domingo, 31 de mayo de 2009

Efectos Personales (Personal Effects)

Con sólo ver el póster de Efectos Personales se puede intuir hacia dónde se dirige la película. Pero es casi imposible imaginar el torcido y redundante camino que sigue para llegar a su débil conclusión. Sí, gran parte de la película se centra en el romance entre un joven y una mujer madura; el resto del tiempo nos veremos obligados a contemplar una y otra vez sus amargas vidas, unidas por tragedias personales y empeoradas por el frustrante proceso legal en los Estados Unidos.

Walter (Ashton Kutcher) es un luchador profesional (greco-romano, no con máscara) que se ve obligado a interrumpir su entrenamiento cuando su hermana es asesinada. Entonces, para ayudar a su madre, acepta un humillante
trabajo mientras se resuelve el juicio del presunto asesino. Durante los trámites legales Walter conoce a Linda (Michelle Pfeiffer), también afectada por una tragedia personal que la dejó como madre viuda de su hijo sordomudo. Pero para que funcione el romance entre esta inusual pareja, ambos deberán primero sobreponerse a la tristeza, a la injusticia y a la amenaza de más violencia proveniente de un inesperado lugar...

Aprecio que Ashton Kutcher trate de explorar nuevos horizontes creativos abordando un papel dramático (¡quizás demasiado dramático!). La verdad es que ha cultivado tal imagen de bufón, tanto en su carrera como en su vida real, que creí imposible aceptarlo en el papel de un hombre torturado por el destino. Sin embargo, debo admitir que realiza un competente trabajo la mayor parte del tiempo, y lo encontré creíble como el monolítico Walter, incapaz de expresar emociones y con monosílabos y gruñidos como su principal medio de comunicación (no estoy siendo irónico). Sin embargo, el director le exige demasiado y no siempre logra cumplir. Un claro ejemplo son las manipuladoras escenas donde supuestamente debemos sentir el dolor del protagonista mientras porta su disfraz de pollo (larga historia). Por más que Kutcher trate de aparentar gravedad, termina siendo involuntariamente risible. Para ser honestos, dudo que incluso Philip Seymour Hoffman o Chiwetel Ejiofor hubieran salido bien librados de tan absurdas situaciones. Quizás Gene Hackman lo hubiera logrado... pero su divina omnipotencia hace injusta la comparación.

Michelle Pfeiffer hace lo que puede con su plano papel de viuda que trata de reconstruir su vida. A lo largo de tres décadas esta excelente actriz demostró su enorme talento para encontrar el tono justo que hace sus actuaciones no sólo creíbles, sino sinceras. En Efectos Personales se notan atisbos de esa habilidad, pero el guión no la respalda (aunque no niego que se ve fantástica con su vestido azul). Además, el director David Hollander (con algunos créditos en TV, pero haciendo su debut en cine) no consigue encontrar la energía adecuada para la película. Sabemos que es un drama porque ocurren cosas malas a gente que no lo merece; pero no sentí en momento alguno la angustia psicológica que debería evocar la narrativa. Lo peor llega al final, cuando una nueva tragedia nos exige emociones que no se ha ganado. Y por más trucos que utilice para convencernos (como el siempre conveniente joven sordomudo) no se acerca siquiera a lograrlo.

Habiendo dicho eso de la pareja principal, añadiré que encontré más interesantes a los personajes secundarios, y me hubiera gustado que la película les prestara más atención. Por ejemplo, la madre de Walter (interpretada por la siempre interesante Kathy Bates), tratando de reconstruir su vida con la inesperada carga de su nieta; o los cansados abogados cuyo trabajo en anónimos casos los han hecho insensibles a las sórdidas tragedias que enfrentan día a día. Incluso me gustó el torpe pero bien intencionado psicólogo (o trabajador social) que conduce las terapias de grupo, cuyos cálidos pero despiadados monólogos representan los momentos más profundos y reflexivos del libreto.


Quizás me he vuelto demasiado cínico. Tal vez el sencillo drama familiar de esta película será más resonante para quienes no estén hartos de obras "profundas" que usan fáciles tragedias como substituto del drama (llamando al Dr. González Iñárritu...). Encuentro significativo que Efectos Personales está basada en un cuento corto de Rick Moody, también autor de la novela The Ice Storm, de la que se hizo una excelente cinta dirigida por Ang Lee. En ella no había aparatosas tragedias ni inesperada violencia... simplemente el insoportable sufrimiento de la infelicidad marital y la frustración existencial. Y con eso bastó. Efectos Personales no logra ni un ápice de tal impacto con su forzados asesinatos, conveniente violencia y humildes personajes. Pero quizás merece una tenue recomendación por su interesante ensamble de actores y sus fugaces momentos de genuina emoción. No son muchos, pero tendrán que bastar.
Calificación: 6

sábado, 30 de mayo de 2009

Cómo Atrapar a Un Millonario (Suburban Girl)

La escritora Melissa Bank ha sido comparada con Helen Fielding (autora de Bridget Jones' Diary) por su diestro y humorístico examen de los retos y problemas que enfrentan las mujeres modernas, en ciertos aspectos liberadas pero aún limitadas por más sutiles obstáculos, tanto externos como internos. Su colección de cuentos cortos The Girls' Guide to Hunting and Fishing recibió muy buenas críticas, y fue de inmediato adquirida para llevarse a cine. Lamentablemente Bank no tuvo tanta suerte como Fielding para encontrar un director que tradujera efectivamente su "voz" a la pantalla.

Cómo Atrapar a Un Millonario (basada en dos cuentos del mencionado libro) se centra en la joven Brett Eisenberg (Sarah Michelle Gellar), editora asistente en una pequeña compañía literaria de Nueva York, cuyos esfuerzos por ascender se ven frustrados por la súbita llegada de una nueva directora que no aprecia el esfuerzo de la chica por promover libros de buena calidad pero escasa fama. No obstante, cuando todo parece desmoronarse, Brett conoce a Archie Knox (Alec Baldwin), legendaria figura en el mundo editorial neoyorquino que podría ayudarla en su incipiente carrera. Así, lo que comienza como curiosidad se transforma en romance y, contra todo sentido común, Brett inicia una relación con el maduro hombre de 50 años, cuya compleja vida incluye una larga lista de previas novias, una hija resentida (de la misma edad de Brett) y un historial de alcoholismo. Aunque la avispada mujer comprende que su relación está condenada al fracaso, decide perseverar no sólo por el afecto entre la irregular pareja, sino porque la fuerza y experiencia de Archie podrían ayudarla a madurar emocionalmente, abandonando sus dudas internas y liberando su potencial.

En otras palabras, tenemos una insípida combinación de Bridget Jones' Diary y Sex and the City "lite", habitada por personajes poco creíbles que hacen su mejor esfuerzo por navegar forzadas situaciones mal orquestadas por el primerizo director Marc Klein. Es una lástima, pues la sólida premisa tenía potencial de transformarse en una interesante y emotiva historia, y resulta obvio que la autora tiene buen ojo para los detalles que construyen una relación, mucho más complejos que la mera atracción física que tantas comedias románticas nos quieren vender.

Desafortunadamente no puedo asignar toda la culpa a la torpe dirección de Klein. Sarah Michelle Gellar contribuye sustancialmente al fracaso de la película con su afectada y artificial actuación. No me malinterpreten... soy gran fanático de Buffy The Vampire Slayer, y pienso que reflejó una fantástica combinación de personaje y actriz, cuya perfecta compatibilidad nos dio siete años de excelente televisión. Pero en casi todas sus películas post-Buffy, Gellar parece extraviada en papeles demasiado simples o complejos. En el caso de Cómo Atrapar a Un Millonario, es penosamente obvia la falta de química entre la pareja principal. Quizás Gellar encontró antipático a Alec Baldwin; o quizás no "sintió" la realidad de la historia. Como sea, su total falta de convicción sabotea la película y pierde la conexión con el espectador que sería indispensable para hacernos partícipes de sus experiencias y vicisitudes.

Entonces, lo que pudo ser un épico enfrentamiento entre Buffy y Jack Donaghy degenera en una serie de escenas sumidas en falso sentimentalismo o deficiente humor, en las que sólo esporádicamente apreciamos el potencial de la idea original (por ejemplo, algunas de las escenas que la protagonista comparte con su padre logran generar un poco de honesta emoción; también me gustaron las referencias literarias, aunque tienden a caer en lo pretencioso). El cine independiente tiene fama por ofrecer material más intenso y genuino que su floja contrapartida hollywoodense, pero Cómo Atrapar a Un Millonario prueba que las mismas trampas narrativas acechan sin importar la categoría o costo de una producción. Quizás un director (¡o directora!) maduro y confiable hubiera rescatado la película; o tal vez hubiera funcionado mejor con actores más compatibles. Pero en su estado actual, no veo razón alguna para recomendar Cómo Atrapar a Un Millonario. En vez de gastar tiempo y dinero en ella, sugiero mejor ver un par de episodios de Buffy The Vampire Slayer y 30 Rock, para ver a esos mismos actores en papeles que dominan, y con historias que saben aprovecharlos. Y en lo que respecta a Melissa Bank, espero sinceramente que tenga más suerte con sus siguientes adaptaciones... si es que esta cinta no extinguió el interés en su obra.
Calificación: 5

viernes, 29 de mayo de 2009

X-Men Orígenes: Wolverine (X-Men Origins: Wolverine)

Como me temía, una parte de la cinta X-Men Orígenes: Wolverine está basada en la mediocre mini-serie Origin, que innecesariamente revela el oculto origen de Logan (nombre clave Wolverine) siempre en busca del balance entre su ferocidad animal y su sensibilidad humana. Afortunadamente esa parte de la película concluye cuando llegan los créditos (un excelente montaje de épocas y lugares), y aunque el resto de la trama muestra influencia de otras célebres historias de Marvel Comics (desde la obvia Weapon X hasta algunos oscuros números de Alpha Flight), será mejor tomarla como una obra independiente de sus predecesores literarios pero oblicuamente relacionada con la trilogía fílmica de X-Men. Quien logre superar ese reto encontrará una película inferior en manufactura y narrativa, pero suficientemente entretenida y, al menos en mi opinión, apta como sólido cimiento de otra potencial franquicia.

El mencionado "origen" se ubica en Canadá a mediados del siglo diecinueve, donde vemos al pequeño James Howlett (Troye Sivan) y a su hermano Víctor (Michael James Olsen) huir de su hogar tras una tragedia familiar. Años después encontramos a los ya maduros hombres (ahora inte
rpretados por Hugh Jackman y Liev Schreiber, respectivamente) luchando en cada importante conflicto bélico de la historia moderna, desde la Primera Guerra Mundial hasta Vietnam. Gracias a sus poderes mutantes no envejecen... pero su extraña habilidad regeneradora ha atraído la atención del Mayor Stryker (Danny Huston), quien está armando un equipo de súper-soldados apto para enfrentar tareas que meros humanos jamás podrían completar. Víctor aprecia la oportunidad de desahogar sus instintos animales, pero James tiene dudas éticas sobre sus violentas y arbitrarias misiones, y decide renunciar para vivir apaciblemente en Canadá con su novia Kayla (Lynn Collins). Sin embargo Víctor, ahora su amargo rival, tiene otros planes; y cuando James ve su hogar destruido por segunda vez busca a Stryker para someterse a un arriesgado experimento que le permitirá vengarse de su hermano. Y ahí nace Logan, más conocido como Wolverine, dedicado a la venganza e inseguro sobre la identidad de sus aliados y sus enemigos...

Aunque su trabajo previo es bastante bueno, creo que fue un error seleccionar al director sudafricano Gavin Hood para conducir este complejo proyecto. Se nota que hace su mejor esfuerzo para dar peso y realismo a los conflictos que impulsan la trama, y por sacar el mejor partido de sus actores; pero siento que no tiene mucho interés por el cine fantástico, o quizás por los comics, ya que se limita a usar los clichés del género, contando la historia en burdos trazos que ignoran el delicado detalle que dio vida a los personajes en su versión ilustrada. Y no lo digo con sarcasmo. En resumen, Hood hace lo que se espera de él, pero al no compartir la pasión de su público por el material, la cinta sufre por falta de energía, sin importar cuántas explosiones y peleas incluya.

Hablando de lo cual, las aparatosas secuencias de efectos especiales parecen escapar la prolija pero fría m
ano del director, y tal vez fueron orquestadas por artistas digitales más preocupados por hacerlas "cool" que por integrarlas naturalmente a la narrativa. Sin embargo, me gustó la referencia a Three Mile Island, y disfruté la exagerada batalla final, visualmente creativa aunque emocionalmente inerte. No disfruté tanto el horrible trabajo de "green screen", que produce compuestos demasiado evidentes y mal integrados. Los últimos 10 minutos de la película incluyen los peores ejemplos de ello, y corren el riesgo de distraer al público en los momentos más significativos de la historia.

Pasando a lo bueno, debo señalar la noble labor de Hugh Jackman, cuyo compromiso con el personaje es conmovedor. Su sobria actuación sostiene la película entera y la ayuda a superar sus más torpes mecanismos dramáticos. Liev Schreiber me pareció una pésima decisión para encarnar a Sabretooth (perdón, a "Víctor"), pero admito que su talento histriónico compensa en gran medida su ineptitud física, exacerbada por el peor "wire-work" que he visto desde X-Man 3: The Last Stand. En serio, el cuerpo humano no fue diseñado para correr en cuatro patas, y cuando Víctor lo hace sólo provoca risa en vez de la esperada amenaza. También dignos de mención son Danny Huston como el Mayor Stryker, recreando perfectamente lo establecido por Brian Cox en X2; y Ryan Reynolds fue una ideal selección para interpretar al anti-héroe Deadpool... lástima que tenga menos de 5 minutos en pantalla. En el otro extremo del espectro tenemos a Gambit, uno de mis personajes favoritos (al menos cuando Chris Claremont escribía The Uncanny X-Men) que se convierte en una burda caricatura con el acento y actitud correcta, pero sin profundidad ni carisma gracias a la desafortunada elección del actor Taylor Kitsch para darle vida.

X-Man Orígenes: Wolverine se preocupa tanto por tocar los puntos importantes en la historia del protagonista que olvida justificar la motivación de los personajes y la causa de sus alianzas y rivalidades (¿exactamente por qué se volvieron enemigos Víctor y Logan? ¿Por qué Stryker está matando a algunos mutantes y capturando a otros?). Puedo recomendar la película como genérico entretenimiento hollywoodense, aunque su carencia de temas profundos la convierte en la menos interesante de la saga X-Men. Nadie duda que Wolverine sea el más popular miembro de ese equipo, y definitivamente es uno de los mejores personajes creados por Marvel; pero si éste será el estándar que seguirán las futuras (e hipotéticas) cintas en la serie de X-Men Origins, no quiero ni pensar qué ocurrirá con personajes menos interesantes. En otras palabras... ¿existirá alguien que realmente quiera ver X-Men Origins: Cyclops, o X-Men Origins: Storm. Después de Wolverine, lo dudo mucho. Pero admito que no me molestaría ver una secuela, especialmente si se enfoca al período japonés de Logan, en el que adquirió su código de conducta samurai. ¿Soy un nerd, o qué?
Calificación: 7

jueves, 28 de mayo de 2009

Cine Clásico: The Watcher in the Woods (1980)

Un reciente comentario en Imagen en Negativo (¡Gracias Álvaro!) me hizo recordar la película The Watcher in the Woods, lo cual me inspiró suficiente para desempolvar mi decrépito VHS (y conectar la videocasetera que de milagro aún funciona) para darle otra mirada a esta poco conocida cinta que probablemente sea la única obra de auténtico terror producida por Walt Disney Pictures (aunque esa descripción quizás incluya la más fantástica Something Wicked This Way Comes).

Al decir "auténtico terror" no quiero sugerir que pueda competir con
Evil Dead o The Exorcist; simplemente que su serio tono y tenebrosa atmósfera son totalmente distintos de las blandas y azucaradas cintas de "miedo" que el Disney Channel transmite en Halloween (como Return to Halloweentown o Twitches). Si quisiera comparar The Watcher in the Woods con alguna otra película sería probablemente una de las elegantes y melodramáticas muestras de horror gótico producidas por el estudio británico Amicus Productions durante los años sesentas (cuando se distinguió como la sobria y cerebral competencia del populista y sangriento estudio Hammer Films). La fría atmósfera de The Watcher in the Woods, sus minimalistas efectos y énfasis en el suspenso evocan la mejor época de esa particular variedad del cine fantástico, hoy casi extinta pero muy añorada.

Basada en la homónima novela de Florence Engel Randall, la película comienza con la llegada de la familia Curtis a la aislada casona de campo donde pasarán una temporada mientras viven en Gran Bretaña. El padre es Paul (David McCallum), famoso músico que aprecia el aislamiento del inmueble para realizar su trabajo; la madre Helen (Carroll Baker) está contenta por alejarse de la frenética vida en los Estados Unidos. Y las niñas Jan (Lynn-Holly Johnson) y Ellie (Kyle Richards) sienten que vivirán una aventura explorando la vieja mansión y los bosques que la rodean.

Pero desde los primeros momentos de su estancia empiezan a ocurrir cosas raras. Para empezar, la anciana Sra. Aylwood (Bette Davis), dueña de la mansión, no puede quitar la mirada de Jan, y le hace extrañas preguntas sobre su "sensibilidad". Quizás hay un buen motivo para ello, pues durante la mudanza Jan trata de mirarse en un espejo, pero no logra ver su reflejo, sino la imagen de una adolescente, rubia como ella, pero con los ojos vendados, que parece pedir ayuda. Por si fuera poco, un misterioso resplandor azul parece rondar entre los árboles que se ven desde su ventana; y su pequeña hermana Ellie tiene conversaciones con alguien mientras está dormida.

Paulatinamente se revelan los elementos del misterio. La joven que aparece en las visiones de Jan es Karen (Katharine Levy), hija de la Sra. Aylwood, desaparecida décadas atrás durante el incendio de una vieja capilla. Su cadáver nunca fue encontrado, y Jan rápidamente asume que el fantasma de la niña es responsable por las manifestaciones paranormales que ella y su hermana experimentan. Pero la verdad es más complicada, cuando se revela la participación de varias personas en un curioso ritual durante aquella fatídica noche...

Aunque podemos esperar los baratos sobresaltos obligatorios en casi cualquier película de terror (que van desde el frívolo salto de un gato negro hasta la incongruente aparición de agua y un cuervo en una tumba), The Watcher in the Woods prefiere enfatizar el suspenso con ayuda de su excelente atmósfera, su tensa banda sonora y sus siniestras locaciones. No es difícil imaginar toda clase de espectrales entidades en el tenebroso bosque, apenas iluminado por el débil sol que se filtra entre el denso follaje. Y aunque hay algunos modestos efectos visuales (realizados ópticamente por el legendario Harrison Ellenshaw), los mejores momentos de la película emplean métodos más sencillos y tradicionales para sugerir la presencia de fenómenos sobrenaturales, desde una inexplicable racha de viento hasta expertos emplazamientos de cámara y trucos de iluminación que me sorprendieron por su sencillez y efectividad.

El elenco realiza su labor sin pena ni gloria. El peso de la cinta descansa en los hombros de las jóvenes actrices Lynn-Holly Johnson (ex-patinadora que probó suerte en Hollywood tras ganar varias importantes competencias) y Kyle Richards, apoyadas por la veterana Bette Davis, quien aprovecha perfectamente la excéntrica presencia que cultivó en su edad madura gracias a célebres películas como Whatever Happened to Baby Jane y Burnt Offerings. No digo que su actuación sea muy buena... sospecho que en ese momento de su carrera Davis simplemente explotaba su fama para recibir fáciles cheques a cambio del prestigio que su mera presencia aportaba. Pero incluso una apática Bette Davis resulta ser una considerable adición al humilde elenco de The Watcher in the Woods.

Por el contrario, Lynn-Holly Johnson sigue la tradición de blandas y frágiles heroínas en películas de Disney. No es una buena actriz y tampoco ayuda que el libreto le asigne la capacidad deductiva de una amiba, pues cuando la mayor parte del público ya resolvió el misterio, ella sigue abriendo
sus enormes ojos en busca de conexiones entre las visiones que experimenta y la desaparación de la joven Karen. Finalmente, Richards entrega una sobria actuación infantil y, aunque tampoco sea digna de premio, logra buenos contrastes entre sus escenas de niña juguetona y los momentos cuando la vemos poseída por la entidad del bosque.

Dudo mucho que The Watcher in the Woods logre satisfacer a las audiencias modernas, acostumbradas al grotesco espectáculo de cintas como Saw, o a la sofisticación de post-modernos pseudo-slashers como Final Destination 2, o a los fantasmas femeninos de los re-makes asiáticos. Sin embargo, su rol en la historia del cine de terror la hace interesante para estudiosos del género, pues al mismo tiempo que se ajusta a los rígidos parámetros del cine familiar producido por Disney, también logra generar buenos momentos de angustia y suspenso... al menos dentro de lo que cabe esperar en una película de ese totalitario estudio.

Como Álvaro sugería, probablemente el futuro nos depare un inevitable re-make de The Watcher in the Woods, repleto de dinámicos actores juveniles y vistosos efectos digitales. Pero quienes aprecien una sencilla muestra de atmosférico horror filtrado por una minimalista visión setentera, quizás encuentren adecuado nivel de entretenimiento y suspenso en The Watcher in the Woods (aunque la legendaria versión del director que Disney prohibió es supuestamente superior). Y si nada de eso funciona, al menos podrán disfrutar muchos saltos de gato, espejos rotos, y extrañas luces en el bosque. Me gustó mucho esta película cuando la vi en mi infancia; ahora, casi treinta años después, disfruté un aspecto distinto de sus ingenuas virtudes, aunque no dejaré que la nostalgia me inspire a halagarla excesivamente. Oh, demasiado tarde.
Calificación: 8

martes, 26 de mayo de 2009

Hannah Montana: La Película (Hannah Montana: The Movie)

Esta crítica será corta porque no quiero desperdiciar un segundo más de lo necesario pensando en esta película - o, para el caso, en el fenómeno cultural de Hannah Montana. De hecho, ni siquiera encuentro la energía para escribir párrafos enteros, por lo que seguiré el ejemplo de Hannah Montana: La Película y no haré esfuerzo alguno por expresar algo interesante. Simplemente haré una lista de las ideas que pasaron por mi cabeza mientras veía la película (por cierto, fui a la función de las 10 de la noche para evitar las multitudes de niños ruidosos... aunque sospecho que ahora los empleados del cine que frecuento me vigilarán como posible pervertido que no debe acercarse mucho al área de dulces).

1.- Nunca he visto un episodio de la popular serie televisiva, y después de ver la película no tengo intención alguna de hacerlo.

2.- Obviamente estoy tan lejos del grupo demográfico para el que está diseñada esta cinta que no encontré un sólo elemento atractivo en ella.


3.- No veo carisma ni talento real en su
protagonista; sólo un títere corporativo.

4.- La
música es genérica, soporífera e irritantemente antiséptica

5.- Entiendo que el deber de la película es promover el "brand" de Hannah Montana y explotar su inexplicable fama mientras dure. Pero aún así pudieron cuidar un poco más los diálogos y el libreto en general. Cuando el drama se fundamenta en una "arruinada" fiesta de cumpleaños queda claro que se confiaron demasiado en la fama de su protagonista.

6.- El humor consiste en gente golpeándose la cabeza, tropezando y ensuciándose con huevos de gallina, crema pastelera y otras sustancias. El comportamiento de estos
coloides es totalmente opuesto a las leyes de dinámica de fluidos. ¿Qué ejemplo están dando a los niños de hoy?

7.- Estoy bromeando, desde luego.


8.- Pero, hablando de ejemplos, ya estoy un poco cansado de la ubicua fantasía popular que propone la fama fácil e instantánea como máxima aspiración de la juventud. Sospecho que en una década habrá muchos jóvenes decepcionados al descubrir que su "actitud de estrella" o su "talento artístico" no tienen valor alguno en el despiadado mundo real. Y no, ninguna niña se convertirá en princesa cuando sea grande. A menos que use ese tema cuando baile en un "strip club". Perdón, quizás los empleados del cine no están tan equivocados.


9.- La insoportable arrogancia de
Billy Ray Cyrus es aún más molesta cuando trata de disimularla con una actitud de sencillez campirana. Espero que Miley Cyrus tenga un abogado de acero, pues cuando llegue la inevitable espiral auto-destructiva que la excomulgará de la comunidad Disney (para ser reemplazada por otra vivaz y fotogénica niña) necesitará proteger su cuantiosa fortuna de varios parientes parásitos... y sospecho que su padre será el primero en la lista. Puedo ver en sus ojos el resentimiento por ver a su hija llegar a la cima en un par de años, cuando a él le tomó varias décadas ser medianamente conocido fuera de la música "country".

10.- Aparentemente la principal ventaja de ser una estrella musical es usar ropa y zapatos de moda ¿Qué pasó con "sexo, drogas y rock and roll"?

11.- Cuando un niño se cae de una escalera podría ser trágico... ¡pero no en el mundo Disney, donde es hilarante!


12.- El director Peter Chelsom debe estar feliz porque finalmente dejará de ser conocido como el hombre que desperdició cien millones de dólares en la atroz
Town & Country. Ahora será conocido como el director de un bodrio que ganó 100 millones de dólares con una modesta inversión en pelucas y zapatos.

Finalmente, me declaro incompetente para calificar
Hannah Montana: La Película. Así como yo no confiaría en la opinión de una anciana de la tribu bosquímana sobre el nuevo disco de Marilyn Manson, tampoco puedo confiar en mi evaluación de una película que requiere un contexto social y cultural totalmente ajeno a mi experiencia. Entonces, me limitaré a decir que admiro la sinergia de Disney y su capacidad para manipular al publico infantil. Hablo en serio cuando digo que su inevitable influencia es una de las cosas que me invitan a nunca tener hijos. Lo siento, Disney... no podré ofrecerles un cerebro más para corromper.

lunes, 25 de mayo de 2009

Reconstruyendo Mi Vida (The Girl in the Park)

A veces la gente supone que porque me gusta el cine debo ser también aficionado al teatro, pero no es así. No me desagrada, y aprecio el esfuerzo detrás de todo arte escénico, pero siento que cae en los mismos errores que el cine contemporáneo. Sé que es ridículo pensar así, pues obviamente la interpretación narrativa nació con el teatro mismo, y debería ser el estándar contra el que midiera el advenedizo arte cinematográfico. No obstante, creo que muchos dramaturgos modernos aprovechan la más importante característica del teatro para compensar las deficiencias de sus poco ambiciosos libretos. Esa característica, desde luego, es la presencia de actores en vivo. Hay una indiscutible energía que fluye entre intérpretes y público, que hace más inmediato el drama y más intensas las emociones. Y así como esa experiencia puede resultar catártica y satisfactoria, también puede emplearse como excusa para presentar historias flojas y predecibles, confiando en que la magia del teatro en vivo resolverá los problemas (o, mejor dicho, los hará irrelevantes) para el público.

Lo cual me lleva a Reconstruyendo Mi Vida, opera prima del dramaturgo David Auburn, quien previamente incursionó en cine escribiendo la adaptación de su obra Proof y "americanizando" el libreto de una película coreana que se convirtió en la fantasía romántica The Lake House. Pero esta vez no sólo adapta su obra teatral, sino que también dirige; y aunque su trabajo es sólido en todos los aspectos, cae exactamente en las fallas que mencioné en el previo párrafo.

Reconstruyendo Mi Vida comienza con una tragedia que destruye la idílica vida de la familia Sandburg. Mientras pasea por un parque con su hija de tres años, Julia (Sigourney Weaver) se descuida un momento, y eso basta para que la niña desaparezca. Quince años después encontramos a Julia aún atormentada por aquel evento, que también provocó la disolución de su matrimonio con Doug (David Rasche) y el distanciamiento de su hijo Chris (Alessandro Nivola). Entonces conoce accidentalmente a la disipada y errática Louise (Kate Bosworth), una joven de la edad aproximada que tendría su desaparecida hija, y quizás para aliviar su latente culpa Julia decide ayudarla, albergándola en su casa y apoyándola para que haga algo con su vida. Sobra decir que al mismo tiempo la reservada mujer empieza a experimentar un renacimiento, cambiando su fría y distante actitud gracias a la jovial influencia de Louise. Pero ciertos detalles hacen que Julia crea haber encontrado a la hija que perdió quince años atrás... mientras que su hijo alberga la sospecha de que su madre está siendo engañada por una estafadora.

En su más básico nivel Reconstruyendo Mi Vida es un satisfactorio relato lleno de esperanza, redención y calidez humana. Siguourney Weaver realiza un excelente trabajo dando vida a la atormentada Julia y logrando que el espectador comparta los triunfos y amarguras de su evolución emocional. El desempeño de Kate Bosworth es más modesto, pero funcional, así como el de Alessandro Nivola y Keri Russell (como la futura nuera de Julia) y, como siempre, me dió gusto ver a David "Sledgehammer" Rasche en un papel dramático que aprovecha su abierto y expresivo rostro (aunque confieso que con lentes lo confundí inicialmente con William Sadler).

Pero en otro nivel sentí la historia demasiado predecible y afectada. La premisa básica (madre buscando una hija "postiza") evoca emociones claras y universales, pero la trama está fundamentada en clichés y coincidencias que denuncian la pereza del escritor. Imagino que en el escenario de un teatro la historia funciona mejor por todo lo que dije antes, pero en cine parece otra película independiente demasiado indulgente y tan enamorada de sus delicados personajes que pierde la disciplina dramática. En otras palabras, cuando llega el abrupto y ambiguo final, casi pude escuchar el forzado aplauso del público que esperaba un final más consistente, pero que nunca lo recibirá porque ya cayó el telón y se encendieron las luces.

Hay múltiples instancias de dramaturgos que hacen una magnífica transición a cine, abrazando sus recursos técnicas y dándole una inyección de fresca energía con su diferente perspectiva. Películas como Doubt, Yes y la obra de Julie Taymor (Titus, Frida, Across the Universe) son buenas muestras de esa feliz tendencia. Reconstruyendo Mi Vida es ejemplo de una menos afortunada situación. Pero incluso bajo esas circunstancias creo que puedo darle una escueta recomendación, simplemente por el trabajo de su actriz principal y porque David Auburn muestra suficiente estilo y dominio del arte cinematográfico (aunque haya sido excesivamente complaciente con su propio libreto) para garantizar una curiosa mirada a su obra futura. En resumen, pasé un rato agradable viendo esta película, pero en retrospectiva me decepcionó un poco. Igual que cuando voy al teatro.
Calificación: 7

domingo, 24 de mayo de 2009

Street Fighter: La Leyenda (Street Fighter: The Legend of Chun Li)

Como he escrito en más de una ocasión, nunca fui aficionado a los videojuegos de pelea. Claro, probé los más representativos exponentes del género (Mortal Kombat, Virtua Fighter, One Must Fall, y varias iteraciones de Street Fighter), pero no encontré satisfactorias las dos posibles estrategias de juego: A) Oprimir botones frenéticamente con la esperanza de que alguna aleatoria combinación de como resultado el "combo" ganador; y B) Gastar largas horas en el lento proceso de prueba y error para aprender tales combinaciones, que posiblemente resulten obsoletas para cuando llegue una nueva versión del título.

Sin embargo, entiendo perfectamente el at
ractivo de estos juegos, que en su más básico nivel simulan interactivamente las vistosas peleas que hemos disfrutado en incontables películas de artes marciales. Supongo que hay un elemento irónico cuando los papeles se invierten y el videojuego inspira la realización de una película de artes marciales.

Street Fighter: La Leyenda
sigue a la joven Chun Li (Kristin Kreuk) desde su infancia, cuando presencia la captura de su padre a manos del despiadado Bison (Neal McDonough), hasta su edad adulta, en la que sigue el intenso entrenamiento del místico Gen (Robin Shou) para liberar a su padre y destruir el imperio criminal de Bison. Pero Chun Li no es la única que busca a ese villano, pues Nash (Chris Klein) y Maya (Moon Bloodgood), agentes de Interpol, también siguen su pista, y eventualmente tendrán que unir fuerzas para llevarlo ante la justicia... si es que logran vencer primero a su temible guardaespaldas Balrog (Michael Clarke Duncan).

Al igual que la reciente Dragonball: Evolution, Street Fighter: La Leyenda explota el nombre de una popular franquicia para endilgarnos una patética película de artes marciales que no logra aprovechar su exótica locación (Bangkok) ni su mediano elenco para crear algo novedoso o interesante. El rebuscado libreto es tedioso, las peleas son totalmente olvidables y cuando llegan los efectos especiales sólo subrayan la desesperación del realizador Andrzej Bartkowiak (famoso fotógrafo que no ha tenido tanta suerte en su faceta de director) por rescatar la película con cualquier truco que oculte su profunda estupidez y mediocridad.

Dentro de los escasos puntos buenos puedo señalar a la exóticamente atractiva
Kristin Kreuk, quien es la viva imagen de Chun Li especialmente cuando aparece con su característico peinado de trenzas recogidas (desafortunadamente el diseño de su icónico kimono azul no evoca la misma combinación de sensual inocencia). También me gustó ver a la superestrella asiática Robin Shou, aunque sólo para recordar las mejores películas de artes marciales en las que ha participado (por no mencionar dos previas adaptaciones de videojuegos DOA: Dead or Alive y Mortal Kombat).

Hablando de videojuegos, Andrzej Bartkowiak también dirigió la fallida cinta
Doom, y aún esa bazofia resultó mejor que Street Fighter: La Leyenda. De hecho, creo que el mayor logro de esta deficiente película es que nos ayudará a ver con nuevos ojos la ridícula rimbombancia de la previa versión cinematográfica de Street Fighter, que allá por 1994 enfrentó a Jean-Claude Van Damme contra Raul Julia (como Bison) en un paroxismo de extravagante exceso fílmico a la vez penosamente divertido e involuntariamente hilarante que desde hoy apreciaré más gracias a la enorme incompetencia de su sucesora.

Creo que la mencionada película DOA: Dead or Alive es la que mejor ha capturado el espíritu y humor de los videojuegos de pelea, y aunque no sea una gran película, resulta infinitamente más divertida que Street Fighter: La Leyenda, misma que no puedo recomendar bajo ninguna circunstancia en vista de la enorme lista de excelentes películas de artes marciales disponibles para el espectador moderno, tanto humorísticas (como Kung Fu Hustle) como serias (como Fearless) y sublimes (como Hero). Imagino que hasta los más entusiastas fanáticos del juego Street Fighter la encontrarán intolerable e indigna de portar ese nombre. Aunque tal vez los fans de Smallville encuentren algún placer viendo a Lana Lang dando patadas voladoras y peleando contra una lesbiana en un baño público. Pero lo dudo.
Calificación: 4

sábado, 23 de mayo de 2009

La Venganza de la Casa del Lago (The Last House on the Left)

Otro re-make de una película de horror setentera, que trata de usar excesiva crueldad y seriedad para ocultar su carencia de entusiasmo y espontaneidad. El problema con estas nuevas versiones de célebres cintas de terror realizadas en décadas pasadas, es que en su fallido intento por superar a sus predecesoras terminan perdiendo lo que las hizo divertidas o memorables... esa cruda pero energética visión que las convirtió casi en un acto de la naturaleza, impulsivo e impredecible, tan valioso por sus logros intrínsecos como por haber capturado un muy particular momento en la historia de la cultura popular.

Habiendo dicho eso, debo admitir que
La Venganza de la Casa del Lago resultó ser una adecuada modernización de la controversial cinta The Last House on the Left, filmada en 1972 por Wes Craven (y considerada por algunos como un re-make no oficial de la cinta sueca The Virgin Spring, de un tal Ingmar Bergman). Francamente no soy gran admirador de la primera Last House…, y quizás por eso aprecié los cambios realizados en esta nueva versión, que altera la dinámica de ciertos personajes y extirpa por completo el inapropiado e incongruente humor empleado por Craven para balancear su sórdido y amargo libreto. Por todo eso creo que La Venganza de la Casa del Lago ha ganado el derecho de ser evaluada por méritos propios, y no por su fidelidad a una mediocre película filmada hace casi cuarenta años.

La historia comienza con la llegada de la familia Collingwood a su idílica casa de campo, en las orillas de un pintoresco lago. Además de pasar unas apacibles vacaciones, Emma (Monica Potter) y John (Tony Goldwyn) desean ayudar a su hija Mari (Sara Paxton) para superar la reciente pérdida de su hermano. Pero cuando Mari visita a su amiga Paige (Martha MacIsaac) en un pueblo cercano, ambas jóvenes son secuestradas por una banda de desalmados criminales en fuga, quienes las violan y torturan antes de matarlas. Pero, ¡un momento! Mari sobrevivió el brutal ataque, y penosamente se arrastra hasta su casa... en donde sus padres, sin saberlo, albergaron a la pandilla de asesinos, quienes fingieron serctimas de un accidente para buscar refugio temporal. Entonces, cuando Emma y John se dan cuenta de la realidad, planean una jugosa venganza contra sus violentos "huéspedes"...

Aunque los criminales de la película pertenecen al genérico molde de villanos motivados por su propia maldad, al menos encontramos cierta humanidad en los vengativos padres, cuya disyuntiva moral se ve fácilmente resuelta cuando se convierte en una lucha por la supervivencia. A diferencia de otras modernas cintas de terror (como los re-makes de
The Texas Chainsaw Massacre y The Hills Have Eyes), el argumento de La Venganza de la Casa del Lago muestra una estructura narrativa lógica de causas y consecuencias, mucho más interesante que el plano y repetitivo ciclo de "tortura, tortura, tortura" que aquellas películas interpretan como "terror".

Y creo que así llegamos al problema fundamental de la "porno-tortura"... ya dejó de ser cine de terror para convertirse en cine de crueldad, lo cual no encuentro ni interesante ni divertido. Cuando un grupo de niños cuenta historias de horror alrededor de una fogata, lo hacen porque es divertido. Pero, ¿quién disfruta contando historias de crueldad? Supongo que el gusto por el terror, aparentemente contradictorio pero delicioso, se debe a su función como mecanismo de defensa natural. Quizás nuestro cerebro recompensa con placer el entrenamiento de esa indispensable facultad instintiva. Por el contrario, la crueldad es improductiva y carente de propósito en el entorno natural, y aunque ciertamente produce impacto en el espectador moderno, dista mucho de ser agradable o divertida. En otras palabras, encuentro enormemente satisfactorio ver a Jason descuartizar jóvenes a bordo de una nave espacial... pero no tengo particular deseo por ver a cuatro criminales violando a dos adolescentes, incluso si es como preámbulo para la catártica y sangrienta venganza que eventualmente llegará.

A pesar de todo eso, como dije, me gustó La Venganza de la Casa del Lago porque realmente tiene algo que decirnos. Tal vez no sea muy original, pero es ciertamente elocuente, violenta y satisfactoria, aunque no la podría llamar agradable. Para bien o para mal, hay un casi inagotable acervo de material setentero y ochentero listo para su moderna "reinterpretación", y sólo queda desear que cuando llegue el momento, los futuros cineastas encargados de tal labor sigan el ejemplo de esta película: no basta con actualizar los niveles de sangre y crueldad... también es necesaria la inefable conexión con el espectador, que no se consigue con más dinero o superiores recursos técnicos, sino con la humanidad de sus personajes y la vitalidad del libreto.
Calificación: 7

viernes, 22 de mayo de 2009

Ángeles y Demonios (Angels & Demons)

Cuando leí The Da Vinci Code quedé asombrado... por la inexplicable popularidad que había alcanzado Dan Brown, un escritor decididamente mediocre cuyo único logro fue plagiar la fascinante investigación expuesta en libros como Holy Blood, Holy Grail y The Templar Revelation, e incorporarla a una trillada estructura de thriller púrpura que se hubiera sentido anticuada en las páginas de Weird Tales hace setenta años. Sin embargo, eventualmente me di cuenta de que su auténtica genialidad no tiene nada que ver con su talento literario, sino con su entendimiento del "zeitgeist", la cultura popular y su dominio de la mercadotecnia. En resumen, Brown encontró el medio perfecto para llevar controversia teológica a los estantes de libros de Wal-Mart, en el momento exacto de máxima vulnerabilidad de la iglesia católica para explotar la desconfianza de sus devotos y exponerlos a conceptos que años atrás hubieran parecido escandalosa herejía. Creo que el mismo Da Vinci hubiera aprobado esa diestra manipulación de la información.

Me gustaría decir que encontré la misma genialidad en
Angels & Demons, pero desafortunadamente la trama es aún más lenta y obtusa, empleando vagas teorías y añejas conspiraciones sobre la legendaria orden de los "Illuminati" como excusa para recetarnos otro desfile de acertijos y enigmas arbitrariamente resueltos por un erudito personaje con sobrenaturales poderes de deducción que le permiten encontrar en segundos respuestas a misterios que permanecieron ocultos durante siglos.

Y ahora, la obligatoria adaptación cinematográfica intenta vestir un poco esa blanda narrativa con violencia, rimbombante música y hueca acción. En algunos momentos funciona el truco, pero la mayor parte del tiempo parece que estamos viendo un costosísimo episodio de Scooby Doo, atrapado en su inflexible fórmula e incapaz de producir suspenso en el camino a su previsible conclusión. O quizás debería decir conclusiones, pues podemos ver la película como una serie de adivinanzas recursivas, en las que la respuesta de una conduce a la siguiente, y la solución de esa lleva a una nueva, y así, hasta el final, cuando yo ya había perdido la pista del misterio original... y todo interés por el triunfo o fracaso de los protagonistas. Pero al menos las últimas escenas son lo suficientemente ridículas para provocar algunas risas involuntarias.

Al principio de Ángeles y Demonios nos enteramos de que el Papa falleció y sus posibles sucesores fueron secuestrados por una misteriosa organización con el fin de desestabilizar la Iglesia católica. Peor aún, además de amenazar la vida de esos cuatro cardenales, los eclesiásticos criminales poseen una bomba de anti-materia con la que pretenden vaporizar el Vaticano mismo. Entonces la policía de ese país decide pedir ayuda al escritor norteamericano Robert Langdon (Tom Hanks), quien probó su inteligencia y profundos conocimientos sobre la simbología católica durante los eventos de El Código Da Vinci. Y así, con ayuda de una guapa investigadora del LHC, de donde fue robada la anti-materia, Langdon procede a seguir las pistas establecidas en un antiguo poema que conducirá a la moderna encarnación de la orden Illuminati, posible responsable de esos actos de ritual terrorismo.

Considerando que me gusta mucho ver películas con monstruos mutantes, asesinos enmascarados y robots del futuro, esto sonará un poco hipócrita, pero... ¡¿Bomba de anti-materia?! ¿En serio? Esperaría ese ridículo "mcguffin" en una película "B" con Steven Seagal o Mark Dacascos, dirigida por Albert Pyun o Tibor Takács, pero no en una multi-millonaria película tan formal y circunspecta que toma demasiado en serio su propio drama, y que incluye en su elenco y equipo creativo a múltiples ganadores del Óscar. Pero bueno... ese es el menor de sus problemas. Como dije, el forzado desarrollo de su rebuscada trama y las frecuentes pausas que toma para endilgarnos otro místico monólogo bastan para frenar la narrativa y disipar la atención del espectador (por lo menos la mía). Al igual que en El Cödigo Da Vinci, encontré fascinantes las ideas expuestas, y como fan de las conspiraciones he devorado libros sobre las hipotéticas encarnaciones pasadas y presentes de los Illuminati... razón por la cual me pareció doblemente decepcionante el monótono manejo de tal misterio en esta interminable cinta.

De nuevo encontré a Tom Hanks como el mejor elemento de la película. El material no lo apoya, pero hace su mejor esfuerzo por mostrar dinamismo y convicción hasta en las más sosas escenas. La dirección de Ron Howard es, como siempre, técnicamente eficiente pero carente de energía. Entonces, creo que me abstendré de recomendar Ángeles y Demonios. A pesar de las reservas que tengo sobre el libro creo que la historia funciona mejor en papel, donde no se ve obligada a seguir la lerda narrativa que conduce Howard. Como siempre, una mejor recomendación sería estudiar independientemente las ideas que ofrece esta película; de ese modo podrán asimilarse libres de los obstáculos impuestos por un forzado libreto que además de todo debe cumplir las expectativas del "blockbuster" hollywoodense. Sólo queda esperar que en el futuro alguien pueda realizar una película que examine el misterio de los Illuminati de manera más interesante y competente. Pero mientras nos llega Scooby Doo y el Misterio de Ingolstadt, tendremos que esperar.
Calificación: 5