suburbios con algún fenómeno extraordinario que los sencillos habitantes (usualmente niños y adolescentes) debían enfrentar, mientras los adultos ignoraban la situación hasta que era demasiado tarde. En ese aspecto el director J.J. Abrams logró exactamente lo que se proponía, aunque para conseguirlo sacrificó todo rastro de originalidad y sorpresa en su película. Aún así me entretuvo bastante gracias a su típicamente sólida dirección, buen elenco e interesante premisa, que no llega a ser genuina ciencia ficción, sino una emocionante fantasía juvenil aderezada con amplias dosis de nostalgia "spielbergiana". Y muchos "flares", desde luego.

A juzgar por las pistas históricas (la catástrofe de Three Mile Island, My Sharona, Don't Bring Me Down), Super 8 se desarrolla en el año 1979, y se ubica en un pequeño pueblo del estado de Ohio (terruño de Spielberg, nada menos), donde encontramos a un grupo de amigos que planean pasar sus vacaciones de verano filmando una película de zombies (en formato Super 8, desde luego) para participar en un concurso de cine amateur. El director de la película es el tenaz Charles (Riley Griffiths), siempre en busca de "valores de producción" para adornar su película. Su mejor amigo es Joe (Joel Courtney), especialista en maquillaje y efectos especiales, quien se siente distanciado de su padre Jackson (Kyle Chandler) tras una reciente tragedia familiar. También están en el equipo Cary (Ryan Lee), el inmaduro experto en fuegos artificiales, y Alice (Elle Fanning), la atractiva niña de quien Joe está enamorándose a pesar de las diferencias que hay entre sus respectivos padres.

Una noche, filmando una escena cerca de una estación ferroviaria, los niños presencian el aparatoso descarrilamiento de un tren militar, causado intencionalmente por uno de sus profesores, quien les aconseja no decir nada del asunto para no poner en peligro a sus familias. Los niños acceden, pero es imposible ignorar la situación cuando los habitantes del pueblo empiezan a notar extraños fenómenos, como el robo de implementos eléctricos, desapariciones inexplicables de personas... y una creciente presencia de soldados que buscan frenéticamente algo... algo que quizás escapó del tren después del accidente. El padre de Joe trata de encontrar respuestas para tranquilizar a la población, sin darse cuenta de que los niños están mejor enterados de todo porque filmaron accidentalmente el descarrilamiento… y ahora se preparan para enfrentar al extraño pasajero.

Si nos pusiéramos a analizar Super 8 escena por escena, encontraríamos un alarmante número de paralelos con cintas como The Goonies, Poltergeist, Close Encounters of the Third Kind, Explorers, y sobre todo E.T. (¿acaso vi una bicicleta voladora?) El tema podrá ser superficialmente distinto, pero los personajes, atmósfera y el tono mismo de la película emulan perfectamente el "estilo Spielberg" de los setentas y ochentas, cuando sus películas (ya fuera como director o productor) cambiaron literalmente el rostro del cine popular. Hasta los niños actores de Super 8 poseen esa clásica química que nos hace aceptar su larga amistad y afines personalidades... aunque, como cualquier grupo de amigos, ocasionalmente tengan disputas juveniles. Los adultos poseen similar profundidad y realismo; afortunadamente no son los dinosaurios idiotas y ausentes de John Hughes, sino personas reales con vidas complicadas, que hasta cierto punto explican la poca atención que ponen a sus hijos.

El talento del elenco es indiscutible, destacando particularmente Joel Courtney como el protagonista que apenas reconstruye su vida tras perder trágicamente a su madre; Ryan Lee es el entusiasta niño obsesionado con fuego y explosiones (admito que me sentí particularmente identificado con él); y Elle Fanning no podría ser más natural como la niña que provoca tensión entre los amigos cuando se integra al equipo de filmación. Entre el trabajo de Fanning en esta cinta y la reciente Somewhere, empieza a revelarse una actriz aún mejor que su hermana; de hecho, en Super 8 tiene una escena de "actuación dentro de la actuación" tan buena que me recordó la de Naomi Watts en Mulholland Dr. (no estoy bromeando). Finalmente, Kyle Chandler es al mismo tiempo benévolo y estricto en el papel del arquetípico "policía de pueblo pequeño", más inteligente de lo que aparenta, y tan persistente en su búsqueda de la verdad que será inevitable su conflicto con los arrogantes militares.

Por el lado negativo, la trama tiende a flaquear en algunos puntos importantes. Abrams maneja muy bien el drama y el creciente suspenso, pero en muchas ocasiones se ve obligado a violar la lógica interna de la historia, o a forzar situaciones demasiado convenientes para llevarnos hasta el satisfactorio y espectacular final. En general tiene muchas buenas ideas individuales; el problema es que no siempre consigue integrarlas orgánicamente a la narrativa, y ahí es cuando rompe la "magia" de su película. ¿O habrá sido parte del homenaje a Spielberg? Será mejor dejar esa pregunta para los estudiosos del cine ochentero. Por lo pronto, Super 8 es una "cinta de verano" muy recomendable, no solo por su atmósfera nostálgica, sino por el genuino talento que existe en todos los niveles de su producción. En mi humilde opinión J.J. Abrams confirma su habilidad como director, aunque ojalá en el futuro nos sorprenda con un proyecto que no sea secuela, re-invención u homenaje, sino algo que manifieste su genuina imaginación. Estimo que esa será su prueba de fuego.
Calificación: Super 8.5

viernes, 29 de julio de 2011

Capitán América: El Primer Vengador (Captain America: The First Avenger)

Me gusta mucho el personaje del Capitán América cuando lo presentan en los comics como líder estratégico y espiritual del equipo Avengers, pero a decir verdad nunca disfruté sus aventuras originales, escritas en los cuarentas como simple propaganda política durante la Segunda Guerra Mundial, más de veinte años antes de que Marvel Comics lo adoptara como parte fundamental de su emergente universo de superhéroes. Por eso traté de mantener expectativas realistas sobre la película Capitán América: El Primer Vengador. Como toda buena "historia de origen", el argumento sería un recuento de sus inicios como símbolo patriótico, luchando contra nazis y enemigos de la democracia norteamericana... lo cual tiene hoy un significado muy distinto al de los años cuarentas. En aquel entonces la amenaza de nazis y comunistas era palpable y concreta, y justificaba acciones rápidas y contundentes. Por el contrario, hoy tenemos ambiguas "guerras" contra las drogas, el terrorismo y similares fantasmas que parecen excusas para gastar dinero, usurpar gobiernos y manipular relaciones internacionales. ¿Cómo encaja el Capitán América en esta realidad sin parecer una parodia creada por un caricaturista político?

Afortunadamente el director Joe Johnston tuvo la buena idea de evadir esa pregunta, y prefirió usar el ángulo patriótico como un detalle humorístico secundario, dejando el terreno libre para explotar la atmósfera "retro" de la Segunda Guerra Mundial y crear una narrativa que se siente al mismo tiempo antigua y moderna. Así tenemos un dinámico libreto que captura el heroísmo militar de las cintas bélicas de John Wayne, mientras que la segura dirección emplea toda suerte de técnicas actuales para dar vida a los coloridos villanos y exageradas aventuras que dejarían orgullosos a Joe Simon y Jack Kirby. En resumen: un sólido balance de aventura y acción, libre de contaminantes ideológicos y excesos estilísticos. Tras un breve prólogo en el presente que nos muestra el descubrimiento de un enorme aparato bajo el hielo del Ártico, nos trasladamos a principios de los cuarentas, cuando el joven Steve Rogers (Chris Evans) trata de enlistarse en el Ejército para luchar contra los nazis en el frente europeo; sin embargo es rechazado por su diminuta complexión y mala salud. No obstante, el misterioso Dr. Erskine (Stanley Tucci) reconoce el valor del joven, y lo invita a participar en un experimento para crear "súper soldados", en colaboración con el millonario Howard Stark (Dominic Cooper). El experimento es un éxito, y con un nuevo físico para complementar sus extraordinarias habilidades Rogers se convierte en: ¡el Capitán América!... ¿actor de cine? Aparentemente el ejército considera a Rogers más útil como símbolo patriótico que como soldado, y lo pone a trabajar en espectáculos teatrales y películas de propaganda. Mientras tanto, en Europa, el maquiavélico nazi Johann Schmidt (Hugo Weaving) investiga el potencial de cierta tecnología extra-dimensional para desbancar a Hitler mismo y convertirse en el conquistador del mundo.

Al igual que ocurrió con Thor hace un par de meses, Capitán América: El Primer Vengador enfrenta la tarea de ser al mismo tiempo la emocionante introducción de un superhéroe, y una adecuada precuela de la futura cinta The Avengers (por cierto, no olviden quedarse hasta el final de los créditos). Creo que funciona bien en ambos aspectos, aunque lo primero tiene la ventaja sobre lo segundo. La transformación del debilucho Rogers en el icónico Capitán América toca las bases necesarias en el manual del superhéroe (rudo mentor: ¡presente!; interés romántico: ¡presente!; valeroso "sidekick": ¡presente!), sin descuidar el desarrollo emocional de los personajes y sus bien balanceadas relaciones. En el terreno fantástico tenemos divertida pseudo-ciencia para evocar esa aura de futurismo idealizado que impulsaba las mejores aventuras de la literatura "pulp". Y el absoluto "blanco y negro" de héroes contra villanos disipa cualquier ambigüedad moral durante las batallas que representan el choque entre el Bien y el Mal. Así, con mayúsculas. Por otro lado, en lo que respecta a su función como precuela, debo decir que el plan del villano me pareció un tanto genérico y poco imaginativo. Las menciones de Odín y el enigmático "tesseract" se sienten como elementos obligatorios para preservar lo establecido en Thor, y dejar todo listo para The Avengers (cada vez veo más difícil el trabajo de Joss Whedon). Y quizás los más puristas fanáticos de la continuidad criticarán el "ret-con" de la temible organización HYDRA, pues para bien o para mal no hay mención alguna del Barón Strucker (fue una decisión acertada; eso hubiera sido una auténtica caricatura nazi). Pero a fin de cuentas todo "pega" bastante bien para definir Capitán América: El Primer Vengador como una experiencia satisfactoria, al mismo tiempo distinta de Thor y Iron Man, pero creíble como parte del mismo abigarrado universo.

Siguiendo la tendencia de las recientes películas de Marvel, Capitán América: El Primer Vengador goza de un "casting" impecable, con actores que encajan a la perfección en sus papeles y poseen la convicción necesaria para existir en un entorno fantástico sin perder su básica humanidad. Empezando por el elenco secundario mencionaré al genial Tommy Lee Jones como el Coronel Chester Phillips, quien reconoce en Rogers el potencial de un gran soldado, no solo por su habilidad física, sino por su fibra moral y agudeza en combate. En el papel de la agente británica Peggy Carter, Hayley Atwell aporta juicio estratégico y un poco de romance, bien manejado por el libreto y perfectamente expresado por la actriz. Fue una buena decisión no usar una "estrella" más llamativa para este personaje, pues robaría la atención y tal vez rompería el balance de la historia. Por su parte, Sebastian Stan es un eficiente "Bucky" Barnes, fiel amigo de Rogers y valeroso colaborador del Capitán América. Quizás no tiene la misma edad que su contraparte en el comic, pero lo prefiero así; francamente no sería muy creíble un adolescente (estilo Robin) luchando en la Segunda Guerra Mundial. Y, finalmente, tenemos al gran Hugo Weaving interpretando al nazi Johann Schmidt con esa tradicional mezcla de genio y egolatría que poseen los mejores villanos. Quizás su plan de conquista mundial no sea muy innovador, pero el actor se encarga de "vender" la amenaza con férrea certeza en su inevitable éxito. Habiendo dicho eso, no sé si me gustó que tardaran tanto tiempo en revelar su auténtico... Bueno, mejor no digo más para no arruinar la sorpresa a quienes no conozcan este personaje.

Sobre Chris Evans tengo opiniones encontradas. Creo que es un buen actor, y definitivamente tiene más oportunidades de demostrarlo aquí que en su previo trabajo como Johnny Storm en Fantastic Four (o su secuela); pero a fin de cuentas me pareció más interesante como Steve Rogers que como el Capitán América. Creo que su interpretación necesitará ganar considerable gravedad y sustancia a largo plazo, para expresar convincentemente el peso dramático de un personaje tan solemne. Por otro lado, su inherente humor y ligera personalidad funciona bien en la introducción de su nueva identidad, cuando Rogers apenas está asimilando los cambios físicos que experimentó, y que quizás aún no "registran" en su subconsciente. En otras palabras, me gustó Chris Evans como el joven inseguro que súbitamente recibe enorme poder sin perder su nobleza y sentido común... pero hará falta una notable evolución para que lo acepte como el futuro Capitán América, veterano de mil batallas y firme roca emocional para sus amigos y colegas en The Avengers. Espero sinceramente que no nos decepcione.

Parece increíble... tres películas de Marvel Comics en un solo año. Y más increíble aún es que ninguna haya sido un fiasco, como ocurrió en años pasados con ciertas cintas que se realizaron sin la colaboración de Marvel (se que todos queremos olvidarlas, pero debo mencionar la atroz The Punisher y la risible Ghost Rider). Obviamente dio resultados positivos la cooperación entre el estudio cinematográfico y el personal creativo que conduce a los personajes en sus respectivos comics, y estimo que será el modelo a seguir para futuras adaptaciones de otras compañías (DC Comics... por favor tomen nota; The Dark Knight fue la excepción, no la regla). Para calificarla en este contexto, diré que Capitán América: El Primer Vengador me gustó más que Thor; más o menos lo mismo que la primera Iron Man; y menos que X-Men: First Class. Sin embargo, por méritos propios merece una recomendación como sólida cinta de aventuras, fantasía militar y diestra introducción de un superhéroe cuyo cuestionable pasado queda redimido (y olvidado) gracias a la firme mano de Joe Johnston, cuya sensibilidad por el estilo "pulp" (demostrada antes en The Rocketeer) resulta perfecta para dirigir una franquicia con enorme potencial económico y narrativo. Solo queda esperar que cuando se asiente el polvo de The Avengers Johnston regrese para filmar la saga Fallen Son/Reborn. Entonces estaré feliz.
Calificación: 8.5

miércoles, 27 de julio de 2011

Bloodlust Zombies

No es raro encontrar actrices "adultas" haciendo tentativas incursiones en el género de terror para diversificar su carrera y, con suerte, encontrar aceptación en cine “legítimo” de Hollywood. Es una transición difícil pero lógica, pues para mucha gente no hay gran diferencia entre el terror y la pornografía. Entre los ejemplos recientes de esta migración podría señalar la presencia de Sasha Grey en la cinta Smash Cut; Jenna Jameson en Zombie Strippers y la pareja de Ashlynn Brooke y Riley Steele en Piranha 3D. Ahora, la más reciente aspirante al "mainstream" resulta ser Alexis Texas, cuyo trabajo "real" desconozco, aunque me pareció atractiva y genuinamente interesada en crear un personaje realista y creíble (no digo que lo consiga). Lamentablemente eligió debutar su talento histriónico en una película bastante mala, que ni siquiera la aprovecha como actriz, sino como "prop" y excusa para ofrecer algunas gratuitas escenas "topless". Por lo demás, Bloodlust Zombies es otra de tantas cintas independientes directas a DVD carentes de la visión o creatividad necesarias para rescatar su genérica historia de "humanos vs. zombies", a quienes esta vez encontramos atrapados en un edificio de alta tecnología.

El edificio alberga los laboratorios de la compañía farmacéutica Zlantoff Industries, secretamente contratada por el Ejército de los Estados Unidos para crear un arma biológica que transforma a la gente normal en zombies violentos y hambrientos de sangre. En teoría este compuesto se usará para infectar ejércitos enemigos, con el fin de que los soldados se eliminen mutuamente. Tras meses de pruebas fallidas los científicos finalmente obtienen la fórmula perfecta, y deciden hacer una pequeña celebración... pero durante los festejos se escapa accidentalmente un gato infectado y empieza a morder empleados, quienes a su vez se transforman en zombies y tratan de devorar a sus asustados compañeros. Y como el escape del gato provocó una alarma de contaminación biológica, el edificio entra automáticamente en cuarentena, sellando las puertas y atrapando a sus ocupantes hasta que llegue el personal especializado para contener la infección. ¿Lograrán sobrevivir los ineptos oficinistas, o terminarán matándose entre sí? ¿O simplemente hablarán sin parar hasta que perdamos interés?

La premisa no es mala, e incluso vimos algo parecido en la notable cinta francesa La Horde (zombies y humanos luchando en un edificio); pero sobra decir que Bloodlust Zombies no cuenta con los recursos económicos ni creativos para alcanzar un resultado similar. Algunas de las muertes que nos presenta son vagamente ingeniosas y muy sangrientas; es obvio que se invirtió buena parte del presupuesto en “squibs“ y sangre artificial; pero cada vez que el director Dan Lantz (veterano realizador de documentales culturales para el History Channel) logra generar un poco de suspenso, la narrativa se ve interrumpida por largos y tediosos diálogos, tan espectacularmente estúpidos como innecesarios. Entre las muchas conversaciones que duran diez veces más de lo necesario tenemos: los empleados del laboratorio que no pueden ponerse de acuerdo sobre la manera correcta de abrir una botella de champaña; los ineptos guardias discutiendo sobre quién vigilará los accesos al edificio; el tedioso debate sobre ética laboral entre una secretaria y un policía; y los “graciosos” chismes de dos oficinistas que pasan el forzado encierro criticando la vida íntima de su jefe, un ridículo anciano sureño que acosa sexualmente a su atractiva secretaria Andrea (interpretada por Alexis Texas).

Y así procede irritantemente la película hasta el abrupto final que no resuelve nada. Creo que el contenido real de terror en Bloodlust Zombies ocupa cuando mucho un tercio de sus noventa minutos de duración; el resto está dedicado a esas ridículas conversaciones que, en el mejor de los casos, son simple relleno para alargar la película y ocupar el tiempo entre ataques de zombies; y en el peor de los casos fueron un intento fallido por capturar el estilo casual y realista de los diálogos "tarantinescos" tan populares en otras obras de horror “post-moderno“. Y mejor ni hablemos del contenido "humorístico" que intenta ser "meta" y sofisticado; no es gracioso, ni está bien escrito, ni tiene relevancia para la historia. Entonces, Bloodlust Zombies resultó ser una pérdida de tiempo, un desafortunado debut de Alexis Texas en el "mainstream" (aunque no estoy seguro de que esta barata cinta semi-amateur merezca tal descripción) y otro clavo más en el ataúd del horror moderno. Espero que el director no haya renunciado a su trabajo en el History Channel; hasta su documental sobre patatas parece más interesante que esta bazofia.
Calificación: 4

lunes, 25 de julio de 2011

Los Pingüinos de Papá (Mr. Popper's Penguins)

Aunque ocasionalmente participa en proyectos más audaces (I Love You Phillip Morris, Eternal Sunshine of the Spotless Mind), en general podemos considerar a Jim Carrey como otra víctima del "Síndrome Eddie Murphy" cuyo principal síntoma es abandonar una genuina carrera cómica para cobijarse en el blando e insípido cine familiar producido en serie por Hollywood. Supongo que es una válida estrategia económica que le ayuda a ganar dinero, pero al mismo tiempo exige el desperdicio de su talento en libretos profundamente estúpidos y predecibles. Quizás algunas películas familiares de Carrey han logrado arrancar un par de sonrisas (Liar, Liar, Bruce Almighty), pero hay otras que simplemente nos dejan rascándonos la cabeza con incredulidad y cierta tristeza por ver caer tan bajo a un comediante que, en sus mejores tiempos, parecía destinado a cambiar el curso de la comedia cinematográfica. Lo cual nos lleva a Los Pingüinos de Papá, una película que no cambiará el curso de nada, excepto del dinero que pagamos por verla.

Además del nombre del protagonista y la presencia de varios pingüinos, el argumento de Los Pingüinos de Papá no tiene absolutamente nada que ver con el libro infantil Mr. Popper’s Penguins, en el que supuestamente está basada. Esta vez Thomas Popper (Jim Carrey) es un exitoso corredor de bienes raíces (con "daddy issues") que enfrenta simultáneamente dos grandes retos: comprar un legendario restaurante en el Parque Central de Nueva York para que sus patrones lo conviertan en condominios; y recuperar el afecto de sus hijos Janie (Madeline Carroll) y Billy (Maxwell Perry Cotton), a quienes ve con poca frecuencia desde que se divorció de su esposa Amanda (Carla Gugino). Sin embargo, la súbita herencia de seis pingüinos podría ser lo que Popper necesita para crear una nueva conexión con su distanciada familia... y al mismo tiempo podrían arruinar sus planes laborales, poniendo en peligro el importante proyecto inmobiliario.

Desde el principio de Los Pingüinos de Papá yo estaba seguro de que al final habría un recital, o una obra de teatro infantil, o alguna tontería similar que estaría en conflicto directo con una junta de negocios muy importante para el protagonista, quien tendría que decidir de una vez por todas entre su familia y su trabajo. Afortunadamente no se cumplió esa pesadilla, y para crédito de los guionistas Sean Anders, John Morris y Jared Stern (¿se necesitaron tres personas para escribir esto?), la trama de Los Pingüinos de Papá rara vez trata de forzar el drama o crear suspenso artificial. Sin duda hay conflicto entre los personajes y algunas difíciles decisiones (que involucran al "villano" interpretado por Clark Gregg), pero en general el tono de la película es tan amable y sincero que encontré difícil enojarme con su mera existencia. Por otro lado, esa insipidez narrativa también la hace aburrida y predecible, lo cual no sería tan malo si Jim Carrey hubiera puesto en acción su manía humorística para rescatar la situación. Mala suerte; Carrey se limita a ser el padre de familia ocupado pero afectuoso, y deja que los pingüinos lleven la batuta de la comedia, la cual se basa principalmente en sus inoportunas evacuaciones fecales (me refiero a los pingüinos, no a Jim Carrey). Supongo que funcionó, pues no puedo negar que escuché risas infantiles en el cine, y dudo que haya sido porque estaban viendo SpongeBob en sus teléfonos.

Lo mejor que puedo decir sobre Los Pingüinos de Papá es que me dio oportunidad de usar más diéresis en un solo día que en los diez años anteriores. Por lo demás, la encontré blanda y aburrida, con un sólido elenco desperdiciado en papeles que ya conocemos de memoria. La única actuación rescatable fue la de Ophelia Lovibond como Pippi, la asistente de Popper, cuya persistente propensión por la aliteración de palabras que principian con la letra "P" me provocó risa en un par de ocasiones. En resumen, Los Pingüinos de Papá es como cualquier película moderna de Eddie Murphy (asumo que los productores le hubieran llamado de inmediato si Carrey hubiera rechazado el proyecto), y quizás dejará complacidos a niños pequeños que quieran ver las peripecias de varios simpáticos pingüinos. Por cierto, la mayor parte son creaciones digitales; sin embargo hay un par de escenas con aves reales, y honestamente me parecieron más graciosos sus comportamientos naturales, que el artificial “slapstick” de verlos surfeando en el museo Guggenheim, o bailando en un número musical con Jim Carrey. Pero bueno, al menos no hablan; de otro modo los Pingüinos de Madagascar probablemente los hubieran demandado. Pingüinos. Agüita. Paragüero. Desagüe. Ungüento. Muchas gracias.
Calificación: 5

domingo, 24 de julio de 2011

Malas Enseñanzas (Bad Teacher)

Después de tantas películas sobre nobles maestros que inspiran a sus estudiantes, ya era hora de que alguien invirtiera los papeles. Claro que School of Rock se encargó de hacerlo (perfectamente) hace diez años, pero bueno... sin duda hay suficiente espacio en el maltrecho mundo de la comedia para dos películas de similar concepto. Además, es difícil ignorar que Cameron Diaz es ligeramente más atractiva que Jack Black. Y si añadimos a la receta un sólido director de comedia y un elenco de actores reconocidos por sus instintos humorísticos, parece que el resultado será fabulosamente hilarante. Pero... un momento... ¡olvidamos el libreto! No importa. Teniendo actores de este calibre no hace falta imponerles restricciones creativas. Cualquier argumento bastará para salvar la situación, ¿cierto?

Obviamente no, y esa es la mejor lección que puede darnos Malas Enseñanzas, la más reciente película de Judd Apatow en la que Judd Apatow no tuvo nada que ver. La trama se centra en Elizabeth Halsey (Cameron Díaz), una cínica y mercenaria mujer ansiosa por abandonar su trabajo como maestra para casarse con su novio millonario que la rodeará de lujos después de la boda. Pero el novio rompe el compromiso cuando se da cuenta de que Elizabeth solo quiere su dinero, dejando a la maestra sin otra alternativa que regresar a la escuela, donde ignora a sus alumnos, les da malos ejemplos y los humilla constantemente, mientras encuentra otro idiota ricachón que caiga en su trampa. Entonces, por imposible que parezca, un idiota ricachón llamado Scott Delacorte (Justin Timberlake) llega mágicamente a trabajar en la misma escuela, pues aunque es heredero de una gran fortuna, dice que disfruta la satisfacción del trabajo docente. Elizabeth empieza su campaña para atrapar al despistado millonario, pero se da cuenta de que solo le gustan las mujeres con amplios… atributos; y como ella carece de esos “atributos”, necesitará someterse a una operación de incremento de senos… la cual cuesta diez mil dólares, un precio muy lejano de lo que puede pagar con su magro sueldo. Por suerte los papás de sus alumnos tienen dinero y, con la involuntaria ayuda de su dócil amiga Lynn (Phyllis Smith), Elizabeth va descubriendo múltiples maneras de estafarlos, acercándose cada vez más a su meta de diez mil dólares. ¿Conseguirá la mala maestra operarse los senos, atrapar al millonario y vivir felizmente como "esposa trofeo"? ¿O encontrará en sus alumnos un nuevo estímulo para cambiar su vida? ¿Ustedes qué creen?

Malas Enseñanzas es una de esas películas que confunden irreverencia con comedia. No niego que haya potencial humorístico en las escenas de Cameron Díaz burlándose de la poesía de un niño; o calculando con las manos el balance de enormes pechos operados (de otra mujer... no se entusiasmen demasiado); o aconsejando a una ambiciosa niña que abandone sus planes de ser Presidenta de los Estados Unidos para convertirse en masajista ("Sueldo y propinas; ¿qué mas necesitas?"). Sin embargo el pobre libreto no es suficientemente vulgar o irreverente para subsistir con esos trucos baratos; ni suficientemente ingenioso para crear una historia interesante como respaldo del humor. De hecho, la historia tarda mucho tiempo en "cuajar", y cuando finalmente empiezan a caer las piezas en su sitio, ya sufrimos más de una hora con arbitrarios "sketches" donde una y otra vez se repiten los ejemplos de "malas enseñanzas" que Elizabeth endilga a sus alumnos. Y lo peor es que el director Jake Kasdan (quien hace diez años realizó la menospreciada Orange County, una de mis comedias favoritas de todos los tiempos) tuvo miedo de llegar a niveles genuinamente subversivos con la interacción de la maestra y los alumnos. Creo que había mucho potencial para cumplir la implícita promesa de "malas enseñanzas", pero por temor al escándalo en el mundo real decidió auto-censurarse, dejando pasar muchas oportunidades de crear situaciones incómodamente humorísticas. Y ni siquiera estoy hablando de entrar a terreno sexual; tan solo la extrema "corrección política" del entorno escolar, su obsesión con la medicación psiquiátrica y los bajos niveles académicos que están hundiendo el sistema educativo en los Estados Unidos hubieran ofrecido suficiente material satírico para provocar risas y además añadir un comentario social a la película. Pero no... Kasdan y sus mediocres guionistas prefirieron "no hacer olas", quedándose en el lado seguro y previsible de la comedia.

Empeorando la situación tenemos personajes carentes de encanto o energía. En el papel principal Cameron Díaz se muestra demasiado antipática para congraciarse con el público (me refiero al personaje… como actriz me parece bastante buena y por lo general disfruto su trabajo). Ya sé que los actores disfrutan el reto de mostrar la evolución de un personaje dañado, redimiendo sus fallas con sinceros cambios de actitud, crecimiento espiritual, bla, bla, bla... Desafortunadamente Malas Enseñanzas no cuenta con los ingredientes necesarios para sustentar esa evolución, de modo que Elizabeth se mantiene como una figura odiosa hasta su mágica transformación (¿Spoiler? No creo) gracias a... ¿el amor? ¿La sonrisa de un niño? ¿La mancha de semen en el pantalón de Justin Timberlake? Hablando de lo cual, aprecio que Timberlake no haga el papel de típico "galán" perfecto; sin duda tiene talento para la comedia (como ha demostrado en sus múltiples apariciones en Saturday Night Live), pero se ve igualmente traicionado por el libreto que le asigna un personaje blando, ambiguo y no tan gracioso como él piensa. Jason Segel repite su habitual papel de simpático "loser", interpretando el maestro de educación física, y Lucy Punch es adecuadamente estridente como la rival de Elizabeth, con un amplio pecho que podría ser el señuelo necesario para robar el corazón del millonario. Curiosamente la actriz que más me hizo reír fue Phillys Smith. Su nombre no es famoso, pero la identificarán de inmediato por su trabajo en la serie The Office; en Malas Enseñanzas tiene un papel similarmente reprimido, y hace buena pareja con Díaz en un sentido "ying y yang", añadiendo inesperada honestidad a muchas escenas que de otro modo hubieran parecido burdas caricaturas.

Entonces, Malas Enseñanzas cuenta con todos los elementos de una buena comedia... excepto un libreto sólido y bien estructurado que no solo fuera gracioso, sino narrativamente consistente para interesarnos en la evolución de los personajes, su interacción y las decisiones que toman. Por esa fundamental carencia no puedo recomendarla, excepto para quienes encuentren la vulgaridad graciosa por sí misma, en vez de ser el complemento de una fórmula humorística más completa y balanceada. Si el lector pertenece a ese tipo de público, perfecto; el humor es altamente subjetivo, y lo que funciona, funciona. Simplemente señalaré la mencionada School of Rock como una excelente alternativa al cliché de "maestro inspirador". Malas Enseñanzas pudo hacer algo similar para adultos, pero no estudió lo suficiente, y se vio obligada a hacer trampa. Sin embargo, varias décadas de comedias estudiantiles nos han enseñado que los tramposos nunca ganan (excepto cuando se trata de Ferris Bueller).
Calificación: Reprobada

sábado, 23 de julio de 2011

Camino a la Libertad (The Way Back)

En general me gustan las películas del director Peter Weir, aunque sin duda prefiero sus primeras obras, que en los setentas contribuyeron a forjar la "personalidad" del moderno cine australiano, y a darle difusión alrededor del mundo. En aquel entonces Weir poseía un estilo tan natural que parecía inexistente... etéreo y sutil, pero al mismo tiempo vigoroso e hipnótico. Ahora, casi cuarenta años después de obras tan icónicas como Picnic at Hanging Rock y The Last Wave, nos llega Camino a la Libertad, donde podemos apreciar la evolución de un cineasta maduro y seguro de su visión... aunque no exento de caer en cierta afectación y artificialidad que me impidió disfrutar por completo esta película, simple en su forma pero compleja en su narrativa.

La trama de Camino a la Libertad comienza en los albores de la Segunda Guerra Mundial, cuando Polonia fue invadida y todos sus disidentes terminaron enfrente de un pelotón de fusilamiento, o en la cárcel. Uno de esos "disidentes" es el joven Janusz (Jim Sturgess), cuyos graves crímenes de traición y espionaje (probablemente falsos) lo condenan a pasar veinte años en el "Gulag" siberiano, el legendario campo de trabajos forzados que, como explica uno de los guardias, no necesita rejas, pues la naturaleza misma es la prisión. Y es cierto; las bajísimas temperaturas y cegadoras tormentas de nieve significan una muerte segura para cualquier prisionero que intente escapar. Sin embargo, las condiciones de vida en la prisión son tan atroces que Janusz y su amigo Khabarov (Mark Strong) planean fugarse y caminar cientos de kilómetros hasta Mongolia, donde termina la influencia de Hitler y Stalin. El plan es tan audaz que bordea en la locura... y aún así se les unen otros cinco prisioneros, incluyendo al Sr. Smith (Ed Harris), un cínico norteamericano que tomó la mala decisión de mudarse a Rusia para escapar la depresión en América; Voss (Gustaf Skarsgard), un sacerdote con mucha experiencia en la vida silvestre; y Valka (Colin Farrell), desalmado criminal ruso a quien solo toleran porque tiene un cuchillo, el cual será indispensable para conseguir alimento durante el largo viaje. Y así comienza la marcha de los siete hombres, aunque podemos estar seguros de que no todos alcanzarán la preciada libertad...

Al parecer hay cierta polémica sobre la veracidad de esta historia, relatada originalmente en un libro escrito por Slavomir Rawicz que pretende estar basado en hechos reales. Pero la cinta nunca afirma ceñirse a la realidad; simplemente declara estar dedicada a los hombres que escaparon del Gulag, lo cual puede significar lo que uno quiera. Y, después de todo, siempre he opinado que el cine no es una clase de historia, así que no me interesa si la historia es verídica, siempre y cuando la película ofrezca una experiencia satisfactoria. En ese aspecto Weir se muestra tan diestro como siempre al crear una narrativa fluida e interesante, dividiendo su atención entre el conflicto interno y externo de los personajes. Auxiliado por un excelente elenco, el director no tiene dificultad para sumergirnos rápidamente en la historia y hacernos cómplices de la gran fuga, poniéndonos junto a los fugitivos en situaciones que nos invitan a cuestionar si tendríamos la misma fortaleza en circunstancias similares.

Jim Sturgess es el protagonista por default, pero su actuación es más bien pasiva, de modo que las fuertes presencias de Ed Harris y Colin Farrell terminan robándose la película. Sus personajes encarnan distintas facetas de la humanidad, lo cual se presta a algunas interesantes reflexiones sobre moralidad, supervivencia y el incierto balance entre bien y mal. La tardía adición de la joven Saoirse Ronan como otra fugitiva que se une a la marcha le da a la película un tono ligeramente distinto y añade un poco de energía, muy necesaria para impulsar la historia durante su hora final, cuando se estanca y se vuelve un tanto repetitiva. De hecho, creo que ese es el principal problema de Camino a la Libertad. Comprendo la necesidad (artística y técnica) de conducir esta historia con un ritmo reposado, para sentir el cansancio y gradual pérdida de esperanza que experimentaron los prisioneros. No estoy sugiriendo que Peter Weir debió meter más explosiones, o convertirla en película de acción para satisfacer la corta atención del público contemporáneo (incluyéndome). Simplemente digo que el libreto pudo encontrar un mejor balance interrumpiendo la monótona caminata con momentos de introspección que nos permitieran conocer mejor a los personajes; o al menos introducir escenas donde se revelaran los ingeniosos métodos que usaron para mantenerse vivos durante el crudo invierno ruso, encontrando alimento, previniendo la hipotermia, etc.

A fin de cuentas me gustó Camino a la Libertad y puedo recomendarla como una sólida película de un legendario cineasta que no trabaja muy seguido (esta es su tercera película en casi quince años), pero que conoce bien su oficio y sabe cómo conectar al público con sus personajes, incluso si están superficialmente escritos. Las actuaciones son buenas, en ese estilo minimalista que a veces puede resultar más intenso que los despliegues emocionales de un drama convencional. Y, como puede esperarse, la sobresaliente cinematografía casi nos hace sentir el paralizante frío de la estepa siberiana (bueno, en realidad se filmó en Bulgaria); lástima que algunas escenas estén obviamente creadas en estudio, lo cual rompe un poco la "realidad" de las locaciones. En resumen, hay que tomar en cuenta que estamos viendo una película acerca de una larga caminata, así que necesitaremos suficiente paciencia para disfrutar una historia interesante, a veces lenta, pero siempre inspiradora. En cierto modo me alegra que Weir se esté alejando de Hollywood... pero no lo criticaría si tomara prestados algunos trucos para hacer su narrativa más accesible. Como sea, Camino a la Libertad me hizo apreciar más el agua caliente en el baño, y el pan en la alacena. Nunca sabemos cuánto durarán esos privilegios.
Calificación: 7.5

miércoles, 20 de julio de 2011

Space Battleship Yamato

Con algunas honrosas excepciones (Cowboy Bebop, Ghost in the Shell SAC), nunca he estado particularmente interesado en el "anime" televisivo; sin embargo recuerdo que en los ochentas me gustaba ver Star Blazers. Desafortunadamente la televisora nunca transmitía los episodios en la secuencia correcta, y por lo tanto era imposible entender la trama, pero de cualquier modo me atraían las gloriosas imágenes de "ópera espacial" evocativas de Star Wars o sus imitadoras, como Battle Beyond the Stars (aunque a decir verdad Star Blazers es anterior a ambas cintas). Pasaron muchos años para enterarme de que Star Blazers era la bastardización norteamericana de Space Battleship Yamato, uno de los más reverenciados "animes" en Japón (y el resto del mundo), cuya densa historia combinaba drama, romance y aventura englobados en una excelente premisa de ciencia ficción, adornada además con fantástico diseño de producción. Entonces, con nebulosos recuerdos de las naves y escenarios, me dispuse a ver la reciente adaptación cinematográfica Space Battleship Yamato, realizada en acción viva y con efectos especiales de primera línea (en lo posible). Honestamente no esperaba disfrutarla tanto.

Como dije, no recuerdo los detalles del anime original, pero creo que la película Space Battleship Yamato es razonablemente fiel a su fuente: a fines del siglo veintidós la Tierra es atacada por una misteriosa raza extraterrestre llamada "Gamilas", cuya principal arma son meteoritos radioactivos lanzados desde el cinturón de asteroides ubicado más allá de Marte. Las flotas terrícolas hacen lo posible por rechazar estas agresiones, pero los Gamilas tienen la ventaja de tecnología superior, y en menos de cinco años llevan a la humanidad hasta el borde de la extinción, con muy pocas probabilidades de sobrevivir en un planeta irremediablemente contaminado con mortal radiación. Pero la inesperada caída de un objeto extraterrestre podría cambiar el curso de la guerra, ya que trae consigo instrucciones para construir una nave capaz de viaje interestelar, y coordenadas para llegar a un planeta llamado Iscandar, oculto en las tinieblas de la Gran Nube Magallánica, donde supuestamente existe un dispositivo que podría eliminar la radiación de nuestro planeta.

El veterano capitán Okita (Tsutomu Yamazaki) se ofrece para dirigir la peligrosa misión a Iscandar, y aunque el gobierno se opone inicialmente, terminan aceptando que al menos ofrecerá un rayo de esperanza para la abatida humanidad, que ya no tiene otras alternativas. Y así parte la nave Yamato hacia su incierto destino, con una valerosa tripulación de voluntarios que incluye a Susumu Kodai (Takuya Kimura), famoso piloto que abandonó la milicia años atrás, después de sufrir una tragedia personal; Yuki Mori (Meisa Kuroki), quien alguna vez fue admiradora del valeroso Kodai, y ahora lo odia por haberla decepcionado con su deserción; la Dra. Sado (Reiko Takashima), acompañada de su inseparable gato; y Shiro Sanada (Toshiro Yanagiba), experto navegante con una cuenta pendiente con los Gamilas. Sobra decir que el viaje será arduo y en extremo peligroso, no solo por las constantes patrullas Gamilas que los acechan, sino por la incertidumbre de lo que encontrarán en el mítico planeta Iscandar...

Aunque la ciencia ficción sea uno de los género más populares en el cine contemporáneo, es raro ver historias ubicadas en el espacio. Con la excepción del reciente "re-boot" de Star Trek, no recuerdo cual fue la última película con naves espaciales, viajes interplanetarios y épicas batallas orbitales. Quizás Serenity o Revenge of the Sith. Y, claro, hemos tenido un par de ejemplos en el nicho directo a DVD, como la eficiente Starship Troopers 3: Marauder, y la decepcionante Screamers: The Hunting; por no mencionar el tremendo espectáculo televisivo de la aclamada serie Battlestar Galactica. Pero en lo que se refiere a ópera espacial cinemática de alto presupuesto, parece que ya no son tan populares como antes. Por eso Space Battleship Yamato llena con creces la profunda necesidad "geek" de presenciar dinámicos combates en gravedad cero, veloces naves de elegante diseño y exploración espacial que despierta la imaginación y deleita los sentidos. En el aspecto narrativo el libreto de Shimako Sato no solo rinde tributo al anime original, sino que introduce abundantes referencias y "homenajes" (me abstendré de llamarles "plagios") a muchas célebres obras de ciencia ficción, desde la mencionada BSG e Independence Day, hasta la franquicia Star Trek (incluyendo algunos sospechosos "flares" que alertarán a los abogados de J.J. Abrams) y, por supuesto, Star Wars.

Sin embargo, tampoco sería justo decir que Space Battleship Yamato está imitando estas obras, pues la mayor parte de sus clichés pertenecen a una larga tradición de películas bélicas y navales, en las cuales se inspiró el manga original (ya saben a lo que me refiero… el discurso inspirador antes de la batalla final, el noble y estoico capitán dispuesto a tomar las más duras decisiones, el parlanchín comic relief, etc.). De hecho, la astronave "Yamato" es una referencia y tributo (no solo en nombre sino en diseño) al acorazado japonés que tuvo un importante desempeño en el "teatro naval" del Pacífico durante la Segunda Guerra Mundial (incluyendo la crucial batalla de Midway). Entonces, es natural que Space Battleship Yamato se apegue a las mismas prácticas del cine militar de mediados del siglo veinte. Quizás esas fórmulas provocan que el melodrama se sienta demasiado obvio y exagerado; pero por otro lado son un complemento perfecto de una historia arquetípica y honesta, que no pretende ser "ciencia ficción" formal, sino simplemente una emocionante aventura espacial y un conmovedor testimonio del espíritu humano en su más difícil trance. Sí, la película promueve en sus espectadores este estilo de pretenciosa hipérbole.

Viéndola con ojos cínicos, Space Battleship Yamato puede parecer cursi, previsible y anticuada; pero para auténticos fans de la ópera espacial representa una de las mejores (y únicas) muestras de un sub-género que tal vez cayó en el desuso por sus altos costos de producción, y porque es más fácil escribir historias sobre aliens que vienen a la Tierra, la cual es territorio bien conocido y no requiere mucha imaginación o dinero para representarse en la pantalla grande. También me gustan esas películas, pero ya tuvimos suficientes en los últimos años, de modo que tan solo por atreverse a hacer algo distinto Space Battleship Yamato merece una entusiasta recomendación, justificada por su interesante argumento, adecuadas actuaciones y excelentes efectos especiales (lo único que falló un poco fue la re-interpretación y diseño de los alienígenas Gamila). Aparentemente esta cinta tuvo bastante éxito en Japón, pero no ha encontrado distribución global, de modo que el único modo (legal) de disfrutarla es por medio de DVDs de Región 0 disponibles en YesAsia.com, eBay y otros mercados virtuales. Advertencia: el DVD internacional no tiene subtítulos en los materiales extra, lo cual fue una decepción, pues los mini-documentales sobre diseño de producción y efectos digitales se ven muy interesantes. Pero bueno... lo importante es la película misma, y en ese aspecto terminé con una gran sonrisa que quizás no había tenido desde que vi Star Wars. Muy bien, estoy exagerando... digamos que no la tenía desde que vi Battle Beyond the Stars. Eso es más creíble.
Calificación: 9

lunes, 18 de julio de 2011

Cine Clásico: Crack in the World (1965)

Las películas sobre desastres tienen una larga tradición en el cine universal y, aunque siempre han sido populares, es difícil negar que hoy están viviendo su "época de oro" gracias a la flexibilidad de los modernos efectos digitales y la excesiva "cultura del blockbuster" (por no mencionar a cineastas como Roland Emmerich y Michael Bay) que fomenta la producción de películas cada vez más costosas y elaboradas para satisfacer la invariable demanda del público. Claro que el desborde visual ofrecido por estas obras tiende a reducir la calidad de las historias que nos cuentan; por lo tanto, si queremos encontrar una fusión de catástrofes con sólida narrativa tenemos que buscar en el cine de antaño. Y si bien hay obras realmente clásicas de este género (Deluge, When Worlds Collide, Meteor), mi favorita quizás sea Crack in the World, joya sesentera casi olvidada hasta la reciente edición de su versión restaurada en Blu-Ray. Definitivamente no las hacen como antes.

La trama comienza con una importante reunión de científicos y políticos en la que el Dr. Stephen Sorenson (Dana Andrews) presenta el ambicioso plan del proyecto “Inner Earth” para explotar la energía térmica del centro de la Tierra. Detonando un misil nuclear a varios kilómetros de profundidad, Sorenson pretende crear un pozo de magma cuyo calor generará vapor para impulsar enormes turbinas, ofreciendo electricidad limpia y prácticamente ilimitada para todo el planeta. Es un plan muy ambicioso con enorme potencial para el futuro de la humanidad; sin embargo el geólogo (y ex-alumno de Sorenson) Ted Rampion (Kieron Moore) tiene grandes dudas, pues considera que una explosión atómica a esa profundidad podría causar una fisura progresiva en la corteza terrestre, derramando magma en el fondo de los mares y provocando terremotos y marejadas en una escala cataclísmica. Sorenson acepta la posibilidad de una catástrofe, pero convence a los políticos de que el riesgo es mínimo, y éstos terminan aprobando el proyecto. Entonces Sorenson, con ayuda de su joven esposa Maggie (Janette Scott), quien casualmente es la ex-novia de Rampion, prepara el gran evento y dispara el proyectil en la fosa que han tardado meses en excavar.

El plan es un éxito. El misil hace un preciso agujero en la corteza creando una especie de volcán controlado que será la fuente inagotable de energía para el resto del planeta. Rampion reconoce su error, se reconcilia con Sorenson, su viejo mentor, y se integra al equipo “Inner Earth“. Pero... ¡un momento! Las celebraciones son interrumpidas por reportes de terremotos en islas cercanas al punto de la detonación. Podría ser una coincidencia; después de todo están en una zona volcánica. Sin embargo una investigación submarina revela lo que más temían... la corteza terrestre tiene una fractura que avanza inexorablemente, impulsada por las enormes presiones del magma subterráneo, las cuales terminarán partiendo al planeta y exterminando toda vida sobre la superficie. Sorenson admite su culpa y, con ayuda de Maggie y Rampion trata de diseñar un plan para evitar la destrucción de la Tierra... pero quizás no vivirá para lograrlo, pues una intoxicación radioactiva le ha dejado al Doctor poco tiempo de vida...

No es un argumento muy original, pero me gusta Crack in the World porque emplea expertamente muchos tradicionales elementos de la ciencia ficción “clásica“, y al mismo tiempo aporta conceptos que con el tiempo se convertirían en clichés de este sub-género, empezando por el uso de bombas atómicas para resolver cualquier problema a nivel global. ¿Asteroide en ruta de colisión con la Tierra? Bomba atómica. ¿El Sol se está apagando? Bomba atómica. ¿El centro de la Tierra dejó de girar? Bomba atómica. ¡La bomba atómica que tanto tememos es en realidad la navaja suiza de la seguridad global! Además, Crack in the World cuenta con la inevitable presencia del "científico loco" que no es realmente un villano; simplemente un genio incomprendido, cuya arrogancia le hace creer que podrá controlar las titánicas fuerzas de la naturaleza. También tenemos a la atractiva esposa del profesor, cuya previa relación con uno de sus estudiantes genera un tenso triángulo romántico para complicar la ya de por sí desesperada situación que enfrentan, y que solo puede resolverse con ¡CIENCIA! (además de la mencionada bomba atómica).

Los talentosos actores tienen amplia experiencia en el cine “B” (Dana Andrews participó en títulos tan coloridos como Hot Rods to Hell y The Frozen Dead, mientras que Kieron Moore y Janette Scott lucharon juntos en The Day of the Triffids) de modo que toman en serio sus papeles y explotan sus características físicas para representar sus respectivos personajes. Andrews posee esa dignidad académica que hace creíble todo lo que dice, incluso si sus planes llevan el tácito riesgo de destruir el planeta. Y cuando se da cuenta de su error, logra ganar la simpatía del espectador con sus sinceros esfuerzos por resolver el problema. Igualmente es fácil aceptar a Janette Scott como atractiva rubia que está a la altura de su marido en lo que respecta a conocimientos científicos; pero su principal atributo es hacer aceptable (y hasta comprensible) el abandono de su esposo enfermo a favor del más joven y apuesto Kieron Moore (en particular me gusta mucho la escena en la que Maggie y Sorenson hablan de tener hijos; la reacción del hombre es francamente devastadora). Por su parte, Moore es un héroe aceptable, menos arrogante que su rival pero igualmente impulsado por el celo científico. Y no está de más mencionar el elenco secundario, de inusual diversidad étnica y cultural; no es la primera película que rompió barreras políticas en aras de la ciencia ficción, pero aún así merece respeto por continuar esa saludable tendencia.

Como puede esperarse, las principales debilidades de Crack in the World están en el aspecto técnico. Los escenarios son sorprendentemente buenos, así como las exóticas locaciones que visita. También hay excelente trabajo de miniaturas para representar el "despegue invertido" del misil nuclear, y más tarde un aparatoso accidente ferroviario de impresionante detalle; pero cuando llega el momento de ver la devastación global, la película debe apoyarse en pietaje pre-filmado de volcanes, bombas atómicas, huracanes, terremotos, etc., lo cual resta considerable impacto a la narrativa (por no mencionar que siempre me ha parecido cuestionable el uso de tragedias reales como complemento de simple entretenimiento). Pero bueno... supongo que esa era la práctica común en el cine "B" de los sesentas, así que no puedo criticar una película por aprovechar las pocas herramientas disponibles en su época. Entonces será mejor limitarme a señalar sus numerosos atributos, incluyendo el bien estructurado libreto de Julian Zimet y la segura dirección de Andrew Marton, gracias a los cuales Crack in the World siga siendo una buena película de desastre, con una premisa inverosímil pero ingeniosa, buenos efectos especiales (al menos donde logró pagarlos) y la nostalgia de una "ciencia ficción" más preocupada por el drama y la ciencia (aunque no sea muy realista) que por el espectáculo. Dudo que mucha gente haya estado pidiendo este lanzamiento en DVD, pero para mi fue un inesperado placer y prueba definitiva de que el cine "viejo" oculta sorpresas para espectadores de hoy. Ojalá más gente le de oportunidad de demostrarlo.
Calificación: 8.5

domingo, 17 de julio de 2011

El Mal Ajeno

El nombre de Alejandro Amenábar expuesto prominentemente en la publicidad de El Mal Ajeno podría sugerir que se trata de una película de solapado terror en la línea de The Others, o de un elegante thriller evocativo de Abre los Ojos. Sin embargo sería más preciso describirla como un interesante melodrama familiar cuyos vagos elementos sobrenaturales funcionan tan solo como catalizadores del drama y detonadores de eventos que al mismo tiempo revelan y definen el carácter de los protagonistas. En otras palabras, no hay que esperar "The Others en un hospital", ni "House con fantasmas", sino un reflexivo relato sobre ética médica, responsabilidad personal y las inesperadas consecuencias de un regalo que se convierte en maldición. Ah, y tampoco hay que esperar una película de Alejandro Amenábar, pues el director es en realidad Oskar Santos. Me temo que El Mal Ajeno sufre un grave caso de CMI (Confusión Mercadológica Intencional). Pero no hay que juzgarla por esa condición (totalmente curable), sino por sus fallas y logros intrínsecos, los cuales tiene en abundancia.

El protagonista es Diego Sanz (Eduardo Noriega), doctor especializado en pacientes terminales que sufren mucho dolor por sus respectivas enfermedades. Constantemente rodeado de sufrimiento, Diego ha erigido una barrera emocional que le impide empatizar con sus pacientes, y es tan buena su estrategia que también ha alejado a su ex-esposa Pilar (Cristina Plazas) y su hija adolescente Ainhoa (Clara Lago). Sin embargo la actitud de Diego cambia cuando se ve envuelto en un caso de suicidio/asesinato frustrado, el cual le confiere el mágico poder de la curación. Pero... ¿es un poder real, o solo son coincidencias las inexplicables recuperaciones de pacientes al borde de la muerte? Quizás la previamente desahuciada Sara (Angie Cepeda) podría orientarlo al respecto. Y desde luego la respuesta será más peligrosa de lo que el doctor imaginaba.

La premisa es muy interesante, aunque tiende a perder enfoque por la cantidad de coincidencias y situaciones forzadas que el guionista Daniel Sánchez Arévalo emplea para impulsar la historia. Por otro lado, también consigue paralelismos ingeniosos y profundas analogías que revelan una narrativa ambiciosa y bien planeada. El problema surge cuando estos trucos se acumulan y el argumento pierde el equilibrio por el peso de las sub-tramas, cambiando varias veces de dirección en vez de seguir un flujo orgánico y continuo. A pesar de ello, estas excesivas sub-tramas no se sienten como relleno, sino como válidas exploraciones del tema principal. Quizás debieron dejarse para una hipotética secuela (mala solución) o hacer la película más larga para darles oportunidad de integrarse mejor a la narrativa (peor solución). Como sea, creo que una simplificación de temas, personajes y eventos hubieran hecho El Mal Ajeno más lineal y accesible, sin perder el impacto emocional de la premisa, ni su válida moraleja de "ten cuidado con lo que pides, porque puedes obtenerlo" (o algo así; el final es suficientemente ambiguo para que cada espectador extraiga su propia enseñanza).

Por el lado positivo destacan las actuaciones de Eduardo Noriega, Cristina Plazas y Angie Cepeda. La siempre interesante Belén Rueda contribuye con una decente participación, y alcanza fugaces momentos de virtuosismo histriónico; pero su personaje pertenece al elemento romántico de la cinta, el cual (en mi humilde opinión) salió sobrando. También es justo señalar la excelente cinematografía de Josu Inchaustegui, quien combina la estereotípica paleta fría del hospital con detalles cálidos para enfatizar la humanidad de los personajes; todo ello respaldado por un diseño de producción igualmente apto para crear un entorno clínico creíble, pero sin hacerlo monótono o estéril (¡ja!). Finalmente, la dirección del debutante Oskar Santos me pareció competente y moderada, lo cual es precisamente lo que necesitaba esta historia para sacar el máximo provecho de su densa narrativa y profundo significado. Lástima que el libreto pierda el rumbo en demasiadas ocasiones. Aún así creo que hay más aciertos que fallas en El Mal Ajeno, así que puedo recomendarla por sus actuaciones, refinada manufactura y provocativa intención de ponernos a pensar con una clásica fábula moralista disfrazada de drama moderno. Y lo digo como alguien indiferente a los dramas médicos que infestan la televisión contemporánea.
Calificación: 7.5